Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

22

No olviden que para leer los capítulo +18 deben seguir mi cuenta. 

Capítulo dedicado a 

Deberías ser mi única chica. 

Cuando follamos te sientes la reina del mundo. 

~Some Kind of Drug - G-Eazy ft. Marc E Bassy



Estamos a unos cuantos metros de la madre de Scott y mi corazón late desbocado. Él había dicho, segundos atrás, que no podíamos acercarnos, puesto que ella no lo recordaba del todo y, que si lo hacía, lograba confundirlo con un secuestrador.

—Hay días en los que se siente mejor —murmura—, pero sólo dura unos momentos. Vengo todos los días a observarla para saber que se encuentra bien.

>>O sólo para saber que aún tengo una madre.

—La tienes —respondo, llevando mi mano hacia la suya que descasa sobre uno de mis hombros. Scott acepta el gesto y un suspiro se elimina de su parte. Sé que no está dispuesto a soltar más, por lo que, luego de unos segundos, digo—: ¿El nombre por quién es?

Siento su mirada sobre mí, pero no la devuelvo. Si él quería hablar, podía empezar por ahí.

—Elisa —murmura y se me hace un poco difícil escucharlo—, mi hermana melliza. Era quién se encargaba de mamá antes de morir.

>>Lo hice por ella.

Rachel me había hablado acerca de ella. Lo recordaba, sin embargo, era algo que no había salido de los labios del moreno. Él, al parecer, estaba empezando a soltar todo sobre él, sobre su vida.

—Lo siento —musito y guardo silencio. El viento nos golpea y la sensación de calma que transmite hace que todo el dolor que empezaba a formarse en mi pecho a causa de las confesiones de Scott, desaparezca poco a poco.

—No lo sientas —responde, como si nada—, ella no lo hizo, en realidad, nunca vi a una mujer tan terca como ella a pesar de tener cáncer, pero claro, le estás robando ese puesto.

—¿Qué puesto?

—Eres terca —suelta—, la mujer más terca que he conocido.

Suelto una risa, porque simplemente no podía pelear contra eso. Era terca, tan terca como podía serlo, pero, sin embargo, no me avergonzaba de eso.

—Mi papá decía que las personas tercas sólo intentan cuidar su corazón —murmuro—, si dudan es porque algo les hizo daño y la sola idea de volver a revivir ese dolor hace que peleen con todas sus fuerzas contra lo que sea.

>>Así sea en contra del amor de su vida.

—Tal vez sea verdad —dice, moviendo con suavidad la silla de ruedas—, pero sé que esas personas terminan siendo solitarias y, hasta cierto punto, destruyen su propia vida por evitar sentir algo hacia alguien más.

Nuevamente el silencio nos envuelve y sé que con eso hemos dicho todo lo que queríamos decirnos. Tanto él como yo teníamos miedo de adentrarnos en una relación que, tal vez, no llegue a nada.

Una relación que predecía más dolor que felicidad.

—¿Podemos acercarnos? —pregunto, inclinando la cabeza para poder observarlo, éste tiene la mirada fija en su madre cuando niega con la cabeza.

—No es conveniente —dice—, no quiero que te ataque.

—No creo que lo hago, mírala, luce tan serena...

—Tiene esquizofrenia, Dylan —Me reta—, puede cambiar en menos de un segundo.

Antes de que sea capaz de decir algo, Scott se encarga de empujar la silla y arrancar de mi vista la visión de su madre leyendo el libro, estoy a punto de quejarme, sin embargo, me muerdo la lengua, sabiendo de antemano que él tenía que hacerlo por su cuenta.

Él tenía que dejarme entrar, si así lo quería, por su cuenta.

Me relajo en la silla, enfocando en cada una de las cosas que Scott trataba de hacer bien. Sabía que para alguien como él, revelar algo que era únicamente suyo, era duro.

Tanto como era para mí hablar de mis verdaderos padres.

—¿Quieres sentarte en el césped como idiota conmigo? —dice, su tono es divertido y no puedo evitar soltar una sonrisa—. No se me ocurre nada más.

—Por mi está bien —digo, porque la idea de regresar a casa y pelear con un estúpido dibujo no sonaba nada bien como para terminar el día de hoy.

Scott no duda ante mi respuesta. Empuja la silla de ruedas, alejándonos del gran árbol en el cual descansaba su madre para regresarnos al camino de grava en el que anteriormente estábamos circulando.

—Hay muchos lugares aquí —murmura—, pero siempre vengo a ver nubes o simplemente a tirarme sobre el césped.

—Muchos tenemos que trabajar para mantenernos a flote, Scott —digo, sin poder burlarme—, no todos somos corredores de fórmula uno.

Por alguna extraña razón sé que sonríe, pero no lo observo. No quería hacerlo. Quería que el día continuara con su curso, a pesar de saber que, en cuanto salgamos de aquí, cada uno volvería a su vida, dejando de lado al otro.

Luego de cinco minutos de camino, Scott inclina mi nuevo vehículo y termina deslizando la silla sobre el corto césped que cubre nuestro camino. Él detiene la silla, para luego rodearme y colocarse frente a mí. Una de sus manos se extiende hacía mí y, sin pensarlo mucho, la acepto. Cuando nuestras manos se tocan, un familiar cosquilleo me aborda, haciendo que mi respiración se entrecorte un poco.

Cuando él tira de mí, obligándome a colocar de pie, nuestros cuerpos chocan y Scott baja la mirada, enfrentando la mía cuando su otra mano se posa en mi cintura.

—¿Quieres seguir haciéndote la ciega ante todo esto? —murmura, su ceño se frunce, como si en serio él quisiera que le diera una oportunidad—. Dylan, no podrás ignorar tus sentimientos durante toda tu vida.

Mis manos terminan sobre su pecho, intentando formar una palanca para que suelte su agarre de mí, sin embargo, lo único que logro es que se aferre con más fuerza a mi cuerpo.

—Scott, por favor...

—No —dice, anclando sus manos en mi cintura. Siento la calidez de su piel invadiendo la mía y, a pesar de que la tela de mi blusa se interpone, él logra hacer que mi piel se erice—. Me cansé de verte huir, Dylan.

>>Sé que soy un maldito hijo de puta, sé que tal vez te rompa el corazón o tal vez tú rompas el mío, pero no quiero que te marches. Te quiero a mi lado, conmigo. Así sólo sea un instante.

—Scott, yo... —Antes de que otra palabra sea capaz de abandonar mis labios, el moreno se apodera de ellos en un beso. Un largo y profundo beso que deja mis sentidos alborotados y un leve cosquilleo en mis piernas. Su lengua ingresa en mi boca, tomando tanto como lo es posible y, cuando intento ser participe, él se aleja, dejándome completamente anonadada.

—No quiero un no por respuesta —Casi gruñe, sus ojos penetran los míos y soy consciente de que lucho por conseguir algo de aire para poder respirar con tranquilidad—. Me tienes jodido, Dylan Abbot. Estás en mi cabeza todo el maldito día y no puedo sacarte aun cuando lo intento.

>>Quiero ser el único hombre en tu vida. ¿Tanto te cuesta entender eso?

—Tú dijiste...

—Lo que haya dicho me importa una mierda —dice, suena molesto, sin embargo, las palabras no logran eliminarse de mi mente—. Soy impulsivo y estaba enojado hasta la mierda contigo, Dylan. Luego de comprar ese libro iba directo a tu casa —murmura, ésta vez un poco más bajo—, te llevaría a rastras a mi casa y te ataría a la cama hasta que entendieras de una vez por todas que eres mía.

>>Y, si aún puedo arreglar ésta mierda entre nosotros, quiero ser tuyo, Dylan Abbot.

—No lo sé —digo, con sinceridad. Lucho con suavidad contra el agarre del moreno, logrando soltarme luego de unos cortos segundos—. No hagas esto, Scott —murmuro, observando sus ojos—. No ahora.

—Lo haré todas las veces que pueda —Su mano toma una de las mías y la lleva hacía su pecho, exactamente en el lugar en el que su corazón descansa—. No sé qué demonios estoy sintiendo por ti, Dylan, pero cada vez que te marchas duele.

>>Duele mucho.

Mis ojos caen sobre los suyos y todas las palabras que estaban listos para gritarle desaparecen tan rápido noto la sinceridad en su iris café. Sé lo que quiere decir, sin embargo, cuando estoy a punto de decir algo, una voz desconocida se adelanta.

—Señor Harford —dicen y Scott no duda en tirar de mi cuerpo hacía el suyo, rodeándome con sus brazos—. Lamento interrumpirlo, pero necesito que firme unos papeles antes de que se marche.

Mis ojos caen sobre la pelirroja que se encuentra a unos cuantos pasos de nosotros. Va bien vestida; una falta tubo mantiene sus piernas unidas y la sola idea de pensar en usar algo como eso me pone incomoda.

¿Cómo diablos caminaban con eso?

—Iré en un momento, Eva —dice, haciendo que los ojos de la pelirroja brillen. Ella pasa totalmente de mí, haciendo que me desagrade casi de inmediato—. ¿Vendrás conmigo?

Asiento, porque, a pesar de que la pelirroja parecía odiarme, ella me había salvado de una respuesta que me anclaría a estar junto a Scott Harford.

~*~

—¡Será mejor que te des prisa, Dylan Abbot! —Escucho a mamá gritar y, sin dudarlo por más tiempo, me pongo de pie y me dispongo a caminar hacia la puerta de mi habitación. Detrás de ésta se encuentra Hazel, sujetando una bolsa de frituras, la cual parecía estar a punto de terminar.

—¿Qué?

—Scott ya llegó —dice, sin siquiera en percatarse de tragar lo que tiene en la boca—, debes darte prisa, la cita para que te saquen esa pierna era para las tres y ya son las cuatro.

—Lo sé —río, sabiendo perfectamente que la culpa había sido del moreno. Al parecer, él no necesitó respuesta alguna de mi parte, porque, en cuanto se enteró sobre mi cita con el médico para retirar la bota, él se había ofrecido a llevarme, diciendo frente a mí padre: Puedo hacerme cargo de mi mujer, señor Abbot."

Algo que terminó en una charla de cómo usar condones protagonizadas por mis padres y mi tía.

Elimino el recuerdo de mi cabeza cuando empiezo a bajar las escaleras y, en cuanto llego al primer escalón, escucho la voz de papá quién no duda en interrogar a Scott.

—¿Luego de ir al médico dónde llevarás a mi hija?

—A donde yo quiera ir, papá —digo, interrumpiendo la respuesta de Scott. Éste me observa y no duda en rodar los ojos cuando mi padre no puede observarlo—. ¿Puedes dejar de interrogar a Scott? ¡tengo veintitrés años!

—Y eres mi hija —dice, arqueando una ceja en mi dirección—. Por favor —agrega, observándonos a ambos—, lo que sea que ustedes dos tengan, no quiero nietos aún. Estoy algo joven para eso.

Tiro de Scott, quien está a punto de decir algo y lo alejo de mi padre sin más, sintiendo la diversión que desborda cada poro de su cuerpo. Él no duda en caminar detrás de mí y uno de sus brazos rodea mi cintura cuando llegamos a la puerta principal.

Él se encarga de abrirla y dejarme pasar primero y, una vez que cierra la puerta detrás de nosotros, dice—: ¿Debo decirle que tengo todo un jarrón con condones para su hija?

—Oh, Dios, cierra la boca —Me quejo, recibiendo una risa ronca por parte del moreno. Su mano toma la mía y tira de mi cuerpo hacía su auto.

—Él debe saber que no busco embarazar a su bebé —dice, a tono de burla. Mi espalda termina pegada a la puerta del lado del copiloto y su mirada café cae sobre la mía—, pretendo aprovechar cada momento que pueda contigo y, por el momento, tener niños no suenan a una buena idea.

—No creo que un niño merezca padres como nosotros —digo, ha tiempo que él busca mis labios para besarme. La sensación de sus labios contra los míos, sólo logra hacerme desear más y, cuando intento acercarme a él, se aleja, soltando una ronca carcajada—. Idiota.

—Vamos —dice—, tengo que llevar a una mujer terca al médico.

—Puedo ir sola, ¿lo sabes, no? —Scott niega, abriendo la puerta del copiloto para mí, cuando subo al interior del auto, él no pierde la oportunidad de palmear mi trasero con algo de fuerza.

—Buen punto —Concuerda—, pero entre nos, sabes que tendremos sexo cuando salgamos de ese estúpido lugar.

Y sin más, cierra la puerta frente a mí.

Una sonrisa se desliza en mis labios, porque simplemente no puedo enojarme por Scott siendo Scott. Él era así y, a pesar de tener cosas malas, esa no era una de esas.

No era mala cuando yo también estaba deseando lo mismo que él, porque, después de todo, tener sexo con la persona que deseas es lo mejor que puede ocurrirte durante el día.

—Dijiste que iríamos por pizza y luego veríamos una película —murmuro, una vez que él ocupa el asiento del piloto. Sus ojos caen sobre mí mientras enciende el auto.

—Y tú prometiste no usar una maldita falda en mi presencia.

—Nunca prometí eso.

—Yo tampoco, Dylan.

k~&d1il

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro