11.
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Mi teléfono suena, nuevamente, rompiendo la armonía que había logrado crear en menos de una hora. Al parecer Scott no se daría por vencido, cosa que me molestaba. Había llegado a casa hace menos de dos horas y él ya se encontraba llenando mi teléfono con mensajes y llamadas de su parte.
Algo que empezaba a sacarme de mis casillas.
—¿No piensas responder? —Hazel, quien parecía a punto de comerse todo el refrigerador, dice, observando por sobre el mismo—. El pobre chico ha llamado más veces de las que recuerdo haber bajado por comida, creo que merece al menos un mensaje de respuesta.
—No me interesa —murmuro, sin siquiera quitar la atención del papel frente a mí. Había hecho un boceto simple, pero algo que dejaría las paredes de la casa de Scott realmente bien. Era un chico y, ciertamente, no parecía ser alguien extravagante—. Tengo cosas más interesantes que hacer.
—¿Para qué llama? —La morena deja su comida de lado, rodeando la isla de desayuno para llegar a mí, sus ojos caen sobre el papel, pero mi teléfono capta la mayor parte de su atención. Estoy a punto de responder, sin embargo la pantalla del aparato se enciende y la morena, en un abrir y cerrar de ojos, logra tomarlo, contestando sin siquiera pensarlo.
—¡Hazel!
—¿Scott? —dice, se está riendo, sin embargo ni una sola pizca de gracia aborda mi cuerpo—. ¿Dylan? Ella está un poco ocupada, puedo darle tu mensaje.
Hazel corre antes de que sea capaz de alcanzarla y con rapidez se encierra en el baño del piso principal. Mi puño se estrella contra la puerta del mismo, y las risas de la morena se escuchan claras y fuertes.
—¡Juro que te mataré, Hazel!
Siento que mi puño va a explotar, sin embargo no me detengo al momento de golpear la puerta con fuerza. Estaba cansada, quería dormir, sin embargo aún seguía despierta porque quería finalizar con el boceto de la casa de Scott.
Cometí un error al trabajar en la cocina.
La puerta se abre, dejándome a la vista a Hazel, quien, con una amplia sonrisa me devuelve el teléfono.
—Vendrá en una hora —dice—, debes arreglarte.
—No estoy de humor para aguantar a Scott Harford, mucho menos a ti, Hazel, te amo, pero eres como un grano en el culo.
La fulmino con la mirada, para luego girar sobre mis pies y dirigirme hacia la cocina. Recogería todas mis cosas y me encerraría en mi habitación hasta que amaneciera. Tomo mi portafolio junto al boceto que le faltaba mucho por terminar y no dudo en hacer mi camino hacia mi habitación.
Hazel viene detrás de mí, pero la ignoro. Ella había estado de fiesta desde que puso un pie en casa. Su divorcio parecía ser un serio problema en ella. Nunca la había visto así, aún cuando sus peleas con Jeff duraban más de tres meses.
—¡Vamos, Dylan! —dice, caminando con rapidez para detener mi paso. Sus ojos café están sobre mí, observándome con suplica—. Se nota que ese chico está loco por ti, ¿por qué no darle una oportunidad?
—Seguir algún consejo que salga de tu boca o de la boca de Meghan terminan mal. Siempre —Enfatizo, observándola con ojos entrecerrados—. ¿Quieres que te recuerde cuantos de tus matrimonios fracasaron por precipitarse a tomar una decisión?
—¡Eso es bajo! —Ella se queja, pero sabe que tengo razón. Hazel era una buena tía, uno de los miembros más amorosos de nuestra familia, sin embargo, en el ámbito amoroso, ella no lograba mantenerse de pie más de un año—. ¡No te estoy diciendo que te cases con él, Dylan! ¡solo quiero que disfrutes de tu vida!
>>¡Aunque sea un poco!
—Tengo trabajo —señalo, sacudiendo el pobre dibujo frente a su rostro—. Además, según tengo entendido, papá me castigó.
—Eso suena demasiado estúpido viniendo de una mujer de veintitrés años, Dylan —Su perfecta ceja se arquea, haciéndome poner los ojos en blanco.
—Soy de las que sigue las reglas —guiño un ojo en su dirección y paso de ella, siguiendo el camino hacia mi habitación. Hazel suelta un gruñido detrás de mí, sin embargo no dice nada.
Cuando me encuentro dentro de las cuatro paredes de mi habitación, cierro la puerta detrás de mí. El silencio no tarda en absorberme. Mucho antes de mis exámenes finales, mi padre se había encargado de hacer mi habitación completamente libre de ruido, algo que ciertamente agradecía.
El que los vecinos escucharan música a alto volumen era por lo cual logré ganar aquel obsequio por parte de mi padre. Me sirvió durante aquel tiempo en la universidad y me seguía sirviendo aún después de ello.
Dejo mis cosas sobre mi cama y mi teléfono no tarda en sonar. El número de Scott aparece nuevamente delante de mí, sin embargo esta vez no dudo en responder.
—Pensé que no responderías —dice. Su voz suena ronca y la música en el fondo del teléfono me hace rodar los ojos—. Iré por ti esta noche.
—Ni iré contigo a ningún lugar, Scott.
—No ha sido una pregunta, Dylan —dice, soy capaz de imaginar la sonrisa ladeada en su rostro, y eso solo logra aumentar la irritación que invade mi cuerpo—. Iré por ti, creo que ya tengo la aprobación de alguien.
—El que mi tía sea una psicópata que le responde el teléfono a cualquier idiota, no quiere decir que tienes derecho alguno a tomar decisiones por mí. Soy mayor de edad, y decido no salir contigo.
—Soy Scott Harford, cariño —Su voz adquiere un tono de advertencia, sin embargo, solo logro enojarme un poco más con él. ¿Qué le costaba decir por favor? —. Siempre obtengo lo que quiero, Dylan. Siempre.
La llamada termina, sin que sea capaz de decir una sola palabra al moreno. Sé que estoy sorprendida, sin embargo no dudo en darle un vistazo rápido a la pantalla de mi teléfono. La singular foto que usaba como protector de pantalla estaba ahí, burlándose de mí y de cómo Scott había terminado la llamada.
¿Quién diablos se creía?
Sin siquiera detenerme a pensar, marco su número. El pitido resuena en mi oído unas cuantas veces antes de que él responda.
—No sé qué diablos te crees, Scott —digo, con rapidez—, pero puedes comerte una montaña de mierda. Déjame en paz.
Esta vez soy yo quien termina con la llamada. Sé que tal vez me he pasado, sin embargo su comportamiento me sacaba de casillas. ¿Tan malo era para él decir por favor? ¡yo no era una maldita perra que diría "sí" a todas sus ordenes!
El teléfono suena nuevamente, sin embargo lo apago, no queriendo volver a hablar con él. Ciertamente, en cuanto terminara con el boceto se lo entregaría a Rachel. No quería decorar la casa de Scott, pero mi amor por el diseño era mucho más fuerte que la personalidad de ese imbécil.
—Ella tendrá que hacerse pasar por la dueña del diseño —suelto un suspiro—. Odio a Meghan por ponerme en el camino de ese imbécil.
Con un último gruñido me dejo caer sobre la cama, dejando mi teléfono bajo mi almohada. Estaría ahí hasta que me dignara en revisarlo. Por el momento no quería saber nada sobre Scott Harford.
Mis ojos están sobre el techo, pero el ruido en el primer piso llama mi atención, el claro sonido de llaves siendo lanzadas sobre la mesa de entrada me indica que se trata de mamá, por lo que no dudo en levantarme de la cama y dejar la comodidad de mi habitación.
Una vez que salgo y recorro las escaleras, no me topo con Hazel, lo que me deja algo tranquila. Cuando algo se metía en la cabeza de mi tía, nada podía sacarlo de ahí.
Mis ojos caen sobre la mata de cabello negro de mi madre, sin embargo los mechones rubios que están a cierta distancia de ella llaman mi atención. Meghan, a quien no le había respondido las llamadas, está cargando una bolsa.
—¿Meghan? —Ojos verdes caen sobre los míos y la característica sonrisa de mi mejor amiga aparece en sus labios—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a hablar contigo —responde, como si algo importante estuviera a punto de abandonar sus labios. No puedo evitar fruncir mi ceño, sin embargo dejo la atención nuevamente sobre la mujer que me había aceptado como su propia hija—. ¿Papá?
—Tuvo que ir a Nueva York —dice, soltando un suspiro—, al parecer algo está saliendo mal con la venta de una de los condominios y tu padre es el mejor cerrando tratos.
¿Qué?
Esperaba que él sembrara algo de miedo y alejara a Scott de nuestra casa.
—Luego puedes preguntar sobre tu padre, Dylan —Meghan entrega la bolsa a mi madre, quien niega algo divertida segundos antes de que la rubia tire de mi mano y me lleve nuevamente escaleras arriba hacía mi habitación.
Soy capaz de escuchar la voz de Hazel riendo, pero la ignoro. Ella en lugar de una tía parecía una hermana mayor. Una hermana mayor que era mucho peor que un grano en el trasero.
—¿Qué diablos te ocurre? —digo, cerrando la puerta detrás de mí—. Parece como si encontraste un chico al cual dejarás dentro de unas tres semanas.
—Primero —dice—, no dejaré a nadie porque no estoy con nadie. Segundo, sí, tal vez conocí a alguien.
Mi ceño se frunce y observo a Meghan, sonríe ampliamente, observándome con sus ojos verdes, sin embargo, hay algo que me da mala espina.
—¿Qué tramas? —Su boca se abre, sin embargo se cierra cuando sabe que la he pillado. Meghan no habría puesto un pie en mi casa sino necesitara algo y, al parecer, no me había equivocado—. La respuesta es no. ¡Amanecí jodidamente en la cama de un hombre que me irrita! ¡no iré contigo a ningún lugar!
—¡Dylan! —Se queja, sin embargo el puchero que empieza a formar queda a medias cuando su teléfono suena. Sé que no se trata de una llamada, sin embargo lo que sea que observa, llama su atención mucho más que yo.
—Oh. Mi. Dios —Una de mis cejas se arquea cuando los ojos verdes de mi mejor amiga caen sobre mí—. Dime que tienes una cuenta en instagram.
—Sí, pero, ¿por qué es tan importante?
—Jodidamente tienes que seguir a Scott —Abro la boca para decir algo, sin embargo mi mandíbula cae abierta cuando una foto mía en blanco y negro aparece frente a mis ojos. Mi cabello cubre mi rostro, sin embargo, soy capaz de reconocerme. No confundiría las pecas que cubren mi rostro. Nunca.
—¿Qué dicen? —leo la descripción de la imagen, sintiéndome completamente incomoda—. ¿Merece la pena perder la dignidad por ella?
Observo a Meghan, quien parece estar a punto de gritar, sin embargo no lo hace cuando la fulmino con la mirada. ¿Qué diablos había hecho el imbécil de Scott?
—Está loco por ti.
—No —río, mezclando mi voz con cierto nivel de sarcasmo—, él no está loco por mí. Él está loco.
Sin siquiera detenerme en mi mejor amiga, tomo mi teléfono y lo enciendo con rapidez.
—¡Vamos, Dylan! —Meghan suelta una risa algo tensa—. Él solo quiere una oportunidad y tú te has cerrado de lleno y no te das la oportunidad de conocerlo.
—¡Lo intenté! —digo, la irritación empieza a apoderarse de mí y no puedo evitar soltar otra risa. Iba a volverme loca. Luego de haberle dejado en claro a Scott que no quería ninguna clase de atención sobre mí, él imbécil publicó una foto mía, la cual sabrá dios cuando la tomó—. Él piensa que puede hacer su voluntad sobre mí, eso no va conmigo, Meghan. Lo sabes.
—¡Bien! —suelta, dejándose caer sobre mí cama—. Scott puede ser un idiota a veces, pero dicen que esos idiotas pueden llegar a ser los mejores.
Ruedo los ojos, para luego enfocarme en mi teléfono. Había pasado unas cuantas veces desde la última vez que publiqué una imagen en instagram, sin embargo, era algo que no me molestaba. La mayoría de esas imágenes eran de mis bocetos.
Sé que mis ojos están abiertos, pero no puedo evitar que la sorpresa llegue a mí. La cantidad de seguidores que tenía se habían multiplicado por mucho y, sin siquiera pensarlo, observo a Meghan.
—¿Cuál es su cuenta?
—Harford Scott —dice—, solo búscalo. Es un jodido corredor de fórmula uno, Dylan.
La fulmino con la mirada, para luego concentrarme en el buscador del teléfono. Tecleo cada una de las letras que conforman el nombre del moreno y, cuando lo hago, la cantidad de fotos que salen, tanto de él como algunas mías, me pone algo incomoda.
—Es un imbécil —musito, en voz baja luego de abrir el enlace que me lleva a su perfil. La cantidad de seguidores que tiene, me deja muy sorprendida. ¿Cinco millones? ¿cómo diablos tenía a tantas personas viendo sus fotos? —. Me está siguiendo —digo, completamente sorprendida—. Él jodidamente encontró mi cuenta.
Una risa carente de humor me abandona y, antes de que sea capaz de decir algo, el timbre del piso principal suena. Por alguna extraña razón, siendo como el enojo fluye en mi cuerpo y con rapidez, abandono mi habitación y hago mi camino hacia la puerta principal.
Mamá entra en mi campo de visión y me adelanto, logrando llegar antes que ella. El viento frío de la noche me golpea de lleno, sin embargo, lo único que logra desequilibrarme un poco es el perfume que proviene de Scott. Él está de pie en la puerta, completamente vestido de negro, observándome a través de sus ojos cafés.
—¿Estás lista?
Abro la boca para decir algo, sin embargo, antes de que sea capaz de solar un insulto en su dirección, él se agacha y con una fluidez sorprendente, me tiene nuevamente sobre su hombro.
—¡Scott eres un mal nacido! —grito, sabiendo de antemano que llamaría la atención de los vecinos. Su ronca risa resuena con diversión, y el aire abandona mis pulmones cuando una de sus manos golpea mi trasero—. ¡Juro que te mataré, Harford!
—Puedes hacerlo después de hablar —Él se gira, sin descuidarse a pensar en mí y me obligo a sujetarme de su espalda para no caerme—. ¡Prometo traerla temprano, señora Helen!
—¡Mamá! —grito, pero lo único que escucho es a mi madre soltando unas cuantas risas. ¡Me había engañado! ¡mamá me había puesto en bandeja de plata para Scott Harford!
Soy dejada de golpe sobre el interior del auto de Scott y sus ojos terminan sobre mí. Estoy enojada, lista para pelear, sin embargo no soy capaz de decir una sola palabra cuando los labios de Scott se encuentran con los míos en un beso demasiado torpe.
—Te tengo por cuatro horas —dice—, tenemos mucho sobre lo que hablar.
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