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Capitulo 59

Registramos la casa de arriba abajo. Sasuke mando cerrar las puertas y ventanas y mirar en cada minúsculo rincón.

Menma no apareció.

Sentía que el oxígeno desaparecía de mis pulmones a cada segundo que pasaba, dejándome vacío y mareado.

Karin apareció corriendo, con el ceño fruncido, en busca del problema, pero no le dio tiempo de preguntar. Ni siquiera sabia que decir.

-Menma no está – dije, notando las lágrimas resbalar sobre mis mejillas – Menma no está, se lo han llevado. Se lo han llevado a pesar de tu sistema de seguridad –

Karin palideció y dio un paso atrás.

- ¿...Qué? –

- ¡No esta! – ya no sabia si estaba gritando o no. Los brazos de Sasuke se enroscaron a mi alrededor -No esta. Se lo han llevado –


-Tienes que dormir –

Sacudí la cabeza. Eran las dos de la mañana. Estábamos en el dormitorio de nuevo.

-Tráemelo – las lágrimas ahogaron mis palabras – tráeme a nuestro bebé, Sasuke –

Él respiro hondo.

-Lo voy a traer – juro – intenta descansar, por favor –

Ni siquiera me moleste en negar con la cabeza. Le daba vueltas a la pesada pistola entre mis dedos, con la mente en blanco. El dolor en mi pecho era intenso, insoportable y no me dejaba respirar.

Necesitaba a Menma. Necesitaba el olor dulce de mi bebé entre mis brazos, la seguridad de sus manitas en mi piel y su respiración en la oscuridad.

-No le darán de comer – dije en voz baja, desesperado – No sabemos... es prácticamente un recién nacido. Sasuke, por favor, por favor –

Él cerro los ojos. Sabía que la desesperación en mi voz le estaba afectando, pero no tenía tiempo de pararme a pensar en eso. 

Me levante. Sasuke me siguió con la mirada, pero no se movió.

- ¿A dónde vas? –

-Por mi bebé – Ni siquiera sabia a donde iba, pero sabía que no podía quedarme en esa habitación. Sentía las paredes cerrándose a mi alrededor.

-Naruto – Sasuke suspiro.

-Ven conmigo – pedí, recuperando la calma – toma la pistola y vamos por él –

-No es tan sencillo – Sasuke oculto su rostro entre sus manos – Esto no funciona así –

-Me da igual como funcione. Vamos a por Menma –

Mi alfa suspiro.

-Ven aquí – murmuro. Obedecí instintivamente; Sasuke me envolvió con los brazos, sin levantarse y apoyo la cabeza en mi estómago. Fue un gesto simple, pero ya lo conocía lo suficiente como para entender la agonía de mi alfa, idéntica a la mía – Menma va a estar bien. Vamos a traerlo y luego vamos a quemarlos a todos. Te lo juro, Naruto –

Asentí, tragando saliva con dificultad.

-Te creo – dije con suavidad. Agarré la pistola de Sasuke sobre el escritorio, más grande y pesada que la mía y la puse en sus manos – Te creo. Vamos a traerlo. Ahora –

Lo oí tragar saliva. Sus ojos negros que tanto adoraban se alzaron hacia mí. Vi su propia desesperación, la profunda angustia que sentía en mi propio pecho.

Los dedos de Sasuke se cerraron alrededor de la pistola. Se levanto.

-Vamos –


Karin reviso las cámaras de seguridad del estacionamiento, encontró un auto negro y los rostros de las personas no se podían notar gracias a que llevaban una máscara, pero no fue necesario con la matricula pudimos rastrearlos.

Avanzamos por las carreteras de las afueras de Japón en plena noche no era un paseo cualquiera. Eso, sumado a la insoportable presión en mi pecho, conseguí un desagradable mareo en cuestión de minutos. No apartaba la mirada del espejo retrovisor donde veía a los coches que nos seguían. Sasuke había despertado a guardaespaldas de todos los turnos, a los sicarios y a todos los rastreadores.

Se me formo un nudo en la garganta al imaginar cosas terroríficas.

"Y si le han hecho algo. Y si no esta allí. Y si se lo han llevado. Y si llegamos tarde"

-Sasuke – gemí, conteniendo un sollozo. Me seque las lágrimas con un movimiento brusco – Vamos a encontrarlo ¿Verdad? Vamos a traerlo a casa sano y salvo ¿Sí? –

El alfa alargo la mano para sostener la mía, firme.

-Lo vamos a traer a casa – dijo en voz alta – y va a estar bien, te lo juro –

Asentí.


Sasuke me detuvo cuando aparco.

-Esper...-

-No puedes pretender que me quede aquí mientras tu entras – lo corte. Las lágrimas todavía me empañaban la vista, pero lo que sentía era algo parecido a la rabia. Sasuke respiro hondo y me invadió el pánico al entender que sí, era precisamente eso lo que pretendía – Sasuke –

-Aún no sé qué hay adentro – dijo él, con calma – puede ser una trampa –

- ¿Así que decides ir tu solo? ¿Eso... eso tiene sentido en tu cabeza? –

-Naruto, tu no conoces esto. No sabes cómo... pueden hacerte daño, pueden...-

-No – Kurenai se acercaba al coche. No me importo – es nuestro bebé, Sasuke. No vas a dejarme aquí mientras tu te juegas la vida con tu guardaespaldas –

Kurenai abrió la puerta de Sasuke.

-Vamos ¿Qué esperan? –

Espere. Sasuke frunció los labios, pero acabo asintiendo y me baje de coche, sin esperar respuesta.

-Detrás de nosotros siempre – me advirtió mi alfa y asentí. Mas de diez alfas nos esperaban ya en las puertas, pero no iban de traje. Llevaban ropa negra y ajustada, armas grandes y de aspecto amenazante colgadas de la cintura.

Fueron ellos quienes abrieron las puertas y quienes nos guiaron por el interior.

La casa estaba a oscura, pero parecía grande; la luz de la luna se colaba por alguna de las ventanas y dejaba ver una escalinata. Un hombre se acerco al azabache y dijo algo en voz baja. Sasuke respiro hondo.

-¿Qué te dijo? – murmure.

-No hay nadie –

-Pero su coche todavía está fuera –

-Dice que todo está vacío –

Me mordí el labio inferior. Negué con la cabeza.

-Menma está aquí – dije en voz alta, con más seguridad de la que realmente sentía – Esta aquí, estoy seguro –

El hombre parecía haberlo entendido; levanto los brazos en un gesto impotente.

- ¿Cuántos cuartos tiene esta casa? – pregunte.

-Tres –

-¿Contando el sótano? –

El hombre pareció confuso por un momento.

-No hay ninguno sótano –

-Pues hay un sótano. Lo he visto desde fuera –

Sasuke y Kurenai se giraron para mirarme.

- ¿Cómo? –

-Hay sótano. El terreno tiene un desnivel y hay otro nivel de ventanas –

Sasuke frunció el ceño. Miro a Kurenai; fue ella quien se puso en movimiento.

-Registren las puertas y las trampillas. Quiten las alfombras. Entren desde fuera, rompan el suelo si hace falta –

Encontraron la puerta. Pero ocho de los hombres vestidos de negro se abalanzaron antes de dejarnos entrar y Sasuke me detuvo.

-Detrás de mí – me recordó y al oír su tono de voz no me atreví a desobedecer. Los disparos empezaron en cuanto Sasuke y Kurenai entraron, pero uno de los hombres me sujetó el brazo antes de que me aventurase a entrar.

-No debes de entrar. No es seguro adentro –

-Mi hijo está ahí adentro – lo aparte a un lado y tire la puerta. Mis ojos se acostumbraron a la poca luz que había poco a poco, mientras bajaba las escaleras.

Había un cadáver a los pies de Kurenai. A los pies de Sasuke, había tres; todavía notaba su ira en el ambiente, gruesa y silenciosa y letal, llenando la habitación.

No note lo que había alrededor, solo veía a mi pequeño, respirando, con los ojos muy abiertos automáticamente clavados en mí. Gemí en voz baja; sentí un hormigueo insoportable recorriéndome el cuerpo. Lo necesitaba en mis brazos ya.

Estaba en brazos de una mujer, la única que quedaba viva, que me daba la espalda. Apuntaba a Sasuke con una pequeña pistola; se me corto la respiración, pero no hice ruido. Seguí bajando hasta quedar detrás de la mujer. Sasuke hablaba en voz alta. La mujer bajo la pistola y apunto a Menma y perdí los nervios.

Apreté el cañón contra la nuca de la mujer y le sujete el hombro con la otra mano. Sasuke siguió hablando y la mujer bajo la pistola con cuidado. Lo agarre y lo tire hacia atrás, sin pensar y Sasuke y Kurenai cayeron sobre ella al instante. Me separe de ella, dejando caer también mi propia arma para agarrar a Menma.

Mi bebé empezó a llorar en cuanto estuvo en mis brazos, buscando el calor de mi piel y agarrando mi camisa con un puño diminuto.

-Salgan – Sasuke apuntaba a la mujer con la pistola – Salgan de aquí –

Fruncí el ceño, pero no me atreví a discutir. Me apresure a obedecer, cerrando la puerta.

No podía apartar la mirada de Menma; me apresure a recorrerlo con los dedos, ansioso. Mire su cuello y su pecho suave; bese sus manos y su frente, su nariz redonda como un botón y sus pestañas espesas. Estaba ileso.

-Menma – estaba llorando, pero no había dejado de sonreír – Mi bebé precioso, Menma, Menma – seguí besándolo.

Volvimos a casa en el mismo automóvil, conducido por una Kurenai casi dormida, viendo como las llamas se combinaban con el amanecer desde la ventanilla trasera. 

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