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La Cita Mierdina ~ Parte 3

—Vamos, chikitrikis, metelo en tu boquita —le digo a Hayden, acariciando la parte superior de su cabeza.

—No sé, osito —dice, mirándome vacilante mientras agarra el palo—, es más grande de lo que pensaba... y es muy esponjoso. No creo que pueda metermelo todo.

Agarro su barbilla y le doy una sonrisa amorosa. —Solo la puntica, entonces.

Hayden lo aprieta suavemente, haciendo que parte del líquido translúcido se filtre de la punta. —Y también es muy húmedo.

La confianza en sus ojos vacila cuando la circunferencia pura de la masa entre sus manos se burla de él. —Bueno sí. Esta muy caliente. Obvio saldra alguito de liquido.

Puedo verlo lamerse los labios con anticipación mientras acerca su rostro más y más cerca. Solo unos centímetros más. —Huele un poco raro —dice Hayden.

Necesita un poco más de insistencia. Agarro la parte de atrás de su cabeza y lo empujo más cerca. —Cariño, ponlo en tu boca antes de que se ablande. Pensé que querías esto.

—No, no... ¡Yo sí quiero! —dice con vacilación en su voz—. Pero... nunca había hecho esto antes.

—Hay una primera vez para todo —digo—. Estoy contento de estar aquí por primera vez.

Hay un trago audible cuando Hayden cierra los ojos con determinación. —Está bien, aquí voy.

Sus labios carnosos se abren con una línea de baba uniendo los dos. Tiro de su cabello suavemente mientras guío su boca abierta hacia la punta del palo marrón. Su lengua sobresale sobre sus labios inferiores cuando hace contacto con la punta. Él retrocede mientras arruga su rostro.

—¡Es súper salado! —dice, limpiándose la lengua.

—Bueno, ese es el punto —le digo—. Pero créeme, será mejor cuando te lo lleves a la boca.

Hayden me mira vacilante, luego vuelve a mirar mi bastón mientras lo agito juguetonamente frente a él. —Está bien, si tú lo dices...

Sus suaves labios se separan cuando una vez más conduzco la punta hacia su boca. Tal vez se mete un par de centímetros antes de que sienta que se atraganta. Casi inmediatamente muerde salvajemente la punta, sacando un trozo que procede a escupir en el suelo.

—¡Es aún peor! —grita Hayden entre arcadas y tosidos mientras contengo mi risa. Ver al remilgado "demasiado bueno para la comida de feria" Hayden morder una banderilla frita por primera vez no tiene precio. Bueno, me hizo comer un sándwich de cebolla con malvavisco aquella vez, así que, venganza, perra.

—Cariño, es solo un banderilla. No es el fin del mundo.

—¡El guebo mio es el fin del mundo! —me grita—. Corrígeme si me equivoco, pero ¿no se supone que debe haber una maldita salchicha dentro de la masa frita para que sea una banderilla?

—¡Por supuesto! Ese es el punto de una banderilla. Una salchicha recubierta de masa frita, o algo así.

—Bro, mi lengua no tocó ninguna salchicha.

—Mira, sé que no es una chistorra o una calabresa, pero...—empiezo a decir, pero incluso una mirada superficial a la susodicha banderilla revela que lo que hay más allá del pan es... más pan. —¡Oye! ¡No hay salchicha en este bollo!

—No me jodas —dice Hayden—. Eso es solo una esponja llena de aceite. ¡Eh, tú!

Estamos parados en medio del recinto ferial, con puestos de comida a los lados en medio de montañas de basura y barriles radiactivos que sirven como sillas y mesas improvisadas. Un hombre delgado con una guarda camisa manchada de lo que espero sea ketchup, bigote delgado y cadenas de oro alrededor de su cuello está en cuclillas junto a un puesto de comida mientras bebe algún líquido marrón turbo que dudo mucho que sea té dulce. Y sí, por supuesto que lleva pantalones Adidas. No sé por qué tienes que preguntar eso cuando es un hecho.

Por supuesto, solo alguien con un aspecto tan sospechoso como él podría ser el chef detrás de esta horrible atrocidad. Y Hayden está a punto de rectificarlo cuando se dirige directamente hacia él.

—Si, tú —dice Hayden, agitando la masa frita frente al hombre—. ¡Olvidaste meterme la salchicha en mi pan!

El rostro del hombre es inmutable. Lo que aquí significa que no le importan dos mierdas. Da una calada a lo que solo puedo suponer que es la colilla de un cigarrillo y sopla el humo directamente en la cara de Hayden.

—No perro, muy bien —dice el hombre con un acento vagamente europeo del este diseñado para no alienar a nadie y apoyándose en el estereotipo del sórdido europeo de dudosa ascendencia étnica.

—¿Qué? —dice Hayden, prácticamente empujando el palo frito en la cara del hombre. —No muy bien. ¡No muy bein, en absoluto! Un banderilla necesita una salchicha para ser un banderilla. Meteme la salchicha, ahora.

El hombre agarra la masa frita, la mira y se la devuelve mientras enciende un cigarrillo nuevo. —No vender banderilla. Vender panderilla. Error fácil de cometer. Vender pan rebozado.

Como para acentuar su punto, golpea la pizarra a su lado, donde, efectivamente, dice "Panderilla."

—¡Eso no tiene ningún sentido dietético o culinario! —grita Hayden. Aprieta el bollo, haciendo que se filtren al menos unas pocas onzas de líquido marrón y turbio—. ¡Si fríes pan, absorberá todo el aceite!

El hombre mira a Hayden, luego al líquido que cae sobre el mostrador y luego a Hayden. Saca un trapo sucio que usa para absorber el aceite. —Es bueno para el cuerpo y el alma. Pan bueno para ti. Es manjar en Inglaterra. Todos muchachos y muchachas comen pan frito.

Hayden abre la boca para decir algo, pero no sale nada. Su boca se abre un poco antes de retroceder con un resoplido. —Bueno, solo los británicos harían algo tan repugnantemente soso como un pan frito.

—Bueno. Come como buenos niños británicos, sin reembolsos —dice el hombre mientras arroja su cigarrillo detrás de él. Y para todas las cuentas, eso debería haber sido todo. Pero el hombre se da la vuelta con el trapo lleno de aceite y lo aprieta sobre la freidora, devolviendo el aceite recogido. Bien, ahora me siento un poco mal por haberle hecho la garganta profunda a mi novio con un trozo de pan frito rancio. Sólo un poco.

Los ojos de Hayden casi se salen de las órbitas, y si se tratara de una caricatura, habría un sonido de resorte. —¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?!

El hombre despreocupado continúa apretando el trapo, que en consecuencia usa para limpiar el sudor de sus cejas. —Aceite es caro. No todo mundo puede ser gordo perezoso que invade otros países en busca de aceites para McDonalds y nuggets de pollo. Los aceites son privilegio, no derecho.

—¿Cuándo fue la última vez que cambiaste el aceite? —pregunta Hayden.

El hombre sacude las cenizas una vez más, esta vez sobre el aceite. —¿Como dice dicho? Si es amarilla, no hay problemilla. Si es marroncilla, jala cadenilla.

—Bueno, eso es solo cuando queremos conservar el agua —digo.

—Y trato conservar aceite —dice el hombre—. Ahora pinta bosque y pierdete.

Nuevamente, si se tratara de una caricatura, se formaría espuma alrededor de la boca de Hayden. Está realmente, increíblemente enojado. Pero no un enojado de bad boy. No, esto es un enojo avanzado, un enojo que viene de lo más profundo de su orgullo de chef, como si el mero hecho de llamar a este lugar una cocina fuera una afrenta a todos los dioses de la comida. Tal vez Deméter.

—¿Eres consciente del riesgo para la salud que presenta tu pequeño puesto? —grita Hayden, atrayendo a una pequeña multitud—. Puedo pasar por alto la basura, las moscas e incluso los desechos radiactivos. Demonios, incluso puedo tolerar el pan duro. Pero no cambiar el aceite es demasiado. Esa es una violación fácil del código que el departamento de sanidad. Debería...

Ni siquiera termina de decir nada antes de que un brazo intente, y falle, envolver los hombros de Hayden, pero su gran tamaño demuestra que es imposible para la pequeña comadreja que posee dicho brazo. Por supuesto, pertenece a Dee Exposito.

—Oye, oye, oye, broder —susurra—. No decimos la palabra con S aquí.

—¿Sexo? —pregunto.

—No, nene —agrega Hayden—. Creo que es sani-

—Ah, ah, ah —interrumpe Dee mientras se da la vuelta con Hayden—. ¿Qué dije? No decimos esa palabra por estas partes. ¿Sabes lo que les pasa a los sapos?

—¿Comen moscas? —pregunto.

—Los hacemos desaparecer, cariño— dice Dee con una sonrisa desdentada—. Reciben un baño de ácido y un viaje al desierto en un barril de polietileno. Ahora, ¿por qué no sigues disfrutando la feria y no dices esa palabra nunca más?

—Pero-

—Lo haremos— digo, agarrando el brazo de Hayden para alejarlo—. No te preocupes. Calladitos nos vemos mas bonitos.

—¡Pero, nene!

—No vale la pena —digo mientras ambos nos alejamos de la pareja—, Además, después de todo, la comida frita de mierda es parte de la experiencia carnavalesca.

—Me ofende que lo llames comida —agrega Hayden—. Pero sí. Vamos al zoológico de mascotas. Al menos no pueden arruinar eso.

De alguna manera, lo arruinaron.

Bueno, para ser justos, es un zoológico de mascotas. Hay mascotas y puedes acariciarlas. En esa parte acertaron. Lo que no entendieron bien es la parte en la que se suponía que los animales deberían al menos raros o exóticos. No, lo que tenemos frente a nosotros es un corral con dos perros de dudosa ascendencia, un gato atigrado, tres palomas que creo que acaban de volar de afuera y un ratón muerto, que muy probablemente sea el almuerzo del gato. No había cabras, ni patos, ni siquiera un amistoso caballo en miniatura a la vista. ¡Puedo acariciar más animales caminando por un suburbio!

Algunos niños están dando vueltas con los perros, acariciándolos y alborotando su pelaje, así que al menos no eran agresivos.

Nos acercamos al borde del recinto donde está el gato. No estoy seguro de si el pelaje desencadenará mi alergia en la piel, pero bueno, vale la pena intentarlo. Estoy a punto de acariciar al simpático gato cuando alguien aparta mi mano de una bofetada. ¿El alguien? Por qué, si no es el mismo Sr. Guardacamisa manchada.

—3$ para acariciar gato —dice el hombre, con un cigarrillo nuevo en la boca.

—¿Qué? ¿Solo por un gato? —pregunto—. Vete a la mierda. ¡Puedo acariciar a un gato en la calle, gratis!

—Entonces acariciar gato gratis —dice el hombre, soplando el humo en mi cara ahora. Me siento especial.

—¿No se supone que debes estar manejando el puesto de... cosas fritas? —dice Hayden—. Espero que al menos te laves las manos entre cabinas.

—El sudor da sabor extra salado —dice el hombre—. Ahora, 3$ y puedes tocar gato.

Puse mi mano sobre el pecho de Hayden, frotándolo para calmarlo. —Bajale dos, potro. No vale la pena. Y el dinero tampoco. Tienes otros animales, ¿no? Como, no sé, ¿un cabrito, o algún tipo de potro, o algo así?

El hombre me mira de arriba abajo mientras da una calada a su cigarrillo—. Quieres cabroncito, yo tengo uno. ¡Alexei!

Un niño vestido exactamente como el hombre, hasta el bigote de lápiz, salta desde detrás de un fardo de heno, con dos ramitas pegadas a la frente. El niño corre hacia nosotros a cuatro patas mientras hace sonidos de oveja. ¡Ni siquiera es el animal correcto!

—¡Soy cabroncito! dice el niño con el mismo acento que el hombre—. Como aluminio y cago en círculos pequeños. Acariciame.

—Sí, no voy a acariciar a un niño al azar —le digo. Agarro el brazo de Hayden y empiezo a alejarme. —Además, es cabrito, no cabroncito.

El hombre tira el cigarrillo a un lado, creando un peligro de incendio, pero con una pizca de emoción detrás de su lenguaje corporal. —Eres duro en negociación. 2$, lo tomas o lo dejas.

—¡Lo dejo! —grito.

—Bien bien. 1$, y también puedes acariciarme.

—¿Por qué te acariciaría? —pregunto—. Además, tu gato se está escapando.

Efectivamente, ¿quién hubiera pensado que un simple cerca contendría un gato por más tiempo de lo que sea que mantiene la atención del gato por más de unos minutos? No el hombre, al parecer, mientras salta la cerca para atrapar al gato.

Tomamos eso como nuestra señal para irnos.

Tengo que decir que, hasta ahora, esta feria ha sido una decepción... y creo que está a punto de convertirse en un desastre.

No porque el cigarrillo arrojado esta comenzando a hacer un fuego pequeño, aunque incontrolado. No, eso no es.

Es porque, justo cuando salimos del zoológico de mascotas, nos enfrentamos a las peores dos personas que podríamos haber encontrado en una cita.

De acuerdo, supongo que Mechahitler y MegaMao ​​Zhedong serían las dos peores personas para ver en una cita, pero Leighlay McKenzie y Haiden... como sea que se llame están en segundo lugar.

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