Secuestrado por el bad boy mafioso
La detención estuvo tan bien como cabría esperar. Nosotros dos, Billiam, que parece tener una habilidad especial para meterse en problemas, ese chico extraño con las mil bufandas y las gafas de Harry Potter, y Laila, que estoy empezando a pensar que tiene algunos problemas psicológicos no diagnosticados, o al menos algunos problemas en casa que debería expresar a algún profesional.
Siempre está con bolsas debajo de los ojos, moviéndose como un zombi y murmurando cosas en voz alta. Es preocupante.
No me malinterpretes, no estoy preocupado por ella. Me preocupa que algún día se rompa y trate de meterme en una trama de zombis o algo extraño como eso. Mira, a diferencia de las películas, es muy difícil romper un cráneo. Aún más difícil es limpiar la materia gris del algodón. No me preguntes cómo lo sé.
La única novedad interesante que deben saber es que mañana tenemos un seminario sobre acoso sexual en el gimnasio. Algo bueno si me preguntan. Todos necesitan a Jesús, o una manguera llena de agua bendita, lo que sea más barato.
En cualquier caso, el día terminó y es hora de volver a mi ventilación... es lo que diría, si no fuera por el hecho de que Hayden me exprimió como si fuera el último trozo de pasta de dientes, ensuciando mi inmaculada ropa interior de algodón. Como no voy a irritarme la entrepierna sin ropa interior, acepté, en contra de mi buen juicio, la oferta de Hayden de llevarme a casa para conseguir un nuevo par.
Me dijo que su auto era seguro. No esperaba esto.
—¿Qué en la dulce receta de salsa boloñesa de la Madre Teresa es esta mierda? —digo, maravillándome de la monstruosidad que está frente a mí.
No conduce un automóvil, conduce un camión. No una camioneta pick-up, ni una camioneta blindada de lujo, sino una maldita camioneta de carga Jeep Kaiser M35 de dos toneladas y media. Un vehículo de carga de 6x6 y ciento once pulgadas de alto de los años sesentas, hecho de metal puro y saliva estadounidense, pintado en un blanco vomitoso y con una calcomanía política de Nixon, Agnew, en el capó.
Esto no es un camión de conducción, es un camión de jódete. Que se joda la carretera, que se joda el pavimento, que se joda el pobre diablo que se atreva incluso a intentar abollarlo. Este es un ariete, no un auto.
Esto va a ser divertido.
—Ah, sí —dice Hayden, acariciando el auto como un poni a punto de comerse una manzana de su mano—. Una belleza, ¿no es así? Mis padres querían comprarme un descapotable, pero no soy un tonto. ¡Soy un deportista! Si conduzco un descapotable, es un accidente esperando a suceder. Entonces estaré en una silla de ruedas y alguna chica usará el poder del amor o alguna tontería como esa para hacerme caminar. No, bro, no soy de esa vida.
—Inteligente —digo—, pero, ¿no es esto un vehículo de guerra?
—Bro, esto es América— dice alzando los brazos en alabanza—. Esta es la tierra de lo posible, no de la que no se puede. ¡Ahora, entra en mi huevomóvil!
—No entraré en ningún vehículo que se llame huevomóvil —digo—. Estados Unidos también es la tierra de decidir no hacer algo.
—Bro, ya está pintado de blanco cáscara de huevo —dice.
—Bueno, ¡llámalo el blancomóvil!
—¡Pero eso suena racista! Mira, si quieres llegar a casa, tienes que montar mi huevomóvil. Esas son las reglas, bro.
Eso es todo, empezaré a grabarlo y hacerlo escuchar todas sus insinuaciones. No puedo ser el único que escuche esto.
Con un salto y un tirón logré trepar los casi tres metros hasta el asiento del pasajero, o ciento once pulgadas para los que nos leen en la tierra del capitalismo salvaje, solo para encontrar un interior agradablemente amueblado. Asientos de gamuza morada, una bola 8 en la palanca de cambios y un irónico pino aromático que huele a carro nuevo en el espejo retrovisor. Eso, y lo que solo puedo suponer es un antiguo reproductor de casetes de radio que alguien colocó al azar en el medio con cemento, de todas las cosas.
—Solo dale un segundo para empezar —dice Hayden—. Ella necesita calentar primero.
Él acciona el interruptor tres veces, acelera dos veces, activa y desactiva el freno manual, golpea el volante tres veces, hace una oración silenciosa al fantasma de Spiro Agnew y acciona el interruptor una vez más, haciendo que el motor ronronee a la vida, seguido de lo que solo puedo describir como un violento ataque a una bola de pelo de gato.
Una canción suena por los altavoces casi de inmediato. Sin bajo, todo agudo.
—Lo siento —dice Hayden—. Hay una cinta de Born On The Bayou de Creedence Clearwater Revival pegada en el reproductor de radio. No puedo apagarla, no puedo cambiarla. Pero ahora está rugiendo y lista para irse. ¿Dónde vives?
—123 Avenida Calle Carretera —digo—. No tan lejos de aquí.
Hayden cambia de marcha y sale a la carretera. —Bro, quería darte las gracias por hoy.
—Ya lo hiciste —le digo.
—No, de verdad, realmente gracias. Sabes que nuestra vida puede ser un poco solitaria, así que tener un amigo como tú yendo más allá de la milla por mí significa mucho. Gracias, hermano.
Casi lo suficiente triste para hacer que un hombre adulto derrame una lágrima. Pero soy pequeño y suave, así que derramé dos lágrimas. Un ángel recibe sus alas cuando un bad boy llora.
—No lo menciones —le digo—. Yo también he estado bastante solo. Estos dos últimos días han sido una maravilla. No por todo el fiasco de la porrista, sino porque siento que tengo un amigo por primera vez. Con suerte, la próxima vez, solo hay que chillar en algún lado y será un aún mejor día.
—Bueno —dice Hayden cuando pasamos por encima de un tope, creo. O eso, o nos atropellamos un coche. Ambos son posibles—. Tendremos más tiempo para estar juntos una vez que el club se oficialice la próxima semana. Será un refugio para que los bad boys se sientan en paz sin que suceda una trama cliché.
—Me había olvidado de eso —digo. No es como si fuera el título de la historia ni nada—. Hablando de eso, dijiste que tenías otro amigo bad boy dispuesto a inscribirse. ¿Cuándo conoceré a esta alma en pena?
Los colores de Hayden cambian de espresso a cafe au Lait en menos de un segundo. Sigue delicioso, pero no tan fuerte. —Sí, todavía no ha ido a la escuela este año. Tiene algunas cosas familiares con las que tiene que lidiar, hermano. Pero necesito advertirte, él no es como tú y yo.
—¿Qué quieres decir? ¿Es un vampiro?
—No, eso no. Quiero decir... es excéntrico.
—¿Más excéntrico que manejar una máquina de guerra por una ciudad suburbana?
—No insultes al huevomóvil hasta que te lleve hasta el final —dice—. No, él no tiene ningún control de sus impulsos. Es como, él es del tipo que intenta disparar una mosca en el aire con una pistola, solo porque aterrizó en un pastel que se iba a comer.
—Estás exagerando.
—No, lo vi con mis propios ojos —dice Hayden, muy serio—. Vació un cargador, lo recargó y lo vació de nuevo. Falló todos los tiros así que le tiró el revólver. Falló también.
—¿Qué es él, un gánster?
—Bueno —dice Hayden, rascándose la barbilla—, pues sí.
¿Conoces esa sensación de pavor que sube por tu columna vertebral como una araña cuando te golpeas el dedo del pie en medio de la noche, solo para darte cuenta de que en realidad tienes una astilla entre la uña y el dedo del pie? Esta ola de frío que es reemplazada por la cálida orina del dolor. Así es como me siento. Como si algo hubiera salido muy mal.
—Me estás jodiendo —le digo.
—Nunca jodería contigo, bro. Él es el líder de la pandilla de la mafia bangtan- siciliana, los Kimchi Cannoli.
—¡Eso suena como una trama cliché de fanfic esperando a suceder!
—No se preocupe, él también está luchando contra su destino —dice—. Su padre está en la cárcel por evasión de impuestos, así que, mientras tanto, él es el que maneja el negocio familiar, si sabes a qué me refiero.
—Cosas de la mafia— digo—. Porque es un mafioso. Un líder de banda. Un gamberro. Un bribón.
—Es travieso, en el peor los casos —dice Hayden—. ¿Debo girar a la derecha aquí?
No —le digo—. Tienes que tomar... eh...
¿Dónde estamos? Estaba tan absorto en la conversación que no me molesté en narrar adónde íbamos. Y esto definitivamente no es mi calle. Literalmente puedo ver rieles de tren y hangares que nunca he visto en mi vida. ¿Estamos en un distrito industrial?
—Hayden —digo, ahora dándome cuenta de dónde viene esa sensación de pavor—, ¿dónde estamos?"
Su color bajó un poco más. Demasiada crema, creo yo. —¿Recuerdas que dije que él está lidiando con una situación familiar y por eso aún no ha ido a la escuela?
—Sí...
—Bueno, en realidad se está escondiendo un poco de la policía en este momento. Algo sobre una citación judicial. Le hablé de ti y me dijo que quería conocerte antes de aceptarte en nuestro club. Es muy particular con sus amigos. Lamentablemente, ha sido apuñalado por la espalda unas cuantas veces, literalmente.
Ambos están locos. ¿Por qué alguna vez pensé que unirme con otros bad boys haría mi vida más fácil?
—Pero hazme un favor —dice Hayden, colocando su mano sobre la mía.
Pude ver el miedo reflejado en sus ojos. Eso y que la puerta del pasajero se abrió en un instante, seguido de una bolsa que me cubrió la cabeza.
—No grites —es lo último que dice antes de que me saquen del camión—. Alertarás a la policía.
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