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Jimin sabía que tarde o temprano llegarían los hombres de Mao, no lo consideraba tan valiente como inteligente así que esperaba a que estos llegarán para poner las cosas parejas entre ambos bandos, quizá Mao no era tan honorable como Sao pero este último era más hábil y peligroso, no era buena idea provocar la ira de alguien así como él. Los hombres de Jimin liderados por Tachi estaban prestos a esperar la llegada de los Cheng, tenían listas granadas y los lanzallamas que tiempo antes el Dragón azul había pedido, ahora solo querían divertirse para hacerles pagar el daño recibido.
Tal y como lo habían esperado, aquel equipo llegó y fueron recibidos como se tenía previsto, los vehículos particulares en diferentes colores con aquellos hombres fuertemente armados que de inmediato se empezaron a ubicar para atacar convirtiendo esa parte de la ciudad en un verdadero campo de batalla. Mao logró escurrirse por un callejón para alcanzar a su gente y que le dieran municiones, Jimin desde su escondite alcanzó a ver todo y le causó algo de gracia porque su enemigo de verdad que no estaba preparado, había decidido que ese día le podría punto final a Mao.
─ Quiero que los acorralen, nadie debe salir del perímetro que hemos marcado y están justo donde los queríamos, nadie de ellos debe quedar vivo, ya saben, mientras un grupo los distrae con la balacera, el otro grupo los va derribando uno a uno silenciosamente. No sabrán ni lo que les pasó por eso deben ser rápidos y ágiles recuerden que no tiene mucho tiempo para usar el factor sorpresa y estos pobres diablos no tienen ni idea de lo que les espera... ─ expresó Jimin con aquella mirada siniestra dibujada en su rostro, estaba cargado de odio a los Cheng. ─ Ya están en la ubicación, tal y como lo esperábamos, ahora debemos ser cautelosos, quiero que dejen a Mao solo y de último, es mío... quiero ver como el miedo crece en sus ojos mientras se va quedando desprotegido y sin apoyo, sabrá que no debió jugar conmigo nunca... ─ habló Jimin con decisión y autoridad mientras acomodaba su cinturón con el equipo necesario para atacar. La expresión de Park ahora era una completamente diferente a la que siempre solía tener con su familia, sin darse cuenta había empezado a seguir los pasos de su mejor amigo en ese aspecto.
Tachi solo asintió ante la orden y empezó a hacer exacto lo que se le había pedido, había dividido a coreanos y Amaya para que unos dispararán y los otros fueran detrás acabándolos, los mexicanos que eran quien hacían los disparos contra los Cheng haciendo la guerra abierta y los coreanos que fácilmente podrían mezclarse con los chinos iban detrás de estos. Había un coreano llamado Hannam que gustaba mucho de usar navajas, este se iba mezclando entre los chinos y mientras estaban distraídos les iban contando el cuello, reía cuando veía los cuerpos retorcerse por la hemorragia.
Jimin estaba siendo todo un reto para Mao, porque en aquel momento no advertía que era lo que aquel joven quería, por más que analizaba la situación no había lógica para su ataque más que solo culminar con la muerte de él, pero Mao sentía que esa balacera no los estaba llevando a nada, se estaba aburriendo porque quería ver cabezas rodando y ordenó que dieran un paso al frente para llegar contra aquellos que no parecían avanzar nada, le daba la impresión de que el Dragón azul solo se estaba ocultando tras la barrera y esto le hizo pensar que no eran tan distintos.
─ Mochis, están avanzando tal y como dijiste, ¿les soltamos la Granada? ─ preguntó Tachi como es movían en la forma que ellos lo habían predicho.
─ No, espera un poco, aún son demasiados y además, dejemos que Mao sienta que tiene el poder y el control, que disfrute un poco y luego verá lo que es bueno... ─ respondió Jimin con una sonrisa en el rostro.
Observó un poco más, había aprendido a descifrar a Mao después de tantos ataques, Jimin estaba pensando en acabar con él ahora mismo y quería disfrutar cada instante de lo que internamente llamaba su victoria. Mao también estaba dando instrucciones a su gente, quería acabar con el niño rico que se había vuelto su enemigo, ordenó a su gente rodear la zona donde las camionetas estaban estacionadas y por ende, donde Park se refugiaba, lo quería vivo para torturarlo lentamente y sin piedad.
─ Le voy a cortar uno a uno sus dedos mientras lo escucho gritar de dolor y desesperación, debe aprender que conmigo nadie se mete, los Cheng debemos marcar un precedente y los Kim van a ser ese ejemplo ─ expresó Mao a su hombre de confianza sin dejar de ver a su objetivo.
─ Te lo traeré mi señor, podrás divertirte con él, pronto vamos a vencerlos y tu padre estará orgulloso de ti, no vamos a defraudarte gran Mao... ─ agregó el subordinado haciendo crecer más el orgullo de su líder, orgullo falso porque estaban cayendo en una trampa.
Mao vio cómo cada uno de los suyos que iban frente a le obedecían y esto le hizo sentir que no había perdido autoridad, era el gran líder sin importar lo que hiciera Sao, su padre aún no le había quitado su título, debía sentirse tranquilo porque nadie lo había reemplazado.
Pero Jimin solo estaba jugando, su sed de venganza le estaba enseñando a ser sádico y podía ver claramente los movimientos de su adversario a través de la pantalla de una tablet pues Howie había intervenido las cámaras de la ciudad también, no tenía límites cuando de tecnología y conexiones se trataba, por eso trabajaba con Jimin. Este sonrió viendo como su conejillo de indias estaba entrando en la zona roja, dónde no tendría salida y vería a sus hombres caer, a Mao se le estaba acabando el tiempo y había largado al único que era capaz de ayudarlo.
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