Jimin por fin tenía a Mao donde lo quería, solo y en otro edificio de condominio dónde al parecer era su residencia, aquel hombre que solía ser muy inteligente, ahora se encontraba tomando una ducha, meditando sobre su último movimiento pensando tontamente que Jimin sería tan condescendiente y que seguramente estaba confiado en que lo iban a atacar primero, pensando que Park iba a seguir defendiéndose nada más, llamó a su hombre de confianza y líder y le preguntó sobre las últimas investigaciones, esto los había llevado a que los distribuidores de los Kim eran en su mayoría los repartidores de comida rápida.

Ellos solían llevarle sus golosinas a los clientes millonarios, tenía el punto más grande, entonces sonrió y salió de la ducha, se vistió y fue a su alacena, se dio cuenta necesitaba algunas compras, estaba demasiado seguro de creer conocer al Dragón azul, tanto así que pensó en hacer algunas compras y después se reuniría con su gente, después prepararía su estrategia de ataque, en esta ocasión traía solo unos jeans holgados, camiseta y zapatos deportivos, bajo de nuevo a su coche, se metió en este y por fin salió luego de unos minutos de buscar alguna canción especial en el estéreo.

Todos y cada uno de los movimientos de Mao fueron vistos y analizados por Jimin, quién lo veía desde su escondite, se llenó más de rabia mientras lo veía porque estaba tranquilo, solo unos moretones en el rostro pero se veía tan en paz como si sus manos no estuvieran manchadas con la sangre de la gente que amaba, habría querido saltarle encima para arrancarle la cabeza pero no, le iba a dar ese gusto de sentirse bien y seguro, tal y como estaba hasta ahora, permitiría que este realizará sus compras sin dejar de ser vigilado.

Él, que no tenía nada más que hacer que comparar precios en el súper ahora estaba relajado, pensó entonces que iba atar a los empleados en el centro del local de comida rápida y estando ahí les iba a rociar combustible para después prenderles fuego así como Jimin había hecho con Gong, porque no olvidaba las caídas importantes que había tenido en manos de los Kim, eran hombres importantes que siempre le fueron leales, pasó a la caja a pagar y llegó con el carrito al coche para acomodar en el baúl lo que había comprado cuidadosamente.

Subió a su coche y condujo por las calles de la ciudad en el mismo modo tranquilo que había regresado, bajó sus cosas para subirlas a su apartamento, mientras caminaba seguían pensando en cómo destruiría a su enemigo actual, le dio mucho coraje recordar que su hermano casi mata al Dragón negro y esto le robaría la gloria del triunfo, de cierto modo podría decirse que Mao sentía envidia de su hermano menor porque tenía la completa aprobación de su padre y porque este siempre era cauteloso al actuar, Sao nunca hacía algo para hacer enojar a su padre y siempre lo enorgullecía.

Al final llegó a su apartamento, pero hubo algo que le hizo alertar, vio en todos lados y aunque todo parecía estar en orden, había una sensación de tensión ahí, caminó a la cocina para dejar las bolsas de comprados, luego a la sala nuevamente buscando algún indicio pero no había nada, entonces fue a la habitación y mientras se acercaba un sonido que no era común lo puso aún más en alerta, un tic tac, que mientras más caminaba más fuerte se escuchaba, pronto su cerebro le hizo saber que se trataba de una bomba y logró correr.

Justo en el momento de la explosión, este se había refugiado en una de las terrazas del apartamento vecino, pero sabía perfectamente quién había atentado contra su vida, esto le hizo tener un ataque de rabia nuevamente, salió de aquel apartamento por la puerta principal sin importarle que sus vecinos lo vieran y se alarmaran, llamó a su líder de tropa y le dio indicaciones, iba a hacer su contraataque y ya sabía dónde, no iba a quedarse de brazos cruzados más luego de ese atentado contra su vida. Jimin se había atrevido a atacarlo directamente y eso no iba a ser así de sencillo.

─ ¡¡Preparen todo y se vienen a mi casa!! ─ vociferó mientras sostenía aquel aparato telefónico y bajaba por las escaleras contra incendios y justo cuando bajó una lluvia de disparos se cernieron sobre él.

Mao logró ocultarse tras un basurero para protegerse y responder el ataque sorpresa, Jimin esta vez había llegado demasiado lejos pensaba y no lo iba a dejar ganar, llevaría a cabo su plan de atraparlo y torturarlo hasta que este suplicase su muerte, lo haría cavar su propia tumba mientras le da de latigazos por haberse atrevido a tanto con él.

─ ¿Qué pasa, Mao? ─ gritó Jimin desde atrás de una camioneta blindada ─ ¿Acaso no te gustó la sorpresa que te dejé? ─ dijo y luego se escuchó reír placenteramente burlándose en su cara de él.

─ Es una venganza, lo entiendo pero atacarme con todos tus hombres mientras estoy solo es demasiado cobarde aún para ti, maldita ladilla... ─ dijo con enfado aquel acorralado hombre.

─ ¿Qué te puedo decir? ─ respondió Jimin con sarcasmo ─ todos ellos te odian genuinamente y no les voy a quitar su diversión... ─ insistió Jimin de nuevo en tono burlón.

Mao sabía que si Jimin decidía tomarlo en ese momento con sus hombres, no tendría salvación, estaba consciente de que Park sólo se estaba divirtiendo pero agradecía que fuera así porque eso le daba tiempo a su gente para llegar y ayudarlo, hubo momentos en los que se arrepintió de haberle prohibido a Sao intervenir porque el chico aunque menor, siempre sabía controlar la situación, era muy inteligente y astuto pero no podía estar contando con él para todo, debía ser al contrario pero cada cabeza es un mundo y al de Mao estaban por volarlo, estaba ya por quedarse sin balas, completamente perdido.