Kim Heejin

Anoto cada una de las palabras que el profesor de Estadística arroja a una velocidad impresionante. Gracias a él he tomado práctica en esto y ahora puedo acatar y escribir las palabras más rápido.

Agradezco al cielo cuando su clase llega a su fin y acaricio con suavidad mi mano hasta la altura de la muñeca, que no dejan de palpitar, al igual que la ampolla que se me ha formado en uno de los dedos.

—Maldito viejo —escucho decir a mis espaldas—. No conseguí escribir más que el tema de la clase y unas palabras sueltas por aquí y allá —se queja.

Me giro en su dirección y le miro con atención.

—¿Quieres que te deje mi cuaderno de apuntes? —ofrezco.

Sus ojos brillan de inmediato.

—¿Podrías? —asiento. La emoción es palpable en su rostro, no obstante esta va menguando poco a poco—. ¿A cambio de qué?

Sonrío ante la pregunta de Jisun.

—Me conoces muy bien —señalo, tomo el cuaderno y lo extiendo en su dirección. Ella no duda en tomarlo, aunque su mirada escrutadora y a la espera de mi respuesta sigue firme sobre mí—. Invítame el almuerzo de la semana.

—¿Qué? —exclama con incredulidad—. ¿Acaso estás loca? No pienso ser quien llene tu estómago durante toda la semana —niega de inmediato.

—Una lástima —encojo los hombros—. A ver quién más consigue prestarte unos apuntes bien ordenados y entendibles —voy a retirar el cuaderno de sus manos, pero ella lo aprisiona con fuerza contra su pecho.

—De acuerdo. Pagaré tu almuerzo durante la semana.

—Y los bocadillos que se me antojen —añado.

—¿Qué? Oye, no te pases, que no soy un cajero automático.

—Bueno... —intento quitarle el cuaderno una vez más.

—Está bien —acepta resignada.

—Trato hecho —sonrío con autosuficiencia.

—Cualquiera que te viera pensaría que eres inocente, pero si llegasen a conocerte como yo...

Le guiño un ojo con picardía.

Rueda los ojos, se pone de pie y avisa que irá a por algo de comer. Decido aprovechar nuestra parte del trato y le pido un par de golosinas que la semana pasada la señora Lee puso en stock. Aunque me mira mal, sabe que no puede negarse por el trato que acabamos de hacer, por lo que asiente y sale del salón a cumplir con su cometido.

Estiro los brazos sobre la mesa de mi asiento viendo cómo Jisun ha dejado descuidadamente mi cuaderno sobre su asiento.

—Kim Heejin, preciso de tu ayuda con urgencia.

Levanto la mirada y lo encuentro acomodando las gafas sobre el puente de su nariz.

No me deja mediar palabra y coloca su móvil desbloqueado sobre mi pupitre poniendo a reproducir un audio que me deja algo desconcertada, por lo que lo vuelvo a repetir.

—Bae Taeil, más te vale traerme una chica a casa antes de que mis sospechas empiecen por ser confirmadas.

Eso es todo lo que el audio dice, aun así es suficiente para saber que el chico frente a mí, que me mira con cara de cordero a medio morir y que resulta ser mi mejor amigo, se encuentra en aprietos.

—Con sospechas se refiere a... —no termino de hablar, no es necesario hacerlo. Él asiente formando una mueca en sus labios—. ¿Y qué piensas hacer?

—Cumplir con su ordenanza.

—No sé por qué presiento que aquí es donde entro yo.

—Juro que te compensaré. En serio, lo juro —asevera, sus manos unidas en señal de súplica.

Suspiro. No sé si fui una mala persona en mi vida pasada, tal vez fui cómplice en la muerte de algún rey, pero en serio no puedo concebir la idea de que me haya tocado semejante par de amigos. Aunque más que algo destinado, fue una elección por mi parte.

No obstante, debo estar loca para aceptar semejante petición.

—Por favor —vuelve a pedir, sonando más insistente en esta ocasión.

—Deberías dar gracias de que tu abuela no me conozca ni en pintura —ruedo los ojos a la par que cruzo los brazos—. De acuerdo, te ayudaré. Pero recuerda que te costará.

—¡Gracias, gracias!

Su efusividad es tal que consigue llamar la atención de algunos en el salón. Sin embargo a Taeil parece no importarle en lo absoluto.

Dios, en serio debo estar mal como para aceptar ser una novia falsa que engaña a una pobre anciana.

Jisun regresa en ese momento y trae consigo una funda repleta de botanas. Le sonrío en agradecimiento, aunque ella me mira mal, y comparte con el otro que aún no se ha ido a su asiento.

*Total de palabras: 756.