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Escorpio
Descendí del auto y di cortos pasitos hacia la acera, esperando que mamá terminase de bajar a mis hermanos.
Con curiosidad viré mis ojos por el lugar a donde nos habían traído, era patético, todos los colores que adornaban las paredes y la reja de entrada me recordaban la casa de ese payaso gracioso de la televisión que asustaba a Cáncer.
Apreté las correas de mi pequeña mochila de oso panda y tendí mi manita a mamá cuando la vi acercarse a mí con Piscis—mi hermanito más pequeño— en brazos y Cáncer aferrado a su pierna. Ya había comenzado a llorar otra vez.
Mamá maniobró un poco para alcanzar mi mano y yo como hermano mayor tomé la mano de Cáncer, él se negaba a soltarla, como si su vida dependiera de ello.
Cáncer hipaba en silencio comenzando a andar en dirección a la guardería donde nos “abandonarían para no volver jamás” como Piscis le había mencionado antes de quedarse dormido.
Él no quería despedirse de mamá para siempre, tenía miedo de ese lugar desconocido. Yo sostuve su manito hasta que llegáramos a la puerta, si mamá estaba loca por dejarnos aquí entonces yo los cuidaría.
Ella tocó y mientras esperaba a que alguien le atendiese bajó al menor para comenzar a despertarlo. Piscis abrió los ojos pesadamente cuando lo dejaron en el suelo, los restregó escuchando las dulces palabras que mamá le decía y con muchos besos en toda la cara logró que se despertara por completo, o algo así, porque cuando mamá se enderezó para nuevamente tocar la puerta, el rubio se recargó en una de sus piernas y bostezó observando curioso todo el
lugar.
Escuché atento todos los sonidos que provenían del otro lado de la puerta, eran risas divertidas y el ruido de pasos corriendo.
Mamá me quitó de la puerta cuando la abrieron fuertemente.
Logré ver una mata de cabellos rojos asomarse, era un niño de mi estatura, traía una jardinera azul como todos nosotros, pero a diferencia de mis hermanos y yo él traía una camiseta amarilla como el sol.
Se fijó en mí. Le sostuve la mirada.
—¡¡Aries!! ¡¿Qué te dije sobre salir por la puerta principal?!
Salté al escuchar ese grito desde adentro, el niño pelirrojo abrió sus ojos grandes y salió corriendo hacia el jardín, lo vi esconderse detrás de los arbustos.
»¡Ari- ¡Ho! Buenos días, disculpe la escena, este niño se vuelve loco cada vez que alguien nuevo llega a la guardería ¿Son los nuevos integrantes? ¿La familia…
Dejé de prestar atención a los adultos, sus conversaciones siempre son aburridas.
Me puse de puntitas para buscar al niño rojo, ¿Por qué seguía escondido detrás de los arbustos? Miré a mamá, todavía seguía hablando.
Caminé a donde él estaba, acuclillado delante de un montón de flores, sosteniendo azules y violetas en una mano y arrancando más con la otra.
—¿Qué harás con esas flores? —pregunté.
Él saltó en su lugar asustado y cayó sobre su trasero. Llevé mis manos hacia mi boca y la cubrí para callar una risa, logrando así que un sonido gracioso escapara de mis labios.
—Son para el chico nuevo —contestó quedándose sentado en el suelo, acomodando las flores en sus manos y tirando al suelo las que se habían machacado. Asentí, volteé a mirar a mis hermanos junto a mamá,
—¿Por qué solo azules y violetas? —pregunté otra vez.
Él me miró fijamente por un tiempo y después señaló mi cabeza —Porque se parecen a tu cabello, chico nuevo.
Fruncí el ceño por sus palabras, sin saber qué hacer. Escuché a mamá llamarme, era la hora de que se fuera a su trabajo.
Observé como se levantaba de su lugar en el césped.
—Tómala, guárdala en un libro gordo para que dure mil años igual de bonita. —extendió solo una de todas las flores que tenía y la mostró frente a mí.
Permanecí tieso, sintiendo calor en mis mejillas —Anda tómala, así siempre quieras volver a la guardería.
—H-um… gracias. —la sostuve en mis manos, sin saber dónde guardarla. —Pero, se romperá hasta que llegue a mi casa.—pensé.
—Mmm… Entonces déjala aquí —me quitó la flor de las manos y se acercó poniéndose de puntillas. Corrió un mechón de mi oreja y dejó le tallo sobre esta.
Mi rostro se sintió caliente otra vez. Dando pasos hacia atrás, quité la mochila de mi espalda —M-mejor la dejo en la caja de las galletas, ahí no se romperá. —haciendo lo planeado guarde la flor dentro de la caja, tirando todas las galletas sueltas al fondo de la mochila. Mamá se enfadará por esto.
Al terminar solo se encogió de hombros, —Como tú quieras.
Comenzó a caminar hacia la entrada, donde ese señor alto y tétrico nos esperaba, noté a Piscis siendo cargado por él y a Cáncer haciendo un berrinche junto a mamá.
—Oye, espera —le grité, el niño pelirrojo se dio la vuelta volviendo hacia mí. Crucé mis brazos sobre mí pecho. —No sé cómo te llamas, soy Escorpio.
Él sonrió, sus ojos brillando. —Me llamo Aries.
Después de eso, el señor que cargaba a Piscis y al llorón de Cáncer nos encontró.
Mientras mamá se despedía de nosotros con muchos besos pude escuchar como Aries era regañado por cortar las flores, cubrí una sonrisa con mi mano, esperaba que hubiese más niños como él en este lugar..
<♡>
Denle amor
Damos inicio a esta pequeña historia.
Gracias por el apoyo y perdón por la espera.
☆Los quiero gente bonita☆
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