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Momo estaba disfrutando el concierto. Se sentía segura de sí misma como nunca antes, y eso brillaba en el escenario. Le encantaba su ropa, su cabello, su solo, y todo lo relacionado. Luego de tantos años probando diferentes conceptos, por fin sentía que había encontrado algo que realmente reflejaba lo que ella era en su interior. Sentía que sus presentaciones eran más auténticas que nunca, y además, estaba encantada con la reacción del público con su cambio de look.

Pero, si le preguntaban más a fondo, esa no era toda la razón. Se sentía viva y poderosa porque sabía que ahora tenía un par más de ojos sobre ella. 

Todos esos años había disfrutado de la mirada de cachorrito de Sana, ese gesto dulce y aparentemente inocente que tenía cuando se la comía con los ojos. Siempre la atrapaba mirándola sobre el escenario, y en más de una ocasión, la verdadera razón de dar un buen espectáculo era para deleitar a la japonesa menor. Sana la miraba siempre con adoración y deseo, y el brillo en sus pupilas cuando algo que hacía Momo le gustaba era el mismo que tenía cuando estaban juntas en la cama. 

Como la misma Momo lo afirmaba, Sana era una princesa. Detrás de toda esa capa de seguridad y coquetería estaba una chica extremadamente sumisa, que se dejaba manipular por Momo a su antojo. Había perdido su virginidad con ella años atrás, en medio de un viaje a Japón para las grabaciones de BDZ. Llevaba meses coqueteándole de una forma no tan sutil, y Momo pensaba que sería tan atrevida en la cama como las afiladas palabras que salían de su boca. Pero en ese fin de semana, cuando la llevó a su casa en Osaka, no hizo más que entregarse por completo a lo que la mayor desee hacer con ella. Momo estaba encantada con su descubrimiento. Sana era su princesa personal, dulce, delicada y femenina, que la dejaba tocarla a su antojo y lloriqueaba cuando necesitaba atención (lo cual sucedía muy seguido). Nunca se iba a cansar de su chica bonita, de sus mejillas rosadas y labios gruesos que soltaban los gemidos más dulces del mundo. Adoraba todo de ella, su manía de morderse el pulgar inconscientemente cuando veía algo que le gustaba, sus pucheros incesantes cuando Momo no le prestaba la suficiente atención, su cuerpo de ensueño que le confiaba solo a ella, y la forma que tenía de comérsela con la mirada sin importar si estaban las otras siete chicas presentes.

O, como en ese momento, otras 55.000 personas que llenaban el Osaka Dome.

Tal vez tendría que castigarla por ser tan descarada. Sana le había dicho antes de salir a presentar su solo que la observe muy bien a través de las pantallas de monitoreo, porque lo iba a hacer pensando en ella. Y verla con ese atuendo, sobre sus rodillas y con las manos atadas sobre su cabeza... estaba comenzando a considerar que su incesante petición de atarle las manos no era tan mala idea como pensaba. La veía tan delicada que era impensable ser aunque sea un poco ruda con ella, pero le estaba demostrando que no siempre era tan dulce como se proyectaba.

Momo cruzó el escenario y le sostuvo la mirada a su amiga. Sana sonrió ampliamente y le guiñó un ojo, antes de dirigirse hacia el otro lado y saludar a un grupo de fans que levantaban un cartel. La rubia la observó mientras se entretenía con ellos, pero notó cómo su concentración cambió de foco cuando la menor del grupo pasó modelando entre las dos. Las miró a ambas, y su corazón se aceleró al saber que había conseguido lo que todas deseaban, aunque ellas aún no estuviesen enteradas.

Ay, mi muñequita insaciable, pensó mientras la observaba. No sabes la sorpresa que tengo para ti esta noche.

Un grito a su lado la distrajo. Miró al público al lado de la pasarela, y una chica joven, llena de accesorios de Movely por todos lados, la miraba con adoración pura. Momo sonrió y la saludó con la mano, demorando el tiempo suficiente para que la adolescente pueda grabarla en medio del llanto. Cuando fue el momento de regresar al escenario principal para la despedida, notó (una vez más) que otra chica tenía los ojos puestos sobre ella.

Mina la miraba de reojo, con todos sus esfuerzos puestos en que no se dé cuenta. La mayor sintió que su corazón se aceleraba con emoción. Si bien pensó en todo eso como una forma de complacer a Sana, la verdad era que ella también se moría de ganas de probarla. Desde el tour anterior Mina había cambiado, y Momo no sabía cómo es que esa chiquita tímida y dulce se había transformado en una mujer imponente y seductora. No podía dejar de pensar en esos labios finos y delicados, en su cintura pequeñísima, y en cómo movía las caderas al bailar. Además, no era tonta, y se había dado cuenta de las intenciones con las que la menor miraba a Sana. Sabía lo que quería, y si estaba en lo correcto, también sabía que era virgen. Estaba segura de que su sangre estaba llena de deseo por todos esos años sin ninguna experiencia, y deseaba más que nada ser ella quien le abra las puertas a ese nuevo mundo. Cuando notó que Sana la miraba con el mismo deseo, no pudo estar más complacida. Si había alguien a quien confiaría a su princesa sería a Mina, un lienzo en blanco totalmente deseoso de aprender, y no podía esperar a enseñarle todo lo que la menor le pida. Sana interrumpió sus pensamientos cuando levantó el micrófono.

—Gracias por siempre recibirnos con tanto apoyo. Me encanta estar en casa —sus ojos se llenaron de lágrimas al escuchar los gritos de los fans—. Es hermoso para mí sentir este cariño cada vez que regreso —miró hacia la tribuna más cercana, hasta que ubicó a una pareja mayor que la aplaudía de pie y movía un candybong con entusiasmo—. Gracias, mamá y papá, por venir a verme. ¡Los amo!

Un par de lágrimas cayeron por las mejillas de Sana, e instintivamente se acercó a Momo para buscar consuelo. La rubia acarició su cabello y saludó hacia las gradas, evitando mirar mucho a los padres de Sana. Los quería muchísimo, pero en ese momento y con todo lo que había pasado esa tarde (y lo que tenía planeado para la noche), le avergonzaba tener que interactuar con ellos. No quería ni imaginarse lo que pasaría si el papá de Sana se enterase de lo que hacía con su niñita cuando estaban a solas.

Cuando le tocó el turno de hablar, se enredó con sus palabras. No estaba muy segura de lo que estaba diciendo, pero se las arregló para dar un par de agradecimientos a los fans y a su equipo. El escenario se llenó de confetti por una última vez, los gritos y aplausos del público la ensordecieron, y antes de que se diera cuenta, ya estaba en la camioneta de regreso al hotel.

Sana se había quedado dormida en el asiento de al lado, totalmente agotada. Mina, por su parte, estaba sentada detrás de ella, absorta en su celular. En cuanto sintió la mirada de Momo sobre ella, bajó más el rostro. Estaba nerviosa por lo que pasaría esa noche, no tenía ni idea de lo que la mayor tenía en mente, y de repente se sentía muy tímida. Moría de ganas de tener una oportunidad de tocar a Sana y hacer realidad sus fantasías, pero al mismo tiempo, Momo despertaba un lado totalmente nuevo en ella. Su mirada imponente y su figura espectacular la hacían querer obedecer todo lo que la mayor propusiera, y no sabía cómo sentirse al respecto. Y, aunque lo quisiera negar, estaba un poco asustada. Si dejaba de lado todo lo que había fantaseado con esa situación, estaba el hecho de que ella aún era virgen, nunca había pasado más allá de un beso, y jamás había permitido que alguien vea o toque su cuerpo. Muchas cosas iban a cambiar esa noche, y Mina estaba dudando sobre si realmente estaba lista para hacerle frente a todos sus deseos. Deseaba con todas sus fuerzas poder quitarse de encima toda esa incómoda timidez para poder actuar como realmente quería. Si bien no tenía experiencia, no era para nada inocente, y las interminables noches que pasó consigo misma en la oscuridad de su habitación habían puesto más de una idea en su cabeza que se moría por hacer realidad.

Momo notó que evitó su mirada, pero no dijo nada. La observó en silencio, la vio apretar los dedos alrededor de su celular y presionar sus piernas entre sí, e imaginó lo que estaba pensando. La mayor tenía un plan muy claro en mente, y estaba emocionada de por fin hacerlo realidad. Llevaba varios días provocando a la pelinegra, desde aquella tarde en el backstage de Studio Choom. Se había encargado de ponerla al límite con miradas, gestos y roces no tan accidentales, pero sin darle lo suficiente como para tener una respuesta clara. Estaba jugando con ella, quería llevarla al límite, hacerla desearlo tanto que estuviera dispuesta a rogar, pero a la vez, siendo tan ambigua que Mina dude sobre si era real o se lo estaba imaginando.

Por otro lado, había preparado a Sana. Desde que se dio cuenta de que había puesto los ojos en la menor, se había propuesto conseguirla para ella. Poco a poco había incentivado esa idea, se había asegurado de que Sana note el deseo con el que Mina la miraba, y había creado los espacios necesarios para que ambas se encuentren a solas, aunque sea por unos minutos. Todo había sido muy sutil hasta esa misma tarde, cuando la mirada penetrante y para nada disimulada de la menor había puesto a Sana al borde, y le confesó lo que deseaba a Momo mientras esta se encargaba de ayudarla con su creciente necesidad. Con esa declaración, la rubia supo que  había llegado el momento indicado para finalmente decidirse e invitar a Mina a que se les una. Sana lo deseaba tanto, ella no podía negarle nada, y si era honesta, su más grande fantasía era ver que alguien más la toque, ella misma enseñar la forma correcta de darle placer a esa muñeca de carne y hueso. 

Mina era la candidata perfecta, no solo era increíblemente atractiva, sino que era por completo un libro en blanco. Momo sabía que sería la primera en hacer realidad sus fantasías, y la veía desearlo tanto que solo quería darle a su chiquita todo lo que quería. Cuando tomó la primera vez de Sana ella misma era también joven e inexperimentada, sólo había tenido sexo dos veces antes de eso, y aunque la castaña le aseguró mil veces de que no lo podría haber hecho mejor, no estaba preparada para darle todo lo que hubiera querido. Con Mina, sin embargo, sería otra historia. Muchos años habían pasado desde esa vez, ahora era una mujer experimentada, segura de sí misma y totalmente conocedora de sus encantos y de cómo darle a una chica el mejor sexo de su vida. Quería hacer de esta una experiencia inolvidable, tanto para Mina como para Sana, sus dos chicas favoritas en el mundo entero.

Cuando llegaron al hotel, el corazón de Mina latía tan rápido que tenía miedo de que se escuche. Sana subió al instante a su habitación, y luego de recibir algunas instrucciones de su manager sobre el horario del día siguiente, Mina y Momo se quedaron solas en el ascensor. La menor miró a Momo por primera vez en todo el trayecto, a la espera de alguna indicación. Ella había sido la que inició la propuesta, así que no sabía muy bien cómo actuar, si es que la mayor esperaba que se vaya con ella en ese mismo instante, o si querría verla a mitad de la noche. La rubia no había vuelto a mencionar nada desde ese momento detrás del escenario a la mitad del concierto, y comenzaba a pensar que todo podía haber sido producto de su imaginación.

Momo volteó a verla, y suspiró al notar las mejillas sonrojadas y los ojitos brillantes. Era un caramelo que no podía esperar para probar. Sabía que estaba esperando a que ella tome la iniciativa, y no podía creer que toda la valentía se le había ido tan rápido. Estaba fascinada con lo que había logrado en Mina.

—Chiquita —susurró, llamando su atención. Mina se estremeció, como cada vez que Momo la llamaba así. Solía decir que no le gustaba, pero la verdad era que adoraba cómo sonaba si venía de los labios de la japonesa mayor—. Sigue en pie mi invitación. ¿Quieres seguir con esto?

Mina suspiró, y asintió con suavidad. Momo le dedicó una sonrisa dulce, y su corazón se llenó de calidez al saber que ella se preocupaba por cuidarla.

—¿Estás segura? Sabes que no hay presiones.

—Sí, Momoring. Quiero.

La sonrisa de Momo creció. El ascensor se detuvo, ambas bajaron, y Momo la acompañó hasta la puerta de su habitación, a tan solo unos metros de la suya y la de Sana.

—Me encanta saber eso, preciosa. ¿Te parece si primero vas a relajarte un momento? Ponte cómoda, aprovecha el jacuzzi. Te enviaré un mensaje dentro de una hora.

—Pero...

Momo volteó para asegurarse de que se encontraban solas, y en un rápido movimiento puso su mano en la cintura de la chica y la pegó a su cuerpo. Mina jadeó ante el sorpresivo movimiento, y sintió que se iba a desmayar cuando la mayor se inclinó para susurrar sobre sus labios.

—Has esperado tanto, Minari, que unos minutos más no serán un problema, ¿cierto? Aún tengo que hablar con nuestra princesita y asegurarme de que esté lista para ti —Mina gimió suave cuando la idea se instaló en su mente, y Momo sonrió al escucharlo—. ¿La deseas, no es así?

—Sí —susurró, más sonrojada que nunca—. Y a ti.

La mayor se inclinó hasta que sus labios se rozaron, y utilizó toda su fuerza de voluntad para resistirse a besarla. Quería dejarla con las ganas, tenerla lo más necesitada posible.

—Te vamos a dar la mejor noche de tu vida, mi amor.

Mina jadeó nuevamente e intentó atrapar sus labios en un beso, pero Momo se separó al instante, con una sonrisa complacida en el rostro. Abrió la puerta de la habitación de Sana, y antes de entrar le guiñó un ojo a la pelinegra.

—Todo a su tiempo, chiquita. Te veo en un rato, ¿sí?

Momo cerró la puerta, totalmente incapaz de quitarse la sonrisa de encima. Sabía que la había dejado hecha un desastre, podía sentir el deseo en sus ojos y en su respiración pesada, y ella misma tenía el pulso acelerado y una sensación creciente de calor en su vientre. Intentó respirar profundo para tranquilizarse un poco, pero apenas volteó sintió de golpe el peso de un cuerpo delgado que le echó los brazos al cuello.

—Tardaste mucho, Momoring. Sabes que no me gusta esperar.

La rubia suspiró mientras atrapaba la delicada cintura entre sus manos y apretaba la piel con posesión. Sana jadeó bajo.

—Tengo un regalo para ti, bonita —le susurró al oído, y coló una de sus manos por la parte trasera de su pantalón oversize para tomarla por el trasero. Sana se pegó más a ella al instante.

—¿Un regalo? —parpadeó y la miró a través de sus pestañas, sus ojitos brillando con coquetería.

—Ajá —musitó, y comenzó a caminar hacia la cama, mientras empujaba el cuerpo de Sana para que avance con ella. La menor se dejó dirigir, cayó sobre el colchón en cuando lo sintió detrás de sus rodillas, y se arrastró hasta el centro para que Momo pueda trepar sobre ella. La rubia tiró de sus pantalones antes de colocarse encima, dejando a su chica solo en una pequeña tanga negra de tela lisa.

Momo se separó unos centímetros y la miró detenidamente, pensando la forma correcta de proponerle todo. Sabía totalmente de sus fantasías con Mina, pero de ahí a que acepte hacer un trío... esperaba con todo su corazón que diga que sí. Sana la miraba, expectante, y sin previo aviso, elevó sus caderas para presionar su intimidad con la rodilla que se encontraba entre sus piernas.

—Momoring, fóllame, porfi —susurró con un puchero.

—Eres insaciable —la besó por unos segundos—. ¿No te bastó con lo que hicimos antes del concierto? 

Sana negó con fuerza mientras sus caderas ganaban velocidad. Momo bajó un poco su pierna y le puso una mano en la cadera para ayudarla a frotarse, fascinada de verla así de desesperada.

—¿Mi princesita está caliente de nuevo? —susurró en su oído, y Sana contestó con un gemido— ¿Qué te tiene así?

—Es que... en el escenario...

—¿En el escenario, qué? Usa tus palabras, preciosa.

—Ella... sus ojos... —intentó deshacerse de su blusa de botones con manos temblorosas, deseando sentir a Momo contra su piel, pero al instante, la mayor tomó sus muñecas en un movimiento rápido y las presionó por sobre su cabeza. Sana gimió con fuerza, totalmente impresionada.

—Tranquila —Momo se inclinó para chupar el lóbulo de su oreja—. Sabes que eso lo hago yo.

—Necesito...

—Sé una buena chica y cuéntame qué es lo que te tiene así.

La castaña suspiró.

—Ya te lo dije, Momoring —sus mejillas enrojecieron al instante, pero el movimiento rápido de sus caderas no se detuvo.

—Recuérdamelo.

Sana cerró los ojos, avergonzada. Momo se inclinó para besarle el cuello.

—Dímelo, princesa. Sabes que puedes decirme todo lo que pasa por esa cabecita.

—No deja de mirarme —jadeó—. Como si quisiera follarme. Me siento desnuda cuando me pone los ojos encima.

—Y te gusta, ¿cierto? —la menor asintió con los ojos cerrados— ¿Dejarías que ella te toque?

—Eso nunca va a pasar.

—¿Por qué?

—¿No la ves? No se atreve. 

—¿Y si lo hiciera? ¿Te gustaría sentirla a ella también, preciosa?

Sana gimió agudo ante las palabras. Claro que quería. Moría de ganas de que Mina se deje de provocaciones y que lleve a la práctica todo lo que sus ojos decían. Quería que así como la desnudaba con la mirada lo haga con sus manos; que así como se perdía en su escote, adore sus pechos con su boca. Quería ser la primera, entregarle su cuerpo para que experimente todas sus fantasías, guiarla para enseñarle la manera correcta de hacerla lloriquear de placer. Quería que Momo le demuestre cómo se toca a una mujer, que vea que no debe provocarla de esa forma si no va a hacer nada al respecto. Quería que vea con sus propios ojos cómo la japonesa mayor sí le daba lo que quería, a ver si se animaba a hacer lo mismo.

Aumentó la velocidad de sus caderas. Momo podía sentir su humedad a través de sus jeans, y acarició su cuello con los dientes antes de insistir con su pregunta.

—Contéstame, Sana. Si la traigo aquí, ahora, ¿estarías dispuesta a incluirla?

—¿Cómo...? ¿Tú has...?

Momo chupó su cuello antes de responder. Se aseguró de dejar una marca, mientras Sana le rogaba en susurros que la toque.

—¿Qué harías si te digo que ella desea esto tanto como tú?

—Momoring...

—¿Qué dices, mi amor? ¿Aceptas?

—¿Ella...? ¿Ella dijo...?

—Ella quiere follarte —susurró en su oído. Soltó sus muñecas para volver a llevar la mano a su cadera, y esta vez la deslizó despacio entre sus piernas. Sana gritó cuando sintió que la acariciaba por sobre la ropa interior—. Nuestra chiquita no es tan inocente como pensábamos.

—¿Y tú...?

—Yo quiero enseñarle a consentir a una princesita como tú —corrió la tela a un lado y acarició con cuidado sus labios vaginales empapados—. Quiero que vea cómo te gusta que te hagan el amor —Sana aguantó la respiración mientras sentía como rozaba su clítoris y provocaba su entrada necesitada—. Que sepa que no puede provocarte sin hacerse responsable después.

—Por favor...

Momo le sonrió con dulzura y la penetró despacio. Comenzó a follarla con calma sin dejar de hablarle al oído.

—Pero también quiero tenerla. Quiero ver como esa carita de niña buena se transforma por completo cuando me tenga dentro —la menor gimió al imaginarlo, y comenzó a mover sus caderas para acompañar los empujes—. Quiero provocarla, hacerla rogar, que sienta lo que nos ha estado causando con sus ojitos traviesos —se inclinó para atrapar el labio inferior de Sana entre los suyos y chuparlo despacio, antes de seguir hablando—. Pero sólo si estás de acuerdo. No quisiera que mi bebita se ponga celosa.

La miró a los ojos en busca de una respuesta sincera. Si bien ellas no eran más que amigas, la exclusividad era un acuerdo tácito entre ambas. Ella no había buscado a nadie más desde su primera vez con Sana, y sabía que la menor nunca había permitido que nadie que no sea ella la toque. Ambas deseaban incluir a Mina en sus juegos, pero quería asegurarse de que estaba totalmente de acuerdo y que no era solo una fantasía desesperada en un momento de calentura.

—Quiero verlas —Sana jadeó y le sostuvo la mirada—. Quiero que te la folles, enséñale que no puede actuar así sin hacerse cargo.

Momo sonrió y nuevamente se inclinó para chupar su cuello. Llevó su pulgar a frotar el clítoris duro de Sana, y la menor se deshizo en gemidos.

—¿Dejarás que me haga esto, Momoring? —ronroneó con su voz dulce y melosa— ¿Le vas a decir cómo es que me gusta que me tomes?

—Mierda, sí. Todo lo que quieras, muñequita.

Sus piernas temblaron, y cuando sintió el calor familiar en su vientre, intentó alejar la mano de su amiga.

—Voy a correrme, espera, espera.

La mayor la ignoró y aumentó la velocidad de sus empujes.

—Córrete, Sana. Córrete ahora mismo y la traeré para ti.

Sana no pudo contener un grito. Sus gemidos agudos eran imposibles de controlar, y de repente se le ocurrió que Mina podría estar escuchándola desde su habitación. Movió sus caderas con fuerza, y Momo gimió en su oído.

—Eso es. Buena chica. Lo tomas tan bien, preciosa.

La rubia la penetró con precisión, hasta que encontró el punto exacto en su interior que siempre la hacía estallar. Sana lloriqueó y se retorció cuando su orgasmo la tomó por completo mientras Momo seguía empujando dentro de ella. Arqueó su espalda, apretó las sábanas entre sus manos y soltó sollozos desesperados de puro placer hasta que sintió que los dedos se detenían y salían despacio de su interior. Momo la miró a los ojos mientras se llevaba la mano a la boca y chupaba su esencia.

—Ahora déjame prepararte. Le prometí que le daría una princesa, y se lo voy a cumplir.





qué les parece la historia hasta ahora? como siempre, al final me sale todo más largo de lo que planeo jajajaj el siguiente capítulo será el último! y por fin lo que sé que están esperando (; 

déjenme sus opiniones sobre esta pequeña historia y sus expectativas para el final, me motiva muchísimo leerlos <3 esperen la última actualización durante esta semana!

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