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Mina no entendía nada de lo que estaba pasando. Ya iba por la mitad del concierto, y estaba segura de que se había equivocado más de cinco veces. Por más que lo intentaba, no podía mantener su mente concentrada en lo que estaban haciendo, y eso, sumado a las luces cegadoras y lo poco acostumbrada que estaba a las nuevas coreografías, la tenían con los nervios de punta.

Más de una de sus bailarinas le había dirigido una mirada preocupada en medio del escenario. No era típico de Mina equivocarse, pero comprendían que podía ser su ansiedad haciéndose presente al ser la primera vez que hacían una gira solo como Misamo. La japonesa menor era realmente tímida a la hora de hablar frente a tantas personas, y todo su equipo sabía que le había costado semanas de preparación mental hacerse la idea de que tenía que sacar adelante un show con solo tres de las miembros sobre el escenario. Todos estaban siendo extremadamente pacientes con ella, sobre todo al ser ahora la menor del grupo.

Sin embargo, estaban muy lejos de conocer la verdad.

Mina no podía dejar de repetir en su cabeza lo que le había pasado un par de horas antes, y también algunos sucesos puntuales de las últimas semanas. No sabía si esa rubia preciosa estaba jugando con ella, o realmente todo había sido producto de su imaginación. Necesitaba respuestas pronto, y si fuera por ella, cancelaría el concierto en ese mismo instante para poder esconderse en su camerino y ordenar sus ideas.

La canción terminó, el VCR llenó las pantallas, y las chicas corrieron detrás del escenario, seguidas de dos vestuaristas por cada una, para lograr cambiarse en tiempo récord antes de regresar a la vista del público. Sana la miró mientras se deshacía de su vestido blanco y quedaba solamente en shorts pegados y top negro. La menor trató de apartar la mirada.

—¿Todo bien, Mintang? —recibió una pañoleta roja y envolvió su torso con eso, a modo de prenda superior. Cuando ajustó el nudo por delante y sus pechos se presionaron juntos, los ojos de Mina no pudieron evitar bajar por unos segundos.

—Ajá —musitó, mientras intentaba concentrarse en ponerse su propia ropa.

—¡Siete minutos! —uno de los encargados del show gritó desde afuera del vestuario.

—¡Ya casi! —contestó Sana, y volvió a dirigir su atención a la menor—. ¿Segura? Te noto distraída.

—No, son sólo los nervios. Perdón...

—No tienes que disculparte —subió una de sus manos para acariciar su mejilla con delicadeza, mientras le colocaban unos accesorios en el pantalón—. Intenta concentrarte en lo que queda, ¿va?

Mina asintió, temblorosa. Momo apareció en medio de ellas y dio una vuelta, luciendo su vestuario. La mayor del grupo había comenzado a probar conceptos mucho más sexys y atrevidos, y sus compañeras estaban de acuerdo en que era una decisión totalmente acertada. La rubia traía un top rojo que abrazaba sus pechos a la perfección, unos shorts tan pequeños que no sabía si sería necesaria una prenda de seguridad abajo, y botas negras a juego. Mina estaba segura de que ella jamás sería capaz de ponerse algo así en público, incluso sus trajes de baño eran mucho menos reveladores que eso, pero pensaba que no había mejor decisión que la que había tomado la persona encargada de diseñar ese vestuario. Momo se veía increíble, sensual y poderosa. Sobre todo, su confianza al caminar, su sonrisa coqueta y su mirada penetrante la hacían ver totalmente imponente, como si ella misma supiera que no había persona en el mundo más sexy que ella.

—¿Cómo me veo?

Sana mordisqueó la punta de su pulgar y suspiró.

—Hermosa. Como siempre, Momoring.

La sonrisa de la mayor creció, y se miró un poco más frente al espejo.

—¡Sana, a tu posición para salir al escenario! —la voz que daba las órdenes se hizo presente nuevamente.

—¡Voy! —Sana pasó su mano por su cabello, se miró al espejo una última vez y salió corriendo del vestuario. El equipo de vestuario salió detrás de ella, listos para preparar el siguiente cambio de ropa. Cuando se quedaron solas, Momo volteó a mirar a su amiga.

—¿Y tú, Minari? ¿Qué piensas?

Mina la recorrió con los ojos, sin molestarse a ser disimulada. No estaba segura de a dónde estaban yendo con todos esos juegos, pero ella también quería jugar.

—Preciosa —susurró. Momo pasó su lengua por su labio inferior.

—Te ves espectacular también —se acercó y acomodó un mechón de cabello tras su oreja. Mina aguantó la respiración al sentir su toque—. Pero la opinión que más te importa es la de Sana, ¿no es cierto?

—Yo... —intentó decir algo, pero fue interrumpida por otra indicación.

—¡Cuatro minutos!

—Salvada por la campana —le guiñó un ojo—. ¿Vamos?

Mina asintió. Comenzó a caminar, pero Momo tomó su muñeca y la detuvo.

—Espera. ¿Tienes algo que hacer después del show?

¿Qué pregunta era esa? Por supuesto que no tenía nada que hacer. Esperaba que aunque sea le diera tiempo de dormir. Se tragó sus comentarios, y negó suavemente.

—Bien. Creo que habrás notado que Sana y yo, a veces... —la miró a los ojos, desafiante—. A veces hacemos pijamadas —acarició ligeramente su brazo, y Mina se estremeció—. Te quería invitar esta noche, en su habitación.

La menor suspiró y sus ojos se abrieron ampliamente. La mirada penetrante de Momo no ayudaba en nada, pero aún así, se forzó a asentir. La rubia sonrió con la respuesta, y sin decir nada, la jaló del brazo en dirección al escenario.

—Unnie, ¿me confirmas la canción que sigue después de esta? —Momo volteó a ver a la chica que sostenía una hoja con el setlist y se aseguraba de que sus micrófonos estén bien colocados.

—Sí, Momo-yah, viene Baby, I'm good.

—Gracias, unnie —respondió con una sonrisa cálida. Las luces se apagaron y Mina se ubicó para salir al escenario. Antes de que pueda dar un paso, sintió una voz ronca susurrando en su oído.

—Te la dedico, chiquita. Seguiremos hablando por la noche.

Y fue en ese instante en el que Mina sintió que ahora sí había olvidado la letra y la coreografía por completo.

dos horas antes

—Mina-ssi, ¿has visto a Sana y Momo?

La maquilladora retocaba los últimos detalles en el rostro de Mina antes de la conferencia de prensa. En medio de su tour como sub unidad, no tenían tiempo para nada, por lo que todas las actividades promocionales debían ser realizadas por las mañanas antes de cada concierto. Mina estaba agotada. Se levantaba a las cinco, iba a maquillaje y peinado, y luego entrevistas toda la mañana. Almorzaba lo primero que encontraba camino al recinto del concierto, y luego tenía dos horas de prueba de sonido y ensayo general. Apenas acababan corrían a alguna entrevista extra, para luego regresar, cambiarse en tiempo récord y comenzar el show. Salían de ahí casi a la media noche, y no tenía ni tiempo de pensar antes de caer totalmente rendida en su cama de la habitación del hotel. Y luego exactamente lo mismo al día siguiente.

Pese a todo, Mina no se quejaba. Sabía que serían un par de semanas sin pausa, pero era lo que correspondía con las promociones. Trataba de recordarse que absolutamente nadie la había obligado a ser idol, y pese a todo, era un privilegio que muchos desearían, así que afrontaba el trabajo con la mejor actitud que tenía. Después de todo, sus hermanas estaban con ella para apoyarla.

O al menos, en teoría. 

En los pocos momentos libres que habían tenido, Mina nunca lograba encontrar a sus compatriotas. Siempre supo que Sana y Momo eran mejores amigas, y estaba bien con ello. Cuando llegó a Corea dos años después que ellas, todo el mundo las conocía como las japonesas inseparables. Rápidamente adoptaron a Mina, la incluyeron en todos sus planes (o al menos, eso era lo que pensaba), y la recibieron como a una hermana menor. Mina siempre tuvo el deseo de ser protegida como una pequeña, y con las japonesas mayores lo consiguió. Eran sus personas favoritas en el mundo (bueno, tal vez después de Chaeyoung), con las que más tenía confianza y se sentía comprendida. Sola en un país desconocido, no había nadie que entienda lo que sentía tanto como Momo y Sana.

Sin embargo, no podía negar que había una pequeña cosa que la incomodaba.

Mina siempre se había sentido un poco dejada de lado. Al inicio pensó que eran ideas suyas, sus propias inseguridades jugándole en contra, y que Sana y Momo la querían tanto como se querían entre ellas. Pero, con el pasar de los años, pequeños detalles encendían las alertas en su cabeza. A veces las veía enviándose mensajes solo entre las dos cuando estaban junto a las demás chicas, intercambiando sonrisas cómplices, susurrándose cosas al oído y en especial, a Momo siendo sobreprotectora con Sana. Mina se sentía un mal tercio, a veces creía que en realidad solo ellas eran mejores amigas y que las estaban obligando a pasar tiempo de a tres. Sabía que Sana y Momo tenían secretos entre ellas, y le rompía el corazón no poder ser tan cercana como ella pensaba que lo eran. Además, en ocasiones desaparecían las dos al mismo tiempo, y en más de una vez Mina se dio cuenta de que Momo salía de la habitación de Sana muy temprano por la mañana para regresar a la suya y fingir recién levantarse horas después. La menor no entendía por qué no la incluían en todo, por qué se reunían a escondidas, y pero aún, por qué tenían pijamadas sin invitarla, aún cuando estaban solo las tres en Japón. 

—Mina-ssi, ¿me escuchas?

Su maquilladora movió la mano frente a su rostro para captar su atención. Mina estaba con la mirada perdida y sumergida en sus pensamientos.

—Ah, sí, perdón —una sonrisa tímida apareció en su rostro—. Me distraje. 

—Te preguntaba si sabías algo de Momo y Sana. Llevamos más de veinte minutos buscándolas, creo que dijeron que iban al baño, pero ya se nos está haciendo tarde, y no contestan el teléfono.

Mina suspiró. De nuevo ellas dos y sus secretos, y ella como una tonta, esperando en la sala de maquillaje.

—¿Han intentado buscarlas en el baño?

—Sí, pero no están. Creo que han ido a la sala exclusiva para artistas.

—¿Y las buscaron ahí?

—Sabes que está reservado para ustedes, no quiero tener problemas...

Se dio cuenta hacia dónde iba la conversación y miró a la chica con un puchero.

—No me hagas ir, porfi. Yo no diré nada.

—Lo sé, pero hay un guardia en la puerta, y no deja pasar a nadie a menos que sea una emergencia.

—Esto se considera emergencia.

—Mina...

—¿Es en serio? Es demasiado, no necesitamos nada de eso. Acá con todos estamos perfectamente bien, en Corea nunca pasa eso.

—Órdenes de Warner Music —se encogió de hombros mientras terminaba de colocarle unas piedras brillantes bajo los ojos—. Ya son superestrellas, Mina-ssi.

Mina se sonrojó.

—No es cierto...

—Sí lo es —le sonrió con cariño—. Pero para mí, siempre vas a ser la chiquita asustada a la que maquillé el día de su debut.

—Ay, unnie, no me hagas acordar —rio—. De verdad has estado conmigo en todas mis etapas.

—Sí. Y por eso mismo vas a ir a buscar a mis otras niñas, y si es necesario las traes de los pelos —se separó de la japonesa y guardó el material restante—. Ya están grandecitas y yo detrás de ellas como si fuera su mamá.

La menor suspiró, derrotada.

—Bueno, va. Pero me debes una.

—Mañana te agendo última a maquillaje para que duermas más —le guiñó un ojo—. Ya, no demores, porfa. Estamos con la hora.

Mina salió de la sala de maquillaje y caminó por el largo pasadizo hasta la zona exclusiva para artistas. Por el poco tiempo disponible, la empresa había acordado que la conferencia de prensa sería en el mismo lugar del concierto, así también aprovechaban en realizar un showcase exclusivo para los medios. Si bien ya estaban acostumbradas a tener camerinos privados, era la primera vez que les daban un ambiente de acceso exclusivo, y Mina lo consideraba realmente excesivo. Desde que se enteró de eso, se negó a usarlo. No necesitaba un espacio solo para ella, estaba bien con prepararse junto al resto del equipo, como siempre lo había hecho. Sin embargo, aunque no dijeron nada, notó en la expresión de sus amigas que a ellas sí les entusiasmó la idea, y eso la incomodaba. Otro secreto más del que no era parte.

Al llegar a la puerta, el guardia la dejó pasar al instante con una pequeña reverencia. Mina se sonrojó nuevamente, incómoda por ser tratada de esa forma. Sin embargo, no dejó que eso la distraiga de su objetivo principal. Recorrió la pequeña sala de espera con los ojos, totalmente vacía. Entró a la primera habitación que vio, que contenía un par de sofás y un estante con bocadillos, pero tampoco encontró a nadie. Cuando estaba a punto de rendirse, escuchó movimientos en el baño. Se dirigió hacia allá, y cuando estaba a punto de quejarse internamente por la existencia de un baño tan grande para tan pocas personas, un susurro vino del último cubículo.

—Momoring, no deberíamos estar aquí.

—Silencio, bonita. Mientras más rápido me dejes hacer mi trabajo, mejor será para ti.

—Pero...

Un jadeo la interrumpió. El corazón de Mina se aceleró al no saber de qué se trataba todo aquello.

—Pero nada.

—Sabes que la van a mandar a buscarnos, ¿cierto? —Sana susurró. Su voz sonaba entrecortada, y Mina podía escuchar movimiento, pero no lograba descifrar lo que estaba pasando. ¿Hablaban de la maquilladora?

—Pues que venga, ¿o no quieres? 

—Momo, no...

Dejaron de hablar un momento, solo se escuchaba la respiración pesada de Sana, hasta que un sonido húmedo se hizo presente, y un chillido agudo y femenino, totalmente inconfundible, rompió el silencio. Mina sintió que se iba a desmayar si es que realmente estaba pasando lo que ella creía que pasaba.

—Claro que quieres que venga —Momo continuó—. ¿Crees que no me doy cuenta cómo la miras? ¿Cómo ella te mira a ti?

—Momo...

—Es obvio que ya está sospechando, sabe que algo pasa. Es cuestión de tiempo, mi amor.

—¿Tú...? —un gemido suave interrumpió sus palabras— ¿Tú crees que...?

—Creo que ella no lo sabe aún, pero te desea. ¿Quién no?

Las mejillas de Mina se pusieron rojas. ¿Estaban hablando de la maquilladora, cierto? ¿Sana y Momo estaban haciendo lo que ella creía? No era posible que fuera ella, ¿verdad?

¿O acaso los ojos traviesos de Mina habían sido más obvios de lo que ella pensaba?

—No...

—¿No viste cómo te comía con la mirada cuando practicamos los solos? —Sana gimió nuevamente, y Momo gruñó con satisfacción—. Pequeña traviesa, ¿crees que puedes provocar así y salirte con la tuya?

—No sé de qué hablas...

—¿Amarrar tus manos sobre tu cabeza? ¿Proponerlo con tu carita inocente a la coreógrafa, cuando bien sabes que llevas meses rogándome que lo haga?

—Te lo pedí a ti primero, Momoring —ronroneó, seductora. El corazón de Mina iba tan rápido que tenía miedo de que se escuche y la descubran, la voz melosa de Sana erizó su piel y la forzó a retener un jadeo—. No lo hiciste.

—No quiero hacerte daño —contestó, seca.

—Pues si no lo haces tú, alguien más lo tenía que hacer. A ver si así te animas.

—Y lograste que todos se te queden viendo. En especial ella. ¿Querías atraer su atención, verdad? 

Oh, no. No podían estar hablando de la maquilladora. Ese día solo estaban ellas y unos cuantos bailarines.

Entonces... ¿no era lo que ella temía, o sí?

—Debería. Hace tiempo me quiero comer esa boquita de muñeca que tiene —jadeó.

—¿Quieres que la consiga para ti, preciosa? Estoy segura de que ya sospecha. No será muy difícil atraerla a nosotras, le encantaría. ¿No ves su carita cuando nos ve juntas?

—No... arruinaríamos todo...

—Pero la deseas, ¿no es así? —el sonido húmedo se intensificó, y Sana lloriqueó—. No te basta con esto, eres una codiciosa. 

—Es que ella... desde hace un tiempo... mierda, Momoring, más rápido.

Momo rio suave. Mina se removió contra la pared, inconscientemente tratando de hacerse invisible. No le gustaba el cosquilleo que sentía entre las piernas.

—Yo también lo noto —la voz grave de Momo hizo gemir a Sana, y por poco a Mina—. Está diferente. La veía tan inocente, pero me estoy dando cuenta de que no todo es lo que parece.

—¿Tú crees que ya...?

—¿Ella? —bufó—. No. Pero quiere, y nosotras podemos hacer algo al respecto, preciosa.

—Lo vamos a arruinar todo —repitió.

—¿Esto ha arruinado algo? —no se escuchó una respuesta, y Mina asumió que Sana había contestado con un gesto—. Bien, y llevamos seis años así. No va a pasar nada.

—Pero...

—Dime que no la deseas. Dime que no te mueres de ganas de que ella te haga lo mismo que yo.

Sana lloriqueó más fuerte, y se escucharon sonidos frenéticos de movimiento. La menor no entendía nada, ¿se referían a una de las bailarinas? Era imposible que Sana haya notado lo embobada que le tenía últimamente cuando bailaba, ¿cierto?

—Vas a hacer que me corra.

Mina mordió su labio inferior para contener el grito que amenazó con salir de su garganta.

—Claro que quieres —continuó Momo—. Quieres que te ate con esa cinta roja y que te haga todas esas cosas que me has contado, ¿no es cierto? Te mueres de ganas de que le enseñe a complacerte, de transformar esa cara de niña buena que tiene.

—Momo, por favor...

—Vamos, di su nombre. Dilo cuando llegues, y te prometo que la traeré para ti.

—No... —gimió agudo.

—Sé que la deseas. Hazlo.

No escuchó más palabras. Sana no dejaba de gemir, y Mina tenía las mejillas más rojas que nunca, el pulso acelerado y su intimidad palpitando con fuerza. No podía creer que hace veinte minutos la habían enviado a buscar a sus amigas y compañeras de grupo, y ahora estaba atrapada en una especie de sueño erótico, del cual quería huir lo más rápido posible y a la vez atreverse a abrir la puerta del cubículo y preguntarles si podía unirse. Seguía sin saber de quién estaban hablando, pero su instinto le decía algo, y no sabía si debía asustarse o estar completamente emocionada.

—Vamos, bebé —Momo susurró—. Sé que quieres hacerlo.

Sana gimió agudo, soltó un pequeño grito que al instante fue ahogado con el sonido de un beso. La menor pudo escuchar como los jadeos se hacían cada vez más débiles, y cuando pensó que sería mejor salir de ahí, una palabra de la voz suave y melosa de su amiga la detuvo.

—Mina... oh, Mina.







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luego de meses, nuevo mini fic! primera vez escribiendo algo de tres jeje esta historia tendrá tres partes, y si todo sale bien (gracias apec, gracias home office) esta semana la subiré completa. Espero que la disfruten y amaría leer sus comentarios!!





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