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XXII

🌙 EL DIOS DEL ENGAÑO 🌙

          — ¡Mira, mira lo que he dibujado! —exclamaba una niña, que corría por los pasillos de una casa, con ropa fresca, veraniega, y una hoja de papel coloreada en la mano.

          —Déjame ver eso... —Un hombre se arrodilló junto a la niña para ver su dibujo —Oh, sí. Es muy bonito. Algún día serás una gran artista —dijo guiñándola un ojo.

          —Mira, esta soy yo, en casa. Y este eres tú.

         En el dibujo, la niña estaba junto al hombre delante de una bonita casa. Lo realmente llamativo de éste, era que el hombre tenía alas.

          — ¿Y esto por qué? —preguntó señalando al dibujo.

          La niña se giró confusa al hombre.

          —Creía que eras un Ángel...

          El hombre sonrió enternecido.

          —Sí, bueno, algo así.

          — ¿Me enseñas tus alas? —preguntó ansiosa.

          El hombre miró a su alrededor y se puso de pie.

          —Ahora verás...  —En el suelo, se proyectó una sombra inmensa con dos alas gigantescas. La niña las miraba con la boca abierta, tan contenta que no podía evitar poderse  carretera y saltar al rededor del Ángel.

          — ¡Qué alas tan bonitas tienes, tío Gabe!

          Tío Gabe.

          Tío Gabe.

          Tío Gabe...

§

          — ¡Gabe! —Maison se despertó de golpe.

          Con la respiración agitada y una mano en el pecho, Maison cerró los ojos de nuevo. Tratando de tranquilizarse, también respiró más lento y profundo hasta que notó el descenso de latidos por segundo. Un sueño, solo había sido un sueño... Miró a su alrededor. Se encontraba en casa y parecía estar sola. Lo último que recordaba era estar atrapada y agotada, los federales los tenían y de pronto, estaban de vuelta en casa. ¿Qué se había perdido?

          Maison decidió levantarse, aunque cuando se plantó en el suelo, las piernas le temblaron como flan. Rápidamente, se dejó caer sobre el colchón. Se había mareado de forma muy brusca, puede que fuera una bajada de la tensión o simplemente, de sus fuerzas. Suena irónico, había nacido Nefilim, pero aún no llegaba a comprender ni la mitad de lo que era.

             Dos platos sonaron en la cocina, no bruscamente, pero lo suficientemente fuerte como para que Maison, rígida, se volviera a levantar de la cama. Aún tenía las piernas flojas, bueno, para ser exactos, tenía flojera en todo el cuerpo en realidad. Pero el sobresalto la basto para mantenerse erguida y en pie. Caminó despacio hacia el exterior de su cuarto y miró por encima a ver si solo era Will. Pero sabía que no era él.

             Reconocía bien aquella sensación. La había estado sintiendo desde hacía ya tiempo en Central City, merodeando a su alrededor, buscándola. Y ahora la estaba sintiendo allí mismo, en su casa, haciéndose un café... La chica salió de su escondite y entonces vio a Will. Él también se escondía, también se había levantado allí sin entender qué estaba pasando y por que un tipo se hacía el desayuno en su cocina. Desde el servicio, observaba lo que estaba pasando. Una mirada entre ellos bastó para trazar su plan. Will usaría sus poderes para doblegar al intruso, haciéndole ver cosas que en verdad no estaban ahí... Pero su artimaña no llegó muy lejos:

            —Ni se te ocurra intentarlo, chico —Will y Maison se miraron aterrados; sabía que estaban ahí, y no solo eso. Sabía también qué podía hacer Will —. Solo un memo intentaría burlar al Dios del engaño.

             — ¿Dios? —preguntó Will, tartamudeando —Genial, es un Dios.

             —No es un Dios. Puedo sentirlo, sé lo que es —respondió Maison, haciéndose la dura y preparada para plantarle cara.

             — ¿En serio, Maisie? ¿Me vas a hacer daño? —El tipo se giró de pronto y ella relajó cada uno de sus músculos, en un segundo. Él la sonrió pícaramente —Eso no se le hace a tu tío preferido.

             Will los miraba a los dos, confuso, tenso y un poco enfadado. Maison había pasado de estar en ofensiva a relajarse completamente, miraba al hombre como si fuera lo más maravilloso que hubiera visto jamás.

             — ¿Tío... Gabe? —Él mostró una enorme sonrisa y extendió los brazos para que Maison lo abrazara. Y sin pensárselo dos veces, corrió hacia él, fundiéndose en un largo y emotivo abrazo. Ella no dejaba de sonreír; Will se quedó congelado, no supo cómo reaccionar. Se separaron y Maison no tardó en avasallarlo a preguntas, ansiosa — ¿Eres de verdad?

             — ¿Cómo que si soy de verdad? —se rió — ¿A caso te parezco a ti un dibujo animado?

             — ¡No me refiero a eso! Quiero decir... ¡Pensé que eras un amigo imaginario!

             — ¡Por favor! ¿Yo? ¿Un amigo imaginario? Creo que soy lo más real que has tenido hasta ahora, Maisie.

             Maison sonrió. Recordaba que él la solía llamar de esa forma cuando era una niña. Era un recuerdo vago, pero sonaba siempre con cariño, y era más bien eso lo que recordaba, el cariño. Porque en una vida de dolor y sufrimiento, el calor del amor es lo que uno acaba recordando con más ahínco. 

            —Creí... Creí que no iba a volver a verte.

            Gabriel sonrió de vuelta, con ternura, solo para ella. Hasta ese momento, no se había fijado en que tenían compañía. Will seguía ahí en silencio esperando a que alguno de los dos le dijera algo. Sin embargo, ahí estaban los dos, mirándose nostálgicos. Will se aclaró la garganta fuerte para llamar su atención. Pero solo Gabe lo miró.

             — ¡Oh! Hola, desconocido. ¿Viene contigo o me he confundido de tipo? —preguntó señalándolo, pero volviendo a mirar a Maison.

             — ¿Cómo? ¡No! Es... Mi amigo. Gabe, te presento a Will. Will, este es Gabe, mi tío... Eh... —lo miró de nuevo, pero esta vez, la sensación era distinta.

             No le fue muy difícil atar cabos. Ella era un Nefilim. Los Nefilim están prohibidos en el Cielo. Un Ángel que engendra a un Nefilim es castigado. Pero si el Ángel en cuestión es importante, a veces lo dejan pasar. Ella estaba sola de niña, en un orfanato, sabiendo que su madre había muerto en el parto y su padre... No tenía ni idea de quién era, solo que se acostó con su madre una noche y después se largó. Lo único que le quedó de su madre fue un diario, en el que recogió todos los datos importantes del embarazo, y en concreto siempre remarcaba uno: él te quiere. Suponía que se refería a su padre, es decir, al Ángel que poseía a su madre, aunque nunca llegó a entender cómo iba a importarle lo más mínimo a un ser que ni si quiera se había presentado delante de ella, ni para pedirla perdón. Sin embargo, Gabe, Gabriel, siempre estuvo ahí. Era un Ángel, bueno, Arcángel, era importante, y no se separó de ella durante su estancia en el orfanato y en casa de los Birthwistle. Efectivamente, ató cabos.

             —Gabe, ¿qué te pasó? —preguntó primero, con intención de romper el hielo de una forma sutil.

             —Bueno... Asuntos apocalípticos, ya sabes. Mucho jaleo. Y siento no haber vuelto pero tenía que esconderme, además había oído que unos Ángeles habían matado a tus padres, los Birthwistle y... Pensé que te habían atrapado —Maison asintió. En el rostro del Arcángel podía verse cierto pesar —. Aún así —dio un paso hacia ella —, no hay excusa, tuve que seguir buscando. Hice una promesa y la incumplí; me gustaría enmendar mi error.

             Maison funció el ceño, con confusión.

             — ¿Cómo? ¿Una promesa?

             —Sí. Prometí que te protegería, que no permitiría que te pasase nada. Nunca.

             Él te quiere. Sí, podía recordar esas palabras. Los Nefilim tienen cierta conciencia incluso en el vientre materno y había ciertas cosas que recordaba, como la presencia constante de un Ángel, o Arcángel. Cuidando de ellas. Y esas palabras regresaron de entre toda la basura que tenía en el disco duro cerebral. Sintió cierto cosquilleo en el estómago. ¿Y si él...? ¿Era posible que Gabriel fuera quien deseaba tanto que fuera?

             —Eh. Que sigo aquí. ¿Puede alguien contarme lo que está pasando, por favor?

             — ¿Y tú? ¿Por qué no me cuentas quién eres?

             —Oh, no, señor... —dijo con una suave carcajada, y retrocediendo sobre sus pasos —Yo no confío en Ángeles.

             —Arcángel —corrigió puntilloso, levantando un dedo y sonriente.

             Maison se rió con suavidad y respiró hondo. Ojalá. Eso pensó. Ojalá Gabriel fuera a quien, en el fondo, llevaba toda la vida buscando: su padre.

             —No pasa nada Will. Gabriel es bienvenido aquí —Will la miró con reproche, con intención de contestarla, pero prefirió callar.

             — ¡Genial, Maisie! Veo que eres tú quien lleva las riendas de la casa, ¿eh? —Gabriel se tiró al sofá, justo en el sitio de Will, quien empezaba a hartarse ya de su presencia —Bueno, antes de instalarme ni nada, debo advertiros: estoy en un lío.

             —Como no...

             — ¿En qué clase de lío? —preguntó Maison, preocupada, sentándose a su lado; Will rodó los ojos con desesperación.

             —Un pequeño negocio por terminar. Una venganza bien servida —respondió —. Verás, fui timado y vendido por unos tipos en los que confié plenamente. Ahora busco la forma de matarlos a todos. La verdad, el mundo estaría mucho mejor sin bichos como esos...

             Will lo miró de reojo. Ya le había visto las intenciones, con su forma de hablar tan extraña para él, su repentino interés por Maison, después de años y años sin preocuparse por dónde estaría, o quién se la habría llevado. Y casualmente, tenía un problema, seguramente, con el que podía lidiar solo. Will miró a Maison, tenía que hablar con ella. No se fiaba de ese tipo.

             — ¿Y cómo te podemos ayudar? —preguntó Maison, con seguridad.

             —Espera, ¿lo harías?

             —Sí. Claro —se encogió de hombros. Gabriel sonrió.

             —Quizás seáis cazadores inexpertos, pero sé que habéis conseguido muchos logros vosotros solitos. Solo necesitaría que me ayudarais a matar uno por uno a todos los integrantes de esta lista.

             Gabriel se sacó un pequeño papel, estilo lista de la compra, del bolsillo y lo dejó en la mesa. Su pícara mirada siguió los movimientos de Maison que se echó hacia delante para leerla; Will permaneció en su sitio, de pie, mirando serio a ambos intermitentemente. En la lista había cuatro nombres escritos a mano: Fenrir, Narfi, Sleipnir y Loki. En ese orden. Cuando Maison leyó el último nombre se quedó un poco ensimismada, pensando en que Loki era el Dios del Engaño. Pero, Gabriel, también lo era. Necesitaba una explicación, pero... Pensaba aceptar el trabajo.

             — ¿No era Loki el Dios del Engaño? —Gabriel asintió — ¿Y por qué has dicho antes que tú...?

             Extendió los brazos.

             — ¡Soy el bromista! Loki me ayudó en su momento, me dio una imagen, digamos que fue como una identidad secreta, como en un programa de protección de testigos —explicó —. Pero después me vendió a un Demonio, Asmodeus y me torturó —Maison miró por fin a Will, aunque se debió a que había mencionado al mismo Demonio que los había atrapado.

             Will aprovechó y la hizo un gesto. Maison se disculpó en voz baja y ambos se metieron en la habitación de ella, para entornar la puerta tras ellos.

           — ¿En qué estás pensando? —preguntó Will, de malhumor. No se fiaba de su nuevo... ¿Amigo? ¿Podían llamarlo así? —No conocemos de nada a este tipo, Maison...

          —Tú no lo conoces. Yo sí —corrigió.

          — ¡Oh, por favor! Eso no cuenta, ¿cuántos años tenías? ¿Cuatro, cinco? Maison, ya has visto lo que es. Te están buscando, ¿y no se te ocurre otra cosa que ofrecerle ayuda a quien te puede vender?

          —Will, de verdad, no va a hacerlo. Ya le has oído, también huye de los Ángeles. Lleva sin tener relaciones con el Cielo... ¿Desde cuándo? Siglos...

          —Pues yo no me creo nada de eso. Además, ¿qué rollos se puede traer ese con Loki, dios del engaño? —preguntó, poniendo la voz grave, dando importancia al nombre del dios nórdico —Ya te digo yo que nada bueno. Vamos a meternos en un buen lío.

          — ¿Y qué más podemos hacer? Si nos fuera a vender, si fuera a entregarme al Cielo por un buen precio, como dices, ya lo habría hecho. Will, nos salvó de que nos atraparan los federales y nos trajo a casa. ¿En serio no confías en él?

          —Solo está suavizando el terreno.

          Maison bufó con rabia y hastío. Últimamente estaba teniendo más broncas con Will de las que pensó que tendría. Todo iba muy bien entre ellos —y más desde que ella dijo que deseaba que Jack fuera su hermano, o algo así —, sin embargo, una opinión diferente servía para distanciarlos un poquito más. Y de nuevo, sentía ese pesar, porque a cada persona que se acercaba, cada persona que quería, desaparecía de su vida. Hasta ahora, la mayoría por no decir todos se habían muerto. Pero parecía que el destino de Will iba a ser diferente. Todo apuntaba a que iba a dejar de quererla —que no se refiere a dejar de amarla, porque Maison no se daba cuenta de los sentimientos que su amigo tenía —y lo que menos quería en ese momento era perder a alguien más, perder a una de las personas con las que mejor se sentía, y con quien se sentía, sobretodo, querida.

          —Will. Aunque no te guste esto, necesito que de quede, necesito pasar tiempo con él porque solo él sabe quién soy. Y si no le ayudamos, él no nos ayudará. Y necesito que me ayude. Solo él puede.

          Will la miró indeciso, de brazos cruzados. Siempre daba el brazo a torcer, siempre dejaba que lo que Maison decidiera fuera decisión de ambos, pero empezaba a estar cansado de eso. Por una parte. Por otra, sentía que si no lo hacía, probablemente Maison nunca sabría quién era. Y de nuevo dividiendo su dilema en dos, por una parte, le parecía la idea más horrorosa que exista, privar a alguien de su identidad y por lo tanto de su libertad, pero por otra, si nunca averiguaba quién era, solo le tendría a él. Y estaba dispuesto a ser egoísta por no perderla.  

             —No, Maison —dijo al final —. Esta vez no. Llevo cuidando de ti mucho tiempo...

             —No exageres, Will —interrumpió, severa.

             — ¡Déjame hablar, Maison! Dios. Primero fueron los Winchester. Vale. Respeto que no quieras tener nada que ver con ellos. Pero si es que hubiera parado ahí... Castiel y Lucifer. ¡¿Qué cojones pasó allí?! ¿Eh? Sin conocerles de nada, ya ibas a soltarlos, pero la necesidad que tenías de hacerlo, ¡era irracional! Era como si los conocieses de siempre, como si fueran tu familia... Y depués llegó Jack.

             —Pero vamos a ver. ¿Qué te pasa a ti con Jack? Desde que apareció, le tienes entre ceja y ceja, ¿por que? ¿Es que te ha hecho algo?

             —No me tires de la lengua, Maison...

             —No, si tienes algo que decir, ¡dilo! No te lo calles.

             Will la miró de reojo. En el fondo sí quería hacerlo. Quería cogerla y decirla lo que sentía, que ella sonriera y que contestara con un "yo siento lo mismo". Pero no de atrevía. Y en realidad, y a pesar de lo que ella dijo al respecto, sentía que Jack y ella tenían algo que ellos nunca lograrían. Y lo envidiaba, tanto que le quemaba.

             —Después de todo lo que he hecho por ti, después de haberme tragado todos tus dramas familiares, tus repentinos cambios de opinión, respecto a Jody y sus adolescentes, a Sam y Dean Winchester, a los Arcángeles... No tienes derecho a hablarme así. De no ser por mí estarías por ahí vagando sola.

             —Y de no ser por mí tú serias un pobrecillo que huye de su familia, aun sabiendo que lo es, cuando ellos quieren que vuelvas a casa... ¿Yo soy irracional? No me fío de nadie, Will, nunca lo he hecho, y eso ha sido porque siempre he estado sola, y la gente que amaba, moría a mi alrededor. Si supiera la verdad sobre los Winchester, si realmente uno de ellos fuera mi padre, no me importaría lo que Crowley dijera, lo que pasara con él, les daría una oportunidad.

             —Y si tantas ganas tienes de saberlo, ¿por qué no vas de una vez con tus queridos Winchester a preguntar?

             — ¿Es eso lo que quieres? ¿Que me vaya?

             — ¡¡SÍ!!

              Will se frenó. No. ¿Qué estaba pasando? Estaba furioso, colérico, quería que desapareciera en ese mismo momento, o desaparecer él. Sí, quería que se largase, pero cuando pensaba esto y lo oía en su cabeza, no podía creerse que lo estuviera haciendo. ¡Era Maison! ¡Estaba enamorado de ella! No podía dejar que se fuera. Sin embargo, su respuesta y seguido silencio fue tomado por la chica como una despedida cruel. Asintió y salió de la habitación. Will reaccionó unos segundos más tarde, saliendo tras ella.

             —Tío Gabe, nos vamos.

             Gabriel de levantó inmediatamente y se acercaron a la salida. No tenían nada, solo el viejo diario de su madre, eso fue lo único que Maison de paró a coger. Miró una última vez a Will y salió por la puerta.

             —No... No. ¡Espera! ¡Maison! No iba en serio.

             —Adiós, Will.

             —Maison... —la veía alejarse junto a un Arcángel que tenía por traidor. La iba a perder y todo por no haberle dicho lo que sentía cuando preguntó. ¡No!  Él tenía que insistir en su cabreo. No podía quedarse en silencio — ¿Quiered saber qué me pasa con Jack? ¡Bien! Lo que me pasa es que vi cómo lo mirabas y cómo lo hablabas. Y te veo cuando hablas de él. Mi problema es que, lo que sientes por Jack, es lo que yo siento por ti. Maison estoy...

             —Enamorado de mí. Sí, vale. Pero eso no va a cambiar nada, Will. Si ya sabes que no te correspondo, ¿de qué te sirve?

             El corazón de Will se rompió en mil pedazos al oír esas palabras. Y más sabiendo que la culpa había sido suya, por insistir en unas cosas más que en otras. Y mientras, Maison se marchaba de su lado, dándole vueltas a lo que había pasado.

            No era tonta. Will demostraba su afecto de algunas formas muy suyas, como insistiendo en poner la música del otro antes que la suya. Pero ella no podía verlo más que como su mejor amigo. Y la lástima es que acababa de romperse ese hilo rojo que los unía, descubriéndose, que en realidad no era rojo. Porque el hilo rojo, ya le pertenecía a otro...

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