XVI
🌙 Atrapados, juntos 🌙
¿Qué hora sería? ¿Cuánto tiempo llevaban allí? ¿Cómo podrían salir? Últimamente, estas preguntas se repetían con frecuencia en la cabeza de Will. Sentía que había fracasado en su misión de salvar y cuidar de Maison, y cada vez lo veía más evidente. Y no importaba cuantas veces le repitiera Maison que ella había sido quien los había metido en aquella situación tan peliaguda, porque Will no iba a reprocharle nada a ella.
Los poderes de la chica tampoco estaban funcionando, y el no salir de aquella celda no la venía nada bien. Estaba débil, todo el día cansada, tenía la batería en el área roja y no había forma de recargarse allí dentro. De esta forma, Maison se había quedado dormida después de veinte minutos despierta entre siesta y siesta. Apoyaba la cabeza sobre el hombro de Will, que miraba con expresión seria al pasillo entre los barrotes. Aunque cada vez que ella se movía, el chico la miraba con delicadeza y procuraba acomodarla lo mejor que podía.
—Oye —llamó uno de los dos individuos que había en las celdas de enfrente —, ¿le pasa algo a tu amiga? No creo que haya visto a alguien dormir más que ella...
—Está débil. Este sitio... Este lugar tiene algo que está acabando con sus fuerzas.
—Entonces que no pruebe a tocar los barrotes, te pegan un calambrazo que te deja tieso —comentó el mismo.
—Eso te sucede a ti, Lucifer, porque estos barrotes y estas celdas están cargadas de conjuros con tra Ángeles y Arcángeles —añadió con pesadez el Ángel de la gabardina.
— ¿En serio que soy el único aquí al que no le suena raro que digan el nombre Lucifer? —preguntó Will, incómodo.
—Me caes bien, chico —comentó el diablo . Bueno, volviendo al tema—se acercó de brazos cruzados a los barrotes y señaló a Maison con un gesto de cabeza —, ¿qué pasa con ella?
— ¿Qué pasa con qué?
—Pues con ella... ¡Ella! ¿Qué la pasa?
—Ya te lo he dicho, está débil.
Lucifer rodó los ojos.
—Eso ya lo sé. Me refiero a qué pasa con ella. ¿Qué es? Dijiste que tenía poderes, ¿verdad?
—Pues... Sí, pero no lo sé... Ni si quiera ella lo sabe.
Will miró de reojo a la chica que aún dormía sobre él. Recordando sus palabras, la forma de contarle lo que la ocurrió, sentía un fuerte nudo en el estómago al pensar que su vida realmente había sido horrible. Y que verdaderamente, ella lo necesitaba a él, más de lo que pudiera creer o fingir. Porque era lo único que le quedaba... ¿O quizás no?
—Bueno, en realidad —recordó de pronto —, sí que hay algo, aunque no sabemos si era un farol o era real...
— ¿Y qué es? —preguntó Lucifer.
Will los miró. El diablo parecía realmente interesado en lo que fuera a decir, seguramente, para utilizarlo más adelante o para escapar —cosa que por cierto llevaba rato preguntándose; ¿qué hacía Lucifer encerrado en una cárcel de los demonios? —, el chico no terminaba de fiarse de él. El otro Ángel, en cambio, no estaba tan atraído por ello. Se veía cansado, impaciente y tranquilo al mismo tiempo. Lo primero que podía decir Will de esos dos era no se llevaban muy bien, ya fuera porque uno era el maldito diablo, o porque el otro no lo soportase.
— ¿Habéis oído hablar alguna vez de los Winchester? Son cazadores... —Su intención era explicar todo lo que sabía de ellos, pero rápidamente reaccionaron.
El desinteresado pareció entrar de lleno en la conversación. Estaba apoyado en la pared de brazos cruzados y al oír aquel nombre, se despegó de ella, como impulsado por un muelle, y se acercó a los barrotes, sin llegar a tocarlos. En cambio, el diablo sufrió una reacción alérgica y se fue al interior del calabozo quejándose en voz alta.
— ¡Joder! ¿Es que uno no puede pasar un día tranquilo sin que esos dos idiotas aparezcan en una conversación?
Will levantó una ceja. No. No parecían agradarle mucho.
— ¿Qué pasa con ellos? —preguntó Cas.
—Es posible que se esto sea mentira. Ella también lo piensa, la verdad, pero... Si por algún casual fuera cierto —miró de reojo a la chica —Haría lo que sea porque fuera así —comentó —, no quiero que se quede sola.
—Yo conozco a los Winchester —confesó —, sea lo que sea que suceda, la ayudarán, estoy seguro.
— ¡O la perderán! —exclamó Lucifer —Como han hecho con mi hijo...
— ¡Cállate, Lucifer!
El susodicho se giró boquiabierto, realmente afectado, aunque Will no estaba seguro de si era totalmente real o una sobreactuación, porque ya había decidido que Lucifer era una drama queen.
—Me ha dicho que me calle... —farfulló, hablando para sí, y diciendo cosas que ninguno escuchó, sorprendido de que Cas le hubiera llamado la atención.
—Como decía... —Will volvió a mirar al Ángel de la gabardina —Hace un tiempo, Maison de cruzó con... —rodó los ojos; últimamente no dejaba de decir cosas que jamás creyó reales, o personificadas —Con La Muerte.
— ¿La Muerte?
—Sí. Me contó que apareció de pronto, quería llevársela, aunque parece que La Muerte no la dijo nada de eso... Quería llevársela para dejarla con los Winchester.
— ¿Y eso por qué? —preguntó Cas.
—Porque según la muerte, Maison es hija de uno de ellos.
Los aliados guardaron silencio y permanecieron extremadamente quietos. Ambos conocían perfectamente a los Winchester, pero ninguno era consciente de este detalle. ¿Una hija? Aquella misteriosa chica, que físicamente no compartía ni el más mínimo rasgo con los hermanos, era una Winchester. ¿Cómo? ¿Cuál de los dos era su padre?
—Maison es un poco pesimista con todo este asunto. Creo que la principal razón por la que no cree que sea cierto es porque nunca nada le ha resultado tan sencillo. Y yo pienso igual que ella en ese sentido. Le ha ido muy mal toda su vida, siempre que creía encontrar a una familia que ocupase ese vacío que sentía, ésta desaparecía de un plumazo, se la arrebataban. ¿Y ahora La Muerte aparece y la dice que puede ir con su familia de verdad? No creo que sea tan fácil. Todos sus amigos están muertos, solo le quedo yo —explicó alicaído Will; Cas sintió lástima, por ambos —. Y por esa misma razón, quiero creer. Quiero pensar que hay una posibilidad, por pequeña que sea, de que sea cierto, de que los Winchester son su familia y que por fin la vida le ha dado algo bueno. No merece seguir sufriendo... Se merece ser feliz.
Lucifer sonrió de una forma divertida. Se acercó de nuevo a los barrotes y miró a los chicos de una forma adorable —y burlona al mismo tiempo —.
—Eso es amor, sí señor.
— ¡¿Qué dices?! —exclamó él sonrojado — ¡Solo somos amigos! No inventes.
—A mí no me engañas, chaval. Te gusta esa chica y sería mentir el negarlo.
— ¿Desde cuándo Lucifer es Cupido?
— ¡Oh, vamos! Que sea el diablo no significa que no sepa amar...
— ¡Sí! Es exactamente eso. Tú no amas nada.
— ¡¿Cómo que...?! —se calló en ese momento, pensativo —Bueno, vale, sí, yo no amo nada. ¡Pero a ti te gusta esa chica, deja de mentir!
Will miró a Cas, afectado, sorprendido, confuso. Ese comportamiento tan infantil no era precisamente lo que se imaginaba ver en el diablo.
— ¿De verdad que es Lucifer? —preguntó, señalándolo.
Cas asintió; también pensaba lo que Will. Este Lucifer no era lo que todos creían. Podía ser malo, pero su comportamiento irritante no era para nada el del mayor villano de la historia.
Maison era inteligente. Y sabía que ese Asmodeus lo era aún más. Pensaba en una forma de salir de ahí con vida, pero las opciones eran mínimas. También había comprobado que los hechizos de los barrotes la afectaban a ella, aunque no tanto como estaba aparentando. Debido a que no podría romperlos ni salir así como así, había trazado un plan que solo podría llevar a cabo una vez. Era muy arriesgado, pero confiaba en que sus poderes fueran efectivos una vez estuvieran fuera del calabozo.
— ¿Sabes? Empiezo a acostumbrarme a estar encerrado en lugares oscuros —comentó Will, sentado en el suelo, pegado a la pared del fondo y mirando hacia arriba, pero al vacío.
—Yo que tú no me encariñaría demasiado con estas paredes, Will —Él dirigió una mirada confusa hacia la chica, que con una sonrisa, confirmó sus sospechas.
Will abrió los ojos y se arrastró rápidamente hacia ella, que le miraba con esa pícara sonrisa que ponía siempre que estaba maquinando algo.
— ¿Tienes un plan?
—Tengo un plan. Y empieza por no morirnos aquí... Más o menos.
— ¿Más o menos? ¿Cómo que más o menos?
— ¿A qué potencia tienes tus superpoderes, Will?
—A baja. A muy baja potencia, ¿por qué? ¿Qué quieres que haga?
—Algo muy fácil —hizo una pausa para asegurarse de que nadie los escuchaba, o al menos, ningún demonio —. Necesito que me mates.
— ¡¿QUÉ?! —Maison le tapó la boca nada más oírlo gritar y le mandó callar, aunque ya era tarde como para pasar desapercibido, al menos podrían esconder sus intenciones.
Lucifer alzó la mirada para ver a los dos adolescentes, muy cerca el uno del otro, y una sonrisa maliciosa se le dibujó en la cara. Castiel también los estaba mirando, aunque más bien estaba pensando, no le importaba mucho lo que estuvieran haciendo.
— ¡Eh, que venga alguien! Estos dos necesitan privacidad. ¡Ponedles unas cortinas o algo! —Los adolescentes le miraron con desdén; Castiel rodó los ojos impaciente.
— ¡¿Qué pasa ahí?! —era él. Asmodeus estaba entrando al pasillo.
Maison miró angustiada a Will. Le quitó la mano de la boca y en voz muy baja le metió prisa. Discutieron de forma incomprensible lo que Maison le había pedido, a lo que Will se negaba, pero Maison insistía en que debía hacerlo.
— ¿Qué pasa con vosotros...? —Asmodeus se asomó al calabozo de los jóvenes y se quedó quieto mirando ensimismado el cuerpo sin vida de Maison — ¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?!
Will miraba a Asmodeus sin saber muy bien qué decir, a pesar de que él lo miraba incisivamente, esperando a que le contestase. El chico estaba pálido, procuraba no mirar el cuerpo de Maison, al cuál aún agarraba una congelada mano. Asmodeus abrió las puertas furioso, detrás, la mirada sorprendida de Castiel y la —exageradamente —asombrada de Lucifer, presenciaban como el demonio había caído en la trampa. En el mismo momento en el que Will se retiró despavorido del cuerpo de Maison y Asmodeus se agachó para palpar el cuello de la chica buscando los latidos de su corazón, recibió una patada en la espalda que lo tiró al suelo. Will aprovechó para salir y cerrar la puerta tras él. El demonio se giró entonces, gruñendo, y fue cuando la vio.
—Deberías darme las gracias —dijo Maison con una satisfactoria sonrisa en la cara; Asmodeus miró a su alrededor, fascinado e irritado al ver lo que esos dos mocosos habían hecho —, ya no tendrás que ver lo que pasa cuando Will se enfada.
Lucifer se rió con fuerza. Castiel se limitó a sonreír con admiración a la jugada de los chicos. Aunque Will seguía con una cara de susto que no podía con ella, en el fondo, estaba aliviado de que todo hubiera salido bien.
—Qué lástima —farfulló tenso y encrespado el demonio —, me picaba la curiosidad de saberlo.
—Oh, si es eso... Se convierte en Hulk —Asmodeus la miró con odio, pero con tanto odio que no le cabía en el cuerpo.
Maison sonrió inocentemente —quizás no tanto —mientras Will se acercaba a las puertas de Lucifer y Castiel. El diablo lo miró confuso y él le respondió con una mirada muy poco convencida, pero aún así, no se movió de allí.
— ¿Te importaría no mirarme así? No sé si sentirme bien porque estoy liberando a alguien, o mal porque ese al que libero es el puto Satán.
Lucifer cambió la cara, puso los brazos en jarras y negó con la cabeza.
—Menudo vocabulario... Deberías aprender a hablar mejor, chico.
—Maison, ¿seguro que quieres que lo soltemos?
La chica pasó por su lado y miró de arriba abajo a Lucifer. Él juntó las manos, rezando, y puso ojos de cachorrito. Maison sonrió con soberbia.
—Después de eso se merece una galletita. Saquémoslos de aquí —Lucifer sonrió ampliamente, aunque Will seguía con esa cara de desaprobación.
—Gracias —dijo el otro ángel acercándose a los barrotes, Maison le miró a los ojos y sonrió —. No teníais por qué molestaros en nosotros.
—Ya —respondió toqueteando los barrotes con cuidado de no hacerse daño con los hechizos —, pero ya que estamos... Vosotros habríais hecho lo mismo, ¿no?
—Yo no —contestó Lucifer —. Pero Cas tiene principios.
— ¿En serio, Maison? ¿Este tío? —preguntó incómodo Will.
—Will, no le esuches, tú céntrate en abrir esa puerta, ¿vale? —contestó Maison con voz tranquila.
— ¿Mi señor? —Todos miraron al fondo del pasillo; alguien se acercaba, y no parecía ser amigo.
— ¡¡AQUÍ!! ¡DEPRISA!
Cas se acercó tanto como pudo a los barrotes, de igual forma que Maison, para no hacerse daño. Lucifer se retiró, en cambio, acercándose al fondo de los calabozos.
—Marchaos —dijo el ángel.
— ¿Qué? Ni hablar. Vamos a irnos todos juntos.
—No seas tonta, niña —riñó Lucifer desde lo más profundo de su celda —. Os van a coger.
—Maison. Te llamas Maison, ¿verdad? —Ella miró a Castiel y asintió —Escucha, tenéis que iros. No perdáis la vida salvándonos. Estaremos bien.
—Pero no es justo.
William miró a Castiel con lamento. Tampoco quería dejarlos ahí —sí, también quería sacar a Lucifer —, al fin y al cabo, "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", pero no podía permitir que los cogieran otra vez.
—Maison, tenemos que irnos —cogió del brazo a la chica, pero ella se negó.
— ¡No! ¡Will! ¡Suéltame! Vamos a sacarlos de aquí.
—Maison, ¿te has vuelto loca? ¡Nos van a coger, y ya sí que no podremos escapar!
—Escúchale, Maison. No nos debes nada.
— ¡No! Castiel, puedo sacaros.
Los pasos cada vez estaban más cerca.
—Si quieres ayudarme, busca a los Winchester.
— ¿Qué? No, ni hablar. ¡Suéltame! —gritó y tiró de su brazo; sin querer, lanzó a Will por los aires con sus poderes, dejando a los tres seres boquiabiertos, sobretodo al ver sus ojos dorados.
—Eres un... —murmuró Castiel.
—Nefilim —concluyó Asmodeus; gruñó —. ¡¿DÓNDE ESTÁIS?! ¡INTENTAN ESCAPAR! —gritaba llamando a los demonios.
—Maison —la llamó el ángel —. Busca a los Winchester, y diles dónde estoy. Ellos vendrán a buscarme, pero tú lárgate de aquí.
Maison lo miró confusa. No quería dejarlos allí. No era justo, eso se decía una y mil veces, pero igual que algo la impedía abandonarlos, había otra cosa que tiraba de ella para sacarla de ahí. Se giró de pronto y dio un respingo al encontrarse con quien menos se esperaba.
— ¡¿Qué haces ahí parada?! ¡Sal de aquí, Maison!
—Crowley —susurró.
El demonio parecía histérico, mirando todo el rato a las espaldas de Maison. Ella se giró para mirar por última vez a Castiel. Él asintió e hizo lo mismo que Lucifer, retrocedió hasta sentarse en el banco del fondo. Maison miró a Crowley un segundo antes de correr hacia Will y salir de allí tan rápidos como pudieron.
Los demonios llegaron al pasillo y sacaron a Asmodeus, quejándose en voz muy alta, golpeando al aire y acercándose a la celda de Castiel.
—Reza porque esa mocosa no busque a tus queridos Winchester. En el momento en el que se presenten aquí los mataré frente a ti —bramó amenazante, después salió de allí deprisa y seguido por sus demonios, diciéndoles que saliesen a buscar a los chicos.
—Tú... Tú también lo has visto, ¿no, Cas? —preguntó Lucifer.
Sí. Todos lo habían visto. Y todos lo habían oído. Maison era un Nefilim. Otro Nefilim. Ahora todo cobraba sentido, la historia que les contó Will, de que se había pasado la vida huyendo y en peligro, era un Nefilim, los Ángeles debían haberle hecho la vida imposible. Castiel echó la cabeza hacia atrás. Un Nefilim. Una Winchester. ¿Quién era esa chica?
— ¡¿Es qué estabas pensando?! —exclamó Will conduciendo a toda velocidad por la carretera, alejándose de aquella demoníaca ciudad — ¡Maison! —Ella estaba en silencio, pensativa y anonadada. Will la miró un par de veces, volviendo a prestar atención a la carretera —No... No, ¡ahora no te vas a quedar callada!
Pero Maison no dijo nada. Will, gruñendo como un animal, dio un volantazo y se salió de la carretera, bajándose y cerrando de un portazo. Estaba lloviendo muy fuerte, el chico no tardó en calarse entero y en sentir frío, pero estaba tan furioso que no hizo caso al agua que caía como una catarata por su negrizco flequillo. Maison dentro del coche seguía afectada. Respirando con fuerza.
— ¿Qué te pasa? —preguntó Crowley, sentado en la parte de atrás, ella levantó la mirada al oír su voz — ¿Me estás oyendo, Maison?
—Yo... —Un relámpago iluminó el oscuro interior del coche.
— ¿Maison? —Crowley notaba los sentimientos de la chica, estaba confundida, había sentido algo extraño estando allí, pero no sabía si era algo bueno o algo malo.
—Tranquilo —le dijo, notando la angustia en su voz —. Es solo... Algo extraño... —miró al exterior del coche. Will estaba muy tenso, pateando al suelo —Ahora vengo.
—No, Maison, ¡espera! —exclamó Crowley, pero ella ya estaba fuera.
Cubriéndose con su cazadora, corrió al lado de Will. Se detuvo junto a él y guardó silencio, mirándole tranquila, dándole ese espacio para que se desahogara.
— ¿Por qué has hecho eso, Maison? —se miraron a los ojos con franqueza — ¡Me has lanzado por los aires! Has... ¡Mostrado tus poderes! De verdad que lo intento, pero no te comprendo —suspiró; cerró los ojos y volvió a suspirar muy profundamente, puso los brazos en jarras y agachó la cabeza —. ¿Por qué? No lo entiendo. ¡¿A qué ha venido eso con los Ángeles?! ¡Son Ángeles, Maison! ¡Los que atacaron a tu familia, a tus amigos! ¡Los que mataron a Gavin! Y los que intentan matarte a ti, para variar... —Le dio la espalda, ella continuaba quieta, prestando absoluta atención a sus palabras. Will volvió a girarse rápidamente a ella; estaba realmente afectado —Y otra cosa, ¡no vuelvas a pedirme que te mate o que libere al maldito Satán! ¡¿Te queda claro?! —advirtió furioso.
Maison y Will se miraban de cerca bastante serios. Ella seguía callada, miró un poco a su alrededor antes de volver a enfrentarle con esos enormes ojos azules que tenía.
—Perdona —respondió, Will suspiró de nuevo, relajando un poco sus facciones —. Al final no ha sido el lugar ideal como te prometí.
Will se quedó mirándola incrédulo. Puso los ojos en blanco y volvió a gritar.
—Era un manicomio, Maison. ¡Un manicomio! Y por si eso fuera poco, además nuestro vecino, ¡era un Lucifer que me regañaba por hablar mal! Lo cual, ¡no tiene sentido! ¡¡EL PUTO LUCIFER NO ME DEJABA BLASFEMAR!! ¡¿CÓMO IBA A SER UN LUGAR IDEAL?!
Volvieron a mirarse en silencio y con seriedad. Sin embargo, esta vez rompieron a reír. Y así, riendo bajo la lluvia, Maison comprendió que Will y ella nunca pasarían mucho tiempo cabreados, por mucho que se hicieran, harían siempre las paces. Porque eran lo único que tenían, porque eran amigos, probablemente, los mejores amigos.
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