❝16❞
|Antes que nada, ¿se acuerdan que dije que iba a usar lo que sería el apodo de la rayis en la actualización anterior xxd? Sé que quizás pueda ser raro porque ya no usaré "T/N" como siempre ha sido desde el comienzo. En fin, seré rápida, el apodo de la rayis es Megy, raro, lo sé. Su nombre verdadero aún no saldrá. Solo espero que esto no cause problemas/confusiones y eso.|
Pd: Capítulo muy largo.
__________
—Megy, Megy, cariño, ¿qué carajos fue eso? —me preguntó Valentino, con una amplia sonrisa. Estábamos en su oficina.
Mantenía en alto mi mirada con Valentino, mi espalda recta en mi asiento, mostrando mi seguridad, intentando no flaquear ante él. Pero, en el fondo, no lo negaba, la figura y la sonrisa de Val eran inquietantes. Su sonrisa hacía que me imaginara que era Alastor el que estaba frente a mí, creando una sensación de inseguridad que odiaba.
—Realmente, señor, pido disculpas por el relajo que pasó allá afuera, en el bar en la madrugada. No fue mi intención chocar con ese estante —dije, sintiendo una fuerte pena y odio por pedir disculpas por mi error que fue ocasionado gracias a alguien más—. Sé que es una vergüenza, pero-...
—¿Te das cuenta que esas botellas que te cayeron encima, no eran simples mierdas del Infierno? —se inclinó más en su asiento, acercando más su rostro al mío—. Esas cosas vinieron desde el mundo humano. Odio saber que el dinero con el que compré esas cosas a ese estúpido humano acabaran en el suelo. ¿Qué haremos con eso, Little M?
Él entrecerró sus ojos, ampliando su sonrisa.
—Créame que puedo pagar todas esas cosas, con tan solo el trabajo de mis manos, con mi esfuerzo, Val. Usted no tema —respondí y sonreí—. He intentado hacer una agenda, quizás con la posibilidad de considerar trabajar pa-...
Valentino agarró mis mejillas, con autoridad, alterándome con su acción, interrumpiendo mis palabras, que expresaban mis ideales.
—¿Sabes CUÁNTO dinero se fue a la mierda, dulzura? —dijo entre dientes, manteniendo su sonrisa—. No creas que estoy hablando de cien dólares.
—Va-Valentino —reí un poco, intentando ocultar mis nervios—, pues, no sé cuánto, pero, como le iba diciendo, quiero hacer una agenda con mi trabajo en el hotel y quizás uno en su club, quizás así pueda conseguir el dinero que usted quiere. Es mi palabra.
Soltó mis mejillas, bruscamente, y se acomodó en su asiento, con una sonrisa burlona mientras sacaba un cigarrillo y lo encendía, poniéndolo en sus labios y soltó el rojizo humo. Entonces rio bajo y me miró.
—¿$3,500 dólares tendrán que estar en tus manos, entonces, eh? ¿Crees que tus habilidosas manos puedan con tanto, bebé? —burló—. Mira que puedes pagarme de una forma más fácil...
Fruncí el ceño. Mi preocupación empezó a crecer cuando escuché que eran $3,500 dólares. ¡¿Pero qué eran esas bebidas?! Cerré mis puños en la tela de mi vestido, con rabia y más preocupación.
¿Él dudaba de mi potencial? ¿De lo que yo era capaz de hacer? Yo podía hacer más de lo que estaba dispuesta a cargar en mis hombros, aguantando todo. Si él creía que yo no era lo suficiente para hacerlo, iba a renunciar a mi posible trabajo como barlady en su club, porque no quería que mis jefes dudaran de mis habilidades. Yo no había sido entrenada por un imbécil, fui entrenada por un profesional. Y, sobre todo, no iba a pagar mis deudas con mi cuerpo, no le vería ni un puto ápice de esfuerzo. Incluso me daba asco y vergüenza pensarlo.
Tanto que podía hacer, tanto talento, ¿y dejarlo a un lado para usar mi cuerpo? Sonaba fácil, mucho a mi parecer, incluso tentador, pero ésa no era mi manera. No veía lo difícil en eso.
Aunque... Sabía que meterse con Valentino era una locura, pero...
«Megy, he oído cosas sobre él, ten cuidado.» Las palabras que Husk me había dicho hace unos días atrás habían azotado mi mente en ese momento.
Salí de mis pensamientos cuando oí a Valentino.
—Amo esa mirada salvaje que tienes.
Dirigí mi mirada hacia él.
—Mira que te estoy ofreciendo algo que facilitará tu pequeña deuda.
Inhalé profundamente e iba a hablar, pero Val siguió hablando:
—Sin embargo, te diré algo: conozco a muuuchas personas como tú —juntó otra vez su cigarrillo en sus labios y soltó el humo. Entonces se puso de pie, mostrando su gran altura y se alejó un poco. Yo lo seguí con la mirada— que siempre consiguen todo con esfuerzo, con su propio sudor, algo muy honorable, para ser sincero; pero va a haber más de un momento donde vas a explotar y no sabrás qué hacer con tu trabajo. Que, con todo lo que te has esforzado durante años no te ayudará en todo y sentirás que eso solo será una mierdita más —se puso a mi lado y se inclinó hacia mí, haciendo que el olor a cigarrillo se hiciera más fuerte—. Sé que vas a negar mi pequeña y divertida oferta, Little M, pero no quiero estar una infinidad de veces repitiendo que tienes una deuda conmigo. No querrás acabar en la calle o en un apartamento de mierda como Angel, y no creas que me vas a pagar metiéndote en mis asuntos para que te dé las gracias. Haz lo que yo te diga y las cosas serán felices.
Sabía que él no iba a tolerar que las cosas se desviaran de sus expectativas, pero yo siempre daba lo mejor de mí con mi trabajo. Fracasar no era una opción para mí ni detenerme tampoco y mucho menos rendirme.
—¡Tranquilo, Val! —él se alejó, yendo directo a su asiento otra vez y se sentó—. Realmente no estoy para nada interesada en cosas de mafia, drogas y esas cosas —decía, tranquila—. Yo solo haré lo que prometí hacer desde que ofrecí mis servicios. Decepcionar a mis superiores no va conmigo —él alzó una ceja y me sonrió.
—Qué buena niña.
—Realmente tengo un grave problema... Mierda... —murmuré para mí misma, después de salir del mini bar del estudio pornográfico y abandonar el edificio, quedando en la calle, rodeada de un montón de hombres y mujeres que ofrecían sus servicios sexuales. Algunos actores. Otros no.
Recordar la conversación que tuve con Valentino hace tres meses atrás era algo que siempre estaba presente en mi mente y solo eran pocas las cosas que hacían que me desviaran de ello.
Pagar mi deuda no tenía fecha límite porque él había sido «piadoso» con mi deuda. Pero lo que yo ganaba en un mes ni siquiera era la mitad de la mitad. Si tan solo Val no robara dinero de sus empleados, quizás, tan solo QUIZÁS, le hubiese dado más que esa estúpida miseria que le había pagado hace poco, que habían sido $90 dólares, pero no, él seguiría robando. Incluso se empezó a reír del dinero que le había dado.
Pensaba que quizás un POCO de ayuda no me iba a venir mal, pero no podía aceptarla. Sabía que era mi problema y no el de los demás. Quería acabar aquello, por mí misma y no tener a personas encima mío solo diciéndome lo mismo, de que si esto aquí o que si esto allá... No. No era necesario. Sabía que podía hacerlo. Que mi asunto con Val solo era otra situación de muchas que ya había superado en el pasado. Pero, todo ese esfuerzo que ponía de más, explotando mi energía y mi cuerpo, me dejaba muy exhausta, con dificultades para dormir, y con horribles dolores musculares en los hombros y, en, algunos casos, la cabeza. Oh, y no se dejaba de lado las ojeras que ya se me empezaban a notar.
Llevé una mano a mi hombro, masajeándolo, y solté un cansado suspiro. Desde donde estaba de pie se veía la Torre de Reloj, indicando que ya eran las dos de la madrugada. Había perdido algo de tiempo en el estudio simplemente mirando y escuchando a Valentino gritándole a Vox sobre por qué su hamburguesa tenía queso, que si acaso Vox creía que él era una rata. Lo que me dio gracia y pena es que Valentino le arrojó la hamburguesa a la pantalla de Vox. Luego siguió Velvet, que quería agarrarme para hacerme una manicura, pero me negué, a pesar de lo insistente que era ella.
La otra gran parte del tiempo lo había aprovechado para ganar dinero con algunos actores que me pidieron tragos y cócteles hasta ponerse a llorar, a cantar —sobre todo en español— y a reírse cuando se pusieron ebrios en el mini bar del estudio, y no quise desperdiciar ese momento mientras se me acercaban a pedir más o a decirme halagos y a ofrecer sus servicios, que al final rechazaba. Lo había tomado como una buena opción y había funcionado tal y como lo había planeado.
Sentía que me estaba olvidando de algo o alguien, pero mi mente estaba ocupada con el asunto de mi deuda y se me hacía difícil concentrarme en otras cosas.
Entonces, metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón y saqué lo que había ganado con los actores.
—Bien... $150 dólares... —conté y sonreí un poco cansada al finalizar. No era mucho para lo que era mi deuda, pero de algo serviría—. Quizás más tarde haga más y-...
—Hey, guapetona —oí una voz seductora cerca mío. Entonces vi a una chica despampanante, con un top, mini falda y tacones muy altos frente a mí. Concluí que era un demonio zorro al mirarla mejor. Era muy guapa, lo admitía.
—Eh... ¿Necesitas ayuda en algo? —pregunté, con una pequeña sonrisa dudosa.
Ella se me acercó y estiró sus brazos hacia mí, hasta acomodar sus antebrazos sobre mis dolorosos hombros, con confianza.
—La ayuda la necesitas tú, cariño. Te ves taaan cansada... ¿No quieres relajarte un poco, eh? —ofreció, sonriendo con picardía.
—A-aa-ah... —tartamudeé algo penosa y retrocedí un poco, manteniendo mi postura y mi dinero en mano—. Es una linda oferta, pero-...
—Aww, qué terrón de azúcar eres —rio—. He visto que sabes usar bien esas manos... —susurró, bajando sus manos hasta llegar a mi cintura, acariciándola—. Me pregunto qué más podrías hacer con ellas...
Sentí mi rostro arder, sin saber si tomarlo como algún tipo de extraño e incómodo halago. Esa mujer, de cierta manera, me estaba hartando. No era la primera vez que me pasaba esas cosas, pero no eran tan frecuentes. El roce físico y sus caricias que bajaron hacia mis caderas me habían puesto aun más incómoda. Esos tipos de roces eran algo que no había experimentado desde hace décadas y odiaba la sensación que me daban al mirar que me las daba alguien no deseado.
—Éste... Jeje... Yo no estoy interesada —dije, lo más tranquila posible y retrocedí más, guardando mi dinero en el bolsillo de mi pantalón—. Si me disculpas, bella zorro, tengo que ir-...
Entonces sentí algo filoso y frío atravesar mi abdomen, haciendo que yo soltara un grito. Me había clavado un cuchillo haciendo que yo entrara en pánico. Y se me lanzó encima, intentando atacarme.
Yo reaccioné, intentando sacar el cuchillo, pero ella era un estorbo para que yo lo hiciera.
—¡HEY! ¡HAY PELEA DE PERRAS, BANDA! —oí una voz masculina y varios demonios se acercaron, interesados.
Esto no puede ser peor...
El dolor en mi abdomen empezaba a empeorar y me preocupaba demasiado. Si no sacaba el cuchillo, no se iba a regenerar y se iba a poner peor e iba a afectar en general mi cuerpo que se empezaba a debilitar por la pérdida de sangre. Pero esa chica, estando encima mío, intentando lastimarme con sus movimientos, enterraba más el cuchillo.
—¡UGH! ¡QUÍTATE DE ENCIMA, ZORRA ESTÚPIDA! —le grité, adolorida y molesta, agarrándole las muñecas con el fin de fracturarlas.
Pero, como balde de agua fría, mi pánico se hizo más fuerte al sentir que mi fuerza era «normal».
Los gritos de los demonios se hacían más fuertes. Unos apoyando a la chica. Otros a mí.
Sentí cuando su puño hizo impacto en mi rostro cuando se zafó de mi agarre. Ahogué mi propio grito de dolor, sintiendo un fuerte olor a sangre y llevé una mano a su cabello, tirando de éste como pude y le devolví el golpe, pero era estúpido.
—¡SATÁN! ¡QUÉ DEBILUCHA ERES! ¡ESTO NO ESTARÍA PASANDO SI NO HUBIESES GUARDADO TU DINERO! —me gritó con burla, agarrando mis antebrazos con una mano, y volvió a elevar su otro puño, listo para que yo lo recibiera—. Una vez que empeores más te quitaré lo que tienes, así sería una pelea justa. Te doy la oportunidad para que te defiendas.
Mi dolor se hacía más insoportable y se empezaba a expandir por todo mi cuerpo. Sus arañazos y golpes al azar, me desconcentraban. Escuchaba un pitido fuerte, mientras sentía que la sangre salía de mi nariz. Aquella sensación de inferioridad se hacía presente con un suceso del pasado que hizo que acabara en el Infierno.
Pero mi atención fue directo a sus palabras, haciéndole yo más caso a la palabra «Debilucha».
—¿«Debilucha»? —balbuceé, sintiendo cómo su puño impactó fuertemente en mi pecho, haciendo que yo gritara y apretara mis puños.
Era inútil. La pérdida de sangre ya me estaba empeorando. Empecé a oír a varios demonios insultarme.
Débil.
¡¿No puedes?!
Qué pelea de mierda, la otra ni siquiera hace nada.
¡Esa cosa ni una buena pelea puede dar!
Fruncí de más el ceño, enojada.
¡PONTE DE PIE Y HAZ ALGO, CARAJO!
Sabía que lo que yo iba a hacer me iba a empeorar, pero, no había de otra. No podía soportar la humillación. Hice presión con mis brazos, aguantando el dolor hasta que me zafé de su agarre. Agarré su cuello, apretándolo hasta que la lancé bruscamente contra el suelo soltándola y me puse arriba de ella. Invoqué una daga y la clavé sin piedad alguna en su pecho. Su grito se hizo de menos con los gritos de aquellos que se emocionaron ante mis movimientos.
Ella me devolvió el puñetazo al rostro, enojándome aun más y jaló mi cabello, haciendo que me empezara a quejar dolorosamente. No iba a dejar eso así, teniendo los ojos de todos en mí, importándome poco el sabor a sangre en mi boca.
Detente.
Llevé otra vez, forzadamente, ambas manos a su cuello, apretándolo con odio. Los demás empezaron a gritar más.
Apreté mi mandíbula, soltando bajos gruñidos, empezando a ejercer más fuerza en su asfixia.
—Estúpida... De haber sabido que me ibas a atacar, tú ya serías asunto resuelto —balbuceé e hice mi cabeza a un lado, escupiendo sangre, realmente, sentía que iba a vomitar.
Ella me miraba con molestia, e intentó quitar mis manos, clavándome sus garras en mis antebrazos e intentando hacerlo en mi rostro, pero no pudo. Sus piernas también intentaban lastimarme, pero yo misma me empezaba a lastimar al estar dando mi fuerza estando yo herida.
Entonces sentí que pasó violentamente sus garras en mi pecho y grité, sintiendo cómo la sangre se escurría hacia mi abdomen. Yo tan solo abusé de más mi fuerza en su asfixia, con furia y mucha preocupación hacia mí misma.
No puedo más.
Empecé a gruñir más de lo normal, con odio, mirando cómo ella se atrevía a lastimarme.
—¿Te crees una reina por ponerme en este estado frente a muchos? —empecé y me acerqué a su rostro—. ¡¿CREES QUE ME DEJARÁS EN ESTÚPIDO?! YO JAMÁS SERÉ EL HAZMERREÍR DE OTROS, OH, PORQUE, SI CREES QUE SERÁ ASÍ, CRÉEME QUE ESE HAZMERREÍR MURIÓ DESDE HACE MUCHAS DÉCADAS —grité, y quité una mano de su cuello. Con mis dientes quité mi guante, lo lancé e hice crecer mis garras y las enterré en su rostro haciendo que ella soltara un alto gruñido que luego se convirtieron en gritos ahogados por su asfixia.
Un tipo de satisfacción creció en mi interior al escuchar que sus gritos casi inaudibles eran causados por mí y que muchos gritaban, apoyándome, y dejé llevarme para hacer que los demás me miraran tan solo a mí, derrotar a aquella que se volvió por su cuenta en mi presa.
—Has cometido un error —murmuré, sacando mis garras de su rostro—. Tú ni siquiera estás a mi nivel, ni te veo en mi nivel. Ya me hartó esa pequeña confianza tuya con esto.
Solté su cuello y oí cómo ella empezó a toser y a agarrar bocanadas de aire. Ante su baja guardia dirigí mis dos manos bruscamente a sus hombros, haciendo presión en éstos. Ni siquiera lo había dudado cuando hice crecer de más mis colmillos y mordí fuertemente su cuello, ella intentaba separarme, pero yo tan solo profundizaba más mi mordida sintiendo el sabor de su sangre.
Sus gritos de desesperación. Sus garras clavándose y cortando la piel de mi espalda y hombros. La gente poniendo su atención en mí, tan solo en mí, en mi dolor físico y quizás en el de ella habían llevado a que las garras de mi mano se clavaran en su hombro violentamente escuchando cómo sus tendones se rompían desde adentro y cómo su carne se separaba, con el fin de que yo se lo arrancara.
Hasta que pasó.
Me separé de ella, sintiendo su sangre correr por mi barbilla y lancé su mutilado brazo por otro lado y me puse de pie, con mi respiración agitada, con la poca fuerza que me quedaba, sintiendo cómo cada parte de mí temblaba. Pasé el dorso de mi mano por mi barbilla, quitando la sangre.
Miré a mi alrededor. Algunos me miraban y gritaban con admiración y otros me miraban con horror.
La victoria era mía.
Miré a la chica, que estaba encima sobre su propio charco de sangre, mientras que su cuello tenía un montón de picadas a causa del veneno que le di al morderla.
—¡E-ERES UN... MONSTRUO! ¡AAARGH! —me gritó, mientras se sentaba adolorida y con molestia, mirando que su brazo no estaba con ella. Yo llevé mi pie a su pecho e hice presión en la daga, enterrando por completo el filo hasta que ella se acostó, gritando y gruñendo dolorosamente.
Yo ya era la superior, la número uno, entre ambas.
—Esto es una clara señal de que nadie debería meterse conmigo, y tú lo hiciste, lo buscaste —dije, con superioridad, y saqué el cuchillo de mi abdomen y lo lancé bruscamente hacia otro lado, sintiendo un gran alivio.
Miraba y escuchaba cómo me suplicaba para que yo me detuviera. Que no tenía sentido que yo siguiera torturándola. Que ya había ganado. Y empezó a rogarme.
Un lado mío se llenaba de poder, superioridad, satisfacción y orgullo al mirar cómo me rogaba. Era tan inferior a mí. Pero, por otro lado... Solo me acordaba a mí cuando Alastor me asesinó.
Mi posición con ella, aplastándole el pecho para que sufriera más mientras gritaba hizo que la consciencia de mis actos iluminaran mi mente y me separé, retrocediendo con temor.
Yo miraba a la chica, pero su imagen se empezaba a distorsionar. Esa realidad se empezaba a distorsionar, hasta que todo se transformó en lluvia, lodo, árboles, el cielo nocturno del mundo humano y... Yo...
—¡Felicidades, mujerona! —me dijo un chico, que se acercó a mí, con felicidad y palmeó suavemente mi espalda, sacándome de mis pensamientos y de ese mundo—. Vaya que esto lo sentí como en el Coliseo Romano... ¡Sangre, dolor, sufrimiento, mutilación, tortura, GRITOS! ¡Tan solo hizo falta que fueras un león y devoraras por completo a tu víctima! ¡Eres genial en la arena! Si quieres, te podemos ayudar con tus heri-...
Lo empujé bruscamente, haciendo que él me viera con duda.
—¡No necesito de tu ayuda! —le dije, molesta.
Mis heridas ya estaban algo regeneradas por haber sacado el cuchillo que interrumpía la regeneración, pero la pérdida de sangre ya era un gran problema. Necesitaba algo de carne. Algo que devorar, pero que fuera carne.
Nuevamente, miré a la chica, toda ensangrentada, parecía que estaba desmayada en el suelo ya. Mis pensamientos querían traicionarme para recuperar mi sangre con la carne de esa chica, pero retrocedí, reprimiendo ese deseo.
—Mejor ayuden a esa estúpida. Ni siquiera se atrevan a tocarle las picaduras de su cuello, creo que es infecciosa —aconsejé.
Vi que mi guante estaba botado cerca de ella. Me acerqué lo más rápido posible, agarrándolo y me alejé corriendo, importándome poco que yo estuviera con golpes en la cara, sucia, con sangre en mi ropa y rostro, y con el cabello hecho un solo desastre.
Correr no era la mejor opción para el estado de mi cuerpo. Todo me dolía. Los que iban caminando cerca mío me veían raro.
Empecé a sentirme mal, tanto física y mentalmente. Mis párpados se sentían pesados y solo aceleré más mis piernas, aguantando el insoportable dolor.
Al menos tenía la suerte de que el apartamento estuviera cerca.
Tan solo quería estar debajo de mi cobija, abrazando mi almohada.
***
—¡¿PERO QUÉ TE PASÓ?! —me gritó Niffty, exaltada cuando abrió la puerta de mi apartamento.
Quise entrar sin dar explicaciones, pero ella me detuvo. Sentí una arcada y un sabor a sangre, pero me pude tranquilizar.
—¡NO VAS A ENTRAR ASÍ, MEGY! ESTÁS TODA... ¡TODA SUCIA! ¡QUÉ HORROR!
Gruñí, molesta, y me incliné, haciéndola a un lado y entré, tambaleándome un poco por la pesadez de mis piernas. Empecé a escuchar una canción. El tocadiscos estaba encendido.
Entonces, al ser consciente que estaba en mi hogar mi dignidad se derrumbó en ese momento y me dejé caer al suelo, odiando saber que Niffty estuviera conmigo y me hubiese mirado.
—¿Se te olvida que YO mando aquí?... —llevé mi mano a mi boca y empecé a toser un poco de sangre—. Si tú no me hubieses pedido que te hiciera compañía hacia el club de Mimzy ahorita estuviera con una sonrisa en mi rostro después de pasar un buen rato con Husk —mascullé e intenté ponerme de pie, haciendo presión en mis brazos, pero me detuve.
Oí que ella cerró la puerta, y se me acercó de inmediato.
—OH, SATÁN. ¡¿ESTÁS BIEN?!
—¿Husk...? —susurré.
Conque eso era lo que se me olvidaba.
—¡Estás sangrando de la nariz! —me dijo Niffty, histérica. Ella miró varias cosas, buscando con qué ayudarme.
Miré el suelo. Era cierto. Habían gotas de sangre.
—¡Vamos al baño para que te quites toda esa suciedad! ¡Quítate esa ropa! —ordenó. Ella agarró mi brazo, intentando levantarme. Entonces jalé mi brazo, zafándome de su agarre.
Me puse de pie por mi cuenta, con dificultad. Ella intentó ayudarme, pero la rechacé.
Me quité todo tirándolo al suelo, tan solo quedando en sostén, pantalón y calzado al final, pero llevándome yo una horrible sorpresa al ver que mi pecho tenía un horrible moretón y tres largas cicatrices con sangre seca.
—Por la gran pu-... —intenté susurrar, pero me tragué las palabras, con miedo.
Con pesar y odio, miré mi ropa. Mi camisa y chaleco estaban muy rasguñados. Me sentí mal por Rosie. Ella me había dado todo eso. Y ahora, estaba todo ensangrentado, rasguñado y sucio.
—¡POR TODOS LOS DEMONIOS! —gritó Niffty, llevando sus manitos a su boca—. Ven, vamos al baño, para que te pueda ayudar en algo. Luego limpiaré y arreglaré tu ropa. ¡Pero explícame también qué te pasó! ¡¿Quién te hizo esto?!
Caminé más con dificultad hasta que llegué a mi habitación y entré al baño al abrir la puerta de éste y encendí la luz. Ella me siguió, cerrando la puerta detrás suyo y se acercó al mueble del baño. Yo me senté en el suelo, quedando al lado de la pared y de ella. Abracé mis piernas.
—Husk... Él... ¿Me mintió? —susurré sin querer, recordando la soledad en el bar del hotel. Había esperado a que él llegara, pero jamás lo vi. Se sentía tan feo... Incluso me había puesto decaída y preocupada.
Me sorprendía saber cómo olvidaba algunas cosas cuando me pasaba algo y que, al final de algo malo, muchas cosas malas atacaban mi mente.
—¿Dónde tienes la cajita de primeros auxilios? —preguntó Niffty. Me puse de pie para buscarla por mi cuenta—. Espera, ¿de qué estabas hablando? ¡OH! —exclamó, llevando sus manos a sus mejillas con emoción y sonrió.
Fruncí el ceño, y la miré. Sabía que ya iba a decir algo estúpido sobre él y yo.
No la soportaba.
Apreté mi mandíbula, con odio, cuando ella iba a decir algo.
No lo hagas.
Quería frenar mi impulsividad, pero las ganas de desahogarme con alguien me venció. Y ese alguien no fue la mejor opción.
—¡NO SOMOS NADA, NIFFTY! —grité molesta y la señalé—. ¡SIN TAN SOLO TÚ NO LE HUBIESES HECHO CASO AL ESTÚPIDO DE ALASTOR Y NO ME HUBIESES PEDIDO QUE TE LLEVARA DONDE MIMZY, QUIZÁS NADA DE ESTO HUBIERA PASADO! ¡LE PUDE DAR LA MENTIRA PERFECTA A VAL PARA NO IR A SU ESTUDIO CUANDO ME LLAMÓ DESDE EL TELÉFONO PÚBLICO DEL HOTEL PARA QUE YO ME FUERA! —y cerré mis puños, con mucha molestia, sintiendo cómo, literalmente, la sangre me ardía—. ¡¿ACASO NO TE DISTE CUENTA QUE ÉL SOLO TE DIJO ESO PARA QUE EL MENTIROSO DE HUSK SE QUEDARA CON ÉL?! ¡AAARGH! ¡TÚ Y TU TONTA FORMA DE SER, CON ESA FANTASIOSA MENTE TUYA! ¡¿POR QUÉ ERES TAN IRRITANTE Y ESTÚPIDA, NIFFTY?!
Cállate y vete.
—¡¿NO VES QUE ESTOY AQUÍ, CANSADA, LASTIMADA, TODA SUCIA Y CON SANGRE, TAN ESTÚPIDAMENTE VULNERABLE MIENTRAS TÚ ME MIRAS CON ESTA MIERDA DE ESTADO FÍSICO?! HE ESTADO TRABAJANDO DE MÁS CUANDO HUSK ME DIJO QUE TENÍA QUE DESCANSAR MÁS Y NO HE CUMPLIDO ESO, CUANDO LE PROMETÍ QUE LO HARÍA. PERO, ESTÁS AQUÍ, E INTENTAS HABLARME DE COSAS QUE NI ME INTERESAN NI ME APORTAN EN NADA. ¡¡NO ME HAGAS MÁS MIERDA EL DÍA COMO LO HIZO ESA ZORRA ESTÚPIDA!!
Para.
—YO INTENTO HACER TODO LO POSIBLE PARA HACERLOS FELICES A USTEDES TRES, ACOMPAÑÁNDOLOS E INVITÁNDOLOS A MUCHAS COSAS, PERO ¡¿QUÉ RECIBO YO A CAMBIO, AH?! ¡TAN SOLO BUSCO ALGO DE MALDITA EMPATÍA! ¡¡DIME POR QUÉ, MALDITA SEA, NIFFTY!! ¡¡¿POR QUÉ?!! —finalicé, furiosa, estrellando mi puño izquierdo violentamente contra la pared haciendo que se agrietara.
Mi respiración estaba bastante agitada. Mis sienes palpitaban, importándome poco que mi nariz siguiera sangrando de más y empecé a sentir cómo tantas cosas malas, tantos malos pensamientos me invadieron, hasta el límite de querer desmoronarme en llanto.
Pero mi furia cedió al mirarla mejor. Entonces, lenta y, dolorosamente, bajé mi brazo, dejando ver mi puño, que sangraba. Sintiendo también las palpitaciones dolorosas de mis nudillos, que eran acompañadas con un horrible ardor y raspones.
Ella me miraba atónita. Me miraba como si yo fuera una desconocida ante su ojo. Un monstruo.
Parecía que Niffty sentía que estaba en peligro conmigo. Que yo le iba a hacer daño. Iba a ser fácil, pero, ella no entraba en eso. Niffty... No era la persona que yo buscaba lastimar físicamente... Ni emocionalmente...
Con remordimiento, intenté acariciar su cabello al estirar débilmente mi brazo para decirle que todo estaba bien con una sonrisa, que tan solo me iba a dar una ducha para poder dormir. Simplemente iba a ocultar la mierda que me había pasado. Pero Niffty se alejó y abrió la puerta del baño.
—Tus manos están sucias y ensangrentadas. No me toques el cabello ni nada. Iré afuera a limpiar tu sucia sangre —dijo, cortante, y cerró la puerta tranquilamente, dejándome sola.
Parpadeé varias veces y bajé lentamente mi brazo. Agaché mi cabeza, con la compañía de un estúpido nudo en mi garganta y un feo remordimiento. Empecé a susurrar varias cosas sin sentido y me abracé a mí misma, deseando que fuera alguien más que me abrazara.
Buscaba algún recuerdo lindo que me alegrara, pero... Los únicos recuerdos que venían eran cosas viejas que una vez me pusieron mal y que nunca pude desahogar con lágrimas, porque odiaba llorar.
—Esto no es su culpa... —murmuré, débilmente, y caminé un poco hasta llegar al espejo, llevándome la fatal sorpresa de la sangre que tenía en el rostro.
Me volteé un poco para ver mi espalda y hombros, que eran acompañados por nuevas cicatrices y sangre, causando inseguridad y pena en mí y me volteé otra vez.
Abrí el grifo, metiendo de inmediato mis manos al agua fría que se combinaba con mi sangre, aguantando también el ardor que mis nudillos recibieron. Lavé varias veces mi rostro durante unos segundos y volví a mirarme al espejo, mirando que tenía un moretón cerca de mí ojo, otro en mi labio y otro en el pómulo.
—Merde. Je chie sur tout —susurré, molesta.
Agaché mi mirada. Mi atención tan solo se fue a mis nuevas cicatrices y a la sangre seca que estaba en mi abdomen, pecho y brazos.
Suspiré con pesadez y decepción hacia mí misma, reposando mis manos a ambos lados del lavamanos.
—Realmente quiero una ducha...
***
Salí del baño en pijama y descalza, mientras llevaba una toalla en mano y me sacaba el cabello.
Me sentía un poco bien. Gran parte del dolor se había ido de mi cuerpo. Pero lamentaba las cicatrices que ahora tenía, los moretones de mi rostro, pecho y nudillos. Los moretones nunca se me regeneraban, se curaban con los días.
Con vergüenza, abrí la puerta de mi habitación, encontrándome tan solo la oscuridad de la sala y la poco luz rojiza que entraba desde la pared de cristal y el sonido de una canción del tocadiscos.
—¿Niffty...? —dije, con vergüenza, para ver si ella seguía en mi apartamento. Habían veces que ella se quedaba conmigo, durmiendo y haciéndome compañía, hablándome de muchas cosas interesantes. Pero, lo único que ahora me hacía compañía, era algo de dolor, resultado inútil por haber utilizado mi fuerza estando herida, tan solo hacía falta que me desmayara y me enfermara.
Di unos pasos hacia delante y miré a mi alrededor, en la oscura sala, pero nada. Tan solo todo estaba limpio como siempre y en su lugar. Todo eso era el trabajo noble de Niffty cuando la dejaba o llegaba a mi apartamento. Ella eran tan amable. Me dolía saber lo que le había dicho.
Miré la puerta principal. Claramente, estaba sola, como siempre... Se había ido...
—Mi culpa. Todo esto es mi culpa... Ella no tiene la culpa de nada... Solo es una víctima más de mi horrible forma de ser... —musité con odio, lanzando la toalla al sofá, y caminé hacia la cocina.
Me acerqué a la alacena y la abrí, sacando un vaso de shot, un encendedor y un cigarrillo. Luego solo abrí el refrigerador y lo cerré al sacar una botella de vodka.
Me acerqué a la mesa, poniendo todo ahí y me senté sobre ella.
—Ni modo... Los malos hábitos vuelven... —mascullé, abriendo la botella y me serví, alzando el vaso—. Por ser la mejor amiga de todos y por el mejor día de mi puta existencia. Brindis, mis estimados caballeros —dije, con sarcasmo, y lo bebí de golpe, sin dejar nada.
***
Pasó como una hora y media y yo seguía sentada sobre la mesa, fumando y bebiendo. Francamente, ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado.
Shot tras shot. El humo del cigarrillo. Las canciones del tocadiscos que alejaban el silencio. Soledad. Oscuridad. Culpabilidad. Pensamientos del pasado que nunca fueron desahogados. Esto era mi compañía. Mi mundo.
Pero, por primera vez, agradecía un poco la soledad. Realmente no soportaría si alguien me fuera a ver así.
Aunque no me sentía satisfecha con nada en ese momento, ni conmigo misma. Ya sabía lo que iba a pasar más tarde: mentir y actuar como si nada hubiese pasado o presumir, orgullosamente, mi victoria con lo de aquella pelea, contando que ésa era la razón de mis moretones.
Mentir sobre mí misma y sobre cómo me sentía y lastimarme para sobresalir con éxito sobre los demás, para mostrarles quién era la mejor, eso era lo mío. Estúpidamente, «la mejor» no era la mejor consigo misma, ni física, mental y emocionalmente.
Qué vergonzoso.
—Desearía no haber sido así... Mierda... Mierda... —murmuré y junté otra vez el cigarrillo a mis labios, con pesar y volví a soltar el humo. Entonces, dejé mi cigarrillo a un lado y agarré el vodka y mi vaso, volviéndome a servir otro shot—. Mejor me hubiese tragado las palabras, tal y como lo hago con estos shots y no hubiese lastimado a Niffty. Mejor me hubiese lastimado a mí misma por no haberme «desahogado.»
Miré el vaso, cuando estaba apunto de beberlo. Un vago recuerdo se deslizó por mi mente al saber que mi shot era el vodka; sonreí un poco, nostálgicamente, recordando una escena de hace dos meses atrás.
La energía eléctrica se había ido en el Hotel Jackpot, dejando a oscuras el lugar. Según lo que había escuchado es que se había ido en todo el anillo gracias a Vox.
Había decidido agarrar unas velas y fósforos para dárselas a los apostadores que quisieran tener unas en sus mesas para que yo las encendiera y que ellos siguieran con sus juegos. ¡La noche seguía viva!
Algunos aceptaron mi ayuda, otros no, al poder ellos emitir luz con sus cuerpos, pero me agradecieron por mi ayuda. Amaba escuchar cómo ellos me agradecían cuando me acercaba a sus mesas.
Todos eran un amor y eso que antes les temía cuando el casino había llegado al bar —que antes tan solo era Bar Jackpot—, cuando mi anterior jefe, Jack, había decidido crear un casino. Y, con el tiempo, se convirtió en un bar y casino hasta que, al final, se convirtió en un hotel con todo lo anterior. Yo había mirado a este lugar crecer desde que había empezado a trabajar en él como mesera. El hotel era lo más importante para mí.
Con una sonrisa, me despedí de la última mesa después de haberlos ayudado, aconsejándoles de que tuvieran cuidado y no fueran a incendiar algo. De último, fui al bar, donde estaba él.
—Perdón por haberte dejado solo, Husk —dije, con ánimo, al acercarme a él y fui tras la barra y encendí la vela con el fósforo—. De haber sabido que la energía iba a irse hubiese hecho esto desde hace raaato —finalicé, dejando caer algo de la cera derretida de la vela sobre la barra y puse la vela sobre ella para que se quedara pegada, dándonos algo de iluminación a nosotros.
Desde mi punto de vista, esa vela creaba un raro ambiente entre nosotros dos en la oscuridad.
—No te preocupes —dijo, tranquilo, mientras me miraba.
Me puse frente a él y uní mis manos, con emoción.
—¿Qué hacemos? —fue lo único que pude decir, para que el silencio no terminara acompañándonos. El silencio no era un invitado para nosotros.
Él se encogió de hombros.
—¡Oh! ¡Ya sé! —dije—. ¿Harías algún truco? ¿Sí?
Husk solo me miró, con amargura.
—No —respondió, cortante.
—¿Qué? ¿Cómo que no? —dije, resentida. Y algo vino a mi cabeza. Entonces, llevé una mano a mi pecho y cerré mis ojos, indignada—. Siempre pensé que eras alguien genial con la magia y eso, ¿y no quieres presumir esa habilidad? ¡No puede ser, Husk! —dramaticé. Abrí un ojo, viendo una expresión dudosa en su rostro y abrí el otro—. ¿Entonces, mi mago michi, qué harás? ¡No debes desperdiciar tu potencial! —dije, cerrando mi puño, con entusiasmo, inclinándome hacia él.
Husk se alteró un poquito. Por la oscuridad que había gracias a la poco iluminación que la vela nos brindaba, no pude asegurar si es que él estaba sonrojado.
—¡¿Cómo que tu mago?! No soy de tu maldita propiedad.
—Los gatos son propiedad de sus dueños —bromeé. Él soltó un bajo gruñido.
—Ni loco, ¡ni ebrio!, dejaría que alguien como tú se adueñe de mí, más bien, ¡nadie! —juró, y yo me empecé a reír—. ¡Cierra el pico! ¡Que no es un chiste!
—Bien. Bien. Como usted diga, jefe michi —dije, volteándome para acercarme al estante y agarré dos vasos de shot y los puse en la barra—. Ya que no quieres entretenerme con la magia de tus patitas, ¿quieres algo de vodka? Puedo ir al refrigerador y traer una botella. ¿O acaso ese alcohol barato nunca te aburre? —cuestioné, alzando una ceja.
—Megy, no bebas.
—El alcohólico que se ha bebido dos botellas de alcohol barato diciéndome que no beba. ¡Interesante! —reí—. ¿No quieres vodka, de verdad? —salí del bar y me paré a su lado, cruzándome de brazos.
—Si te digo que no bebas es porque eso luego se vuelve en una enfermedad, imbécil, y dudo que la quieras en tu puta no-vida.
—Sé controlarme, michi.
—Es lo que dicen todos al principio... —susurró, casi como algo personal.
—Pues, sácame de esa lista de «todos» y baja la guardia. Aquí, el que debería estar preocupado, debería ser yo. No quiero que te vayas a poner ebrio —opiné, recordando la vez que me besó. Una pequeña sonrisa se me formó con ese recuerdo y negué con mi cabeza.
Husk me miró, extrañado.
—¿Te pasa algo? —preguntó, alzando una ceja.
Lo quedé mirando unos segundos y solo llevé mi mano a su sombrero, aplastándolo un poco, haciendo que él se encogiera de hombros, molesto.
—¡Para, maldita sea, Megy! —se quejó, empujándome levemente y se acomodó el sombrero—. Estúpida...
Intenté hacerle eso de nuevo, pero él soltó un «Hisss» haciendo que yo me detuviera en seco, y me empecé a reír mientras Husk seguía murmurando cosas.
—Argh... Tan solo trae el vodka y deja de joder ya. Pero beberás aquí y no mucho —gruñó.
—¿Oh? ¿Seguro, Husk? Puedo cumplir fielmente lo que me dices, pero, si tú rompes tus propias palabras, te regañaré.
—Sí, sí, sí. Ve, antes de que me arrepienta.
—Aww, Husk, ¡eres tan considerado! Por eso te amo tanto —dije, con cariño. Entonces, fruncí el ceño ante lo que yo había dicho.
Husk me miraba, muy atónito y frunció el ceño, con una mueca de confusión. No parecía creerme, pero, ante su cercanía, también noté que estaba sonrojado.
Él llevó su puño a sus labios y carraspeó un poco.
—Creo que estoy ebri-... —intentó decir, pero una risa incómoda mía lo interrumpió.
—Te amo, ¡sí! ¡Porque somos grandes amigos! —le di varias palmadas en su espalda—. ¡JAJA! ¡SÍ, SÍ! ¡No cabe duda! ¡Por eso es! ¡Ya vuelvo! —me di la vuelta y me alejé.
Sentía que un pequeño calor invadía mis mejillas. Cuando llegué al refrigerador donde estaban otras bebidas en refrigeración, agarré el vodka —que, por suerte, seguía helado—. Me sentía rara.
«Te amo tanto.»
Reí un poco. Hace tiempo que no decía esas palabras. Se sentía... Raro y lindo a la vez. Era una sensación cálida que crecía en mi pecho y mejillas.
—Ay, Husk... —suspiré, cariñosa, con una pequeña sonrisa y cerré el refrigerador.
Empecé a reírme un poco, estando ahora acostada en la mesa, con el cigarrillo en dedos, mirando tan solo el humo que se movía tranquilamente en el aire. Uní el cigarrillo a mis labios y solté el humo, y seguí riendo.
¿Qué me estás haciendo?
Tantos sentimientos...
No creo que por nada yo hubiese escrito la inicial de tu apodo en el as de corazones cuando estábamos jugando al póker.
Si esas cosas en mi interior, que me hacían sentir tantas cosas lindas al estar con él fueran personas, cosas frágiles... Dependientes... Desde hace tiempo ya estuvieran muertas.
—Ay, ay, ay, Husk, Husk —murmuré y reí aun más fuerte—, mi mejor amigo, realmente, no te conviene crear estas cosas en mí. No querrás que tu cola acabe en mis manos como la de un ratón al ser atrapado.
29/07/2021
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro