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12. Señales

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Capítulo Doce
"Señales..."

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Luego de una noche terrible el despertar no fue sino una pequeña parte del martirio.

Abrió pesadamente los ojos mientras soltaba un bostezo de pereza y apatía. Le dolía todo.

Estaba mareado y levemente desorientado. Lo que sea que haya soñado durante esas horas de sueño lo tenía mentalmente exhausto.

Por otra parte, sentía la garganta seca y una terrible necesidad de beber una cerveza bien fría.

Bufó ante la idea y se estiró perezosamente mientras cada una de sus vértebras se alineaban un poco. Pasaba de medio día y el seguía en la cama.

Desperdiciaba su vida, lo sabía...

Tomó el celular de la mesita de noche y lo encendió con algo de dudas; miró la pantalla sin muchas ganas y notó con disgusto que tenía 150 llamadas perdidas de Mephiles.

Mensajes, llamadas, notas de voz...

En todas lo maldecía y le recordaba lo idiota y maricón que era.

Suspiró con pesadez al darle una rápida leída a algunos de esos mensajes y los borró.

No necesitaba eso...

No hoy.

Estaba demasiado cansado como para lidiar con toda esa mierda.

Lo último que necesitaba era que le recordasen su patética existencia.

Soportar a Mephiles y todas sus porquerías le habían llevado hasta este punto en primer lugar.

Aunque ya ni siquiera valía la pena recordarlo.

Meditó entonces que hacer; tenía mucho tiempo sin darle una mirada a sus redes sociales; había olvidado cuando fue la última vez que se digno a dar señales de vida o alguna otra cosa que pudiera acallar las dudas de sus seguidores.

Aunque para este punto Mephiles seguramente ya habría metido sus narices y ya habría publicado algún comunicado.

Abrió su facetime y dio un rápido vistazo; comentarios en su mayoría positivos, likes, corazones y peticiones de matrimonio y sexo desenfrenado.

Nada nuevo...

No supo si eso le alegró o no...

Dejó el teléfono de lado y salió de la cama; necesitaba un baño urgentemente.

Se deshizo de todas sus prendas y se miró unos segundos al espejo; estaba tan flaco y desgarbado.

Podía notarse fácilmente las costillas y sus ojos hinchados y ojerosos le daban un aspecto deplorable.

Entró sin más en el agua y dejo que esta lo cubriera.

El agua enjugaba y se llevaba un poco de esa pesadez en sus hombros haciéndole sentir un poco mejor.

Le relajaba, se sentía tan jodidamente bien.

Sonikku...

Una punzada en su pecho le hizo encorvarse de dolor, los malditos recuerdos llegaban como moscas sobre la fruta y se frustró.

Cerró la llave y tomó una toalla para salir de manera apresurada de la regadera, resbalándose en el proceso.

Sintió el golpe sobre su trasero y solo pudo soltar un quejido de dolor seguido de algunas frases altisonantes.

−Mierda...−se quejó tratando de ponerse de pie, pero el dolor le hizo regresar a su posición inicial.

Cerró los ojos fuertemente y trato una vez más ponerse de pie sin obtener resultados favorables.

Genial, simplemente genial...

Ahora tenía algún hueso roto; ¿acaso no podía ser peor?

Tomó una gran bocanada de aire y ante el dolor inminente que eso le generaba, se puso de pie.

Le dolía como los mil infiernos y contuvo las ganas de gritar solo para no alertar a Big y Cosmo y que estos no le vieran de un modo todavía más patético y encima desnudo.

Con todo el esfuerzo que cabría suponer, tomó a duras penas algunas prendas y las colocó de igual manera.

Era una sensación completamente dolorosa e indescriptible.

Pero entre quejidos y dolores logró su cometido.

Ahora con aquel conjunto deportivo y sus pantuflas de autos de carreras sabía que debía bajar las escaleras y buscar ayuda médica o al menos algo para el dolor.

Era doloroso el simple hecho de estar de pie, pero en este punto ya era más fastidioso estar en cama que todo lo que pudiese dolerle la espalda.

Dio un paso y luego otro y aunque deseaba gritar se encamino con una lentitud sumamente tortuosa hasta la puerta mientras luchaba por mantenerse erguido.

−Mierda−Seguía lamentándose a cada paso que daba.

Era como si le clavesen un cuchillo a cada paso que daba; ni siquiera podía mantenerse herguido en este punto.

Sólo podía morderse el labio inferior intentando ahogar cualquier atisbo de ruido provocado por el dolor.

Le dolía... mierda, le dolía tanto.

Necesitaba urgentemente un doctor...

Tosió fuertemente a causa del esfuerzo y entre jadeos, se detuvo a recobrar un poco la compostura.

Necesitaba calmarse, quizá si mantenía la calma y pensaba en otra forma de solucionar el problema obtendría mejores resultados.

Aspiró sonoramente con la nariz y se arrodilló en el suelo esperando que el peso en su espalda se distribuyera de mejor manera.

Lastimosamente, las cosas no resultaron como cabría esperar. El movimiento de rodillas le hizo encorbarse nuevamente por el dolor y triste resultó el que ya no pudo volver a ponerse en pie.

A escasos metros de las escaleras y con las pocas fuerzas y autocontrol que aún guardaba dentro de sí, se arrastró con difícultad por el suelo sólo motivado por la idea de llegar.

Irónico le resultaba el hecho de que jamás reparó en la idea de lo difícil que le resultaría desplazarse sin hacer uso de sus piernas.

Joder... qué díficil era la vida para todas esas pobres almas con problemas en las piernas y columna.

Ahora entendía que era un idiota con suerte...

Si tan solo lo hubiese sabido antes.

Al llegar a las escaleras comprendió que sólo un milagro le ayudaría a cruzar con vida semejante suplicio.

Bufó con apatía y se mordió el labio inferior conteniendo el dolor.

Tenía la frente sudada a causa del esfuerzo y aunque sentía que pronto iba a desmayarse al menos quería intentar llegar al primer escalón.

Si caía y se mataba al menos iba a morir intentando algo por si mismo...

Aunque si lo pensaba desde otro ángulo quizá arrastrarse y dejar ir todo su peso escaleras abajo facilitaría las cosas por muy doloroso que pudiera resultarle.

Debía pensar una manera, algo... lo que fuera.

Qué hacer... qué hacer...

−¡Señor Sonic!−Cosmo subió corriendo las escaleras con una expresión de preocupación en su rostro−¿Qué le ha ocurrido?−.

Con algo de vergüenza, susurró.

−Resbalé en el baño y me golpeé−.

−Le diré a Big que debemos llevarlo al hospital−Y sin esperar algún tipo de respuesta bajó las escaleras tan rápido como había llegado.

Hospital...

Al parecer no iba a poder huir tan fácilmente de ese horrible lugar.

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Tenía frío en el trasero y mucha vergüenza a cuestas; recostado en aquella cama de hospital sólo deseaba que la tierra se lo tragara.

−Muy bien−Espio tenía en sus manos sus radiografías y las analizaba con mucha minuciosidad−Tiene suerte, no está roto−dejo de lado la lámina y suspiró−Pero me temo que necesitará una serie de inyecciones bastante dolorosas para poder bajar la hinchazón en sus discos cervicales−Le informó.

Era un alivio no tener algún hueso roto, pero la idea de las inyecciones...

Bueno, no era precisamente un fan de ello.

−Muy bien, le diré a la enfermera que le de instrucciones para sus próximos cuidados−Mantenía el profesionalismo ante todo.

Se sentía visiblemente avergonzado; no había pasado ni siquiera un mes desde la última vez que se vieron las caras y ya estaba de regreso ahí, posiblemente en peores condiciones que en las que se fue.

Asintió con la cabeza; sin mirarle a los ojos y Espio continuó hablando de medicinas y cuidados a los que poca o nada de atención estaba prestando.

Consciente de ello, el médico pareció molestarse.

Espio era un hombre de paciencia, alguien a quien pocas cosas podían alterarle y ese sujeto azulado sin duda alguna le sacaba de sus cabales.

No iba a negarlo y por mucho profesionalismo que quisiese mostrar, era evidente que estaba esforzándose demasiado por no perder la compostura.

Miró de mala gana al sujeto que tenía frente a él y antes de que todo su autocontrol se fuese al caño, le dedicó las siguientes palabras.

−La salud no es un juego...−habló y el cobalto le observó de reojo−La vida es un privilegio, no la desperdicies...−caminó hasta la salida, dispuesto a irse−Alguien con tantas cosas como tú, acabándose diariamente... es un desperdicio.−Y sin más salió.

A solas y en silencio se permitió incorporarse nuevamente y reflexionar.

Él que tenía tanto...

¿Qué era lo qué necesitaba para ser feliz?

Tenía millones, talento y una carrera próspera; pero ni siquiera podía decir que se sentía feliz. Nada le llenaba.

Nada...

Era como estar muerto en vida, sin deseos de nada.

Sin motivaciones, sin anhelos...

¿Qué caso tenía? ¿Cuál era el sentido? Sus letras hablaban de amor, de buenos deseos, de fiestas, aventuras y de vivencias de un sujeto cool que no existía.

Ahora que su máscara se había caído y el verdadero Maurice The Hedgehog salía a relucir las cosas pintaban para ser algo poco alentador.

Sonic era quien cantaba, quién actuaba frente a cientos de fans que coreaban sus canciones, que aspiraban a ser cómo el y le imitaban.

Sonic era la superestrella que conquistaba corazones, que estaba en las fiestas y viajaba por el mundo dando conciertos.

A Sonic era a quien deseaban las chicas, las que deseaban meterse en su cama y ser sus amantes, de Sonic se enamoraban, porque era él quien las volvía locas.

Sonic The Hedgehog era la mayor superestrella de época moderna con todo un mundo a sus pies.

Sólo necesitaba pedirlo y sus asistentes lo consiguirían para él.

Lo sabía, no era la primera vez que pensaba en ello.

Si había que ser honesto pensaba en ello todos los días de su patética existencia.

Cuando fumaba un cigarrillo, cuando se bebía una cerveza o se revolcaba con una suripanta.

Incluso se lo cuestionaba cuando firmaba autógrafos, cuando daba entrevistas, cuando le daba me gusta a las bonitas palabras de sus seguidoras.

Y más aún cuando todos gritaban su nombre al salir al escenario.

Cuando clamaban por Sonic y este hacía gala de la estrella con la que fue premiado al nacer.

Y el...

Bueno, él no era Sonic...

Al menos ya no.

Toda esa fachada de tipo cool y buena onda se había quedado atrás; estaba acabado.

Y en el fondo siempre supo que algo cómo esto pasaría.

Ella se lo dijo...

Lo dijo tan convencida; tan cargada de enojo y veneno que en ese momento ni siquiera pareció importarle nada de lo que esa loca versión de Amy despotricaba contra él.

Sólo la escuchaba, podía escucharla gritarle, le señalaba con el dedo y en su rostro redondo la cara de enojo y frustración parecía no querer abandonarla.

Las mejillas color carmín a causa de la ira y las lágrimas corriendo por sus orbes le recordaban que la había cagado hasta el fondo.

Pero, ¿en qué?...

¿Qué fue lo que acabó con su matrimonio? ¿El exceso de trabajo? ¿Las aventuras y desenfreno?

No...

Contribuyeron, sí. Pero ninguna de esas cosas la hicieron alejarse.

Porque ella lo supo.

Supo de sus aventuras, de las drogas, los excesos y el alcohol y aún así se quedó.

¿Qué pudo ser diferente en todo caso?

−Sonic The Hedgehog−La voz de la enfermera de guardia le distrajo de sus pensamientos−Vamos a proceder a aplicarle la primera dósis de sus inyecciones−.

Agujas...

Sencillamente genial.

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No estaba del todo contento aquella mañana cuando le dieron de alta y justo al regresar a su casa un sinfín de camarógrafos le observaban acusadoramente.

Podía sentir las luces destellando en su cara y muchas preguntas de mucha bocas inundaban sus oídos una y otra vez.

Se había quedado estático, incapaz de mover un músculo y sin saber cómo reaccionar.

"¿Son ciertos los rumores?" "¿Es verdad que la banda se separó?" "¿Está drogado?" Muchas preguntas y el sin siquiera poder mover las piernas.

−El señor no recibe preguntas en este momento−Big salió a su rescate y le tomó suavemente por los hombros abriéndose paso entre la múltitud.

Dentro de la casa, el temblor en sus piernas se hizo evidente.

−Todo está bien, ya estamos en casa−Big procuraba usar un tono paternal y amable.

Pero el aparente shock en el que Sonic se encontraba no ayudaba mucho para su confianza.

Sonic por su parte sintió que las fuerzas se le iban hasta casi fallecer. Ya podía ver la ola de encabezados repitiendo su nombre una y mil veces, cambiando poniendo, quitando.

Dejándolo como la basura que era...

Y eso no estaba mal, ¿no? Después de todo no estarían mintiendo. No era mentira que era un fraude.

Una basura de ser vivo...

La peor escoría de la mortalidad.

−Yo pienso que lo hiciste bastante bien, Sonic−Big continuaba dándole ánimos y mostrando ese tono sereno y tranquilo−Esos tipos siempre son bastante molestos−.

Quizá Big tenía razón...

Suspiró de manera sonora y dio algunos pasos hacia el frente. Tenía hambre y deseaba comer un poco.

La comida del hospital era un asco.

−Tengo hambre−Dijo al fin después de mucho no hablar y miró a su amigo con un gesto de complicidad−¿Qué te parece si vamos al norte por un par de grandes y ricos chilidogs?−

Y ante la evidente mirada travieza, Big no pudo negarse.

No ante ese brillo de emoción que notó en el joven cobalto después de tanto tiempo sumido en la tristeza.

Tal vez era buena señal...

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Era sumamente increíble la capacidad que Sonic tenía para, número uno comer una cantidad casi infinita de chilidogs sin detenerse. Y número dos, el cómo es que había cambiado de actitud tan repentinamente.

Si lo pensaba con detenimiento eso era una buena señal, que al fin después de semanas de lamentaciones estaba saliendo de ese hoyo emocional.

De algún modo esa comida estaba sirviendo y aunque no era lo más conveniente según la dieta que Cosmo y la señorita Tikal insistían en que tuviera, estaba seguro que las penas con pan eran buenas.

Lo del pobre Sonic era algo del corazón. Era su corazón el que estaba herido...

−Es una delicia−Murmuraba entre mordidas y esa expresión de satisfacción en su rostro convencía a Big de que sus sopechas eran ciertas.

Sentados en aquel pequeño local de chilidogs lleno de trabajadores y sujetos comunes Sonic parecía tan cómodo y tranquilo.

Tan mezclado con el ambiente y la multitud...

Parecía tan feliz...

En tanto él y la comida, bueno; solo podía sentir ese delicioso sabor cargado de nostalgia.

Estar ahí sentado era tan agridulce.

Solía venir con Amy cuando eran un par de novios y hablaban durante horas.

Amy...

Pensarla le llenaba de tristeza. Dejo aquel trozo de chilidog a un lado y miró con los ánimos ligeramente disminuidos todo a su alrededor.

Poco había cambiado desde su última visita, incluso podría pensar que fue ayer.

Amy en el mostrador conversando con la esposa de Big Mike. Y el comiendo como si no hubiese un mañana.

Ella y su vestido rojo...

Sus zapatos bajos y su sonrisa tranquila.

Siempre tan hermosa.

Pensar en ella hacía que el tiempo fuese tan lento.

Imágenes de un ayer no tan lejano se fundían borrosas entre sus pensamientos.

Quizá fue una mala idea llegar a ese lugar. Todo le recordaba a Amy.

El papel tapiz, el menú, aquella chica de falda negra y camiseta roja...

Un minuto...

Fijó su atención hasta dónde ella se encontraba, no era la primera vez que su mente le jugaba una mala pasada y veía cosas que no estaban ahí.

A menos de tres metros una figura femenina se plantaba en el mostrador y conversaba con la encargada.

−¿Te encuentras bien?−Cuestionó el regordete sujeto mirándo en la misma dirección en la que él lo hacía.

Y a juzgar por su expresión él también debió haber encontrado algún parecido con Amy pues su rostro demostró una gran sorpresa y confusión.

No quiso emitir palabra alguna; si Big también podía verla era ahora o nunca.

De pie y con movimientos torpes y temblorosos dio un paso al frente completamente dispuesto a acercarse a ella y acallar sus inquietudes.

Era ella...

Estaba tan seguro que era ella.

−Tranquilo, Sonic...−el firme agarre del jardinero lo detuvo en el acto−Causarás un alboroto y asustarás a la dama−sus palabras cargadas de razón le fastidiaron un poco−Permíteme acercarme y confirmar tus sospechas−.

Resignado, Sonic asintió.

¿Ya qué podía perder? Sabía que Big tenía razón.

Tomó asiento nuevamente y ahora fue el turno del fortachón el ponerse de pie. Caminaba con calma y pasos lentos hasta el mostrador, incluso se dio el lujo de anudarse el zapato izquierdo en el proceso.

Era tan frustrante...

La chica estaba saliendo del restaurante y Big seguía concentrado en sus zapatos.

Si no hubiese tenido jodida la espalda el mismo abría corrido tras de ella.

El robusto le dedicó una sonrisa tranquila y salió del local poco después de ella, dejándole con la ansiedad corriendo por todo su ser.

¿Y si era ella? ¿Qué iba a decirle?

Y sino lo era... ¿Por qué se parecía tanto a ella?

Muchas preguntas, muchas teorías e ideas dando vueltas en su mente a una velocidad sorprendente.

Todo o nada...

Le temblaban las piernas y el constante movimiento de sus manos golpeando rítmicamente la mesa estaba comenzando a llamar ligeramente la atención de los demás a su alrededor.

Dios...

Se estaba muriendo de la jodida ansiedad.

Estaba tan tentado a ponerse de pie y comprobarlo con sus propios ojos. Big se estaba tardando demasiado, sino era ella ¿por qué tardaba tanto?

Bufó ante la molestia que dicha posibilidad le estaba generando y se tronó uno a uno los dedos de las manos en señal de desesperación.

Estaba seguro que le iba a dar algo si Big no aparecia por la puerta en ese momento...

Se puso de pie completamente harto y plenamente dispuesto a salir cuando la figura de su acompañante pasó el umbral de la puerta.

Tenía en su mirada una expresión tranquila y nada atípica en él, solo tomó asiento nuevamente y continuó comiendo como si nada hubiese sucedido.

Debía ser una jodida broma...

−Mierda−Masculló el cobalto lo suficientemente alto para sentirse avergonzado por tal expresión−Necesito saberlo Big... necesito saber sí Amy...−

−Me temo que no−No había perdido la tranquilidad en ningún momento. No lo miraba ni parecía alterado−Aunque el parecido es increíble, me temo que no es la Señora Rose−.

No era...

Mierda.

Lo esperaba, en el fondo lo sabía. Pero, ese cabello...

Esa figura...

No, tenía sentido.

−Sé que estás triste Sonic, a veces la mente nos hace creer cosas... pero lo importante es ser feliz y no rendirse en el intento...−.

Ni siquiera se molestó en pretender que escuchó lo que Big le dijo.

Ya había perdido el apetito y quería irse a casa.

−Hay que ir a casa...−Big se apresuró a evitar algún percanse y pagaron por los alimentos consumidos.

Camino al auto pudo distinguir la figura rosada desde la otra acera mientras lo que pudo identificar como un sujeto de aproximadamente su estatura le acompañaba.

De alguna forma eso le molestaba.

Sabía que no era ella y que no tenía razones para molestarse, pero...

Joder, ya estaba alucinando.

Esa no era Amy...

Big lo dijo y él no ganaba nada con mentirle, ¿verdad?

Quizá esa era la señal que necesitaba...

Tal vez era momento de dejarla ir.

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Continuará...
Dispensen las faltas, mi cerebro no da para más...
Se cuidan y gracias por leerme.
Atte.
Gri.
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