Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO VEINTE

Fix You -Coldplay

Halit aparcó el coche a cuatro calles de distancia, sacó la llave del contacto y se quitó el cinturón de seguridad pero no se movió.

Jessica iba a abrir la puerta del copiloto pero al notar que él no salía, se quedó quieta, mirándolo. En ese punto de la geografía de Santa Mar, las calles perdían color y calidad, las casas bajas desvencijadas tenían las paredes corroídas por la humedad y la pintura descascarada.

La hierba se amontonaba en los rincones, los árboles crecían rompiendo las aceras y los graffitis llenaban cada edificio de dibujos obscenos y nombres. Todo parecía un poco más oscuro, abandonado y derruido por el paso del tiempo.

No se parecía en nada a la urbanización de lujo en la que Jessica solía vivir, en sus carreteras bien pavimentadas y los abetos bien recortados, en la limpieza de las calles y lo cuidado de las paredes. Era como estar en un mundo diferente.

Todo comenzó la noche anterior, Mavi les había hecho una petición clara y precisa. Quería ir al colegio.
Pero sin documentación no podían inscribirla y no tenían documentación, no verdadera al menos. Necesitaban documentos falsos.

—Quédate en el coche —le ordenó a Jessica sin girarse para mirarla.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué voy a quedarme?

—Porque no deberías ni haber venido, deberías haberte quedado con la niña.

Halit mantenía la vista al frente, tenía la mandíbula tensa y bajo su camisa se notaba la rigidez de sus hombros.

—La niña está bien, la señora García es la niñera de la urbanización desde hace treinta años y me la recomendaron cuando alquilamos la casa, no te preocupes por ella, Halit. Está a salvo.

Él no reaccionó ante sus palabras, no estaba preocupado por la seguridad de la niña sino por el hecho de estar allí, en ese lugar al que siempre acababa regresando aunque tardara más o menos tiempo.

No quería estar allí, no quería que ella estuviera allí. No la miró.

—Aún así deberías haberte quedado con ella. No salgas del coche, espérame aquí.

Halit abrió la guantera, habían tomado fotos de la niña y de ellos mismos para la documentación y las habían guardado en un sobre. Después abrió la puerta y salió pero Jessica no se quedó ahí, hizo caso omiso a sus palabras y cuando él estaba lo suficiente lejos, salió.

Fue tras él, a unos pasos de distancia para que no la oyera. Halit atravesó cuatro calles y se adentró en la última doblando una esquina.

Las casas en ese punto exacto, perdían aún más color. Eran de tonos grises y beige apagados, se notaban los años que llevaban sin pintarse.

Halit se detuvo enfrente de una estrecha casita con las ventanas llenas de polvo en la que estaba apoyado un chico de cabellos rubios y ojos color café.

Parecía joven, incluso más que ellos, tenía las facciones aniñadas y una mirada vivaz, curiosa, de esas que siempre están alerta. Estaba reclinado sobre la puerta de la casa, vigilando a su alrededor como una cámara.

En cuanto el chico vio a Halit, sonrió. Jessica avanzó sin cuidado, se acercó a Halit hasta quedar pegada a su costado, aunque él no se dio cuenta de su presencia hasta poco después, cuando el chico comenzó a mirarla.

—¡Halit, tío! Pero cuánto tiempo sin verte, amigo.

Su sonrisa era genuina, lo miraba con honor, como si fuera un hermano pequeño que mira con orgullo a su hermano mayor. Estrecharon sus manos en el aire. Halit asintió y fue directo al grano.

—Hola Tommy, ¿cómo te va? Necesito ayuda con algo, por eso he venido.

El tal Tommy le echó un vistazo rápido a Jessica, la miró de arriba abajo como si fuera un absceso, un grano en mitad de la frente o un peligro acechando.

—¿Quién es esta? —preguntó con precaución, sin apartar los ojos de Jessica, dispuesto a sacarla a patadas de allí si era necesario.

Halit la miró de reojo, debería haberse imaginado que su testarudez no la dejaría quedarse en el coche pero ya tendrían tiempo para discutir más tarde, tenían un asunto por resolver.

—Alguien en quien confío —respondió con seguridad, dando un paso hacia un lado para quedar unos centímetros por delante de ella.

Al escuchar sus palabras, la mirada de Tommy se endulzó e incluso podría decirse que comenzó a mirar a Jessica de forma amable.

—Si tú confías en ella, yo también.
¿En qué puedo ayudarte?

Halit le entregó el sobre en las manos.

—Necesito identificaciones a nombre de Halit, Jessica y Mavi Denson, un certificado de nacimiento, un certificado de matrimonio y un libro de familia. ¿Puedes conseguirlo?

El chico golpeó un extremo del sobre contra su otra mano mientras miraba por encima de sus cabezas. Asintió.

—Sí puedo pero, ¿para cuándo?

—Tan rápido como puedas, es urgente.

Tommy negó despacio y le puso una mano en el hombro a Halit.

—Ya sabes que si fuera por mí, te lo tendría todo en diez minutos pero no trabajo solo y un trabajo tan grande y rápido te saldrá caro.

Halit miró de reojo a Jessica, ella asintió hacia él pero no lo dejó hablar, esquivó su cuerpo y dio un paso al frente.

—El dinero no es problema —aseguró.

Tommy tomó aire con la boca abierta y luego apretó los labios.

—Está bien, dame un par de horas.
Halit asintió y se acercó al chico para darle un abrazo corto.

—Muchas gracias, Tommy. Esperaremos por aquí.

Luego tomó la mano de Jessica para alejarse un poco de la calle pero antes de que pudieran avanzar, su viejo amigo Tommy lo llamó.

—Oye Halit, no te quedes mucho por aquí. Tu padre ha estado acumulando deudas y si te ven, te las querrán cobrar a ti por las malas.

El cuerpo de Halit se tensó, se irguió como una vela y sin querer apretó más la mano de Jessica. La mención a su padre le secó la garganta y le estrujó el corazón. Asintió.

Halit dirigió a Jessica a través del barrio sin decirle nada, pasaron un par de calles más y llegaron hasta una casucha prácticamente en ruinas al final de la calle, pegada a la esquina.

La casa tenía una entrada normal y un patio trasero protegido por una pared rota y desigual, había una parte de la pared que solo levantaba una cabeza por encima de Jessica. En el suelo había una caja de madera, Halit la señaló.

—Ven, te ayudo.

Jessica subió un pie a la caja, comprobó que fuera estable y puso el otro pie. Levantó los brazos y colgó las manos de la pared, Halit la sostuvo por la cintura y le dio un empujón suave para ayudarla a subir.

Ella se sentó encima de la pared, los ladrillos rotos le rozaron las muñecas y mancharon de cal sus pantalones. Pasó la otra pierna para quedar sentada del lado interior y saltó hasta el suelo.

Halit la imitó, tardó mucho menos en entrar y ni siquiera necesitó subirse a la caja. Por dentro, el patio tenía escombros en las esquinas, una silla de tela verde sucia entre medio de varios vasos y botellas de plástico, restos de papeles y hojas.

—Me imagino que habrás estado en sitios mejores —dijo Halit, no había rastro de broma en sus palabras.

Arrastró la silla cerca de ella y le ofreció sentarse. Jessica la miró, la tela tenía un manchurrón rojo de Dios sabe qué y marcas de arañazos por todas partes.

Pero no rechazó su oferta, apretó los labios y se sentó.
Halit se sentó frente a ella, en una parte del suelo que previamente despejó de restos con sus zapatos.

Jessica sintió miedo de preguntar, un nudo le creció en la garganta y se tragó las palabras una y otra vez. Después de un rato, cuando por fin se pudo armar de valor, habló.

—¿Qué lugar es este? —dijo muy bajito.

Halit estaba mirando hacia un costado, tenía las rodillas pegadas al pecho y las manos agarradas por encima de ellas.

—Mi casa. Bueno, era mi casa.

Jessica se rascó el cuello, incómoda.

—¿No hay nadie aquí?

—Mi padre está en el salón pero no te preocupes, solo está su cuerpo. Su cabeza hace tiempo que se marchó. Lo siento, no tengo otro sitio al que podamos ir.

Jessica notó que Halit se agarraba con tanta fuerza las manos que sus nudillos perdieron color. Sin querer se estaba arañando la piel.

—He estado en sitios peores —comentó, intentando restarle importancia al asunto.

Halit la miró arrugando las cejas.

—No es verdad.

Jessica cerró los ojos y arrugó la nariz al sonreír.

—No es verdad —confirmó.

Halit la miró, una sonrisa llenó sus labios y al verla allí sentada, con las piernas apretadas contra sí, más incómoda que en toda su vida pero haciendo un esfuerzo inhumano por hacerlo sentir mejor, Halit supo que nadie podría haberle hecho sonreír más que ella. Porque ella era ella.

Ella era el mundo color rosa en el que siempre había vivido y la fortaleza con la que había salido de él, ella era la belleza y la inocencia con la que sus ojos miraban al mundo.

—¿Por qué me miras así? —le preguntó.

Halit sonrió con sinceridad.

—Porque eres lo único bonito que hay aquí.

—Bueno eso no es tan difícil —bromeó.

Halit soltó una risa a la que ella se unió poco después. Mientras se reían, él pensó en la vida. En cómo unos años atrás él vivía en esa casa, jugaba en ese patio y utilizaba esa caja para entrar cuando no quería que su padre lo oyera.

Pensó en cuánto puede cambiar todo en unos años, incluso en unos minutos. ¿Cómo había acabado allí con la misma chica de la que solía huir por miedo a que descubriera su plan?

¿Cuánto había cambiado todo? Suspiró.

—¿Ese amigo tuyo es de fiar? —preguntó ella después de un rato en silencio.

—¿Crees que porque falsifica documentos es una mala persona?

Jessica se cruzó de brazos, Halit estaba asumiendo lo que ella pensaba otra vez.

—Yo no he dicho eso —Se defendió pero Halit ya se había puesto de pie.

—Sé lo que dicen, que todos somos iguales pero no es verdad. No es fácil estudiar cuando tienes el estómago vacío. Cuando vives en una casa con las paredes llenas de humedad y te cortan la luz a mitad de mes porque tus padres no pueden pagar la factura, te importa una mierda quién descubrió América o cuántos continentes hay en el mundo. A veces haces lo que puedes para sobrevivir y no siempre eliges un buen camino. No digo que lo que él hace o lo que yo hacía esté bien pero es muy fácil juzgar desde fuera.

Se apoyó en la pared, hasta ese momento Jessica no había notado la puerta que daba acceso desde el patio hasta la casa. Se recostó en la silla.

—Ya lo sé, he aprendido mucho desde que te conozco pero sigo teniendo una pregunta que no puedo quitarme de la cabeza. Necesito saberlo, ¿has perdonado a tu padre?

Halit saltó como un resorte, enderezó la espalda contra la pared y fijó la vista al frente.

Jessica se puso de pie, sintió que tenía que darle apoyo físico, que con las palabras no bastaría, que necesitaba estar más cerca.

Halit se lo pensó mucho antes de responder, era una pregunta para la que ni él mismo tenía respuesta y era tan difícil que tenía la sensación de que incluso la lengua le quemaba al hablar de ello.

—No lo sé —bajó la voz—. A veces me acuerdo de los momentos buenos y quiero hacerlo pero luego me obligo a recordar todos los malos porque no es justo, no se merece ser perdonado. Pero todo el mundo te dice que debes perdonar, que debes olvidar el pasado y seguir adelante y yo estoy muy harto de oír lo mismo una y otra vez, Jessica.

Sus manos se movían en el aire, intentaba poner en palabras todo lo que sentía pero era demasiado complicado. Jessica le colocó una mano en el hombro y fue bajando despacio por su brazo.

—No tienes que perdonar —le dijo. Él sonrió.

—¿Ah, no?

—No —finiquitó ella y luego se aclaró la garganta— Si no se lo merece, ¿por qué deberías perdonarlo? Muchas personas perdonan no porque quieran hacerlo sino para poder quitarse ese peso de encima y seguir con sus vidas pero no tienes porqué perdonar si no es lo que quieres. Lo único que necesitas es sanar, dejar caer la mochila que llevas al hombro para poder vivir.

Halit la miró, no quiso decir nada porque no quería romper ese momento. Era la primera vez que alguien era capaz de poner en palabras justo lo que él pensaba y no quería decir algo que pudiera estropearlo.

Solo quería quedarse allí, en ese momento junto a ella, congelado en el tiempo.

—Tengo miedo, Jessica —confesó, las lágrimas le picaron en los ojos—. Tengo miedo de que si no perdono a mi padre, ya no tendré a nadie. Si sigo con mi vida ignorando su existencia, ya no me quedará nadie en el mundo. Estaré solo.

Jessica apretó sus manos sobre sus hombros y lo miró a los ojos fijamente, intentando grabarle a fuego las palabras que iba a decir.

—Tú ya no estás solo, Halit.

Halit dio un paso hacia ella, sus manos se movieron con voluntad propia pero no llegaron a ninguna parte porque él las detuvo. Entreabrió los labios pero no supo qué decir.

No estaba solo porque estaba Mavi. No estaba solo porque estaban juntos. Durante unos momentos no dejaron de mirarse, se habían olvidado de qué era lo que estaban haciendo ahí, del lugar en el que estaban, de las personas que eran.

Se habían olvidado de todo, incluso de lo que se suponía que nunca debían olvidar, que ellos no eran nada y nunca lo serían. Halit miró al reloj de su muñeca, ya casi era la hora. Sacudió la cabeza.

—Venga, vamos. Ya es la hora.

Salieron del patio de la casa y regresaron al lugar en el que se habían encontrado con Tommy, el muchacho los esperaba allí con el mismo sobre que ellos le habían entregado bajo el brazo.

Se lo dio a Halit, luego esperó hasta que Jessica le entregó el dinero que habían acordado y sin mirar atrás, Tommy desapareció por la esquina.

—Se acabó la aventura, niña de papi. Volvamos a tu urbanización de ricachones insoportables —bromeó Halit.

Jessica le pegó un empujón con los hombros y luego juntó las palmas de las manos como si fuera a rezar.

—Sí, por favor —le devolvió la broma.

Pero cuando llegaron a la calle en la que habían dejado el coche, no pudieron ver más allá de un par de hombres apoyados contra las puertas del vehículo con los brazos cruzados y una expresión en sus caras que solo podía significar que buscaban problemas.

Halit agarró a Jessica por la muñeca y la empujó para que quedara detrás de él.

—¿Queréis algo? —les preguntó desde la distancia.

Los dos hombres se miraron el uno al otro, luego se separaron un poco del coche y se acercaron más hasta ellos.

—Tu padre me debe mucho dinero, Halit —dijo uno de ellos, señalándolo con el dedo.

Era el más alto de los dos, tenía el cabello negro y los brazos fuertes.

—¿Y a mí qué me importa? Es problema suyo.

El hombre que había hablado, rio.

—Vale pero si le pego una paliza, espero que no vuelvas por aquí buscando problemas o llorando. Ni que llames a la policía porque dudo mucho que le hagan caso a un borracho con demencia. A menos que prefieras resolver este asunto aquí y ahora.

Halit se tensó y los músculos de su espalda se pusieron rígidos, iba a dar un paso hacia delante pero entonces, sintió cómo la mano de Jessica lo agarraba con firmeza. La miró sin comprender qué era lo que estaba haciendo.

—A él quizá no le harían caso pero a mí sí. Mírame —Se señaló a sí misma—, ¿tengo pinta de ser alguien a quien la policía ignoraría? Si hago una sola llamada, te meteré en la cárcel durante el resto de tu vida así que será mejor que te largues de aquí.

El hombre miró a su amigo, luego sonrió.

—Ya nos veremos, Halit —le dijo antes de pasar por su lado y desaparecer en una esquina.

Jessica sintió que volvía a respirar cuando dejó de verlos, el corazón se le había acelerado y estaba asustada. Pero Halit siempre las defendía sin importar cuán asustado estuviera, por una vez ella sería quién lo defendiera a él.

—No era necesario que me defendieras —le dijo él cuando llegaron junto al coche.

Entonces, Jessica se relamió los labios y se apoyó contra la puerta del copiloto, luego lo miró y sonrió.

—No era mi intención defenderte, solo resguardar mi fachada. ¿Qué clase de mujer no defiende a su marido?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro