CAPÍTULO QUINCE
Heal -Tom Odell
Con septiembre llegaron las primeras lluvias.
El cielo de la mañana estaba cubierto de nubarrones pintados con imprecisión, como si alguien hubiera arrojado un cubo con diferentes tonalidades de gris hacia arriba y hubiera utilizado las manos para plasmar las formas.
Cerca de casa había una cafetería pequeña, una de esas que huele a dulces recién hechos y café muy caliente.
Los pequeños placeres de la vida como escaparse un rato a esos lugares comenzaron a ser rutinarios, se levantaban muy temprano por la mañana y paseaban un rato antes de acabar en la cafetería de la esquina, desayunando juntos como si no se estuvieran escondiendo del mundo.
Con septiembre también llegaron los primeros días fríos y la vuelta al colegio de niños y adolescentes. Muy pronto las calles comenzaron a vaciarse de noche a pesar de que aún seguía haciendo calor la mayor parte del tiempo.
A Jessica le gustaba sentarse en una mesa junto a la ventana, con el vaho de un café ardiendo empañando los cristales y sus ojos fisgones viendo la vida pasar del otro lado.
Cuando iba a la universidad, le gustaba sentarse en la misma cafetería todos los días durante un largo rato y disfrutar del silencio antes de las clases pero para ese entonces, al silencio lo había sustituido el murmullo suave de las conversaciones con poco sentido que Halit y Mavi tenían.
De vez en cuando volvía en sí, los miraba como si los estuviera viendo por primera vez, parecían dos niños peleando por un lugar en los columpios o por el último pedazo de plastilina.
Entonces sonreía, al principio por inercia cuando la niña la miraba pero con el pasar de los días, comenzó a sonreír desde el fondo del corazón.
—¿Puedo tomar chocolate hoy… mamá?
La niña tenía una mano bajo la mejilla y la miraba con ojos de cachorrito suplicante. Jessica se inclinó más cerca de ella, la tenía justo enfrente pero parecía estar mucho más lejos.
—Halit, ¿le explicas a esta niña porque no puede comer chocolate todos los días?
Halit miró a Jessica, se puso más recto que una vela y su sonrisa se transformó en una mueca de seriedad fingida.
—Primero te dolerán los dientes y luego se te pudrirán…
—Y después se te caerán todos y ¿sabes qué es lo peor? ¡Que no volverán a salir! —concluyó ella—. Mejor tómate un zumo y mañana podrás comer un poco de chocolate, ¿de acuerdo?
La niña bufó.
—Vale pero si yo no como chocolate, vosotros tampoco —Se señaló los ojos y después los señaló a ellos.
Jessica comprobó un poco más tarde que ese gesto se le había pegado de Halit.
Cuando terminaron de desayunar, Jessica pagó la cuenta y salieron de la cafetería.
La niña siempre caminaba entre los dos, sus manos agarradas a ellos y preparada para pedirles que la levantaran por los aires en cualquier momento.
—¿Podemos ver una película de terror hoy? —preguntó de la nada.
—¿Una película de terror? ¿Por qué no vemos Frozen o alguna más para tu edad?
—Pero a mí no me gustan esas películas… papá. Prefiero ver una de terror. ¿Podemos?
Halit miró a Jessica con horror.
—No creo que a tu… madre le guste mucho la idea, a las chicas les dan miedo ese tipo de películas, ¿no?
Jessica paró y con ella se detuvieron los dos. Lo miró ofendida.
—A mí no me dan miedo las películas de terror, ¿a ti te dan miedo las películas de terror, Halit?
Jessica lo miró, Halit entrecerró los ojos, la estaba desafiando con su mirada y en el medio de los dos, la niña los miraba con curiosidad.
Halit se irguió aún más para valerse de su altura superior.
—¿Cómo me van a dar miedo esas chorradas? —bravuconeó— Muy bien, esta noche veremos una pero solo para que conste, no pienso dejar que nadie duerma en mi habitación. ¿Tenemos un trato?
La niña y Jessica se miraron y sonrieron. Halit había extendido sus manos hacia ellas y las dos se la estrecharon.
—Trato —dijeron a la vez.
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Habían escogido Hocus Pocus, un clásico del cine de terror de la infancia de cada niño.
Mavi nunca la había visto pero a Jessica lo que más le sorprendió fue descubrir que Halit tampoco.
¿Qué clase de infancia había tenido alguien que no había visto un clásico del terror como ese? ¡Pero si lo repetían en Disney Channel todos los días en octubre!
Jessica pasó un buen rato intentando que Halit recordara la película y reconociera haberla visto pero después de un tiempo, acabó por darse por vencida y se retiró a la cocina para hacer palomitas para los tres.
Esa noche una tormenta se desarrolló a lo largo del cielo de Santa Mar, primero llegaron los truenos y poco después, un relámpago atravesó el firmamento. Mavi fue al baño antes de que empezara la película, Halit y Jessica se habían colocado cada uno en una punta del sofá, esperando a que la niña se pusiera en medio.
Pero cuando llegó corriendo con las manos húmedas y su cabello en una coleta deshecha, Mavi se lanzó encima de Jessica y la obligó a moverse hasta quedar ella misma en el medio.
Apagaron las luces, habían hecho un paquete de palomitas para cada uno, así se ahorrarían discusiones. La película apenas llevaba cinco minutos cuando comenzaron las quejas.
—¿Quién me ha pegado una patada? —susurró Halit.
—Ups.
Mavi se tapó la boca para evitar reírse y Jessica les chistó para que callaran.
Unos minutos después, Jessica miró por encima de su hombro, Halit estaba tan concentrado viendo la película que no notó que ella movía el brazo a través del respaldo del sofá y le tocó el cuello con un par de dedos.
Después retiró la mano muy rápido y Halit se giró bruscamente. Con las manos se sacudió el cuello, tenía el ceño fruncido y cara de susto.
Siguieron viendo la película, un rato después la niña se quedó dormida y sus suaves ronquidos llenaron el salón.
—Ahora entiendo porqué no le dan miedo, si se queda dormida—bromeó Halit.
Ellos siguieron en silencio, la niña cada vez se estiraba más en el sofá y reducía el espacio de Jessica hasta forzarla a moverse.
Sus dedos volvieron a colarse en el nacimiento del pelo de Halit, justo donde acababa su cuello y luego volvía a retirarlos para que él se asustara.
Miró hacia un costado para reírse, apretó los labios cuando lo vio rebuscar por todo el sofá la razón de esos cosquilleos en el cuello. La niña se siguió estirando hasta que una de sus piernas acabó en el hombro de Jessica y ella tuvo que pegarse más hacia él.
Cuando quiso darse cuenta, estaba tan cerca de él que casi había quedado sentada encima.
—¿Qué haces? Échate a un lado —le pidió ella.
—¿Qué haces tú? No pasa nada si tienes miedo, no me enfado porque te acerques —bromeó.
Pero era él quien se había encogido y quien retiraba la mirada de la pantalla cada pocos minutos.
Jessica apenas podía moverse, el hombro y codo de Halit se le estaban clavando como dos huesos en papel. Comenzó a removerse pero no quería despertar a la niña.
Halit la miró y al notar lo incómoda que estaba, levantó el brazo por encima de su cabeza y lo colocó en el respaldo del sofá. Ella no le dijo nada, era una situación de extrema necesidad y no iba a molestarse.
Poco después, los dos estaban acurrucados junto al otro en una esquina del sofá mientras la niña ocupaba tres cuartas partes.
Jessica no quiso prestarle atención a cómo el brazo de él había acabado por rodearla, ni al sonido de su respiración agitada o al hecho de que estaban tan cerca que podía sentir el perfume que se había comprado unas semanas atrás y los latidos de su corazón como si fuera el suyo propio.
Esa noche hacía un poco de frío pero ella estaba acalorada, estaban demasiado pegados al otro para poder respirar. Al mirarlo, Jessica perdió de vista la película.
Él tenía el ceño fruncido y se mordía el labio con insistencia. Tenía miedo, eso era evidente pero no lo reconocería por nada del mundo y a ella le pareció algo un poco estúpido pero también tierno.
Miró a la niña y después volvió a mirarlo a él y a la película. No tenía dudas de que si alguna de las brujas o los monstruos cobraran vida y salieran de la pantalla, Halit se pondría delante de ellas incluso con las piernas temblando y el corazón acelerado.
Lo haría por proteger a la niña. Aunque quizá, también lo hiciera por protegerla a ella. La necesitaba, al fin y al cabo. Jessica no podía concentrarse en lo que estaba sucediendo en la pantalla, tuvo que luchar contra su propia mente para para reconectar con la película y apartar esos pensamientos que carecían de lógica.
Cuando terminó, Halit llevó en brazos a la niña a la cama y la arropó antes de retirarse y darle las buenas noches. Luego Jessica cerró la puerta tras ella pero al hacerlo, notó que la niña se había despertado.
Una sonrisa traviesa llamó su atención.
—¿En qué estás pensando, pequeño diablillo? —susurró acurrucandose junto a ella.
Entonces la niña miró de un lado a otro como si estuviera a punto de contarle un secreto o alguna travesura. Antes de que hablara, Jessica ya sabía que la noche no había terminado todavía. Mavi sonrió otra vez.
—Jessica, ¿quieres hacer algo divertido?
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Jessica dobló un poco la bolsa y con la punta de las tijeras, le cortó un círculo lo más perfecto que pudo.
Cuando miró a la niña, ella ya se había colocado una bolsa negra que le quedaba hasta las rodillas y por la que miraba a través de dos agujeros imperfectos.
La niña comenzó a reír y Jessica la mandó a callar. Se colocó su propia bolsa y la tomó por la mano, caminaron de puntillas, con nocturnidad y alevosía de espaldas a la tormenta y en la penumbra más absoluta.
Lo único que las acompañaba era la luz del móvil de Jessica. Intentaron hacer el menor ruido posible según avanzaban por las escaleras, sus manos agarradas con fuerza y la firmeza en sus pasos de dos niñas haciendo una travesura.
Jessica tiró de la manija de la habitación hasta abajo para evitar el chirrido que normalmente hacía, empujó con el resto de su cuerpo, levantando la puerta un poquito hacia arriba.
Mavi pasó primero, delante de ella Halit dormía plácidamente con la boca abierta y una pierna fuera de la sábana. A Jessica le pareció que así dormidito, tenía el aspecto de un ángel.
Se agachó a la altura de la pequeña y le tocó las mejillas por encima de la bolsa.
—¿Lista?
—¡Lista!
Volvió a su posición, levantaron las manos y torcieron unos centímetros la cabeza hacia un costado, entonces comenzaron a susurrar el nombre de Halit a coro como si fueran dos fantasmas —o dos diablos— venidos directos del infierno, buscando arrastrarlo con él.
Al principio no pasó nada, seguía durmiendo como un bebé, ignorando sus voces. Así que Jessica comenzó a elevar el tono de voz y en un momento, Mavi casi gritó su nombre como un espectro enfurecido buscando venganza.
Halit abrió los ojos, confuso al principio pero al verlas, un grito se escapó desde el fondo de sus pulmones y se incorporó en la cama como si tuviera un muelle debajo del trasero.
—¡Atrás! —gritó sin pensar.
Su cara se había deformado, tenía la mano en el pecho y el rostro de pánico más épico que Jessica había visto en toda su vida.
Disfrutó ver su rostro descompuesto y el sudor que se le había formado en la frente, aunque sólo fuera un poquito. Las risas de las dos resonaron igual que los truenos de la habitación, Halit tenía tal cara de susto que parecía haberse convertido él mismo en el fantasma por el que había gritado.
Las miraba todavía confundido, intentando comprender a santo de qué habían decidido gastarle esa broma.
—Espero que seáis más felices ahora —dijo cruzándose de brazos.
—Un poco sí, ¿para qué voy a negarlo? ¡Ojalá pudieras verte! Estás tan blanco que te has mimetizado con la pared —rio Jessica.
La niña se agarró del estómago y respiró hondo.
—Cuando yo era pequeña y tenía miedo, siempre llevaba un pañal. Halit, ¿necesitas un pañal?
Jessica se llevó las manos a la boca, sentía una punzada en el estómago por la tensión y el aire parecía no querer entrar en sus pulmones.
Él se puso de pie, haciendo gala de una falsa valentía pero cuando un trueno rompió a su espalda, se sobresaltó al punto de que dio un paso hacia adelante y se chocó contra Jessica.
Las miró intentando sonreír, hacía su mayor esfuerzo por disimular su miedo.
—Lo que dije esta mañana de no compartir mi habitación no iba tan en serio. Quiero decir que no tenéis porqué pasar miedo, os invito.
Jessica miró a la niña, su sonrisa profundizó y se cruzó de brazos muy cerca de él.
—Yo no tengo miedo, ¿tú tienes miedo, Mavi?
La niña la imitó, incluso levantó la barbilla tanto como ella. Parecían una copia a carbón de la otra, una madre y una hija gastando una broma a su papá.
—Nop —respondió con sorna.
—Entonces creo que rechazamos tu invitación, nos vamos a nuestra cama.
Jessica se dio media vuelta y agarró la mano de la niña con la intención de marcharse.
—Pasar miedo por nada es una tontería —dijo Halit. Ella dio media vuelta y lo miró—, no te hagas la dura.
Se acercó más a él, la diferencia de altura era evidente entre ellos y tenía que alzar la vista para mirarlo a los ojos. No podía ni quería contener la sonrisa en sus labios.
—Admite que tienes miedo y nos quedaremos —susurró.
Halit se cruzó de brazos y la miró utilizando su altura superior. Se desafiaron durante unos largos segundos, a su alrededor la tormenta parecía haberlo devorado todo, como si solo estuvieran ellos dos y detrás de una pared invisible, el resto del mundo.
—No tengo miedo pero si queréis quedaros aquí, no voy a rechazar vuestra petición.
Jessica miró por encima de su hombro, Mavi puso cara de estar pensando y después, negó con el dedo.
—Un poquito más, Halit. Venga que tú puedes.
Él se mojó los labios y luego se los mordió.
—No quiero dormir solo esta noche, ¿suficiente?
Miró de una a otra, esperando su respuesta. Entonces los labios de Jessica rompieron en una sonrisa sincera y asintió.
—Suficiente.
Encajar los tres en la misma cama para dormir no fue nada fácil, probaron colocando a la niña en el medio pero al moverse medio centímetro, alguno de los dos acababa con la cara estampada contra el suelo.
Al final optaron porque él se quedara en el centro, la niña casi encima de su cuerpo y su mano alrededor de ella, abrazándola. Jessica se colocó de lado, mirándolo.
Intentó que sus ojos no se encontraran mientras luchaba por tocarlo lo menos posible y al principio, lo consiguió pero el tiempo comenzó a pasar y ninguno de los dos conseguía dormir.
Halit miraba de un lado a otro, se movía para mirar debajo de la almohada y luego en el cabezal de la cama.
—Creo que tenemos chinches en el sofá, puede que aquí también haya —dijo.
Jessica comenzó a reír muy bajito.
—Era yo, tonto. Te estaba gastando una broma, no tenemos chinches. Anda duérmete.
Él la miró mal y se colocó lo mejor que pudo.
—Muy graciosa, ¿era esa tu venganza?
—Si hubiera querido vengarme de ti, habría hecho algo mucho peor. Eso no es nada, solo me apetecía burlarme de ti —confesó.
Halit apartó los ojos de ella y miró al techo.
—Me ha gustado la película, nunca la había visto antes así que gracias por la recomendación.
—¿Pero tú qué veías cuando eras pequeño con tus padres? ¿O solo te dedicabas a aprender a montar en bici? —se burló.
Halit tensó el cuello, tragó saliva y apretó la boca.
—Yo no veía nada y lo único que me enseñó el borracho de mi padre fue a huir de él.
El tono de su voz evidenciaba lo mucho que le dolía mencionar a su padre, la rigidez de sus músculos, la presión dentro de su pecho.
Jessica sintió que alguien le había metido la mano entre las costillas y le había apretado el corazón entre las manos. Se irguió en la cama.
—¿Por eso comprendes tan bien a Mavi? —Su voz sonó compungida y el labio le tembló— ¿Tu padre te maltrataba?
Halit miró de reojo a Jessica, no quería que ella notara en sus ojos la debilidad de ese dolor, esa herida que todavía sangraba aunque quisiera ocultarlo.
—Creí que a estas alturas ya sabrías que hay niños que no reciben ningún abrazo en sus vidas, solo golpes.
Jessica lo comprendió todo y no pudo decir nada más, tan solo tumbarse con los ojos muy abiertos junto a ellos y con el corazón en un puño.
Se imaginó a un pequeño Halit huyendo por la calle, a un niño solo y asustado luchando por sobrevivir, haciendo cualquier cosa que tuviera que hacer para salir adelante.
Incluso estafar a las personas. Halit acabó por quedarse dormido abrazado a la niña, Jessica no pudo dormir en toda la noche pero cuando se giró hacia ellos y abrazó a Mavi, su mano llegó sin querer hasta Halit pero no quiso apartarla.
No era un abrazo ni nada parecido a uno pero quizá, un poco de amor pudiera sanar las heridas de todas las personas que había en esa cama.
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