Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DIEZ

Unsteady -X Ambassadors

La niña se durmió en los brazos de Halit unas horas después, cuando la noche cayó sobre ellos.

La casa solo tenía dos habitaciones pero era más que suficiente, no necesitaban más. La subió por las escaleras en silencio, cuidando que no se despertara.

—Dormirá conmigo —dijo Jessica cuando llevaron arriba, señalando la habitación de la izquierda.

Halit se colocó un dedo en los labios antes de susurrar.

—¿Y por qué no duerme conmigo?

—Porque prefiero que duerma conmigo —rebatió ella.

Él se llevó la mano libre a la frente para masajearse la sien. Luego pasó de largo hacia la habitación que ella le había indicado.

—No tengo ganas de discutir, todavía me duele la cabeza.

Ella lo siguió, colocó a la niña en un costado de la cama junto a la pared y puso la muñeca a su lado.

—Todavía sigo sin comprender cómo pudiste emborracharte con una sola copa.

Halit se incorporó luego de colocar a la niña y se giró para mirarla, tenía unas marcas violáceas bajo los ojos y el ceño fruncido. Estaba serio, mucho más serio de lo habitual.

—Yo no bebo —dijo. Jessica inclinó un poco la cabeza.

—¿Nunca? ¿Ni una sola vez?

Él se hizo un hueco entre ella y el espacio vacío de la habitación.

—No —respondió al pasar.

Pero Jessica fue más rápida que él y dio dos pasos atrás, se interpuso entre Halit y la salida.

El movimiento fue tan brusco e inesperado que él estuvo a punto de chocar contra ella y quedaron a escasos centímetros de distancia.

Le sacaba una altura razonable, la suficiente para que Jessica tuviera que levantar la barbilla para mirarlo a los ojos, unos ojos oscurecidos por la falta de luz.

Sin querer bajó la vista a sus labios entreabiertos mientras su mente se llenaba de preguntas.

No bebía pero no había dudado en tomar ese licor para salir de una situación incómoda.

Se dedicaba a estafar pero no había dudado en llevarse a una niña se seis años para ponerla a salvo. ¿Quién era él? ¿De qué estaban hechas las capas de su corazón?

—¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu secreto?
—le preguntó.

Él arrugó las cejas y repasó con su mirada cada centímetro del rostro de ella.

Primero miró su cabello, luego se fijó en sus cejas, en el perfilado de su nariz, en el par de pecas que había bajo sus ojos, en la forma de corazón de sus labios.

La miró como si la estuviera viendo por primera vez, como si quisiera reconocer algo en su rostro o como si quisiera memorizar cada facción de ella.

Abrió la boca para responder pero entonces, oyeron un quejido a su espalda. La niña se retorció sobre el colchón, de su boca comenzó a salir algo parecido a un llanto bajo.

—¿Seray? ¿Seray estás bien?

Halit se colocó a los pies de la cama y la tomó por los hombros para sacudirla. Jessica corrió a su lado.

—¡No la despiertes! —le gritó con urgencia— Es una pesadilla, puede ser malo despertarla.

—¿Y entonces qué hago? —respondió él con el mismo tono de súplica mientras la niña se seguía retorciendo.

Jessica se puso de rodillas en un extremo del colchón y se arrastró hasta quedar junto a la niña aun con los zapatos puestos.

Le colocó una mano sobre el estómago y la abrazó con el resto de su cuerpo. Halit se hizo un hueco justo al otro lado y repitió la acción, le puso una mano en el estómago y la rodeó hasta que la pequeña quedó entre medio de ambos.

Sobre ella sus manos se rozaban y sus miradas se encontraron, estaban asustados y exhaustos pero poco a poco, las sacudidas de la niña se fueron calmando hasta que desaparecieron.

No se separaron durante un buen rato, siguieron mirándose el uno al otro como si estuvieran buscando una respuesta, algo que les cayera del cielo para saber qué hacer.

Jessica fue la primera en romper la unión, salió del colchón con cuidado y Halit la siguió poco después, al marcharse de la habitación dejó la luz encendida y la puerta cerrada.

Jessica había bajado las escaleras y había salido al porche, estaba observando la luna. Él se sentó en el banquito blanco y este crujió bajo su peso.

—¿Tienes alguien en quien confíes? ¿Alguien a quién puedas pedirle ayuda?
—le preguntó ella sin girarse para mirarlo.

Halit miró hacia un costado, no tenía mucho que pensar. No tenía más que un par de amigos de negocios pero solo eso, no tenía familia ni alguien que le quisiera.

No tenía a nadie, estaba solo.

—No, ¿y tú?

Ella suspiró, una brisa le erizó la piel de los brazos y comenzó a frotarse con las manos para entrar en calor.

Aunque entre ellos había un metro y medio de distancia, el océano que rodeaba Cambras habría habido en ese porche, entre las personas que eran, entre las que alguna vez habían sido.

—No —hizo una pausa—, estoy sola.

Los ojos le picaron y algo envolvió y estrujó su corazón. No solo estaba sola, también se sentía sola y dudaba si alguna vez, podría volver a ser feliz.

Halit no respondió ni ella añadió nada más, se quedaron en silencio hasta que la madrugada los separó y cada uno se fue a su habitación.

Eran tres desconocidos viviendo bajo el mismo techo, tres desconocidos que lo único que tenían en común era el objetivo de que nadie los encontrara.

❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀

Jessica se despertó sola en la cama, enseguida supuso que la pequeña se habría despertado y Halit la habría llevado al salón, aunque el sol ya estaba en su punto más alto, el reloj no pasaba de las nueve de la mañana.

Se levantó y bajó las escaleras con la misma ropa que llevaba desde hacía tres días, estaba adormilada y con los ojos medio cerrados así que solo notó lo que estaba ocurriendo cuando su pie tocó el salón y el agua lo inundó.

Una capa de unos diez centímetros de agua cubría todo el salón y la cocina, había empapado los bajos de los muebles y llegaba hasta los rodapiés de las paredes.

Jessica agradeció haberse descalzado para dormir, ¿de dónde salía tanta agua? ¿Qué había pasado?

—¿Halit? —llamó.

—Estoy aquí, al otro lado del Océano Pacífico —respondió desde la cocina.

Jessica vio a la niña acercarse a ella chapoteando, aprovechaba el agua para pisar más fuerte y los bajos de su vestido se habían llenado de agua.

—¡Buenos días, Jessica! —gritó con una enorme sonrisa.

—Buenos días, Mavi. Ten cuidado, no te resbales.

La niña chapoteó más fuerte, unió sus pies y comenzó a saltar, salpicando con fuerza.

Jessica caminó hasta la cocina, el grifo del fregadero estaba soltando un incesante chorro de agua por donde debería estar su alargado brazo.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó.

Halit estaba achicando agua de forma bastante inútil con una fregona y un cubo casi desbordado.

—¿No lo ves? Tenemos una pequeña avería. Esta mañana fui a abrir el grifo y se quitó el caño. He intentado ponerlo pero no se puede.

Jessica se acercó esquivando el chorro de agua, apartó a Halit empujándolo a un costado.

—Déjame a mí, seguro que puedo arreglarlo.

—¿No he podido yo y vas a poder tú?

Ella se cruzó de brazos, ofendida.

—¿Y por qué no voy a poder? ¿Porque tengo menos fuerza que tú?

Halit negó.

—Yo no he dicho eso pero, ¿vas a saber?

—¿Vas a saber tú? —respondió ella.

—¿Me vas a discutir todo lo que te diga?

—¿Me lo vas a discutir tú?

Jessica cogió el caño entre sus manos y rodeó el chorro de agua, lo encajó como pudo para redirigir el chorro y luego cerró el grifo. El agua dejó de salir. Ella sonrió, orgullosa.

—¿Ves? Solo hace falta un poco de habilidad.

Halit le mostró una sonrisita de lado, se acercó a ella empujándola un poco más cerca del grifo y después, abrió.

El caño volvió a salir disparado y el chorro de agua le dio a Jessica directamente en el cuello, ella se tambaleó hacia atrás y solo consiguió tenerse en pie gracias a que se agarró del fregadero con las dos manos.

Se alejó un paso y volvió a erguirse, frente a ella Halit estaba apretando los labios para no reírse en su cara.

—¡Lo has hecho a propósito! —acusó.

Él se encogió de hombros.

—Claro que lo he hecho a propósito, te he dicho que he intentado ponerlo y no se podía pero no me has hecho ni caso.

Jessica apretó los dientes, con furia dirigió la mano al chorro y lo taponó con la palma, levantando los dedos medio cerrados.

Al ejercer presión, el chorro se redirigió y le dio en la cara a Halit, él sacudió la cabeza para quitarse el agua de la cara y dio un paso atrás, le había caído en los ojos, en la nariz y hasta en las orejas.

Le había empapado el pelo.

Ella se mordió el labio, no podía contener las risas. Halit abrió los ojos, los entrecerró para mirarla y la imitó, taponando la otra mitad del chorro pero al ponerle una presión doble, el agua se descontroló y salió por todos los costados, mojando a ambos.

Cuando ya no había nada que pudieran hacer, Halit acumuló un poco de líquido en sus manos y se lo tiró a la cara, ella abrió la boca ofendida y enfadada e hizo lo mismo hasta que los dos estaban mojados de pies a cabeza.

Cuando se cansaron de hacer el imbécil, se miraron.

Tenían la cara roja, el pelo pegado a la frente y la respiración agitada.

—¿Has acabado? —preguntó Jessica.

—No lo sé, ¿has acabado tú? —respondió él.

Pero entonces, un salpicón de agua les llegó desde el otro extremo acompañado de una risa.

La niña comenzó a chapotear con fuerza, metiendo las manos en el agua del suelo y tirándola hacia ellos mientras se reía.

Halit y Jessica se miraron y una sonrisa brotó de sus labios, luego asintieron a la vez y salieron corriendo para cogerla en brazos y llevarla de lleno al suelo inundado.

Pero cuando Halit la levantó en el aire, la pequeña se removió en sus brazos. Lo miró e hizo un puchero.

—Tengo frío —susurró.

Él la abrazó con fuerza, aunque los dos estaban empapados, le daría algo de calor.

—Una ayudita —pidió.

Jessica los rodeó y abrazó a la niña por el otro lado, quedando pegada a ellos. Los tres estaban abrazados en mitad del caos, con el grifo todavía abierto a sus espaldas y el agua subiéndole por los pies.

Mientras sus brazos daban calor a la niña y llegaban hasta la espalda de Halit, Jessica se dio cuenta de que en realidad, sí tenían algo en común porque no estaban solos, estaban juntos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro