CAPÍTULO CATORCE
We Found Love -Rihanna
Jessica sintió que el otro lado del colchón se había liberado, estaba medio dormida pero podía palpar el espacio vacío en el que debía estar la niña.
Abrió los ojos de golpe, bajo el reflejo de la lamparita pudo ver qué estaba sola en la cama.
Se quitó la sábana de un golpe de muñeca, se arrastró por el colchón para echar un vistazo a toda la habitación.
La niña no estaba y la puerta estaba entreabierta, al otro lado podía escuchar unos tímidos susurros.
Posó los pies en el suelo y se movió despacio, asomó la cabeza por la abertura.
La luz del descansillo estaba encendida, la niña estaba sentada en el suelo de espaldas a la escalera y frente a ella, Halit apoyado en la pared.
La niña estaba sorbiendose la nariz, tenía las mejillas sonrojadas y un reguero de lágrimas. Halit le estaba acariciando el pelo, la miraba con dulzura y sonreía.
—Solo era una pesadilla, cariño. No tengas miedo, solo estabas soñando.
Jessica se apoyó en el marco de la puerta, poco a poco se fue resbalando hasta quedar sentada en el suelo, muy cerca de ellos.
De vez en cuando Mavi se reía muy alto, les gastaba bromas y corría de un lugar para otro.
A veces era tan dulce y juguetona que a Jessica se le olvidaba que dentro de su corazón, seguían intactos los recuerdos del infierno que había vivido.
Quizá con ellos se sintiera más a salvo pero al cerrar los ojos, Mavi volvía ser Seray, volvía a estar allí.
La niña miró a Halit, sus manos temblaban y sollozaba antes de cada palabra.
—Cerré los ojos y estaba oscuro
—susurró.
Halit extendió sus brazos hacia ella, la agarró con mucha suavidad y la acercó a él. Le colocó la cabecita en su hombro y la sostuvo con una de sus manos por la espalda y con la otra, por las piernas. Entonces comenzó a cunearla.
—Pero no era real, ¿ves? Hay luz por todas partes —Señaló a su alrededor.
La niña hizo un puchero y Halit le dio un toquecito en la nariz para hacerla sonreír.
—Pero siempre está oscuro cuando cierro los ojos... —sollozó.
Halit levantó la mirada hacia al techo, durante unos pocos segundos estuvo meditando su respuesta y meciendo a la niña entre sus brazos.
—A veces cuando yo cierro los ojos, también está oscuro. Cuando tengo miedo siempre pienso en las cosas que más me gustan, como el mar, la pulpa del zumo o el invierno —dijo.
Su voz era igual de suave que el terciopelo, hablaba como si la niña fuera de cristal y él tuviera que tocarla con mucho cuidado para no herirla.
Jessica notó que las manos habían comenzado a temblarle y empezó a ver a las personas frente a ella como a través de niebla. Las lágrimas calentaron sus mejillas al salir.
¿Cómo podía una persona guardar tanto amor en su corazón para tocar y hablar de esa manera a una niña herida?
Ni siquiera ella era capaz de encontrar las palabras que decirle a Mavi cuando la veía sentirse mal.
Pero Halit parecía capaz incluso de más, parecía estar a punto de colocarse una capa de héroe y sostener el mundo por ella.
La niña se reclinó un poco al escuchar esas palabras y su rostro se iluminó. Jessica vio cómo la esperanza flotaba entre los nubarrones del pasado.
—¿Yo también puedo hacerlo? —le preguntó.
A Halit se le escapó una sonrisa y asintió.
—Claro que puedes.
—¿Y si sigo teniendo miedo?
Utilizó las piernas para seguir sosteniendo a la niña y sacó las manos para poder acariciarle las mejillas, entonces le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y se acercó mucho a ella.
—Si no funciona, llámame. Yo te salvaré de la oscuridad.
Mavi sonrió y después volvió a apoyar su cabeza sobre el hombro de Halit. Poco a poco se fue quedando dormida en sus brazos.
Jessica se quedó allí, vio cómo Halit también se iba quedando dormido en la posición más incómoda del mundo, protegiendo a la niña del suelo y la pared.
Sentía que el corazón podría explotarle, que las costillas no serían capaces de sostener los golpetazos de sus latidos.
No dejó de llorar durante un largo rato mientras los miraba. Antes de quedarse dormida, Jessica comprendió de qué material estaba hecho el corazón de Halit y que pasara lo que pasara, estando en sus brazos, no había otro lugar en el mundo en el que Mavi pudiera estar más a salvo.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
Agosto se tragó sus dos primeras semanas y con él llegó una de las peores olas de calor de la historia de Santa Mar.
Jessica recordaría esos días muchos años después de forma física, casi palpable. Al cerrar los ojos cada noche ella siempre regresaría allí, al jardín trasero de Luna Azul esa mañana de agosto.
—¡No puedo! —gruñó Mavi.
Se cruzó de brazos y volvió a poner los pies en el suelo. Una semana atrás mientras paseaban por la urbanización, la niña se había quedado mirando una cristalera tras la que había una bonita bicicleta de color azul.
Esa misma noche, Jessica se escabulló para comprarla. Cuando Jessica miraba a Halit y Mavi, siempre sentía que algo la separaba de ellos, un muro invisible, una barrera.
Como si ellos hubieran formado un vínculo del que ella no era parte y no es que no hubieran intentado incluirla, es que ella misma se había excluido de todo.
Prefería mantenerse al otro lado por miedo a implicarse demasiado, a formar parte de algo que no duraría. Halit se pasó las manos por el pelo, llevaban casi una hora y la niña todavía no se sostenía sola en la bicicleta.
Jessica se puso de rodillas junto a ella y comenzó a acariciarle el pelo. No es que no pudiera, es que tenía miedo a caerse.
—Sí que puedes, pon los pies en los pedales, no tengas miedo. No te dejaremos caer.
La niña le hizo caso, con mucho cuidado colocó un pie y después puso el otro. Pero no consiguió sostenerse y su cuerpo se deslizó hacia un costado.
En ese momento, Jessica evitó su caída colocándole la mano en la espalda. Un centímetro más abajo, la colocó Halit. Sus dedos se rozaron y sus miradas se encontraron en el aire. Él sonrió, ella apartó la mirada.
—¿Ves? ¡No puedo!
Se bajó de la bicicleta y la dejó caer, luego se cruzó de brazos e hizo un puchero. Halit chasqueó la lengua, se agachó para coger la bicicleta y ponerla de pie.
—No es tan difícil, mírame a mí.
Se sentó encima de la bicicleta, era muy pequeña y el sillín se le clavó en el trasero. Jessica se cruzó de brazos y al ver la cara de susto de Halit, supo que no iba a salir bien.
Halit se mojó los labios, miró al frente con la barbilla muy en alto y pedaleó.
Pero su cuerpo era demasiado grande para una bicicleta tan pequeña y no había montado en veinte años así que cuando intentó avanzar, el balance de su peso falló y la bicicleta se inclinó hacia un costado.
Nadie estaba ahí para sostenerlo así que Halit cayó como un peso muerto al jardín junto con la bicicleta y su dignidad.
Jessica se mordió el labio inferior para contenerse y los ojos se le llenaron de lágrimas mientras la niña se reía a carcajada limpia a su espalda.
Pero lo más divertido fue que después de varios minutos, Halit no se movió. Jessica se acercó a él para comprobar que no se había muerto en una caída de treinta centímetros.
Él estaba mirando hacia delante con los labios apretados en posición fetal.
—¿Qué haces, Halit? —preguntó.
—He perdido mi dignidad, dame un momento.
—¡Venga Halit, levanta! Lo voy a intentar otra vez —gritó la niña.
Él se sacudió los pantalones y se puso de pie. Halit agarró a la niña por la mano para ayudarla a avanzar y Jessica hizo lo mismo. Sus manos se rozaron.
—Vamos, nosotros te sostenemos.
Entonces comenzaron a avanzar poco a poco, ella no llevaba el control sino que eran ellos quienes la estaban conduciendo por el jardín.
Con sus manos en la espalda avanzaban, sus dedos todavía se estaban rozando pero ninguno de los dos se apartó. Bajo el sol del verano, sus anillos brillaban.
Mavi cerró los ojos, Jessica comenzó a reír ante sus gritos.
—¡Abre los ojos, Mavi! —le dijo Halit.
La niña se retorcía de tal forma que a veces parecía que se caería y los arrastraría a ellos al césped. La llevaron en círculos de un lado a otro, el jardín no era demasiado amplio así que no podían hacer mucho más.
—Ahora agárrate tú, vamos.
La niña se agarró con fuerza a los manillares de la bicicleta, ellos la seguían conduciendo hasta que un rato después, Halit tomó la mano de Jessica y dio un paso atrás. Se quedaron de pie, dejando que ella fuera sola.
—¡Vas sola, Mavi! —gritó ella.
La niña le devolvió el grito pero no apartó las manos ni tampoco los pies, siguió avanzando. Poco a poco se acostumbró al equilibrio y a la fuerza que sus piernas tenían que hacer.
Pedaleo a pedaleo lo difícil se convirtió en fácil. Jessica y Halit esperaban de pie frente a ella, se habían alejado para darle espacio y la niña daba vueltas y más vueltas por todo el jardín.
—Creo que acabamos de abrir una puerta al infierno —bromeó él.
En ese momento, Jessica lo miró y si algún tiempo después, alguien le hubiera preguntado en qué momento todo comenzó a cambiar, ella lo habría recordado así.
Halit estaba sonriendo, llevaba puesta esa máscara de cristal con la que escondía sus heridas del mundo.
No esperaba nada de ella, lo habían hablado unas semanas antes pero entonces, Jessica le devolvió la sonrisa.
Y ese fue el preciso instante en el que el muro que la separaba de ellos, se rompió.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro