Veinticinco
No era la primera vez que Eun-ji y Hoseok se dejaban de ver por tanto tiempo. Realmente solo fueron pocos días en las que el chico de los hoyuelos no había tenido ninguna clase de contacto con su amiga. Después de todo, ella se había comportado tan indiferente y parecía que quería crear distancia con él.
Así que Hoseok también hizo lo mismo, dejó de ir a la biblioteca seguido, pues el único motivo que tenía para ir ya no lo quería cercas. O al menos eso es lo que Eun-ji le dio a entender con su frialdad e indiferencia.
Aunque no descartaba la idea de arreglar las cosas si se encontraba con ella. Necesitaba una explicación de que era lo que le sucedía a Eun-ji y ese día estaba decidido a conseguir la respuesta y a resolver lo que sea que haya iniciado aquel confuso problema entre ambos.
—Señora Choi ¿Cómo está?
—Hola, tanto tiempo sin verte —le comento la anciana con una sonrisa—. Que bueno que por fin apareces, tengo todos estos días preocupada por tu amiga. Dime, ¿ya está mejor?
—¿Qué?
Hoseok dejó de caminar hacia los estantes para mirar a la dueña del establecimiento.
—¿Cómo? ¿Acaso no lo sabes? Tu amiga vino hace algunos días, parecía que todo estaba bien, no note que se sintiera mal —comenzó a narrarle al joven, mientras este se acercaba al mostrador.
Le habló de lo enfermizo que se veía su rostro, de lo débil de sus movimientos y como caminaba con lentitud debido al dolor. Hoseok podía imaginarse con lujo de detalle toda la escena que la señora de mayor edad le estaba contando y eso solo provocaba que sus nervios se alteraran.
Hoseok sintió una punzada en su pecho y un suspiro cargado de tensión salió de sus labios. Tuvo que sostenerse del mostrador por el repentino mareo que lo invadió, junto con la angustia. Él no tenía ni idea, y por cómo lo contaba la señora Choi, parecía que ella tenía algo grave.
—No lo sabía. No tenía ni idea de qué eso había pasado.
—¿Cómo que no lo sabías?
—Sí… es que… tuvimos un especie de problema.
Negó con la cabeza, las palabras no salían y en ese momento lo último que quería era hablar. Lo que él necesitaba era saber cómo estaba la amante del color azul. Se alejó unos pasos del mostrador y llamó al número de Eun-ji. Sus manos temblaban mientras presionaba la pantalla de su celular. No respondió la primera llamada, ni la segunda, tampoco la tercera.
A pesar de que su semblante parecía tranquilo, era evidente por el movimiento frenético de su pie golpeando el suelo, que su preocupación estaba por los cielos e iba en aumento, ya que la chica seguía sin responder.
—Joder ¿Usted no sabe a qué hospital la llevaron?
Cuando se giró para ver a la señora Choi, ella ya estaba con él. Estaba tan alterado que ni siquiera se percató de cuando ella se acercó. De forma cariñosa la anciana tomó su mano y comenzó un pequeño masaje por esta para poder calmarlo.
—No sé a donde se la llevaron, ese día no pude acompañarla porque había mucha gente —le contestó—. Sin embargo, no creo que haya necesidad de que te pongas de esa forma. No hay que dar por sentado que ella sigue mal. Quién sabe, tal vez ella está bien, y está guardando reposo en su casa.
Hoseok quiso replicar, pero ella no le permitió hablar. Ella insistió en que quizás su desmallo no había sido nada grave y que ahora ella no contestaba porque estaba ocupada, haciendo los deberes de la escuela o descansando. No había necesidad de armar tanto alboroto.
—Si le llamas más tarde, tal vez te conteste.
—Sí, tiene razón —contestó ya más tranquilo, aunque su semblante seguía afligido.
—Oh, ahora que recuerdo.
La señora se alejó por un momento hacia unos cajones que estaban detrás del mostrador y sacó de ellos un conocido cuaderno color azul. La señora se lo entregó a Hoseok diciéndole que aquel día se le había quedado a Eun-ji sobre la mesa de la biblioteca. El joven lo recibió entre sus manos y lo examino por unos segundos. La textura de terciopelo era suave al tacto, tenía algunas manchas de tinta y algunas partes de la portada estaban rotas, seguramente debido al paso del tiempo.
La anciana le pidió al joven que le entregará ese cuaderno a la joven cuando supiera de ella, y él prometió entregárselo. Tenía la esperanza de encontrarse rápido con ella, y rogaba por qué ella estuviera bien y sana, y que aquel incidente fuera solo eso y no algo más grave. Sin embargo, no dejaba de sentir esa inquietud en su pecho que le apuraba para que la encontrara lo antes posible, pues tenía el presentimiento de que algo malo pasaría si no se daba prisa.
* * *
Su padre entró a la habitación, se detuvo un momento a observar a su hija, quien dormía sobre su cama o al menos eso Intentaba. Su rostro en lugar de estar relajado se contraía cada tanto en una mueca de dolor, impidiéndole dormir. Llevaba internada tres días en el hospital y no mejoraba. Era poco tiempo desde que inició su malestar y, sin embargo, se veía demasiado enferma, como si llevara meses de esa forma.
Por un breve instante se formó lo que parecía una mueca de preocupación por su hija. Era verdad que no era el mejor padre, pues nunca hizo lo posible por acercarse o por mostrarle un poco de cariño. Pero también era verdad que no le gustaba verla así y que se sentía enormemente angustiado porque los doctores no descubrían que era lo que le pasaba y ella solo sufría más y más con el pasar del tiempo.
Su hija comenzó a toser mientras intentaba levantarse. Su padre se acercó rápido y le acercó una bandeja que una enfermera llevó por si vomitaba, cosa que ya había hecho antes. Ese síntoma se presentó la noche anterior. Eun-ji sentía como su padre le daba caricias en la espalda, pero eso no ayudaba. Estaba tan débil y el dolor en su estómago era tan fuerte que todo el esfuerzo que hacía por las arcadas le lastimaba.
—Lo siento, lo siento, lo siento —repitió al notar como había ensuciado parte de la cama y el piso.
—Tranquila, eso no importa. Llamaré a alguien para que lo limpie.
Eun-ji asintió y se recostó en la cama para poder respirar y relajarse.
—¿Los doctores ya…?
—No, aún no saben que es lo que tienes. Dicen que harán más estudios. —mencionó con cansancio—. Aunque, dijeron que comenzarán a administrarte una ampolleta que al parecer te puede ayudar a limpiar tu estómago. Tienen la esperanza que eso te ayude un poco en lo que logran averiguar qué te sucede.
Eun-ji asintió y volvió a recostarse para tratar de dormir. Ignorando por completo los mensajes y llamadas de un chico que estaba muy preocupado por ella.
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