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Treinta y siete

No supo como o cuando, pero todo el peso que sentía sobre su estómago desapareció y también la presión sobre la almohada. Arrojo está lo más lejos mientras tomaba una fuerte bocanada de aire a la vez que comenzaba a toser con fuerza. Estaba mareada, todos los sonidos a su alrededor se escuchaban amortiguados. Su visión estaba borrosa, pero aun así logró ver cómo su padre forcejeaba con un chico. Con Hoseok.

Le estaba gritando a su padre, no sabía qué cosas eran, pero se daba una idea de que eran mil maldiciones. También logró ver un poco el rostro de Hoseok, estaba lo que le seguía de furioso. Incluso Eun-ji sintió miedo ante tal expresión pues, jamás se imaginó que un chico que irradiaba luz como el mismo sol podía comportarse así. Era como si un animal lo hubiera poseído, el cual atacaba a su víctima con furia.

Estaba fuera de sus cabales, y estaba consiente de que sus acciones podían perjudicarle, pero la chica recostada en la cama no era la única que tenía sus emociones echas un torbellino. Desde que Eun-ji le contó todo se había estado guardando todo el coraje que sentía ante esa asquerosa persona a la que no se le podía llamar humano por su crueldad. Se había mantenido sereno y mantuvo a raya ese sentir para no alarmar a Eun-ji; sin embargo, su límite ya había sido rebasado.

Solo había salido por diez minutos. Diez malditos minutos para poder buscar a una enfermera y pedir que llevarán algo de comer a la habitación de Eun-ji. Y en todo ese tiempo un desgraciado hijo de puta se había atrevido a intentar matarla. La sangre le hirvió de rabia y sin pensarlo se abalanzó sobre aquel sujeto.

Lo tomó por los hombros para darle la vuelta y seguido de eso le golpeó con una fuerza desconocida para el mismo. El sujeto terminó cayendo al suelo muy lejos de Eun-ji. El golpe lo dejó aturdido y no reacciono a tiempo para esquivar el siguiente golpe que lo hizo sangrar del labio. Hoseok creyó que había sido suficiente, pero el tipo tenía bastante aguante, pues se puso de pie y quiso volver a correr hacia Eun-ji.

—¡No, ni pienses que lo harás! —Lo tomo de los hombros y lo aventó contra la pared.

Intento golpearlo nuevamente, pero él fue rápido y esquivo al más joven, quien no tuvo la misma suerte y fue sorprendido con un golpe en su rostro y otro en las costillas. Aun con aquel dolor punzante, Hoseok logró retenerlo, abrazándolo para evitar que fuera hacia la chica.

Mientras tanto con Eun-ji, el mareo que había sentido estaba disminuyendo y su visión estaba más clara. En cuanto vio lo que estaba pasando comenzó a gritar tan fuerte como el dolor en su garganta se lo permitió.

—¡Suéltame! ¡Tengo que hacerlo!

—Primero tendrás que matarme a mí, perro desgraciado —profirió apretando los dientes.

—¡Si no lo hago matarán a mi hijo! ¡Lo van a matar y no quiero perderlo!

Se soltó del agarre de Hoseok y lo volvió a golpear en el rostro.

—¡Papá, no lo lastimes! —grito desesperada al escuchar los fuertes gemidos de dolor que Hoseok profería.

El joven acabó tirado en el suelo, y más golpes le siguieron sobre las costillas. Intentaba cubrirse y ponerse de pie, pero no podía.

—Ahora quédate quieto y no intentes detenerme.

Esta vez camino en dirección hacia su hija, pero antes de que siquiera logrará tocarla la ayuda llegó. Enfermeras, doctores e incluso los guardias de seguridad estaban ahí. 

—¿Te encuentras bien? —pregunto una enfermera a Hoseok.

Apenas y logró ponerse de pie porque se sentía aturdido. No le dolía nada debido a la adrenalina que la pelea causó y a las salvajes emociones que aún estaban impregnadas en su pecho.

—Estoy bien, mejor vaya a verla a ella. —Señaló a Eun-ji

—¡Suéltenme! ¡Ya les dije que tengo que matarla! ¡Es la única forma!

Entre tanto forcejeo el sujeto logró soltarse de las personas que intentaban sacarlo, quiso volver a acercarse a Eun-ji. Hoseok no se lo permitió. Se interpuso en su camino y lo aventó fuera de la habitación con una patada en el estómago.

—Y yo no pienso permitir eso.

La mirada de ese joven estaba llena de repudio y odio que incluso en su estado sintió miedo ante tan frías y decididas palabras.

—¿Por qué no lo entienden? Debo hacerlo para salvarle la vida a mi hijo —miro hacia la joven—. Eun-ji, ya sabes lo peligrosas que es, sabes que si no lo hago ella lo hará, asesinará a tu hermano.

Ahora resultaba que si era su hija. De todas las cosas que dijo esa había sido la mayor insensatez que había pronunciado. Seguramente todo era por causa del shock y el miedo que el hombre sentía, pero eso no justificaba el hecho de que estuvo dispuesto a deshacerse de su hija con mucha facilidad. Incluso intentaba argumentar que dicha acción era para salvar una vida. Sin duda alguna, ese señor había perdido la cabeza.

Eun-ji sacudía fuertemente su cabeza mientras tapaba sus oídos con la palma de sus manos. No quería escucharlo, no quería seguir escuchando a ese hombre que ya no podía considerar como su padre.

—Por favor, llévenselo —rogó entre sollozos—. No quiero seguir escuchándolo.

Hoseok la abrazo y trato de cubrirla con todo su cuerpo, como una especia de escudo humano con el que trataba de protegerla de las filosas declaraciones del que se suponía era su padre. Pero mientras más gritaba, más destrozaba a Eun-ji, más la acercaba al punto de quiebre.

—¡Con un carajo! ¡Llévenselo de una vez! —grito con urgencia Hoseok.

Aún no lograban llevárselo, él estaba luchando con todas sus fuerzas y les complicaba su trabajo.

Hoseok sintió como los hombros de Eun-ji temblaban por lo tensos que estaban. Los sollozos la hacían sacudirse con violencia y su respiración se volvió errática. En su pecho estaba creciendo algo que no lograba descifrar que era ¿tal vez irá, desesperación, frustración? Se sentía como si algo estuviera en punto de ebullición a punto de explotar.

Entre tanto griterío se lograba diferenciar la voz de Hoseok. Él intentaba calmarla como la vez anterior, susurrándole palabras que se suponía debían servir como un bálsamo de consolación, algo que le brindará calma. Sin embargo, está vez no surgieron el efecto deseado.

—¡Se trata de tu hermano! ¡Mi hijo! ¿Acaso quieres que muera?

—¡Pero yo también soy tu hija! —grito tan fuerte que su garganta le volvía arder como en la mañana.

Hoseok estaba sorprendido, sobre todo por el empujón que le dio para que la dejara de abrazar. Esa frase había sido suficiente para quebrar la poca estabilidad que le quedaba.

—¡Quizás haya sido concebida por un error! ¡Pero soy tu hija! —Sus gritos eran desgarradores—. ¡Y aun si no me quieres como una, eso no te da derecho a lastimarme de esta forma!

Su padre por fin había guardado silencio. Se miraron por lo que se sintió una eternidad. No sabía si sus palabras lo regresaron a la realidad, si tal vez se había dado cuenta de las idioteces que había dicho y de la estupidez que estuvo a punto de hacer por culpa del miedo. Pero eso poco le importaba a Eun-ji, quien por primera vez en los cinco años que vivió bajo el mismo techo que ese tipo le miraba con profundo rencor y le reprochaba todos esos años que ella fue castigada por algo que ella no hizo. Ya había tenido suficiente y no pretendía seguir aguantando una condena que no merecía.

—¡Tú fuiste el que arruino a su familia por serle infiel a su esposa! ¡Tú eres quien debería sufrir en esta cama de hospital, no yo!

Esas fueron las últimas palabras que escucho antes de que lograrán llevárselo, pues ya no intentaba soltarse.

Eun-ji siguió llorando, esta vez más fuerte. Se cubrió con las mantas para amortiguar el llanto. Estaba soltando todo el dolor que había acumulado durante esos cinco años. En cierta forma se sentía liberador, pero también se sentía estúpida por llorar por aquel hombre.

Hoseok la llamo, y también intento tocar su hombro. Sin embargo, ella no se dejó, se sacudió con fuerza y le pidió a gritos tanto a él, como a la enfermera que se había quedado con la finalidad de atenderla que salieran. No quería ver a nadie ni escuchar nada. Solamente quería estar sola y llorar todo lo necesario para deshacerse de esos sentimientos que le oprimía el pecho.

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