Cuarenta y tres
Eun-ji estaba sentada sobre la cama, moviendo sus pies adelante y atrás como una niña pequeña. El doctor la estaba revisando una última vez, pues por fin le dieron el alta. La toxina fue eliminada por completo de su sistema. Hoseok y Jungkook estaban muy contentos, sus sonrisas los delataban. También Eun-ji se sentía aliviada.
—Todo está en orden —comento el doctor—. Ahora lo único que nos queda es que tu cuerpo recupere los nutrientes y el peso que has perdido.
Tomó un bolígrafo y comenzó a escribir la receta. Tendría que tomar algunas vitaminas, hacer algo de ejercicio para recuperar movilidad en sus músculos y también prescribió una dieta especial.
—Empezaremos con cosas suaves. Sin mucha grasa y poco picante para no irritar tu estómago. —Se giró para ver a Hoseok con clara advertencia. Este solo desvío la mirada hacia la pared, qué de pronto se convirtió en lo más interesante del mundo—. Tomate cinco días de reposo para poder regresar a tus actividades normales. Sigue todo esto al pie de la letra y pronto volverás a ser la misma de antes.
—Gracias doctor —contesto Eun-ji.
Este salió, no sin antes desearle lo mejor a ella y a su hermano.
Realmente todo parecía ir de ese modo. Jungkook y Eun-ji parecían estar llevando mejor de lo esperado y con mucha madures toda la situación. Incluso ya habían agendado la cita con el psicólogo, ambos la tomarían por separado e iniciarían la próxima semana.
—Por fin podré regresar a mi vida normal —dijo Eun-ji con alegría, aplaudiendo con sus manos.
—Eso amerita un festejo —hablo Hoseok—. ¿Qué les parece comer un poco de gohan? Yo invito.
Jungkook frunció las cejas e hizo un ruido de desaprobación. Antes de que pudiera hablar lo interrumpieron.
—¿Y un muffin de postre? Los que trajiste ayer eran realmente deliciosos.
—Pero…
—Buena idea.
—¡Oigan! —Jungkook alzó la voz. Miro a ambos chicos molesto—. ¿Acaso fui el único que escucho al médico? Dijo que nada de cosas grasosas.
—Vamos Jungkook, para tu hermana pediremos una porción pequeña. No le pasará nada.
—Bueno, ¿tú acaso quieres enfermar a mi hermana?
Una especie de discusión comenzó entre Jungkook y Hoseok, pero todo era más broma qué otra cosa. Eun-ji no podía dejar de sonreír y soltar risas divertidas por verlos convivir de ese modo: con confianza y divertidos. A pesar del poco tiempo que llevaban conviviendo, parecían haber formado una muy buena amistad. Ese era el superpoder de Hoseok, Eun-ji lo sabía mejor que nadie.
—¿Acaso ya no piensas seguir cuidando de ella? Si de verdad fueras un buen amigo no la inducirías a comer algo que le hará daño.
—Pero qué delicioso estaba el temura Que nos trajo la otra vez Hoseok, ¿verdad, Jungkook? —El aludido cerro los ojos, la vergüenza se apoderó de él—. Ni siquiera te importo verme comer eso.
Jungkook comenzó a boquear.
—Bueno, no tiene nada de malo comer de vez en cuando platillos de ese tipo. Pero eso fue antes, ¿entiendes? —Recupero la seriedad—. Ahora seré mucho más responsable, y cuidaré tu alimentación mucho mejor. Así que no, no comerás nada que te haga daño, asta que tu estómago esté bien.
—Por favor Jungkook, solo comeré poquito —hablo lo más tierna posible, esperando que eso ayudará a convencerlo. Él volvió a negar de forma tajante—. ¿Al menos puedo comer un Muffin?
—No.
—Te comparto la mitad.
—Hecho.
Hoseok casi suelta una carcajada. Giro y se alejó unos cuantos pasos para tratar de reprimir la risa. Había aceptado muy fácilmente el soborno de su hermana. Le causó mucha gracia.
* * *
Fue una tarde divertida la qué pasaron los tres juntos. Cuando compraron los muffins se sentaron en una banca cercana y los degustaron con gusto. Realmente eran buenos, por eso fue una lástima que la mayor parte del muffin qué compartiría Eun-ji y su hermano terminara embarrado en el rostro del contrario. Una pelea que inició por una tontería.
Jungkook había tomado el pedazo más grande, una injusticia qué Eun-ji no dejo pasar. Y Como Jungkook no quiso ceder, la chica tuvo la gran idea de embarrarle crema batida en la punta de la nariz. Él hizo lo mismo y su hermana no se dejó, dando como resultado a dos chicos de dieciocho y veintiún años con la cara embarrada de chocolate y crema batida.
Hoseok no hizo más que reírse. Él se había puesto de pie apenas los vio comenzar con su absurda batalla. Tenía el uniforme de su trabajo puesto y no debía ensuciarlo. Aunque las risas no le faltaron, además de un video divertidísimo qué vería cuando tuviera un mal día.
Después de eso, Hoseok se separó de ellos para ir a su trabajo. Jungkook y Eun-ji tomaron un taxi hacía su hogar. Un trayecto lleno de risas qué se detuvieron de forma abrupta al llegar a su destino.
Los dos jóvenes se quedaron quietos sobre la acera, por lo que parecieron minutos eternos.
—Esto es…
—¿Raro? —completo Jungkook.
Eun-ji asintió.
Lo primero que paso por la cabeza de Jungkook fue la nostalgia. Un sitio en el que había crecido feliz con recuerdos lindos que habían sido opacados por los delitos de su padre y madre. En cuanto a la pobre Eun-ji, quien sentía sus manos temblorosas y sudadas, sentía algo de miedo. Ninguno de los dos imagino que regresar a ese lugar se sentiría de esa forma.
Giraron sus cabezas y se miraron, ambos incómodos. Se tomaron de las manos y a pasos firmes caminaron hacia el sitio.
—¿Qué te parece si remodelamos la casa? —soltó Jungkook de la nada —. Podemos cambiar algunos muebles de sitio, pintar de otro color las paredes. Oh, empezaremos por tu habitación. Ahora la puedes pintar de azul.
La chica río. Siempre había querido hacerlo, pero en donde vivía con su madre no la dejaban cambiar el color del departamento y en aquella casa menos.
—Suena bien, pero, ¿Y si él se enoja?
—¿Quién?
—El dueño de la casa.
Jungkook se detuvo antes de poder entrar, con la puerta a medio abrir y apretando por inercia el picaporte con más fuerza de la necesaria. Sabía a quién se refería. Ninguno había acordado nada, pero ambos tenían claro que no volverían a llamar padres a las personas que los lastimaron.
Jungkook sopeso solo unos segundos las palabras de su hermana. Él saldría dentro de seis meses de la cárcel y seguramente iría a su residencia una vez estuviera libre ¿Que harían cuando eso pasara? No lo sabían y no querían pensarlo. Había muchas otras cosas de gran peso en las que debía preocuparse. Por ejemplo, ambos tendrían que buscar un trabajo para mantenerse y poder seguir estudiando.
Así que él miró a su hermana con una sonrisa ladina y soltó sin ninguna culpa lo siguiente:
—Que le den. Lo menos que puede hacer después de los problemas que causó es no jodernos más la vida. Así que si no le agrada, que se vaya al infierno. Tampoco es como que pensara darle una cálida bienvenida.
Eun-ji río. Era un buen punto, pero muy en el fondo sabía que cuando él saliera las cosas serían más complicadas.
Se colocaron unas pantuflas y caminaron a la sala. Había un gran desastre en ella.
—Traerá las cosas para limpiar.
—No, el doctor dijo que debías tomar reposo. Yo me encargo de esto
Eun-ji se quejó diciendo que estaba arta de estar quieta. Necesitaba hacer algo de actividad o si no se pondría más mal. Pero su hermano la empujó por la espalda y la encaminó hacia las escaleras, diciendo que debía aprovechar esos cinco días porque después ambos no dispondrían de tiempo libre.
Entre risas ella subió a la habitación y él se dispuso a limpiar a la sala y el desorden que la pelea había dejado.
Su teléfono lo interrumpió en mitad de la tarea.
—¿Hablo con el joven Jeon? —era una voz profunda y de mucha autoridad.
—Sí, ¿Quién habla?
—Hablo desde la fiscalía de la ciudad para comunicarle que el juicio contra su agresora y la de su hermana se llevará a cabo dentro de tres semanas el jueves dieciocho.
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