16. "Un nuevo estilo de vida"
9 AÑOS DESPUÉS
13 años, 11 meses y 10 días sin Azul
La atmósfera del parque pesaba más que su sueño. Comenzó a acelerar el paso. Corría de algo, pero no sabía de qué. Se escondió detrás de unos arbustos.
Sintió una pesada mano en su hombro izquierdo. Alguien la tomó del brazo y le quitó el brazalete que llevaba. Su campo visual comenzó a ponerse borroso.
—¡AZUUL!
Idaly despertó sobresaltada y sudada. Una vez más, presenciaba ese sueño terrible.
03 de marzo, 2285
C.I/S, Nevada
EEUU
Debido a la frecuencia con la que se desvelaba pensando en ello, Idaly comenzó a llamar a su sueño "sueño azul". Ésto último en referencia al nombre que tanto nombraba esa mujer.
Estaba consciente de que tanto drama nocturno significaba algo, pero si quería mantenerse bien, no lo tenía que pensar demasiado.
Se levantó a tomarse una ducha.
Durante las mañanas, no había nadie en el hogar. Ni sus padres, ni sus hermanos.
Amadeo y Alba se habían ido de viaje a las selvas capti. Estaban en una investigación de los poderes solum en otras razas. Luke, por otro lado, se había ido de la casa en cuanto cumplió dieciséis. Su padre lo echó luego de que él no aportara nada. Nunca volvieron a tener noticias del segundo hermano. Lo último que recibieron de Lucas, fue una nota de muy mal gusto diciendo que se casó con una muchacha canadiense y que no los quería volver a ver.
Por el momento, Idaly y Jeremy vivían solos. Él ya tenía veintidós años, mientras que a ella le quedaba un día para cumplir veinte.
Ésto era bueno. Su hermano mayor la trataba bien, y la mantenía al límite. Nunca la abandonó, en nada.
Cuando la muchacha cumplió catorce, él mismo le entregó un diploma por todo lo que aprendió sobre las razas y poderes.
El tiempo estaba en estado de flujo denso: marchaba, pero muy lentamente sin que nadie lo notara. Las cosas casi no habían cambiado.
¡Se convirtió en tía! Dos años después de su boda, Samantha y Frederick tuvieron una hermosa niña, y hace tres años atrás tuvieron su segundo hijo. A veces los visitaban, eran buenos chicos.
También aprendió técnicas secretas de la familia. Su favorita se llamaba "derivación", la cual consistía en transportar cualquier objeto o persona a cualquier parte del mundo. La dominaba bastante bien.
Sin embargo, aún habían cosas que no le cerraban. Estaba muy pensativa.
Últimamente su poder solum estaba fallando. Cuánto más lo esforzaba, más se debilitaba.
Jeremy la ayudaba en eso, pero no mucho. Él no le quería dar una respuesta.
Bajó a la cocina.
—Buenos días preciosa, ¿cómo amaneciste?—Jeremy entró y le besó la cabeza. A Idaly le molestaba que la tratara tan amorosa.
—Bien, Jeremy. Bueno, otra vez el sueño de siempre. Ya sabes— Movió su mano haciendo un gesto para indicar poca importancia—. Últimamente está muy frecuente.
—No le des pie. Te molesta más si lo piensas seguido.—La abrazó por el cuello y le besó la mejilla.
—Quítate.—exclamó chasqueando su lengua y apartándolo con su mano.
Jeremy estaba perdidamente enamorado de Azul. Ya no podía contenerse más. Lo único que lo detenía, era el hecho de que ella aún pensaba que eran hermanos.
—Te amo, hermanita.
—Yo no.
Desayunaron tranquilos. Estuvieron un buen rato tomando su té.
—Bueno, ya son las ocho y treinta. Debo irme a trabajar—Él se levantó. Tomó su capa y su maletín—. Esos niños no se educarán solos. Ya sabes las reg...
—No salir hasta que no vuelvas—repitió Idaly cansada de que siempre se lo digan—. Oye, ¿cuándo podré salir de esta maldita casa?
—Cuando papá lo permita—Se acercó a oler su cabello. Pasaron unos segundos—. Por cierto, ellos vuelven aquí hoy para tu cumpleaños de mañana. Dijeron que te tenían una sorpresa.
—¿Sorpresa? ¿Para mí?—Rió sarcásticamente— Jer, pasé casi veinte años recibiendo violencia por todos para que ahora me vengan con regalos sorpresas—Se levantó de la silla—. Qué absurdo...
Jeremy negó con la cabeza riéndose. Se fue.
Después de cada ida de Jeremy, Idaly pasaba su tiempo dando vueltas por toda su rústica casa. Últimamente su rutina era muy monótona y aburrida. Las mañanas las dedicaba a la biblioteca, y los medios días a practicar sus poderes. Debía estar preparada, jamás sabría cuando podría producirse un ataque emergente.
Subió a su habitación para mirarse completamente en el espejo.
—Veinte años ya, ¿eh?—Se dijo a sí misma mirándose.
Desde que tomó su forma adulta a los once años, Idaly no cambió en casi nada. Sus caderas no eran tan anchas, tenían un tamaño regular.
Era alta. Casi tanto como sus hermanos hombres.
Con el pasar de los años sus pecas se pronunciaron más, y su cabello marrón ceniza hacía un hermoso contraste con el claro de su piel.
Le gustaba vestir con matices marrones. Era obvio, ese era el color de su nación. Aunque pensándolo bien, no le sentaba para nada.
Se recostó en la cama con una mueca feliz.
—Estamos creciendo—Se comentó cerrando los ojos para dormir un rato más.
Valle Inutilia
El valle solía ser un lugar hermoso. Pero desde el ataque sekunder en 2276, la gente comenzó a tener miedo. Nadie confiaba en nadie...
Comenzaron a surgir tragedias a la larga. La última muerte había ocurrido hacia tan solo tres semanas atrás. Una mujer de cuarenta y cinco años había sido asaltada y asesinada por, según lo que todos decían, un sekunder moribundo.
Por defecto, el cuartel de chasovoys dio la orden de un toque de queda a partir de la una de la madrugada hasta las cinco, antes del sol.
No solamente eso, sino que también los niños debían dejar de asistir a la escuela en el valle y ser transferidos a la que se encontraba del lado solum por "cuestiones de seguridad".
Los menores ya no corrían por el parque. Todo estaba tan... oscuro.
Residencia Vancuover
—¡No puedo creerlo! ¡Mami! Ven a ver esto— El niño marcó su altura en el marco de la puerta—. Metro y medio. ¡Cinco centímetros más que hace dos meses!
—¡Es increíble, Arthur! Me cuesta ver cómo mi chiquito crece tan rápido— Tomó las mejillas pecosas de su hijo.
—¡Pronto seré un gran hombre! ¡Sí!—Se fue corriendo con los brazos hacia arriba.
Como le habían advertido en un principio a sus padres, Arthur tuvo un crecimiento muy lento.
Debido a su condición por nacer antes de tiempo, él crecería como un humano común y no como un superhumano. Tendría sus poderes base, pero le costaría mucho trabajo usarlos.
Todo iba en su contra, ¡pero nada lo detenía! Estaba hecho un hombrecito de nueve años.
Su cabello anaranjado, las pecas y color de ojos eran iguales que los de su padre. Estaba algo rellenito; a su mamá le encantaba darle de comer.
Él era bastante alegre y amable. Siempre buscaba en todos una conversación o un momento perfecto para jugar.
Sin embargo, más allá de la alegría que traía el niño, desde el fallecimiento de George las cosas no fueron muy bien para la familia Vancuover.
Lucrecia tuvo que trabajar doble turno por dos años, dejando que prácticamente Liberty críe a su hermano.
En 2278, consiguió un mejor empleo como administradora de una fábrica solum a mitad del valle. Desde ahí, sus vidas tomaron un mejor rumbo.
No se fue de la casa nunca. Tenía muchos recuerdos. Buenos y malos al mismo tiempo. Tampoco cambió su apellido.
En el lugar donde murió George, ella colocó un altar familiar. Puso una vela en su memoria, y un ramo de flores finas con la esperanza de que Azul regresara.
Por otro lado, Liberty se había convertido en otra persona.
Después del suicidio de su padre, ella juró vengarse de su hermana por todo lo sucedido. Se llenó de rencor, un rencor insano.
No volvió a cambiar desde ese día. Su aspecto parecía el de una muchacha de dieciséis, y ella ya tenía trece. Aún así, sus impulsos se veían como los de un asesino con sed de venganza. Lucrecia intentó detenerla en varias ocasiones, pero su hija ni siquiera le dirigía la palabra.
—Mañana comienza la inscripción en el instituto escolar "Solumni". Los jóvenes estudiantes que cursan en el instituto Unión Inutilia, deberán ser transferidos de manera inmediata a "Solumni". Orden del General Roucker por seguridad del valle—dijo la voz en la radio.
—Es un viaje medio largo— Lucrecia tomó un sorbo de té mientras miraba por la ventana—. No sé usar la teletransportación. Temo que deberé aprender a hacerlo—Dejó la taza y se fue hacia el inicio de la escalera—. ¡Liberty! Es hora de ir a la escuela. Vámonos.
—No pienso ir ni un día más a esa inútil escuela. Mejor esperaré a mañana—gritó la joven desde su habitación.
—¡LIBERTY VANCUOVER! VEN AHORA— La madre respondió con un grito aún más fuerte. Liberty bajó con enojo.
—En esta familia nadie puede decidir nada por su cuenta—Se quejó pasando por al lado de su madre. Paró frente a ella—. Me das pena, jamás me quisiste. Siempre preferiste a Azul y a Arthur antes que a mí. No eres digna de la palabra madr...
Lucrecia le pegó con su palma en la mejilla. Nunca antes le había pegado a su hija. Se arrepintió enseguida.
—Liberty lo siento. Yo...
—Olvídalo—se sobó el golpe. Su voz sonó un poco más calmada—. Dolió menos que tu abandono.
La joven se retiró tomando un bolso y saliendo rumbo al colegio.
La mujer se sentó en el primer peldaño tomándose la cabeza con ambas manos.
—Catorce años serán. Catorce.—dijo lamentándose en sus penas, contando desde el día en que su vida comenzó a caer en picada.
Fuera del ambiente familiar de los Vancuover, habían otras personas que también rogaban y sufrían por el regreso de Azul.
En la casa de los Lazy, Aldavinski vivía encerrado en su cuarto. Casi no salía a ver el día.
Luego de que murió su padre postizo, comenzó a escribir en un diario otra vez. Ya no hablaba con nadie que no sean sus padres adoptivos o sus otros dos mejores amigos.
Su habitación estaba empapelada en dibujos que él hizo. La mayoría eran de él y Azul.
Se vestía con ropa vieja y holgada. Solo comía una vez al día. Nunca se cortó el cabello. Su amiguita siempre le decía que le gustaba como le quedaba largo.
Además de su diario, tenía otros dos cuadernos más: el libro de dibujo que le regaló George; y su álbum de recuerdos con Azul, el cual estaba pausado desde aquel veintiuno de marzo en donde ella desapareció.
Su sonrisa y lucidez se fueron con George.
Por otro lado, alguien que también estaba destrozado era Anthony.
El joven niño tuvo que independizarse con nueve años. Quien con solo once lo perdió todo.
Primero, la pérdida de su madre a los dos años; segundo, la desaparición de su amiga a los seis; tercero, la muerte de su padre a los nueve; por último, lo que rebalsó el vaso, el asesinato de su hermano a los diez.
El joven Roucker se había convertido en alguien muy respetado en el valle. Cuando cumplió dieciséis, el General Thompson le traspasó el puesto de jefe. Al día de la fecha, Anthony era el guarda mayor de todo el valle en la región de Spring Valley. Pero aun así, con todo el respeto y fama, sus sentimientos y emociones jamás regresaron. Se había vuelto un chico frío y distante.
En ese momento, mirando por el altar de protección hacia el atardecer, se dio cuenta que la vida sería más linda con un poco de compañía, cosa que él no tenía. O eso creía.
Corriendo el globo, la familia Afidelé era la que más estable se mantenía.
Sam dedicó su vida a lo que más le apasionaba: la medicina.
Sus padres aún estaban divorciados. Su mamá dejó de ir a visitarla hacía ya cinco años.
Se enteró que se casó con otro hombre y tuvo otro hijo. Algo lo cual la lastimó un poco.
Marcet la acompañaba a todos lados. Ambos eran médicos respetados por todo el valle, pero aún rechazados por su raza verny en el lado europeo. Lo veían como una decepción que él se haya casado con una mujer de la raza más inútil. Lo cuál en sentido literal, era verdad.
Sin embargo y pese a la angustia, el padre de familia volvió a encontrar el amor una vez que Sam creció. César, su nueva pareja, lo hacía muy feliz.
Sam funcionaba como "intermediario emocional" entre Aldavinski y Anthony, aunque casi siempre sus intentos de hacerlos felices a ambos eran nulos.
Al igual que los otros dos, ella extrañaba más que nunca a Azul. Siempre le rezaba a las Profeti por su regreso. La extrañaba mucho.
Parecía imposible que casi nada hubiera cambiado en unos largos nueve años. George no solo abandonó a su familia, sino que también a todo el valle.
Compartimiento inutilia/solum
(C. I/S)
Llegando al atardecer, Idaly sintió el ruido del portón abriéndose. Eran Jeremy y sus padres.
Bajó a la entrada para recibirlos.
—Padres. Bienvenidos otra vez a casa—La muchacha hizo una reverencia—. Espero que hayan disfrutado del viaje.
—Cállate—Amadeo se alejó de ellos y entró a la cocina con algo de cansancio y enojo.
—Está así por algo que hemos hablado y no está de acuerdo. Pero... Ya se le pasará—aclaró Alba—. Hija, me alegra verte de nuevo—Acarició el cabello de Idaly.
—A mí también, mamá.
Entraron. Jeremy hizo té para todos.
—Idaly— Amadeo carraspeó—. Supongo que tu hermano mayor ya te lo dijo, pero será mejor que te lo aclaremos nosotros— Su voz sonaba firme y dura.
—Lo hemos hablado por muchas semanas. Peleamos demasiado por esto, pero logramos llegar a un acuerdo—Alba sonrió. Sus ojos se llenaron de brillo.
—Nosotros queremos darte, por así decirlo, un regalo de cumpleaños que jamás olvidarás— Jeremy tomó la mano de ella
—Cuando cumplas veinte, en adelante, se te permitirá salir de la casa sin custodia— Idaly aspiró aire en señal de sorpresa—. Solamente y por ahora podrás ir al centro del compartimiento, en donde siempre hay gente. No más de cuatro horas, y solo cinco veces a la semana— Amadeo cerró los ojos para calmarse—. Si rompes alguna de las reglas, se te quitará el derecho y no podrás sali-
La joven se lanzó a abrazar a su padre cómo nunca antes lo había hecho. Éste la apartó enseguida dándole un empujón.
—Papá, mamá. Muchas gracias—dio unos pasos hacia atrás con sus manos juntas. Habían algunas lágrimas en sus ojos. Subió corriendo a su habitación para gritar tranquila de felicidad.
—¡Sí!—gritó contenta saltando en el piso de madera. Se acostó en él—Ya quiero cumplir veinte...
Quedó recostada en el suelo mirando el ventiluz que le habían construído en el techo. Cerró sus ojos esperando a que la adrenalina le bajara.
04 de Marzo, 2285
C/I.S, Nevada
EEUU
¡Ya no podía esperar más! En el momento en el que su alarma sonó, bajó desesperadamente a la cocina en donde estaba su familia reunida.
—Buenos días a todos—saludó feliz. Estaba vestida con un atuendo algo exagerado para la temporada. Afuera estaba templado, y su traje completo era de invierno. La miraron raro.
—Pareces un chasovoy así vestida—exclamó Amadeo con disgusto—. ¿Chaqueta cerrada? ¿Botas reforzadas? ¿Capa de invierno? ¿Guantes de guerra? ¿Qué es todo eso, Idaly?
—No me puedo arriesgar a que me vean indefensa en la calle. Si piensan que soy una chasovoy, no querrán buscarme. ¿Inteligente, no?—Sonrió con orgullo de su idea.
—Patético—Amadeo subió sus cejas y dejó de beber té.
—Yo creo que no es mala idea. Bueno, lo pensó bastante bien—Ayudó Jeremy a su hermana—. Además, Idaly—giró su voz hacia ella—, yo estoy trabajando en el instituto Solumni. Está en las calles Francis y 87. A cinco calles del parque central. Si necesitas algo, ve hasta allí y te escoltaré hasta casa.
—No te molestes, Jer. Si se lastima mejor—Rió Amadeo con gracia—. Sigo pensando que es una mala idea que salgas, pero no quiero seguir discutiendo con tu madre—Miró con seriedad a su hija—. Ya lo sabes, una regla rota, y te sacaremos tu derecho.
—Lo sé—suspiró—. Agradezco mucho esto, y no pienso echarlo a perder.
—Muy bien, amor— Alba tomó algo de debajo de la mesa. Se lo entregó a Idaly. Era un pequeño paquete—. Feliz cumpleaños, mi cielo.
—¡Wow! Gracias, mamá. No era necesario—Desenvolvió el regalo— ¡Una alarma!
—Así es, hija. Si te sucede algo, solo aprieta el botón y sonará una alarma aquí, en casa. Iremos inmediatamente a dónde la ubicación nos marque si nos necesitas—Alba se levantó de su lugar para abrazar a Idaly—. Ya es hora de que enfrentes el mundo real.
—Lo haré, mamá—Correspondió el abrazo dando una leve sonrisa.
—¿Qué estás esperando?—alentó Jeremy emocionado.
Idaly miró a su padre.
—¿Qué? ¡Vete antes de que cambie de opinión!—exclamó enojado tomando su periódico.
—¡S-Sí!— Se paró nerviosa—¡Adiós, familia!
Tan pronto como pudo, abandonó la cocina. Abrió la puerta con adrenalina. También el portón. Sin embargo, a la hora de poner un pie fuera de la casa, dudó unos segundos.
Eres valiente, y has esperado esto desde que tienes memoria. Pensó.
Sin más, cerró los ojos y salió corriendo.
Tenía algunos recuerdos de cómo llegar al centro del compartimiento. La última vez que salió, había sido hacia como dos años acompañada por Jer.
Sentía como la brisa y la adrenalina corrían por todo su cuerpo. La gente alrededor la miraba extraño. Claro, nadie iba tan feliz a andar por ahí.
No se dio cuenta que ya había recorrido casi quince calles a paso acelerado. Una vez que pisó el parque, una de sus piernas se acalambró fuerte haciéndola caer y rodar.
—¡Ay!—exclamó una vez que ya estaba en el suelo. Se enredó con la capa.
—Qué chasovoy tan torpe—Rió una muchacha a su lado. Parecía joven, llevaba un bolso. Probablemente se dirigía a la escuela.
—Malditas malcriadas...— Idaly se levantó quejándose. Suspiró—Necesitan disciplina.
Caminó coja mirando todo a su alrededor. La tarde estaba nublada, como era de costumbre.
En el perímetro, se encontraban una cantidad considerable de personas. Todas de distintas edades. Era un día hábil. Los niños iban a la escuela, los adultos al trabajo. Cosas normales que solían hacer sus antepasados humanos.
—Qué vista tan maravillosa—Rió tocándose la pierna por el dolor.
Aquel parque era enorme. Habían muchas cosas atractivas. Desde flores de todos colores, hasta una fuente de agua al estilo antiguo.
Miraba todo, menos hacia el frente.
—¡Ay!—se quejó ella cuando sintió que chocó con una persona— Oye, oye. Fíjate por dónde vas mocoso. —gritó Idaly, espantando al niño.
—P-perdón— Se lamentó el pequeño. Estaba con la cabeza baja en el suelo. Había tirado sus cuadernos—. Soy nuevo en esta zona. Mamá me transfirió de escuela y estoy perdido—La muchacha rodó los ojos y extendió su mano para que el niño se levantara—. ¿Usted podría ayudarme, señori...?
El niño levantó su mirada. Ambos se vieron a los ojos.
Idaly y el infante estaban absortos. En el momento en que sus manos se tocaron y sus ojos se conectaron, notaron un nexo muy extraño.
Luego de unos segundos de incómodo silencio, se dignaron a hablar.
—Y-yo... S-Sí. Sí— Idaly reaccionó. Soltó la mano del niño y se sacudió la capa. Carraspeó—. ¿Te diriges al instituto Solumni? Puedo ayudarte a llegar. Es mi deber como chasovoy.
—Eh... Sí. Creo que así se llamaba— El pequeño rascó su cabello anaranjado—. Sé que es grande, o eso me dijeron.
Idaly no dejaba de observarlo seriamente.
—Sí. Vamos, solo sígueme.
Ambos se dirigieron fuera del parque. Ella recordaba muy bien la dirección que le dijo Jeremy.
—Me gusta tu cabello—dijo el niño saltando al lado de la mujer.
—Ah, ¿sí?—respondió sin interés.
—Tus pecas también. ¡Yo también tengo pecas!—Él se sacudió sus gordas mejillas
—Qué bien
—¿Qué raza eres? ¡Yo soy inutilia! Aunque no le digas a nadie por favor—La voz de él era muy chillona, pero tierna—. Me gusta conversar. ¿Qué edad tienes? Yo nueve, en mayo cumpliré diez. ¿Eres nueva en tu rango? No veo una placa en tu brazo. Tengo un amigo chasovoy que es general y tiene una enorme placa. ¿Cuál es tu fruta favorita? ¡La mía es la manzana verd..
—Niño, cállate. No pedí que me cuentes la historia de tu vida— Idaly se paró frente a él callándolo—. Solo te llevaré a la entrada del instituto y no nos volveremos a ver nunca más. ¿Oíste? No deberías hablar con extraños, ¿tus padres no te lo dijeron?
El niño se asustó y comenzó a sollozar.
—Ay no, no, no. No llores—dijo con algo de asco y preocupación. Sin saber que hacer, comenzó a mover sus manos sin parar.
—Lo siento. Mi hermana me dejó a mitad de camino y vengo solito. No tengo muchos amigos, y eres la primera persona que se ofrece a ayudarme— Se secó sus lágrimas. Sus grandes ojos marrón canela brillaban un poco.
Idaly suspiró buscando paciencia.
—Okey, descuida—Se puso al lado del niño y lo tomó de la mano—. Vamos. Pero en silencio, ¿sí?
—¡Sí!—Dio un salto en su lugar y caminó junto a ella. Cruzaron la calle— ¡Solo una más por favor!
Idaly volvió a suspirar.
—Bueno... Sólo una.
—¿Cómo es tu nombre?— Sonrió. Ella dudó unos segundos si decirle o no. Aunque después de todo, solo era un niño.
—Idaly. Idaly Morbus—respondió seria. No quería ser descortés, así que le hizo la misma pregunta— ¿Y tú, niño?
—Arthur. Arthur Vancuover.
Vancuover.
—¡AH!—Idaly sintió una punzada en su corazón. Cayó de rodillas al piso. No entendía la razón de la reacción.
—¡Chasovoy Idaly!— Arthur le tomó la espalda— ¿Estás bien?
Ella tosió en su posición. Cerró fuerte los ojos. Dejó de escuchar.
A los pocos segundos, recuperó el aliento y el sonido.
Se levantó y sacudió su cabeza hacia ambos lados. No sabía por qué o qué sucedió, pero como dijo su hermano Jeremy, no debía darle importancia a sus ataques repentinos.
—Sí, Arthur. Te llevaré a la escuela, andando.
Los dos caminaron hasta Solumni. Ella lo dejó en la entrada.
—Adiós, Idaly. Muchas gracias por traerme.
—De nada...—Suspiró algo seria— Estudia mucho, lo necesitarás.
Se retiró muy confundida. Ya no quería seguir más por ese día. Volvió a casa un poco decepcionada por su primera experiencia allí afuera.
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