Típico antes de la cena
Hace frío, me saco los lentes. Y paso mi vaho en ellos, frotándolos con leve energía por la manga de mi camisa. El fleco se escapa de la liga y de los broches rosas y azules. Sus bordes, los de mi cabello, coquetean con la cucharada de sopa. Me asusta, soy muy joven para padecer estaos achaques de ansiedad. Aparto de mi el plato, al fin y al cabo. No podría enfriarse más.
A lado mío, no a mi derecha, sino a mi siniestra. Pues en vez de compañero, hermano o extraño para acompañarme a estas horas tan importante. Como son todas las horas de merienda puesto que se repiten día a día. Tengo en la silla a mi izquierda, una pila de libros. Que como andamio moderno a punto de caerse con el temblor más cercano. Hayo mis tareas, las infinitas guerras en que el sueño y el estudio. Se entrelazan, para atacarme al tiempo.
Solo hay un Dios en esos momentos, y es ese el que permite que mi madre. Apiadada de mí, y con misericordia extrema. Se convenza de mis buenas intenciones y me devuelva, benevola. El internet y mi celular al tiempo. El cielo guarde los sentimientos maternales. Que sin ellos ya me vería yo. Victima sin remedio del fenómeno Pied Piper. Que agobia a tantos buenos estudiantes. Digo yo buenos, excelentes. Pues no hay mejor corazón que los del Army.
Que sabiendo amar, no tiene ahorros para mostrarlo.
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