-Mamá, no quiero levantarme!

Espero unos segundos, repito la frase. Podrían pasar minutos, no hay contestación. Se oye, por debajo de las escaleras, el freír de aceite. El aroma de la salchicha dorándose, y las sobras de pizza del sábado suben hasta mi recámara. Mamá esta, pero no me habla. 

También que no es necesario hablarme, cuando hace frío. Mi voz se quiebra y hay eczemas por toda mi garganta. Mi celular descargado, yace debajo de las sábanas y solo he podido encontrarlo por los audífonos de neón asomándose por entre los valles y llanuras de seda y algodón rosado. Y aún no he acabado, todavía miro al techo y siento el destino de los tres episodios faltantes viniendo contra mí. La noche ha sido suficiente larga, pero yo no la he endurado. 

Debidamente esta claro que la soda con hielo, no es recomendable cuando la noche es fría. Llena de bucitos helados y faltante de granizo. Más aún si cuando la joven en cuestión que desea en un acceso beber de la bebida fresca y burbujeante padece de tos y gripa viral. O tal vez a la bolsa de frituras con extra picante no debí añadirle, una salsa reseca que encontré entre los envases de yogurt del refrigerador y polvo de chile proveniente de la segunda repisa en la alacena. 

Nunca pasará tiempo suficiente, para que no sea adecuado desvelarse. Con las series del el Rookie king y la nueva versión (subtitulada con comentarios) del Vonvoyage. El sueño es una nimiedad, las luciérnagas en mi cabeza un impedimento. Mis manos tiemblan para dar correctamente del cargador a la fuente. Llega mamá, con ella un suave olor a té de limón. Me empuja de vuelta a las colchas y a la cama. Dice que el desayuno está, que no me preocupe...el dolor dejará algún día de ser constante. No se cuantas noches como esta pasarán...