Un pequeño grupo, un nido de dulzuras. Lámparas de burbujas, tarjetas coleccionables. Y álbumes que comprar como una nube de libros en los deseos. 

Ojeo con fiebre intensa cada esquina. Cada borde oculto entre los cajones de mi escritorio. Papeluchos, serpentinas de fiestas a las cuales solo yo asistí. Y voy juntando de aquí de por allá. De bajo la cama y entre marañas de pelusa y cabello enredado. Billetes de a veinte, y cincuenta. Juntándolos entre mis manos, a ver si, apretujándolos pueden hacer bulto. Nada.

Son muy humildes mis billetes, y yo, no puedo más, que desdeñar su virtud. Sale como libro en blanco lleno de garabatos que forjan mi esperanza. Un disco, una continuación. No hay duda, que en esta vida será como una leyenda. Y yo con mis decentes pero muy tristes ahorros. No puedo aspirar a formar, sino una parte fake de ella. 

Queda como único consuelo. Entrelazar mi destino con los dulces de dona. Con el merengue quebrantado por las ansiedades de la vida