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Extra Especial #2: MEMORIAS DE UN VAMPIRO

“INTOLERABLE ES LA TRAICIÓN Y LA VENGANZA ES EL UNICO CASTIGO MERECEDOR QUE CONOZCO”

  DEREK VALENTAINS

LA eternidad no es efímera como creí.

Siendo vampiro, la inmortalidad tiene un lapso de tiempo vencedor y se retrasa por poder, estrategias que te permiten conservan una mayor eternidad.

Con merecedoras venganzas para aquellos inferiores y siempre ser más inteligente que tus enemigos y todo lo aprendí de mi creadora.

Dafne Bathory.

La vampiresa más poderosa de todos los tiempos, su sabiduría más allá del vampirismo. Con un sorprendente don que afortunadamente, heredé afrontandome a la más sublime oscuridad.

Desde crio recuerdo que memorice sus consejos.

Fui el primer descendiente de Vlad Valentains, un linaje envidiable. Un vampiro cuyo destino meredor debió alcanzar el cargo mal alto de todo el vampirismo. Superior y no conformarse por ser Rey de un Castillo, pero en toda realidad, siempre hay enemigos, otros vampiros que anhelan el mismo destino y Víctor no fue la excepción. Uno de lo más antiguos quien creó la cede con el cargo superior del Mundo vampirico: La Corte Real. Conformada por cuatro vampiros más y excluyeron a mi creador quien creó su propio imperio.

Un Castillo perteneciente a todo Valentains. El trono, heredado a cada sucesor y desde un principio me correspondió hasta que no fui el único, nuevos vampiros, mismo linaje marcaron y evitaron mi propósito.

Desde el balcón, acompañado por mi progenitora admiraba el panorama. El Castillo seguía en construcción, por esclavizacion mortal, el vampirismo aceleraba hasta el último detalle. Un Castillo oculto, siniestro e imponente. Un refugio para todo el vampirismo, ocultando el secreto de nuestra existencia.

Vlad Valentains, liderando su propio Castillo, temido por muchos, venerado por otros con constante reclamos y rumores.

Le debía mi existencia, mi propio creador había solicitado el permiso de Víctor, primer líder de la Corte para conservar mi existencia. Creyeron que no sería poderoso, realmente me subestimaron.

Ante todo, conlleve mi propio control desde mi corta edad. En dadas ocasiones, cause desastres que mis propios creadores solucionaron y ocultaron ante la sociedad vampirica y siempre fui oyente de mi creadora.

La luz del día no era afectación, poca iluminación se filtraba al Castillo. Siempre pertenecimos a las sombras.

—Derek —pronunció mi nombre— algún día, el Castillo te va pertenecer —se alejó del barandal y su mirada fue cargada de ilusión. Sus colmillos sobresalieron de sus labios. No compare su belleza natural con nadie más, era única— eres nuestro único heredero, hijo.

—¿Son ciertos los rumores? —su sonrisa decayó. Nunca le temí a sus ojos carmin—. Padre tendrá otro descendiente —la analicé con detenimiento— no lo presiento en ti.

Evitó mi mirada y regresó a ver el panorama desde lo alto.

—Es cierto hijo, el linaje de tú padre se extenderá pero no será por mi —desvío su atención en mi— no voy a concebir, él lo hará con otra vampiresa —detecte su ira— con Davina Dragomir. Es inferior a mi y tú padre me engañó con ella.

—Tú eres su alma.

Tan iluso a esa falsa creencia.

—Tú padre no tuvo consideración, olvidó nuestro vínculo, Derek —ahí mismo se arrebato su propio anillo. El mío era pequeño y se mantenía apagado— no sabés cuanto lo odio —lo lanzó desde el balcón.

—¡Dafne! —resono su voz y en un segundo, apareció. Ese día, mi creador perdió todo mi respeto— ahí estas —me observó brevemente—. Derek, retirate.

Negué.

—No puedes engañar más a tú propio hijo Vlad —habló mi creadora. Ante mi lució afectada, ante él lució valiente— conoce la verdad de tú engaño.

—No puedes ponerlo en mi contra, no es tú asunto Derek.

—No dejaré sola a mi madre —sentencie.

Mi respuesta lo molestó y con velocidad apareció frente a mi, su agarre en mi hombro no fue nada considerado.

—Sigo siendo tú padre. —Evitó mi mirada, a mi corta edad mi propio creador me temio. Un solo pensamiento y sería suficiente para volverlo cenizas— y tú Dafne, no te conviene estar en mi contra. Eres mi Reina y sin mi no eras nada.

—Suéltalo —le ordenó—. Derek se da cuenta de muchas cosas, no eres nada precavido.

—¿Para qué negarlo? —regresó a verme—. Tendrás un hermano —la idea me desagrado—. Davina muy pronto dará a luz.

—No la quiero en el Castillo, ya te lo había dicho —me soltó y a mi creadora atacó— matala.

—Lo haré después del nacimiento de mi descendiente. Ante todo el Reino, tú eres mi Reina y creadora de mis hijos.

—No haré lo que estás pensando.

—Ya lo veremos, Dafne.

Fueron sus últimas palabras y desapareció del balcón.

—Madre...

—No te preocupes por mi Derek —acudí a ella. La marca en su cuello comenzó a desvanecerse—. Tú padre me necesita demasiado y no pienso dejarte solo —su pálida mano acarició mi mejilla. La poca demostración de cariño, la obtuve de ella.

—Lo odio.

—No, es tú padre y siempre lo será. Nunca debes pensar en vengarte de él. Lo que me hizo, no te concierne Derek —estuve apunto de réplicar cuando agregó— ni tú y ese nuevo vampiro, deben cargar con los errores de tú padre, será tú hermano ante todo.

—No lo acepto.

—Lo harás, tarde o temprano lo harás —se agachó a mi baja altura— será un Valentains, igual a ti.

Dafne Bathory estuvo muy equivocada.

Los rumores, crecieron en el Castillo. La Corte, lo permitió y Vlad Valentains tuvo todo bajo control.

Siempre me arrepentí de no haber actuado en su contra. Si hubiese arrebatado la existencia de Davina Dragomir, nunca Salvatore hubiera nacido, ni él, ni Vicens. Jamás hubiesen sido un problema porque incluso en el vampirismo la sangre traicióna.

Aquella noche, mi creador entró en la penumbra de la habitación. Se acabó el entrenamiento con mi poder con mi creadora cuando su presencia causó nuestra atención como aquel llanto de su error entre sus manos.

—¿Vienes a presumir a tú bastardo?

—Tenemos un acuerdo —con apuro se lo entregó a mi creadora— te corresponde cuidarlo.

Mi creadora soportó la molestia y lo mantuvo entre sus brazos.

—La sociedad vampirica ya sabe que no es mi hijo.

—Es mío y es suficiente.

—Con más razón es tú deber criarlo ¿qué pasó con Davina?

—Cumplí tú petición, Dafne —mi creador retrocedió— ella no existe más, no soportó el parto.

No le creí.

Mi creadora cometió el error de apreciar aquel bastardo.

—Que sea la última vez Vlad.

Él hizo una falsa promesa.

—Tengo asuntos que resolver, cuidalo y Derek —me observó, seguí inmóvil en una esquina de la habitación— ayuda a tú madre y conoce a tú hermano —sonrió exponiendo sus colmillos— mi segundo heredero —se dio la vuelta en dirección a la salida— Salvatore Valentains— el eco de su risa dejó de escucharse.

El llanto de ese bastardo volvió a resonar.

—Derek —apurada mi creadora lo dejó sobre la cama— ve a conseguir sangre. Debe estar sediento.

—Si madre —mis pies se movieron hasta abandonar la habitación.

Lo intui, su existencia cambiaría muchas cosas y no me equivoqué.

Traté, por mis creadores considerarlo como un hermano, pero Salvatore nunca puso de su parte. Crecimos en el mismo lugar, compartimos a los mismos creadores y fuimos tratados por igual, pero siempre fue evidente su envidia.

Salvatore conoció el secreto de su orígen. Pese a ser un Valentains, no lo unía ningún lazo sanguíneo con Dafne Bathory y ante todo, mi creadora lo trató como un hijo más. Dejó de considerarlo bastardo y el mismo entrenamiento con Vlad Valentains recibimos. Quería vampiros y descendientes poderosos, con un control de sangre mortal que mereciera ser su sucesor y eso causó una competencia entre los dos. Demostrar ser el mejor que solo creció el odio de Salvatore hacia mi.

Poca sangre mortal consumía, en pocas cantidades acorde a la corta eternidad. Nunca fui un vampiro ordinario, la sangre de humanos no fue suficiente que siempre recurri a sangre vampirica. De purasangres a mi favor que mi creadora conseguía en poca cantidad, esas dosis por un lapso de tiempo suficiente para incrementar mi poder.

Muchos vampiros me temieron y exigieron mi derrota. Para muchos fui considerado “El Cazador” creyeron que cazaria a mi propia especie para existir y no se equivocaron.

Sin embargo, por Dafne Bathory, me obligue a tener un control y mi peor error fue considerar a Salvatore, hermano cuando nunca me vio como tal.

—¿Quién fue? —demandó nuestro creador frente a nosotros. Los dos, fuimos solicitados en los calabozos, el olor de sangre era intenso— ¿Quién mató a los esclavos? —con un chasquido de dedos, nos empujaron hasta las celdas. En cada una, había cuerpos mutilados, demasiada sangre exparcida y ningún humano con vida.

—No fuimos nosotros —habló Salvatore a mi lado. Ocho años de existencia y comenzó a causar muchos problemas— pudo ser cualquier otro vampiro.

Lo observé fijamente.

Vil mentiroso, lo había visto y estuve involucrado en su desobediencia.

—Hermano —mis pasos resonaron entre las celdas, me detuve bajo un charco de sangre y cenizas. No existía ningun mortal esclavo en cada celda ni vampiros guardias— ¿Qué hiciste?

—Derek —se retiró del humano quien drenaba— bebe conmigo, toda la sangre es para nosotros.

—Lo tenemos prohibido Salvatore.

—Nadie tiene porque enterarse —salió de la celda.

—Si te descubren, te enviaran a la horca.

—Soy hijo del Rey, tú eres mi hermano y no le contaras a nadie de esto. Recuerda las palabras de Dafne —nunca la consideró su creadora— soy menor que tú y tú obligación es protegerme.

—Salvatore... —unos pasos me altertaron. Iban a descubrirlo y obedeci la petición de mi creadora— Síguenme.

Lo guíe al pasadizo secreto oculto en los calabozos. Una salida del Castillo que hace años, descubrí. Sin embargo, un vampiro nos descubrió.

—¡No huyan!

Con velocidad, salimos de Castillo y tuvimos que rodearlo.

—Débiles, no nos atraparon.

Le di una mala mirada.

Darán con nosotros —le tendí un pañuelo—limpiate la sangre —. Salvatore aceptó la tela de la mala gana y limpió el rastro de sangre de su rostro— entraremos al Castillo —alerta, me asome hacia la entrada principal. Era vigilada por guardias que fácil podía hipnotizar. El control mental influia en humanos hasta en el mismo vampirismo.

—¿Vas a delatarme hermano? —gire a verlo. Sabía en que situación lucir indefenso y engañarme— no se volverá a repetir.

—No lo haré si haz aprendido la lección.

Le ayude a entrar al Castillo bajo el silencio de los guardias pero uno, nos delató.

—Derek —buscó en mi una respuesta—Un guardia vio a los dos, debo creer que los dos están involucrados —padre dio un paso adelante— conocen el castigo.

Compartimos una mirada.

—Fui yo, padre —respondí y bajé la vista.

—Derek, que gran decepción.

—Yo quise detenerlo padre, pero mi hermano no me escuchó.

Alze la vista sin creer su acusación.

—Retirate Salvatore, Garber, llevenlo con Dafne.

—Entendido mi Rey.

El guardia se llevó a Salvatore y fui yo quien recibió el castigo y la ira de Vlad Valentains.

Limpiar un desastre que no me correspondía, privación de beber sangre por un eterno mes y ser señalado por todo el Reino.

Y lo peor, es que Salvatore me evitó.

Dafne Bathory se dio cuenta de la verdad, no obtuve su regaño pero si su molestia.

Después de mi castigo, el plazo venció y disfrute la copa de sangre que los mismos guardias me trajeron. No sangre suficiente, mortal, pero calmo mi sed.

En la soledad de mi alcoba, observé con detenimiento mi copa vacía cuando su presencia interrumpió mi más oscuros pensamientos.

—Hermano, ayúdame.

—Salvatore —me levanté con la copa en mano. Tenía rastro de sangre en su rostro, manos y ropa. Peor su estado que la primera vez.

—Ellos me obligaron.

—¿De qué estás hablando?

Salvatore se acercó a mi. Era falsa su desesperación.

—Mate vampiros, me querían prohibir entrar al Castillo.

—Primeramente, no debiste salir.

Él me rodeo y de un saltó, se sentó en la cama.

—El Castillo es aburrido.

—No puedes matar por aburrimiento, Salvatore.

—No seríamos vampiros, hermano.

Me sorprendió su desarrollada forma de ver la eternidad pese a su corta edad y tamaño.

—Retirate, no pienso ayudarte.

—Derek —se levantó— padre va a castigarme ¿vas a permitirlo?

—Son consecuencias de tus acciones.

Cause su molestia y fui atacado por él. Sin embargo fui más veloz para detenerlo.

—Soy tú hermano mayor, no lo olvides.

En ese momento, nuestros creadores entraron a la habitación.

—Suelta a tú hermano Derek.

«Que inconveniente»

Bajo su burla, lo solté y Salvatore retrocedió un paso.

—Salvatore ¿nos explicas la sangre en ti?

—Fue Derek quién lo hizo.

—Calumnias —me defendi y Dafne Bathory intervino en no atacarlo— fuiste tú.

—¡Suficiente! —espetó nuestro padre—no más engaños Salvatore, eres el culpable y por ti, el Castillo perdió vampiros —con brusquedad lo sostuvo del brazo y no interveni a ayudarlo— una celda te espera.

—Padre, ellos me provocaron.

—No seas tan cruel con él, Vlad —habló mi creadora— es tú hijo.

—Exactamente porque es mi hijo, tengo todo el derecho de él y Salvatore aprenderá la lección —ignoró sus súplicas y se lo llevó a arrastras.

—Es lo correcto, madre —hablé cuando dejé de escuchar sus gritos.

—Tú hermano es muy pequeño para recibir la tortura despiadada de tu padre —ella se sentó en la cama y extendió su brazo hacia mi— por eso prometeme Derek, que no vas descontrolarte. Entre el vampirismo no nos debemos atacar.

—Padre tiene muchos enemigos y son vampiros.

Ella asintió.

—Lo sé, pero tú no tienes que seguir su ejemplo.

Nunca estuve de acuerdo.

Ser poderoso y demostrar ser superior siempre estuvo en mis planes a cualquier costo.

...

Vlad Valentains nos ocultó de la Corte Real. No teníamos permitido conocerlos y mucho menos intervenir en sus reuniones con los cinco vampiros más antiguos.

Me desagrado la idea de esperar su permiso de salir en compañía de Salvatore. Cada uno, en cada esquina. Entre más crecía, más era su odio.

—Eres el favorito de padre.

—Nuestro padre no tiene favoritismo —traté de no caer en sus provocaciónes.

—¿Eso es lo que creés? Incluso Dafne te aprecia más que a mi.

Gire a verlo.

«Es mi creadora, no tuya»

—Hijos —resono su voz cuando entró—La Corte se ha retirado —anunció y nos pidió acercarnos— hay algo que deben estar enterados los dos —hizo una breve pausa— su padre, tendrá un nuevo hijo, los dos tendrán un... hermano.

Compartí una mirada con Salvatore.

—¿Con quién? —me atreví a preguntar.

—Con ella —emitió con rencor— otra vez con Davina —gire a ver a Salvatore—sigue existiendo. Me mintió y pronto van a conocerlo y va para los dos, tendrán que considerarlo su hermano menor.

Dicho eso y ella se retiró.

Su poder había incrementado y note la sed de venganza en su mirada.

—Me da igual, apuesto que será inferior como tú. —Salvatore le dio poca importancia apesar de compartir la misma creadora con él y abandonó la estancia.

Otro Valentains, más caos.

...

Efectivamente, nuestro hermano conocimos y nuevamente Dafne Bathory se hizo cargo de él.

Salvatore lució indiferente con Vicens, mientras atento lo vigile y estuve al tanto de su crecimiento.

En dados casos, de su cuidado.

—¡¿Quieres callarlo?!

Vicens no dejaba de llorar y quejarse por todo. Dafne Bathory nos dejó a nuestro cargo, ni ella ni nuestro creador estaban en el Castillo.

—Dale sangre —agregó Salvatore.

—Le di la porción correcta y no quiere más —comenzó a desesperarme.

Salvatore, impaciente tuvo toda la intención de dañararlo.

—¡NO! Es nuestro hermano menor y es indefenso.

—Me tiene harto.

Lo empuje varios pasos.

—No es la manera Salvatore.

—Lo desprecio igual que a ti.

Por fortuna, Dafne Bathory regresó y se encargó de Vincens y mientras yacia en descanso, en ausencia de Salvatore, me atrevi a averiguar su estado.

Había notando el rastro de sangre en su vestido y la maldad en su mirada.

—¿A dónde fuiste madre?

—A solucionar el error de tú padre —sonrió, sus colmillos sobresaliendo de sus labios— encontré a Davina —río siniestra— y la mate. Le arranqué el corazón —con sus dedos sostuvo mi barbilla— no volverá a ser un obstáculo, hijo. Davina Dragomir, no existe más —retiró su tacto y ojeo a Vincens— pero cargare la condena se criar a sus hijos.

—Padre se va molestar, pero yo te voy a defender.

Regresó a verme.

—Derek, no eres el vampiro que todos creen que eres.

...

Esa misma noche, escuché sus voces provenir desde la sala real. Como siempre, discutían en un asunto que involucraba a mis hermanos.

—¡Otra vez, Vlad! ¡No te lo voy a perdonar!

—Davina fue una tentación y si la mataste no será un problema más. Nada entre nosotros debe cambiar —mi creardor transmitía una envidiable calma—. Te tengo a ti y a mis tres hijos, es lo único que me importa. El linaje Valentains se extenderá. En su momento, uno de los tres será Rey y tendrán su propia descendiencia.

—Derek es tú primogénito. Él merece el cargo.

—Derek tiene un poder que lo desbordará. Salvatore es fuerte, y de Vincens... no puedo decir lo mismo. Lo importante es que Derek aprenda a controlar cada uno de sus dones antes de que sea un riesgo para el vampirismo. —Miré mis manos, y el fuego danzó entre mis dedos, alimentado por mi molestia—. Haré lo que sea por mis hijos, incluso si eso significa enfrentarme a Víctor.

Apagué el fuego y me retiré, grabando cada palabra de Vlad Valentains en mi mente.

En eso cumplió su palabra.

Con los años, mis hermanos y yo fuimos entrenados bajo la estricta enseñanza de nuestro padre. Mientras ellos mostraban progreso, yo luchaba contra mi propio descontrol.

—Espléndido. —Su voz resonó con orgullo tras observarnos—. Vincens, sigue esforzándote. —Lo señaló con frialdad—. Salvatore, controla tus impulsos. La impulsividad solo te hará un perdedor. —Vi cómo Salvatore apartaba la mirada, su orgullo herido—. Y Derek... eres mi orgullo. Nunca dejas de sorprenderme. Los tres sigan mejorando, que algún día solo uno será, el próximo Rey.

...

La cuestión es que nuestro creador además de su poder, conllevo su propia oscuridad. Una sombra que lo descontroló, ajena al vampirismo que fue un secreto entre Valentains.

Anteriormente, note a mi creador afectado, su mal estado, las muertes que provocó hasta una afectación por no poder beber sangre.

Salvatore cometió el error de provocarlo. Quejarse en ese momento que nuestro propio creador lo atacó. Obligado por la oscuridad, estuvo apunto de matarlo y ahí interveni.

Ajeno a la sombra, me controló a mi, libero a mi creador y solo yo cargué la maldición.

Fue un esfuerzo, mantener controlada la voz en mi cabeza entre mi poder que tantas veces recurrí a la ayuda de magia oscura de mi creadora y con ello encontró una vaga solución: Descansos.

Por solo un corto tiempo, eso me ayudó.

La culpa invadió a mi creador y ante todo tuve su ayuda. Trató de reparar el daño provocado tanto a mi y a mi progenitora.

Desgraciadamente, Vlad Valentains no fue eterno. Ni mucho menos Dafne Bathory apesar de ser poderosos.

Mi descontrol de poder alertó a Víctor, para ellos fui una amenaza que aquel día en la sala real, a casi un siglo de eternidad, el líder de la Corte, sentenció mi existencia. Los cinco querían matarme y mi creador intervino.

Para ese entonces, estaba lo suficiente débil y afectado para liberar todo mi poder y ni Salvatore, ni Vicens, intervinieron.

Los tres fuimos custodiados por Daimon, Gabriel, Luckian y Blackniells y por más que lo intenté, Victor se atrevió arrebatarle la eternidad tanto a Vlad Valentains y después a Dafne Bathory.

Ambos dejaron de existir y fue un caos en el reino que Víctor en contra de las reglas, no pudo matarnos. Fueron obligados a aceptar nuestro linaje como superiores en el Castillo, la cuestión era elegir a quien.

Esa fue la primera perdida que me afectó. Primeramente por mi creadora e incluso por mi creador que ante todo, por su valor y una deuda pendiente, jure a mi primer descendiente vampiro, varón, nombrarlo Vlad en su honor.

Y lo peor es que no pude vengarlos en su momento.

Mi odio hacia Víctor creció con el transcurso del tiempo y entre controlar mi poder, fue soportar a mis hermanos.

Salvatore se alio con Vicens en mi contra. De los dos tuve su desprecio. Desde crio, lo manipuló. Logró controlarlo.

—Vicens —interveni ante su mal trato de Salvatore— no debes permitir que te trate así. No eres débil, hermano.

—Sé defenderme solo, no necesito tú ayuda —molesto pasó por mi lado.

Negué varias veces.

Tantas veces lo puso en mi contra, Salvatore sembró el mismo odio que me tenía en su hermano, como le contó que mi creadora mató a la suya, a Davina Dragomir. Vicens estuvo al tanto de solo ser hijo Vlad Valentains y fue suficiente para él en no considerarme, hermano. Su hermandad con Salvatore, fue lo único que le importó considerar.

...

En 1480, comencé a escribir mi propio diario. Plasmar mi eternidad en hojas en blanco desde mis pensamientos a los secretos del vampirismo.

Lo escribí mientras vigilaba a Salvatore y a Vincens desde la altura del balcón. Siempre fueron unidos pero en esa época lo eran más.

La Corte lo había anunciado, pronto un nuevo Rey sería elegido y en aquel amanecer, la Condesa llegó. Enviada por ellos, la futura Reina. El linaje Wilbert unido al linaje Valentains, los próximos y nuevos líderes. Lo más poderosos en el vampirismo.

El destino fue cruel conmigo para condenarme a ser su alma. No creía en los vínculos y Mellissa me demostró lo contrario.

Traté de verla como una alianza nada más, pero ella despertó la sensación. Lo peor en el vampirismo. Desde una atracción hasta concebir antes de tiempo a nuestra querida Elizabeth.

Jure protegerlas y falle.

Apesar de que tuve la ayuda de Mellissa. Ella creó mi brazalete que me ayudó a dominar a la oscuridad y mi poder. Los dos, unimos nuestro poder, juntos seríamos invencibles.

Los dos anhelabamos lo mismo.

«Poder»

Vencer a la Corte Real y ser líderes superiores del todo el vampirismo. Cada uno con sus propias ideas.

Mellissa aferrada a crear nuevos seres eternos. Me contó su plan, no le di importancia cuando comenzó a fallar hasta que lo logró.

Él existió.

Un ser de oscuridad.

Parecía inofensivo, pero nunca lo fue, pero ante todo fue leal a Mellissa y con su existencia, me sentenció a mi:

—Prometelo Derek —le di la espalda ante su adsurda idea— es mi creación, mi éxito, solo confío en ti —sus manos se deslizaron por mis hombros—. Aziel nos será leal a los dos.

—No te prometo nada Mellissa —espete indiferente.

La busqué para contarles mis planes si llegase a ser Rey y nos consumió un deseo. De la misma manera y el resultado de concebir a Elizabeth.

—Amado mío —apareció frente a mi— muchas cosas pueden suceder. Concebir a nuestra hija no será fácil —bajé la vista en sus manos sobre su vientre—. Elizabeth es poderosa, puedo sentirla. Dime Derek ¿qué pasará con ella y mi Aziel si dejo de existir?

—Eso no va pasar —alze la vista en su rostro.

Mellissa nunca le temio a la muerte o siempre demostró ser fuerte ante mi.

—Es una posibilidad. Tal vez no resista Derek y quiero que te hagas cargo de Elizabeth.

—Eso te lo puedo jurar —sonrió, sus colmillos sobresalieron de sus labios— pero respecto al cuervo, olvidalo. No es nada mío.

—Aziel es mi creación Derek —anuló la distancia— si yo llegó a faltar, él será leal a ti —rozó sus labios con los míos—y nunca te va a traicionar.

No le juré nada.

Él no fue mi prioridad cuando descubrí la traición de los que alguna vez consideré mis hermanos. Los dos, se aliaron contra Víctor para derrotarme, por supuesto, Salvatore con su intención de ser Rey y Vicens, su ira contra mi porque Mellissa me eligió. El destino en un vínculo, que Vicens no aceptó y eso fue el detonante para ayudarlos a conspirar en mi contra.

Fue una batalla difícil.

Un descontrol.

Pensé en matarlos pero en ese momento, la revelación de la muerte de Mellissa me afectó. La perdí como a mi primer creación.

Con mi poder en mi contra y rodeado de mis enemigos, hui del Castillo. En mi propio escondite, me oculte. Me buscaron, creyeron que había dejado de existir. Permanenci en la sombra, desgraciadamente en soledad.

Hasta que él apareció aferrado a cumplir la promesa de Mellissa.

Fácil me encontró, fácil cruzó mi barrera y se atrevió a confrontarme.

Ser eterno.

Lo descubrí, ni por amenazas, se fue. Ni su muerte lo asustó. Él revivió.

Entonces, estuvo a prueba y ante todo demostró la lealtad.

Fue mi informante, sirviente y compañía.

Un ser contra el vampirismo y entre más lo vigile, Mellissa creó a un ser poderosos que hasta el mismo vampirismo iba a temer.

Un destructor a mi favor con mis futuras venganzas.

Controlado por mi, callé por siglos su origen. Descubrirlo, no me convenía. Él estar en mi contra, mucho menos.

Irrevelante nombrarlo.

Confíe en él.

Descubrió mis secretos, obedeció en dadas ocasiones. Obtuve su ayuda entre mis descansos. Me reveló información útil y necesaria a cambio de una enseñanza. Intento de nuevas creaciónes, cuervos leales que llegué a fallar.

Con los siglos, mi venganza se arruinó.

El descendiente de Salvatore se atrevió a destruirlo como a Vicens, mi despreciable sobrino Darren. Con ello su propia condena.

Mi venganza persistio contra él.

Le arrebate lo que tanto apreciaba. Su alma. Una humana convertida que el mismo marcó su condena y me correspondió, a mi favor resucitarla. Mi falsa Elizabeth.

Después de someter a su hija, comenzó mi verdadero ascenso al poder. Anteriormente, convertí a mi primer humano, Vlad, quien se mantuvo a mi lado, no por lealtad, sino por obligación. Un siervo necesario en mi camino hacia la supremacía.

La sorpresa, fue la existencia de mi propia hija, Elizabeth y mis enemigos la usaron en mi contra. Un acto imperdonable.

Con un trato con Darren Valentains, recuperó a ella, su alma, su vínculo eterno.

Elizabeth se convirtió en mi prioridad absoluta. Con la ayuda de mi leal informante, un ser creado en las sombras de mi ambición, logré protegerla. Una nueva resurrección la trajo a mi lado, pero el precio fue alto.

Mi venganza fue implacable. Víctor, Daimon, fueron destruidos sin piedad y aquellos antiguos que alguna vez toleré, Gabriel, Luckian y Blackniells, los únicos sobrevivientes los até a mi existencia, vinculándolos a mi voluntad. Si alguna vez osaban traicionarme, sus vidas se extinguirían en un instante. Incluí un vampiro más, Jonathan Williams, igual el mismo destino.

Logré retrasar mi eternidad.

No me conformé con ser un mero Rey del Castillo. Mi poder demandaba más. Convertirme en líder supremo del vampirismo era un destino que me pertenecía por derecho.

Pero incluso el poder tiene su precio. Vlad, mi primera creación, se convirtió en un peligro. Lo obligué a un descanso eterno, un estado de letargo en el que ya no podía amenazar mi dominio. Y con los años, encontré una solución para liberarme de la oscuridad que me atormentaba: un nuevo Valentains, descendiente de mi sobrino y su alma, un vampiro resucitado antes de nacer.

Sin embargo, no todos compartían mi visión. Mi infórmante desafió mis decisiones, pero su resistencia no era la solución que buscaba. Ni siquiera Elizabeth, mi amada hija, tuvo el valor de enfrentarse a mí.

—Acaba de condenar a un vampiro que aún no nace, mi Señor.

—Curé a ambos. Fue la ayuda que... requerían —observé mis pálidas manos—. Soy libre de esa oscuridad.

—Aún tiene la suya propia.

—Y es menor problema controlarla —me levanté—. Tú sangre que debo ir a otorgar el descanso eterno a mi sobrino —él se acercó a mi —. No más oscuridad de siglos —extendió su brazo hacia mi. Dejé crecer mis colmillos— mi venganza la he cumplido.

—¿No va a eliminar a su sobrino?

Sonreí con malicia.

—Su castigo ya es suficiente. Las consecuencias son merecedoras. Su propia creación será su eterno castigo—encaje mis colmillos y bebí su sangre.

Por primera vez, perdone y me sentí identificado con Darren Valentains, a ambos nos perjudicó el mal en nuestra contra.

...

En mi último descanso, intenté recuperar a Mellissa, mi alma gemela, pero fallé. Y con ese fracaso llegaron las consecuencias inevitables de mis actos.

Vlad despertó.

Mi propia creación quiso destruir, se convirtió en el Cazador que alguna vez, yo fui considerado. Afectó mi eternidad como la de mi propia hija. La de muchos vinculados a mi.

Cuando desperté, el Mundo vampírico era un caos. La sombra que antes controlé ahora tenía planes propios: destruir el vampirismo desde sus cimientos.

¿Mi sacrificio?

Lo comprendí demasiado tarde. La única forma de redimir mis actos era aceptar mi final.

Morir por otros.

Controlé a Darel Valentains y a través de él, la sombra fue derrotada. Nunca más volvería a poseer un vampiro.

Pero el precio fue alto. Mi muerte selló el destino de Elizabeth y de todos aquellos que compartían un vínculo conmigo.

En el último instante, Mellissa regresó a mí, en un plano donde el amor trasciende la muerte. Recuperé lo que siempre había anhelado: una familia.

Y a mi informante, el único ser que nunca me traicionó, le otorgué mi eterna gratitud. Intui, aseguré que se convertiría en un ser poderoso, temido por muchos.

¿Destructor o protector?

La decisión final siempre sería suya.

Tendría la libertad, desconocedor del Mundo para conocerlo. Indagar en su Origen y no dude que amplíaria su imperio.

Desgraciadamente, demasiado vulnerable. Carecía de maldad. Lo que sí sabía era esto: él merecía el trono. Merecía liderar el vampirismo por toda la eternidad.

✝✝✝

Nota de escritora:
Holaa, después de meses, regresé por estos rumbos de la nostalgia. Volver con AZIEL ha sido difícil y recordar todo uff.. Aquí leyeron un capítulo especial, sencillo desde la perspectiva de Derek, mi vampiro favorito (de los tres hermanos Valentains) solo él pudo revelar más secretos. Apesar de todo, el mal trato que tuvo con Aziel por siglos (eso es imperdonable) lo odie, pero anteriormente Derek hubiera sido un vampiro distinto. La ira, las pérdidas, el poder, la traición forzó sus venganzas y se volvió el villano de varios libros de la saga.

Estoy editando LPUV poco a poco, he cambiado escenas, mejorando y corregido errores y escribiré la nueva versión de cada libro. Algún día, llegará el turno de AZIEL, pero por lo pronto, así como finalizó me despido de mi Oscuro eterno.

Gracias por leer la saga y llegar hasta aquí.

🖤Mari Dark 🖤

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