Capítulo 4: Bufón ángel guardián
Los días avanzan con su ritmo habitual, y aquí estoy, de pie en el balcón afuera de nuestro salón, conversando con Prise. Es alto, tan dedicado como inteligente y, sobre todo, centrado, en sus estudios, en su familia, en su apariencia, en todo. Prise y yo compartimos una conexión especial, una especie de entendimiento mutuo para mantener nuestros mundos tan herméticos como sea posible.
Con su habilidad para destacar en el aula, a menudo Prise es mi refugio en medio del caos hilarante que parece seguirme.
Hablamos de trivialidades, de los exámenes próximos y de cómo la cafetería parece empeorar cada día. Aunque nuestras conversaciones no exploran las profundidades de nuestras vidas personales, hay una comprensión silenciosa entre nosotros, una especie de amparo que ambos necesitamos.
El profesor de lógica, con su puntualidad característica, llega al aula y ambos, Prise y yo, ingresamos al salón. Las sillas están alineadas con precisión militar, y el olor a tiza y papel de libro impregna el aire.
Nuestro profesor, con un gesto serio, nos pide un libro específico. Mis ojos recorren la clase, porque sé que no tengo el libro que solicita. Mi hermano tampoco lo tenía, y ahora parece que esta situación melodramática me sigue persiguiendo.
"Quiero que cada uno tenga este libro en su escritorio la próxima clase". La voz del profesor resuena en el aula, su mirada exigente recorriendo a cada estudiante.
Prise y yo compartimos una mirada de preocupación. El profesor, con su expresión imperturbable, continúa:
"Doy un plazo de una semana. Mínimo. No quiero excusas. Este libro es esencial para entender los conceptos que abordaremos. Así que, consíganlo."
El desafío está planteado, y ahora, entre el rigor de la lógica y la presión del tiempo, se presenta otro rompecabezas en mi vida.
Volviendo a casa, en el autobús, pienso en cómo no fracasar por no poder conseguir el estúpido libro. Como siempre, sola, porque Billy ha decidido hacer de las suyas y desaparecer. Probablemente esté en algún rincón besándose con alguna chica, pero eso ya ni me sorprende.
¿Quién imaginaría que hoy, mi bufón ángel guardián decidiría darle un giro de 180° a mi universo trambólico?
Siento la vibración del motor mientras me agarro al pasamanos para mantener el equilibrio en el vaivén constante. La gente alrededor, con mochilas y codos como obstáculos, y el ruido de la ciudad se cuelan por las ventanas. Me desplazo con determinación hacia la salida, la puerta del diablo rojo se abre con un quejido mecánico, mis pasos son vacilantes. El olor a humo de escape y el bullicio de la calle me envuelven mientras desciendo.
Observo el paisaje urbano caótico. La emoción me embriaga, pero no por la posibilidad de encontrarme con Billy, no, eso sería demasiado fácil. No, esta vez, el destino decide lanzarme una bomba: veo a dos chicas caminando como a 10 metros de mí, ambas acaban de descender del autobús que venía delante del mío, y ese cabello... Su cabello castaño oscuro me resulta familiar ¿Será ella? ¿O solo estoy delirando?
Me uno al desfile detrás de ellas, como una detective novata en una misión de sigilo. Observo sus uniformes con atención, y ahí está, la señal divina: la chica en cuestión no lleva el aburrido saco gris ratón como el mío. Definitivamente era la chica de la parada. Su saco es color marrón, lo que significa que es de un curso superior al mío. ¡Perfecto detalle para mi plan!
Así es, tengo una excusa perfecta para por fin hablarle: el libro que el profesor de lógica nos exige. Ese pequeño detalle podría ser mi salvación.
Es el momento de acercarte Rebecca, preguntar si tiene el libro y, quizás, entablar una conversación. Pero, ¿Estará bien? ¿No me verá como una mocosa entrometida?
El pánico se mezcla con la emoción. ¿Cómo acercarme sin parecer una acosadora? ¿Y si me mira como si fuera una intrusa alienígena? ¿Y si simplemente me ignora? No quiero repetir la vergüenza de otras veces.
Las chicas están por cruzar la esquina, y mi mente trabaja en tiempo extra. Mi corazón late más rápido que un emoji en una conversación acalorada.
¿Vivirá cerca? Parece que tomamos prácticamente el mismo camino. Solo me queda girar en la esquina donde la señora que vende helados para dirigirme a mi edificio.
Es ahora o nunca.
Aquí voy, con el corazón latiendo a mil por hora, no hay vuelta atrás. Con una mezcla de valentía y paranoia, me acerco.
"¡Hola! ¿Me puedes ayudar con algo?" lanzo la pregunta, intentando ocultar la ansiedad detrás de un tono que, espero, suene entre sarcástico y casual.
Me enfrento otra vez el campo de minas de las interacciones sociales. ¡Suerte para mí!
Ambas chicas me miran directamente, pero yo solo puedo concentrarme en los ojos profundos de ella. Es sorprendente verla de cerca; su mirada es serena y calmada, con unos labios gruesos que, incluso, pensaría podrían haber sido tocados por la mano de la cirugía estética. Pero su presencia sigue siendo imponente.
Contrario a mis pensamientos negativos, ella me regala una sonrisa amplia. Sus dientes perfectamente alineados iluminan todo el lugar, como cuando Sam en El Señor de los Anillos utiliza la Luz de Eärendil para salvar a Frodo de Ella-Laraña.
La situación se vuelve más surrealista con cada segundo.
¡Más me vale no tropezar en este momento crucial!
Me deshago de los nervios mientras ella responde con ese tono condescendiente que hace que mi corazón haga un salto mortal.
"Oh, sí, dime", dice, como si mi vida entera dependiera de su benevolencia. Pero no me detengo.
Le hablo del libro que parece ser mi pasaporte. Y, por increíble que parezca, ella responde como si fuera la superheroína de la película.
"¡Ah, sí! Lo tengo. Claro que te lo puedo prestar."
En ese momento, todo a mi alrededor desaparece. Solo existimos nosotras dos y ese libro que ahora es la llave mágica.
"¡Ah, genial! Por un momento pensé que tendría que hacer malabares para conseguirlo." Mi sonrisa se mezcla con gratitud, y aunque mi mente aún está procesando la situación, sé que este encuentro ha marcado un antes y un después en mi aburrida vida "ordinaria".
"Pero no como la última vez, espero", dice exhalando aire mientras sonríe.
¡Vaya giro! Aunque me regodeo por dentro con el éxito momentáneo, ella ríe y me sorprende con una propuesta inesperada.
"¿Te importaría venir a mi casa para recoger el libro? No lo tengo aquí, pero estoy a unas cuantas cuadras. Así te aseguras de tener la edición correcta, ¿Puedes? ¿Vives lejos?", dice con una mirada pícara.
Un cóctel de incertidumbre y recelo atropellan mi psiquis. ¿Ir a su casa? ¡Estás de coña! ¿Tendrá gatos? ¿Libros raros? ¿O simplemente es una estrategia para hacerme caminar más y tropezarme al menos una vez? Con una sonrisa incierta, acepto. Esto ya se escapa por completo de mis planes.
"Sí, está bien. De hecho vivo en aquellos edificios de allí", señalo mi complejo habitacional que se veía desde la distancia.
"Genial, yo vivo cerca de aquí también", se gira y señala con sus finos dedos y uñas perfectamente esmaltadas los edificios ostentosos que se hallan un poco más allá.
"¡Perfecto!"
¿Quién lo diría? El dichoso libro de lógica se ha convertido en el salvoconducto a una experiencia que, de seguro, recordaré por mucho tiempo.
"Por cierto! ¿Cómo te llamas?", lanzo la ansiada pregunta, desviando mi mirada al suelo y ella responde con una risita estirando su brazo.
"Soy Jane De León", dice, y aunque intento parecer calmada, mis órganos están dando saltos de alegría. Jane, un nombre que suena tan exótico, como sacado de una película. Al menos ahora sabré con quién estoy hablando. Ya no más chica de la parada de autobús.
Continuara...
¡Gracias por leer! ¿Qué les está pareciendo?, espero recibir sus comentarios, todos son bienvenidos.
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