Se abre una puerta y caes, no sabes a donde, a tu alrededor todo es oscuro. Poco a poco, pequeños destellos sobresalen como gotas. Son puras, resplandecientes y translúcidas. Lloras y ríes, un mar desbordante de emociones. Estallas y caes al fin, todo es luz. Cerca, a tu izquierda hay un árbol y solo con una palabra una inmensa calidez envuelve el lugar. Caen cerezos, cada uno contiene un fragmento de tu vida. Divagas sobre si vives o mueres, no lo sabes, pero una paz interior te inunda. Escuchas una sonora melodía que recuerdas. Vuelas y flotas en el aire, en un cielo rosa lleno de gaviotas arcoíris. Entonces ríes y tu corazón desborda de alegría. Te arrepientes del mal que hiciste, aunque ya no lo recuerdas.

Entre pétalos de rosas y claveles, aterrizas sobre un mar lleno de estrellas. Estás anonadado y tus ojos rebosan de emoción, no has visto jamás tal encanto. Del mar en el cual tus pies reposan salen sirenas, te rodean, te sumergen y te vas hundes con lentitud. Al llegar al fondo abres los ojos, no puedes creer que estás en la luna. Te sientas, reposas tu cabeza en la superficie, duermes y te inunda un sueño profundo. El olor de la comida casera te provoca nostalgia. Ya no dudas, te hallas donde quieres estar, junto a tu familia.

Dime, ¿has disfrutado el viaje?

Cada día es una travesía distinta e ignoro donde voy a retornar. No obstante, mantengo la esperanza de volver a mi hogar. Me llamo Anelechi y desde pequeña, sin saber como o el porqué, me transporto a lugares jamás vislumbrados por otras personas. La incertidumbre causa que me asuste al no saber que me espera. Sin embargo, en algún lugar, las personas que quiero esperan por mí con los brazos abiertos.

Quizás un abrazo, un beso, el olor de una flor, admirar el cielo e incluso el solo pasar un rato con tus seres queridos no sean importantes para ti. Pero, para mí, son irreemplazables y me alientan a seguir adelante. He aprendido a apreciar cada instante, ¿lo has hecho tú?