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Serokami

AU fantasy
Magia, hechicería
Mini mención Bakusquad

[...]

¿Había algo mejor que crear tu propio gremio con tus mejores amigos?

Pues claro que no. Porque eso fue la mejor idea que pudieron haber tenido, claro que lo era.

Bakugo, por supuesto, se había autoproclamado el líder del gremio, algo que ninguno quizo rebatir. Era quien les cuidaba a todos, por más que el cenizo diga lo contrario, y quien se encargaba de elegir las misiones que harían como equipo, más que era la mente del grupo.

Kirishima, por otro lado, era la mano derecha de Bakugo y su más fiel amigo. El pelirrojo se encargaba de ser el transporte de los recursos y de ellos mismos gracias a que era un híbrido de dragón rojo, el segundo al mando cuando Bakugo no estaba y la mejor fuente de conocimiento de las criaturas mágicas y traductor de idiomas antiguos.

Luego estaba Mina Ashido, quien era la engargada de crear todo tipo de posimas que siempre venían bien en las distintas misiones que el gremio hacía y buena en la magia. Mejor amiga de la mano derecha del líder y una chica muy animada lista para la acción.

Kaminari era el siguiente, y aunque quizás no sea el más inteligente del grupo, era el mejor para manejar la magia de electricidad. Era el mentiroso perfecto para camuflarse donde sea y acerce pasar por cualquier clase de personas. Un miembro muy importante del equipo, a decir verdad.

Y por último estaba él, Sero Hanta, era el mejor en las maniobras aéreas de todo el reino y el mejor ladrón que podías conseguir. Cuando el gremio necesitaba algo robado Sero era la mejor opción. Era calmado bajo presión y sigiloso. Incluso había creado su propio prototipo de maniobras aéreas jamás vista.

Ellos cinco se habían vuelto el mejor combo a la hora de hacer las misiones de Gremios, y eso le encantaba.

Pero más allá de todo lo relacionado con el gremio, Sero no podía dejar de observar cierto chico de hebras rubias parado junto a un tronco caído mientras practicaba algún hechizo nuevo.

Era algo irónico esto, debe de admitir. Se supone que el ladrón era él, pero cada vez que se trataba del rubio Sero solo podía pensar que este le estaba robando cada vez más su corazón, llevándose cada trozo sin ser consciente de nada.

Sin ser consiente de todos los jodidos sentimientos que despiertan en él cada vez que Kaminari le dirige la palabra, le sonríe o simplemente le mira.

Oh, mierda, se dice. Y vaya que era una mierda, porque Sero no cree estar más jodido por amor como lo estaba por aquel rubio en estos instantes.

Y, aprovechando que Bakugo y Kirishima estaban más alejados mientras discutían de quién-sabe-qué y que Mina se había ido a un pueblo cercano hace un rato, Hanta se columpió entre los árboles hasta que estuvo de cuclillas en la rama firme de un enorme árbol, justo arriba del rubio, observando desde allí al chico.

Ató la cuerda a la rama con seguridad y enredó una parte a su pie izquierdo, comenzando a deslizarse de cabeza, como las arañas frente a Denki, dibujando una sonrisa despreocupada hasta detenerse a unos metros del suelo, aún de cabeza.

Kaminari alzó la vista del libro que sostenía entre sus manos hasta topar sus ojos brillantes como un rayo que cae en un día lluvioso contra la oscuridad de un agujero negro de Hanta, sonriendo pequeño en su dirección mientras dejaba lo que estaba haciendo de lado.

—Hola —saludó el rubio.

—Hola —contestó Hanta una vez se bajó de la cuerda y estuvo de pie en la tierra, caminado con soltura hasta el tronco y apoyarse en él, mirando el libro que antes traía Kaminari con interés —. ¿Practicando?

—Si —asintió Kaminari, abriendo el libro en la página exacta que estaba usando para practicar —. Es un hechizo algo viejo, pero aún no logra salirme como quiero —comenta alzando los hombros, como si tratara de restarle importancia, aunque sabe que le está costando por su ceño ligeramente fruncido.

Sero sonríe y asiente, comprendiendo.

Kaminari vuelve su vista al libro y vuelve a intentar, usando una postura diferente a la que traía antes mientras murmura entre dientes el hechizo a realizar. Pequeñas chispas no tardan en hacer presencia a su alrededor mientras termina de recitar, alzando una mano al frente con sus dedos formando una pistola, apuntando directamente al árbol frente a él.

Sero observa curioso sentado en el tronco viejo como Kaminari frunce sus pequeñas cejas ante la concentración, como parece dejar el mundo en segundo plano mientras recita el hechizo, como su postura jovial y divertida cambia a una más seria y concentrada. El azabache observa como de la mano de Kaminari sale disparado un rayo amarillo y brillante hasta dar en el árbol al cual le apuntaba y que no suceda nada momentos después del impacto.

Kaminari deja escapar un bufido y lo vuelve a intentar y, al igual que la vez anterior, no sucede nada.

Hanta frunce los labios al no comprender lo que sucede, o por qué Kaminari parece frustrarse tanto por ello, así que decide preguntar.

—¿Qué sucede? —Hanta estira los brazos con pereza para que no parezca tan interesado y se deja caer contra el tronco nuevamente.

Kaminari frunce el ceño una vez más cuando el hechizo no le sale y cierra el libro con fuerza, dejándose caer en el pasto hasta quedar sentado con las piernas cruzadas.

—Se supone que cuando lanzo el rayo tiene destruir, dejar una marca o algo en el árbol —explica mientras suelta un bufido hastiado —. Pero lo único que logro hacer es una pequeña corriente eléctrica que no produce nada.

Sero se desliza hasta llegar a un lado del rubio, estirando su cuello con disimulo para tirarle una mirada al libro de hechizos, luego a Kaminari.

—¿La pronunciación? —sugirió con duda.

—No, si no ni siquiera saldría el hechizo.

—¿La pose?

—No.

—Hmm... no sé amigo —el azabache se encoge de hombros.

Los minutos pasan y el silencio que envuelve el entorno es tranquilo y cómodo. Kaminari se encontraba tirado en el pasto con las manos tras la cabeza y los ojos cerrados —como si tratara de dormir, aunque en realidad es algo que hace cuando se relaja—. Sero vuelve a tirarle otro vistazo al libro pero, aún curioso, está vez decide tomarlo entre sus manos. Kaminari ni se inmuta, pero sabe que el rubio sabe que él tomó su libro. Aún así lo abre en una página cualquiera y empieza a pasar las hojas hasta que encuentra exactamente la misma página que Kaminari estaba usando para practicar su hechizo.

—¿Y si te ayudo a practicar? —las palabras brotan solas de su boca, como una sugerencia algo dudosa pero firme. Algo de lo cual al principio se retracta de decir pero que al final se abstiene de cumplir cuando ve a Denki abrir un solo ojo.

Sero infla su pecho de aire cuando ve el rostro expectante del rubio con un ojo abierto, tratando que con eso su autocontrol se mantenga y no lance un comentario bobo —que ya antes le pasó— o se note como su corazón bombea con fuerza contra su pecho.

—Anda, te ayudo a practicar —Hanta le sonríe mientras se levanta del pasto, haciéndole una seña al rubio para que le copie.

Kaminari exhala una risa antes de erguirse en el pasto hasta volver a quedar sentado. Sero le extiende su mano y el rubio la toma, siendo levantado de un jalón ante la fuerza que Hanta aplica, quedando peligrosamente cerca de su rostro.

Los ojos dorados de Kaminari lo observan curioso mientras sus labios están a solo centímetros de juntarse. Sero tiene que apretar los labios y desviar su mirada para evitar que el contrario note lo embobado que muchas veces se queda cuando lo observa, o el suave rosa que muchas veces invaden sus mejillas en momentos como este.

Kaminari le dedica una sonrisa traviesas y se aparta unos pasos, cruzando los brazos con una ceja alzada —sin borrar su sonrisa, ahora quizás más burlona— mientras espera.

—¿Y cómo se supone que vas a ayudarme, hm? —pregunta Kaminari —, tú no sabes magia.

—Es cierto —Sero acepta tras unos segundos de meditación, asintiendo sin verle, concentrado en el libro entre sus manos —, pero quizás pueda decirte lo que puedes hacer.

Kaminari vira los ojos con diversión antes de adoptar la pose del hechizo y seguir las instrucciones de Sero, quien le observa con una pose más concentrada y crítica. Le sube un poco más el brazo derecho y le hace mantener su mano firme en dirección del árbol. Sero camina en torno a Denki para asegurarse de que no haya fallas y luego le indica con la mano que puede iniciar el hechizo, algo a lo que Kaminari acepta con una sonrisa retadora y las cejas fruncidas ante la concentración.

—Tienes que relajar más los músculos, pareces tenso —le indica Sero, palmeando su hombro.

Kaminari resopla antes de adoptar su postura floja y despreocupada de siempre.

—Es algo difícil si te paseas a mí alrededor, me desconcentras —se queja el rubio, volviendo a su postura inicial.

—Osea que te desconcentro, ¿eh? —el azabache ríe cuando Kaminari le filmina con la mirada, como diciendo que le volvió a desconcentrar. Sero alza las manos, fingiendo no hacer nada.

Kaminari resopla una risa divertida y vuelve su vista al frente, murmurando entre dientes el hechizo a realizar mientras empiezan a brotar pequeños rayos inofensivos que danzan al rededor del rubio y salen chispas de la punta de sus dedos.

Sero da un paso atrás por su propia seguridad y observa como, pocos segundos después, un feroz rayo sale disparado del dedo de Kaminari y viaja a una velocidad casi cegadora hasta el árbol a pocos metros frente a él, estreyandose con fuerza contra la corteza y provocando un sonido estruendoso que alerta a todo el gremio.

Ambos habían cerrado los ojos por reflejo cuando el rayo impactó contra el árbol y, como si tuvieran miedo del resultado, abrieron sus ojos con lentitud mientras el olor a madera quemada les hacía arrugar la nariz.

Sero es el primero en sorprenderse, mirando con los ojos bien abiertos el agujero que, y por poco, casi atraviesa toda la corteza. Kaminari, por otro lado, empieza a saltar de la felicidad como una pequeña chispa en el agua, llenando de energía todo a su paso, teniendo como consecuencia el contagiar su felicidad y emoción en el resto. Como ahora, cuando Sero dibuja una sonrisa orgullosa en sus labios ante el éxito de su amigo.

—Bien hecho —felicita, y lo que recibe a cambio es un inesperado abrazo —que por poco casi le da un ataque— y un sin fin de agradecimientos salidos de los labios de Kaminari a solo milímetros de su rostro.

Hanta tiene que aguantar la respiración un minuto para tratar de tranquilizar el palpitar de su alocado corazón y el cosquilleo que provoca Kaminari en su cuerpo al abrazarlo. No dura demasiado tiempo, de igual forma. Denki se separa del abrazo casi 10 segundos más tarde, lo cual no es el tiempo suficiente que Sero hubiera esperado para mantener esas sensaciones el resto del día como un recuerdo sagrado, pero cree que es justo.

Kaminari le sonríe en grande una última vez antes de ponerse a saltar de la felicidad y, antes que se termine por saltar a los brazos de Hanta nuevamente, Bakugo llega entre zancadas a su posición con Kirishima a su lado.

—¡Hey, par de desgraciados! —les llama su líder a un par de metros de distancia, apretando fuerte los puños —, ¡¿qué mierda creen que están haciendo?!

Kaminari salta del susto, haciendo que una descarga salga de sus dedos —probablemente por la energía que aún le quedaba acumulada por su reciente hechizo— en dirección de los chicos, rozandole los pelos a Kirishima tan rápido que ni el mismo híbrido es capaz de reaccionar a tiempo.

Sero y Kaminari miran con verdadero horror como el cenizo se detiene abruptamente cuando el rayo sale disparado, girando su rostro instintivamente al pelirrojo, observando como Kirishima se había petrificado de la impresión.

—¡Ahora si están muertos, malditos imbéciles! —gritó Bakugo lleno de rabia, recomponiendose del susto que lo atravesó como una flecha, empezando a correr tras aquel par.

Kirishima, por otro lado, siguió sin moverse.

Kaminari y Sero se miraron mutuamente durante un segundo y, siendo las palabras sobrantes de por medio, el único pensamiento que tuvieron fue: "corre".

Hanta actuó por instinto, tomando a Kaminari de la cintura antes de enganchar su equipo de maniobras a un árbol alto y comenzar a subir antes de que Bakugo sea capaz de alcanzarlos. Se siguió moviendo por un par más de árboles, alejándose lo más posible de la furia de su líder mientras mantenía sujeto el cuerpo de su amigo con un brazo firme en su cintura.

Cuando ambos estuvieron a salvo, este lo bajó, depositándolo con cuidado en el tronco firme de un árbol, sentándose a su lado momentos después.

Las risas no tardaron en aparecer, siendo las de Kaminari las más electrificantes y contagiosas. Hermosas.

—Creo que Kiri necesitará un peinado nuevo ahora —comentó entre risas el rubio.

Sero asintió de acuerdo mientras ambos seguían riendo y burlándose. En algún punto su risa se detuvo para apreciar con un pequeño brillo en sus ojos a su compañero: observando su cabello dorado que danzaba con el viento o como su perfil era rociado por los colores del atardecer. Aquella hermosa sonrisa que siempre le sacaba una a él o los ojos tan expresivos del chico. Cualquier cosa que tuviera que ver con Kaminari siempre era brillante, hermoso. Era electrificante.

Sero permaneció quieto mientras seguía observando fijamente a Denki, quien tras notar que el azabache se había quedado quieto detuvo su risa y lo volteó a ver. Incluso ladeó su cabeza a un lado, curioso, arrimándose un poco para estar más cerca de Hanta.

Soltó una leve sonrisa de sus labios antes de comenzar a estirar su cuello en dirección de Kaminari, sin despegar su vista de sus enormes ojos ámbar o aquellos tan ansiados labios que siempre soñó besar. Kaminari seguía confundido, pero tampoco impidió que se acercara. Es más, el mismo rubio también empezó a acercar su rostro hasta que estuvieron a solo milímetros el uno del otro. Y cuando sus cabellos se rozaron, se detuvieron. Sero miró con sus profundos y tranquilos ojos negros los brillantes de Kaminari. Tragó saliva, como si esperase un permiso por parte del rubio para continuar. Algo temeroso, también, con un deje de miedo que surcaba sus ojos durante un instante, como si temiera que lo que estaba a punto de hacer rompiera la relación que habían desarrollado hasta ahora.

Pero Kaminari nunca se movió.

El chico permaneció quieto frente a él aún con sus ojos clavados en los del contrario, firme. Y eso le dio un poco más de fuerzas, las cuales usó para terminar el espacio que los separaba y unir sus labios en un beso.

Sero Hanta estaba totalmente dispuesto a romper aquella amistad que tenían si eso significaba algo más.

Algo de lo cual Kaminari también parecía estar de acuerdo, al parecer.

Primer OS con 2544 palabras.

Ahhhh por fin saqué esto *salta feliz repetidas veces*.

No sé si alguien lo va a leer, en realidad, pero es algo que llevo un buen tiempo queriendo hacer y por fin he subido el primer capítulo.

Le tengo algo de esperanza igual, quizás. No hay que ser pesimistas. Porque si te gusta Sero Hanta y los ship con este personaje esto sienta genial, no sé.

Pero fin en.

Me gustó mucho escribir esto, de verdad. Me pareció lindo.

¿Que les pareció a ustedes? ¿Les gustó?

Sean bienvenidos a todos los que estén aquí a leer los sin fines de os que tengo planeados a lo largo de toda esta novela para que mueran de ternura, se rían un poco y quizás lloren(¿ Ya que esto va a estar cargado de muchos ships diferentes y miles de escenarios y AUs variados para que tengan para leer.

Y sin mucho más que comentar, un enorme saludo y les aseguro que no se arrepentirán de entrar aquí.

Atte: Kirishi

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