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CAP 6 - Decisión y Acción.

El ambiente dentro de la base sigue tenso, a pesar de que la reunión finalizó hace más de una hora y demás capitanes se han retirado, Deiler exigió que el escuadrón de Micneya se quede en la sala, puesto que tiene cosas que decirles.
Antes de que Deiler siquiera empiece a hablar, Dylan comienza a explicar la razón del porqué decidió salir sin permiso. A través de sus palabras y gestos demuestra cuán frustrado e impotente se encuentra en ese momento. Moisés hace un leve gesto, iba a empezar a reclamarle, pero decide callar.

—Eres un imprudente, Dylan —dice Anderson, de repente, sorprendiendo a todos, inclusive a Moisés—. Eso fue algo muy arriesgado de tu parte, estás loco.

—¿Qué tan cerca los tuviste? —pregunta Deiler, sin vacilar.

—Muy cerca, estuvieron a escasos metros de mí y no son como algo que hayamos enfrentado —responde Dylan—. No se parecen en nada a los que estamos acostumbrados.

—¿Pudiste tomar alguna foto o algo? —pregunta Daniela.

—No, no pude. La ciudad estaba en completa oscuridad y todo ocurrió muy rápido, no había tiempo de grabar nada.

—Evidentemente, fue una locura arriesgada —reprocha Deiler—, encima de eso, murieron dos personas. Por tu imprudencia debería arrestarte, lo que hiciste compromete nuestra supervivencia.

—Deiler, quise ser de utilidad, quería adelantarme a los hechos y saber qué está sucediendo afuera, jamás pensé que...

—Querías sobresalir, llamar la atención con eso. Eres muy impulsivo y esa impulsividad te hace cometer errores tontos, no piensas en las consecuencias de tus acciones. Tuviste suerte de llegar vivo y sentarte en esta mesa a hablar —reclama Moisés, de repente.

—Yo no soy así, simplemente quise hacer algo de utilidad a la resistencia, obtener información.

—Ellos tienen razón, Dylan —habla Liz, mirándolo seriamente—. Pienso, no, estoy segura que cada acción tiene una consecuencia, y en este caso en concreto, tú eres completamente responsable de esas pérdidas. Te fuiste sin siquiera informar a nadie que saldrías. Ni siquiera estabas seguro de volver.

—Pero volví —responde Dylan, de repente—. Estoy vivo, Greg y los demás están vivos, no arriesgaría a ninguno de ustedes para algo así.

—Pero somos tus amigos, Dylan —habla Mayreth—, tenías que avisarnos, si algo te hubiera pasado allá afuera... No lo sé. Se supone que todos somos como una familia, tenemos que estar unidos en esto, o al menos, eso pienso yo.

Dylan se queda en silencio, sus ojos se mantienen fijos en la mirada de Mayreth quién muestra realmente estar preocupada, entonces, voltea a mirar al pelinegro, quién se levanta de la silla y exhala pesadamente. Daniela se levanta de su asiento y toma la palabra en ese momento, dirigiéndose a Deiler.

—Amor, no sé los demás, pero considero que no deberías arrestarlo. Fue un acto imprudente, sí, pero al final del día, Dylan es quién siempre ha estado para apoyarnos a todos, por eso no creo que lo merezca. Sus razones tiene para haber querido salir a explorar sólo sin arriesgar a más nadie.

—En parte es cierto, Deiler —opina Jesua—, mira todo lo que hemos logrado, en parte porque todos aquí en mayor o menor medida, hemos aportado algo a nuestro grupo. Ya perdimos a un compañero, y creo que eso debe unirnos más.

El pelinegro se da la vuelta, mirando hacia el monitor. Respira profundamente, retiene el aire en sus pulmones y luego exhala. Daniela se acerca al pelinegro y le da un leve golpe en el hombro de forma juguetona, este voltea a verla y ambos se sonríen. Acto seguido, el pelinegro procede a dar la vuelta y mirarlos a todos.

—Sólo por esta vez, haré caso omiso a lo sucedido. En parte porque todos ustedes tienen sus misiones pendientes, sólo por eso. Ahora sí equipo, tenemos que...

Gabriel abre la puerta de la sala, observándolos a todos muy seriamente. Luego de haber terminado la reunión con los líderes, él se tomó la molestia de visitar a su compañera. Ante la mirada de Gabriel, Dylan le hace un gesto preguntándole qué sucede.

—Ariangel está mucho más estable y pude hablar con ella. Lo que hemos logrado hablar, les va a interesar a todos. En teoría, puedo descubrir dónde ella estuvo —dice el moreno.

—¿Descubrir el lugar exacto? —pregunta Daniela, mirándolo con incredulidad.

—Probablemente, sucede que le pedí que me describiera lo que recordaba del sitio donde estuvo —responde el joven, acercándose a la computadora y buscando en los archivos de misiones.

—¿Qué buscas? —pregunta Deiler.

—Un mapa, ¿Qué no hay un mapa aquí en los archivos?

—No, no en los archivos de misiones —responde Daniela, acercándose a la computadora y tomando el control de la misma. Procede a buscar en otro sitio y consigue un mapamundi—, es lo único que tenemos y porque el sistema operativo lo trae preinstalado.

—Con eso basta —responde Gabriel—. Bien, nosotros estamos acá en este pueblito cerca de esta ciudad, la cual es San Antonio. Según lo que dijo Ariangel, ella estuvo aquí.

—Vaya —expresa Deiler—. ¿Qué te hace estar seguro?

—Porque ella hace mucho énfasis en que siempre estuvo buscando al sur. Ariangel también dice haber reconocido el camino que tomaron tras salir de Austin, la otra ciudad que exploramos —dice Gabriel, señalando Austin en el mapa.

—Estás especulando —dice Liz.

—Es correcto, pero no creo equivocarme —responde el moreno, volteando a ver a Liz con una media sonrisa en los labios.

—Esperaré a que el escuadrón de Sandra regrese y ya veremos qué nos traen. Luego de eso, daremos una visita a nuestros amigos del norte —finaliza Deiler.




Varios minutos después de que la reunión ha terminado, la barricada sureste emite una llamada por radio directa a la base, informando que el escuadrón de Sandra ha regresado, pero que sólo ha regresado ella acompañada de un compañero. Karla, que ya se encuentra en la sala de reuniones, pide que la escolten hasta la base.
Pasado un buen rato, la joven Sandra y su Rodney, ya están en la sala. Con ellos también están Jesua, Gabriel, Daniela y Deiler.

Tanto Sandra como Rodney están sucios y con manchas de sangre en uniformes y en el rostro. De los dos en la sala, quién se muestra un poco más calmado es Rodney, ya que la capitana llora y balbucea sin sentidos delante de sus compañeros. Por un lado, Daniela y Liz tratan de calmarla, por el otro, Jesua entabla una pequeña conversación con Rodney.
Deiler sólo se limita a observar, analiza el comportamiento de ambos recién llegados. De pronto, exhala pesadamente y voltea a ver a Karla, quién también gira el rostro para verlo.

—Comandante, ¿qué opina usted? —habla la joven.

—He visto a cada uno de mis compañeros tener secuelas tras las misiones, la entiendo perfectamente. Este es el mundo que vivimos todos al salir, Karla. Incluso yo, he tenido que esforzarme por no quebrarme.

—Deiler —abre Dylan la puerta de la sala, interrumpiendo a todos—. ¡Sandra! Escuché que tú y tu escuadrón regresaron pero...

Dylan nota la mirada de todos, y nota también el rostro de Sandra, entendiendo con solo verla, que lo que ha vivido ha sido un completo infierno. La joven, cuyo llanto se vio interrumpido al escuchar su nombre tras la entrada imprudente de Dylan, respira profundo y voltea a ver a Rodney. Este último le hace un gesto afirmativo.

—Comandante —habla Sandra.

—Soy todo oídos, Sandra.

—Sea lo que sea que está allá afuera, es peligroso. Si no hacemos algo, vendrán y nos matarán —dice Sandra, tratando de no llorar—. No sé por qué razón no han avanzado hacia acá, pero de hacerlo, arrasarán con todos nosotros, te lo aseguro. La muerte los acompaña, y vendrá por nosotros.

—Devoraron a mi hermano —habla Rodney—. Vi cómo varios de mis compañeros fueron destrozados por esas cosas. Tienen hambre, quieren comer, y somos su presa.

—Deiler, todos murieron allá afuera, disparando a esas cosas, pero no se morían, al contrario, parecía que se volvían más agresivas al recibir algún daño —expresa Sandra.

—A parte de eso, son muy fuertes, verdaderamente fuertes —acota Rodney, bajando la mirada—. Han dejado de ser zombis, son como demonios.

—Los demonios no existen —dice Jesua—. Lo que está allá afuera ha sido producto de algo, nuestro deber es encontrar una cura y así evitar entrar en conflicto directo. A parte de eso, si es verdad lo que dice Ariangel...

—Tendríamos que ir al laboratorio que está bien al norte —menciona Gabriel, interrumpiendo a Jesua.

—Todavía la misión de encontrar una cura está asignada al escuadrón donde estoy, Deiler, por ende, podríamos ir de una vez al norte —dice Dylan.

—No, yo mismo iré a visitar a nuestros amigos. Será una misión difícil, por eso me llevaré a las tres personas más leales que tengo a mi lado. Jesua, ubica a Anderson, que se aliste, saldremos mañana a primera hora. Karla y Daniela, ustedes serán quiénes se quedarán a cargo de todo mientras yo no esté aquí. Gabriel, encárgate de tener lista la ruta, según lo que te comentó Ariangel.

—Perfecto —dice Gabriel.

—Sandra, Ronald, tienen que ir a revisar sus heridas, procuren descansar —ordena el pelinegro.

—Entendido —responden ambos al unísono.

—Falta uno —dice Dylan.

—¿Qué? —pregunta Deiler, volteando a verlo.

—Falta uno en tu equipo —responde el joven.

—Dije que me llevaría a las tres personas más leales que tengo a mi lado, hasta donde lo recuerdo, tú eres uno de los más leales compañeros que tengo, así que alista todo.

Dylan esboza una leve sonrisa.
Jesua, al otro lado de la sala, le hace un leve gesto de "bien hecho", afirmando con eso que Deiler está hablando en serio.


Por otra parte.

Micneya y Mayreth caminan por todo los Santos, echando un vistazo a cómo va todo mientras se dirigen a la herrería. Se toman su tiempo para conversar mientras recorren el pueblo, haciendo paradas en algunos lugares, notando cómo el pueblo está mucho más vivo y la gente más activa, que cuándo llegaron por primera vez.

Una de las cosas que la gente del pueblo logró rescatar a pesar del declive económico a nivel mundial, fue su economía: el pueblo, a pesar de todo, logró salvar una gran cantidad de papel moneda para poder continuar con los negocios internos y los juegos clandestinos que tenía la mafia de Oscar. Si bien, el método no era para nada estable, mantuvo a todos allí dentro con la mente ocupada, olvidándose durante esos dos años del colapso fuera de las barricadas.

Con la llegada de la resistencia, costó un poco establecer un nuevo orden económico que fuera rentable, y gracias a la ayuda de muchos conocedores de economía y contabilidad que sobrevivieron al apocalipsis, se ha logrado llevar a cabo un proyecto monetario que ayuda a todos dentro del pueblo. Aprovechando también que hay campos de cultivo cerca de allí.

—En ocho meses, este pueblo ha cambiado muchísimo —comenta Mayreth—. Es como si volviéramos a la normalidad.

—Pronto volveremos a la normalidad y no tendremos más que ver con los zombis, May, eso tenlo por seguro —responde la joven.

Ambas se sonríen y continúan caminando.

Finalmente llegan a la herrería. Allí son recibidas por el mismo herrero de siempre, quién les comenta que ya la espada está lista y que se ha tomado la molestia de hacerle una vaina, para que no tenga problemas con ella al portarla.

—Es muy bonita ¿Seguro que no se romperá? —pregunta la joven.

—Puedes ponerla a prueba, le hemos dado todo el filo posible —comenta uno de los herreros.

—La pondré a prueba, sí, pero recuerden que mi seguridad depende de mis armas, y si alguna me falla, yo muero. Y si muero ustedes seguramente también morirán —finaliza con una sonrisa burlona.

May se ríe ante ese comentario.
Los herreros ríen por compromiso, sintiendo un poco de presión al escuchar esas palabras de ella al final. Y entonces, la joven desenvaina la espada, observa su hoja detalladamente y luego la guarda. Hace un leve gesto de agradecimiento y ambas se retiran del lugar.

Una hora más tarde, ya están de regreso en casa. Shiro al escucharlas al otro lado de la puerta, menea la cola de un lado a otro y empieza a ladrar en la puerta, lo que hace que Dylan baje las escaleras con el chaleco en la mano. Mayreth abre la puerta y Shiro salta a saludarla a ella y luego a Micneya.

—Ya están de vuelta —sonríe Dylan, dejando el chaleco en el mueble, junto con sus armas.

Eso toma por sorpresa a ambas jóvenes, especialmente a Micneya, que se acerca a Dylan y desenvaina la espada y apuntándole con la misma. Su rostro se muestra algo enojado, no va a permitir que aquel tonto vuelva a cometer un error que ponga en peligro no solo su vida, si no a la resistencia completa.

—¿A dónde demonios piensas ir? —pregunta la joven.

—Espera, espera, ¿de dónde sacaste una espada? —pregunta Dylan, observándola fijamente—. ¿Es de verdad?

—¡Obvio que es de verdad, pendejo! —exclama Micneya, acercándola más hacia él—. ¿Acaso pretendes escaparte?

—No —dice Dylan, apartándose un poco de la katana—. Mañana saldré de misión con Deiler, Jesua y Anderson. Daremos una visita al norte. Exactamente, a dónde estuvo Ariangel.

Mayreth abre los ojos como platos al escucharlo.

—¿Están locos? —pregunta Micneya—. Hasta dónde sabemos, Ariangel apenas pudo escapar, y los demás están muertos.

—Lo sé, por eso iremos, Karla y Daniela quedarán a cargo, y Gabriel está trazando lo más preciso posible una ruta para llegar, luego de pasar Austin, todo será cuestión de suerte —responde Dylan—. Y si hay un laboratorio allá, vamos a negociar.

—Espero que de verdad les permitan negociar —dice Mayreth con un tono de preocupación.

—Sandra ya regresó también, pero regresaron solamente ella y Rodney, los demás murieron allá afuera —dice Dylan, sentándose en el mueble y terminando de acomodar sus armas.

—¿¡Qué!? —exclama Micneya, incrédula—. No puedo creerlo.

—Si no hacemos algo, ellos vendrán a matarnos. Con más razón tenemos que intentarlo, y ver qué pasará cuándo hablemos con esas personas —finaliza el joven.




Sábado, 20 de diciembre.
19:53 hrs


Tras la cena, Dylan sale con sus armas y el chaleco, los mete en el auto, colocándolos en el asiento del copiloto. Posteriormente, cierra la puerta y le echa un vistazo al auto, esbozando una pequeña sonrisa.

—Siempre quisiste uno.

Dylan voltea y ve a Mayreth, recostada en el marco de la puerta. Dylan asiente y se acerca a ella, le abraza y le da un beso en la frente.

—Prométeme que no vas a morir allá afuera, no estaremos ni Mic ni yo para protegerte —habla May con un tono de voz dulce, mirándolo fijamente a los ojos.

—En teoría, yo soy quién las cuida a ustedes —responde el joven haciéndose el gracioso, para luego acercarse a los labios de la joven y besarla.

Mayreth corresponde el beso y luego lo abraza, escondiendo su rostro en el pecho del joven. Dylan acaricia el cabello de la chica con mucha ternura.

—Tengo miedo de perderte a ti o a Mic, son la única familia que me queda —dice la joven, aferrándose más a Dylan.

—También siento lo mismo, pero no va a pasar nada, volveremos. Después de todo, los tres tenemos que salir dentro de poco a encontrar la cura ¿No es así?

—Sí.

Tras esa pequeña conversación. Ambos entran a la casa. Se percatan de que Micneya está sentada leyendo algo, Dylan se acerca a su mejor amiga y la abraza, demostrándole lo mucho que la quiere, para luego irse a su habitación. Por otro lado, May al ver la escena sonríe y se sienta al lado de su compañera luego de que Dylan se retira de la sala.

—¿Qué lees? —pregunta la pelinegro.

—Nada interesante, es un libro de fantasía —responde Micneya.

—¿Crees que ellos vayan a tener suerte mañana? —pregunta May.

—No lo sé, pero estarán bien, de igual manera, sólo nos toca irnos preparando para lo que sea, estamos rodeados de muchas incógnitas, y la incertidumbre cada vez se hace más grande.

—Mic, ¿y si llegase a suceder que no nos permiten negociar? O peor aún, que si lo hagan y de pronto, la cura no funcione.

—Lo primero, bueno, tendríamos otro enemigo contra el qué lidiar, y sería lo normal, por supervivencia cualquiera se volvería egoísta y buscaría proteger lo que conoce de forma radical. Ahora, si sucede el segundo escenario, vaya —Micneya levanta la mirada hacia su compañera y exhala pesadamente—, habríamos estado luchando todo este tiempo por nada.

—Me aterra pensar que estamos haciendo sacrificios en vano.

—De ser así, entonces muchos de nuestros compañeros murieron por nada, pero sé que algo bueno saldrá de todo esto, tengo un extraño presentimiento —expresa Micneya, esbozando una sonrisa amable.

Mayreth le devuelve la sonrisa y se recuesta más en el mueble, mirando hacia el techo. Micneya baja la mirada directo al libro, y continúa leyendo. La sala se queda en silencio, o casi en silencio, sólo se escuchan los leves ronquidos de Shiro.

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