CAP 5 - Aquel Día.
Viernes, 19 de diciembre.
23:38 hrs
Dylan baja del auto, saluda a los guardias de turno e ingresa a la base. Lo primero que nota es que las luces de la sala principal están encendidas, por lo que posiblemente aún estén activos en la sala de reuniones. Entra en la residencia, baja las escaleras y nota la puerta cerrada.
Toca.
Abren la puerta, y se lleva la sorpresa de ver allí a Sandra y a Moisés, quienes acaban de ser ascendidos a capitanes de escuadrón. Tras enterarse de ese hecho, los felicita y luego cierra la puerta. En la sala observa también que están Jesua, Daniela, Karla, Anderson y Liz, junto con otros dos soldados que Dylan desconoce.
—¿Y Deiler? —pregunta el joven.
La puerta se abre, y entra el pelinegro. Su semblante se muestra muy serio, incluso un poco más de lo normal.
—¿Qué sucede conmigo? —pregunta el comandante.
—Que vengo informar que estamos en peligro.
—Creo que eso todos lo sabemos—responde Deiler tras saludarlo con un leve apretón de manos y luego sentarse.
—Deiler, esta tarde salí fuera de las barricadas, no pude grabar nada, dejé todo en el auto. Pero sé lo que vi y no es muy amigable que digamos.
—¿Escuché bien? ¿Saliste de la base sin el consentimiento de la resistencia? —pregunta Anderson, inclinando el cuerpo hacia adelante, apoyando los brazos en la mesa.
—Seguramente fue con Micneya —opina Karla, volteando a ver hacia los monitores—, a final de cuentas, siempre hacen lo que les da la gana ese grupo.
—En realidad no, salí solo. Bueno, con Greg y unas cuántas personas del pueblito. Mic no lo supo hasta...
—¿¡Qué tú qué!? —exclama Moisés—. Imbécil, ¿saliste de "Los Santos" sin permiso?
—Solo quería ser de utilidad —exclama Dylan, tratando de no alterarse—. Lo que decía Greg es verdad y Deiler lo vio hace tiempo. Estas cosas no son como los zombis que hemos enfrentado, son terriblemente diferentes.
—¿Cuántas personas salieron contigo? —pregunta Jesua.
—Fuimos ocho —responde el joven, para luego continuar hablando—. El punto es que...
—¿Hubo pérdidas? —interrumpe Jesua.
—Sólo dos hombres, por sacrificio. Lideré la misión, y considero que no fue un total fracaso, logré obtener información.
—Perder a dos hombres fuera, es un completo fracaso —opina Liz, mirándolo con descontento.
—Lo sé, pero logré ver qué es lo que tanto aterra a los zombis y el por qué en estos últimos meses, no hemos divisado a ninguno siquiera deambulando cerca de las barricadas. Estas cosas, al parecer se los comen —dice Dylan.
—Cada que haces algo para llamar la atención, terminas cometiendo una gran estupidez, Dylan —expresa Moisés, volteando a verlo con enojo— ¿Cuándo vas a comprender que no eres un líder? Deja de actuar como si lo fueras.
—No actúo como un líder, actúo como soldado, fui a investigar para poder estar seguro de a qué nos enfrentamos. No fue algo tan imprudente que digamos.
—Definitivamente, eres un estúpido —dice Moisés de repente, acercándose a él rápidamente. Con un movimiento rápido, termina agarrándolo por el cuello de la camisa y lo pega contra la pared—. ¡Eres un grandísimo estúpido!
Todos allí se quedan perplejos ante la escena, sin embargo, Anderson y Jesua se levantan rápidamente y los separan. Moisés forcejea un poco para zafarse de Anderson quién ejerce más fuerza en sus brazos para evitar que se libere.
—¡Eres un imbécil, definitivamente! —exclama Moisés—. ¡Estoy cansado de defenderte y que siempre cometas más y más errores!
—¿Errores? Hay muchas cosas que me causan curiosidad y sabiendo que esas cosas están allá afuera, se me hace muy curioso que Ariangel haya regresado sana y salva —responde Dylan, forcejeando con Jesua también.
—Silencio ustedes dos —habla Deiler, con autoridad—. Moisés, es verdad, muchas veces has defendido a Dylan, y hasta yo a veces digo que comete muchas estupideces, pero acaba de decir algo que me hizo mucho ruido. Por esta noche se terminó la reunión, mañana quiero a todos los líderes de escuadrón aquí, vamos a discutir esto.
Sábado, 20 de diciembre.
10:05 hrs
Tal cual como el comandante hizo la petición durante la noche anterior, se realiza una reunión en la que están presentes todos los capitanes de escuadrón y algunos miembros allegados. Un total de 20 personas están presentes dentro de la sala, los cuales son: 10 líderes representando a cada escuadrón, 6 allegados y los 4 miembros principales de la resistencia.
me encargaré después de darle una lección.
Deiler inicia la reunión hablando sobre lo sucedido con los compañeros de la resistencia que desaparecieron misteriosamente durante la "Misión de Reconocimiento", también les habla a todos sobre el regreso de Ariangel.
Aunque muchos de los presentes ya lo sabían, otros apenas se enteran y expresan que ven su regreso como un milagro, y como una posible oportunidad de poder encontrar a los demás, no obstante, Daniela prosigue la explicando sin detallar mucho lo que Ariangel les contó, aclarando que los demás miembros han muerto.
Llegados a un punto de la reunión, Deiler procede a hablar sobre lo que Dylan le informó la noche anterior, expresando también que estas cosas coinciden con lo que alguna vez, meses atrás, él llegó a ver durante el rescate del anterior escuadrón N°8. Todos empiezan a opinar al mismo tiempo sobre lo que el pelinegro acaba de exponer, y esto sólo causa que el alboroto se arme. Jesua entonces, tiene que exigir el orden en la sala.
—Comandante —levanta la mano una mujer— Soy Diana, líder del escuadrón número ocho. Dado lo mencionado anteriormente con el soldado Dylan, creo que, a pesar de ser uno de sus allegados, merece recibir el castigo según la ley de la resistencia: desobedecer la orden de "no salida sin permiso", implica ser detenido y expulsado de las fuerzas militares de la resistencia, por posible desobediencia.
Diana, recta y decidida, es una mujer alta, aproximadamente menos 177 cm de alto, tiene 30 años de edad. Usa anteojos. Sus ojos son azules y su cabello es oscuro y corto a la altura de los hombros. Es algo voluptuosa, y está muy bien entrenada físicamente. Su carácter es siempre decidido y no es muy amigable con casi nadie a su alrededor. Anteriormente era una soldado de algún escuadrón, pero debido a sus habilidades y actitud, Karla abogó por ella para ascenderla a Capitán de algún escuadrón.
—Capitana Diana, siento que no está entendiendo, el hecho de haber salido sin permiso no quiere decir que yo lo haya hecho siempre. Lo hice para investigar —refuta Dylan.
—Niño —habla uno de los presentes en la sala—, el fin no justifica los hechos, si yo fuera tu líder de escuadrón, hubiera tomado acciones sin traerlas a esta mesa y te hubiera puesto escarmiento.
—Disculpe, ¿y usted quién es? —pregunta Dylan, con cierta arrogancia.
—Soy Lucas, líder del escuadrón número diez. La ley es simple, desde antes de que ustedes llegaran, ya estaban puestas. Pero dudo mucho que tu amiguita decida hacerte algo, después de todo, seguro eres bueno en la cama con ella.
Lucas es un hombre de unos 38 años, mide 185 cm de alto. Es un poco regordete, no tiene cabello, pero si posee una barba bien cuidada. Es un poco arrogante, machista, mandón y temperamental. Anteriormente era líder del extinto escuadrón N°30. Lucas es un hombre un poco misógino, de hecho, se sabe que su escuadrón es el único conformado por puros hombres, puesto que considera a las mujeres nada útiles para las misiones en las que su escuadrón se especializa.
—¡Maldito idiota! —exclama Dylan, acercándose a él. Inmediatamente, Lucas se pone de pie. Y Moisés es el primero en agarrar a Dylan—. ¡Suéltame, le voy a partir la boca para que respete a Micneya!
—¿Acaso vas a iniciar una pelea contra él? —le pregunta Moisés, sujetándolo fuertemente.
—¿Lo ven? Es un niño temperamental, no merece ser parte de la resistencia, comandante —expresa Lucas.
—El que no merece ser parte de la resistencia eres tú —habla Micneya, quién todo el rato estuvo detrás de todos junto con Mayreth, en completo silencio.
Esto debido a que fueron las últimas en entrar, ya que pasaron por otro lugar.
Lucas al escuchar la voz de la morena, abrió los ojos como platos. De hecho, todos voltearon a verla, sorprendidos de que ella haya estado escuchando todo y no haya opinado o defendido a Dylan.
—Yo más que nadie conozco las leyes de la resistencia, Deiler. Sin embargo, es de mi conocimiento que tanto él como Greg y los otros, salieron por la barricada suroeste, pasando por un puesto de control —acota Micneya—. De ser así, entonces no sólo Dylan, si no todos ellos deberían ser encarcelados y que yo recuerde, en esa barricada hay tres miembros del escuadrón de Lucas con órdenes de vigilancia.
—No serás capaz de...
—Si soy capaz. Puedo dejar que arresten a mi mejor amigo, pero también es justo que arresten a los tuyos y créeme que...
—¡Silencio todos! —exclama Deiler—. Me encargaré personalmente de hacer valer la ley para Dylan.
—Deiler —habla Daniela mirando a su amado desconcertada tras escuchar sus palabras—. ¿Es en serio?
—Lamentablemente, las reglas prevalecen. Nadie está por encima de nadie aquí, y él junto con Greg desobedecieron órdenes, por ende, serán arrestados. Al igual que los otros, por permitirles la salida, no una, sino varias veces.
—Deiler —interrumpe Dylan—, sé que no estoy en posición de hablar, pero deberías considerar mi arresto, especialmente porque hay que tomar cartas en el asunto referente a las criaturas.
—Es verdad, Deiler —opina Anderson—, a parte tenemos tres incógnitas en la mesa: ¿Cómo llegó Ariangel aquí?, ¿Dónde estuvo?, ¿Y qué son esas cosas allá afuera aparte de los zombis?
—Propongo iniciar un ataque —opina Diana—. Sería mejor acabar con esas cosas de una vez, y centrarnos en pensar en lo que sucede con Ariangel. Pido la misión con mi escuadrón, somos el más numeroso y podríamos tener éxito en el ataque.
—No procede tu petición, Diana. No sabemos a qué nos enfrentamos, por ende, prefiero reservar las fuerzas de los escuadrones para después, me tiene sin cuidado lo que suceda en la ciudad, por los momentos —responde Deiler.
—Comandante —habla otro presente allí—. Soy Kevin, líder del escuadrón número seis. Quiero decir que comparto opinión con Diana. Resulta mejor realizar un ataque directo. Es preferible prevenir en este momento a esperar una invasión, un ataque directo y sorpresivo puede darnos tiempo para pensar en las demás incógnitas.
—¿Creen que mandaré al campo de batalla a mi gente sin preparación alguna? Si supiera a qué me enfrento al salir a la ciudad, esta reunión hubiera sido para seleccionar a los escuadrones.
—¿Y si hacemos un rastreo? —Opina una chica de cabello pintado de rojo—. Dylan ya hizo una investigación sin un equipo preparado, tal vez investigando con mi escuadrón, podríamos tener las respuestas más claras, a parte, traeremos grabaciones.
Deiler se queda en silencio ante la propuesta de la joven, esta resulta ser Sandra, antigua miembro de su escuadrón y ahora líder del escuadrón N°3. Deiler observa a los demás, quiénes atentamente esperan la respuesta del comandante, para tal vez, proponer algo ellos también dependiendo de la decisión que él tome.
Deiler respira profundamente, se toma su tiempo, y luego exhala, para luego dirigirse a Sandra.
—Lleva tus soldados, vayan armados, prométeme que sólo será un rastreo. Salgan ahora y tienes hasta el anochecer. Regresa con todos, sin una baja...
—Lo prometo —responde la joven, levantándose de su asiento. Posteriormente se retira de la sala.
Un buen rato después de que Sandra se retira, la reunión termina y todos se retiran, quedándose en la sala solamente Karla y Gabriel. Deiler y Daniela conversan sobre si será justo arrestar a Dylan, abogando ella por el joven, dándole a entender a su amado que, a final de cuentas, Dylan siempre trata de hacer lo mejor para todos. Deiler exhala pesadamente y reconsidera las palabras de Daniela.
Sábado, 20 de diciembre.
12:50 hrs
Sandra lleva a todo su escuadrón, conformado por 18 integrantes. A la ciudad llegan 2 Jeeps Toyota bien reforzados en los parachoques. Durante estos meses se han reforzado la mayoría de los vehículos con el fin de hacerlos más preparados para cualquier situación peligrosa.
El sol brilla intensamente.
Todos los soldados bajan de los autos tras adentrarse bien en la ciudad. Durante todo el trayecto dentro de la misma, no hacen más que ver cuerpos mutilados en estados de putrefacción, no solo de zombis, sino también de animales. Vísceras y órganos regados por el suelo, suciedad, y un ambiente que demuestra el estado de abandono que posiblemente tengan todas las ciudades del mundo.
Llegan a una esquina y al doblar encuentran los restos devorados por completo de dos caballos, y dos armas tiradas cerca de los cuerpos. Es allí donde el escuadrón decide bajar de los autos e investigar.
Notan huellas en el suelo debido a la sangre derramada. Sandra se da cuenta que son muchas huellas y que llevan a diferentes direcciones, varias de ellas, dentro de algunos edificios que están allí. ¿Qué está sucediendo? ¿Se han ido? De por sí, ya a ella le parece extraño que durante todo el trayecto no se encontraran en ninguna situación de peligro. O siquiera avistaran algún contagiado.
Uno de los soldados se acerca a Sandra, indicándole que toda el área al parecer está despejada, la joven expresa sentir intriga. De repente, escuchan ruido desde dentro de un edificio al otro lado de la calle, cosa que alerta a todos. Estos apuntan sus armas hacia el mismo.
—Soldado Rodney, capture todo. ¡Y pase lo que pase, no deje de grabar! Es evidencia para la resistencia —ordena Sandra.
—Entendido —responde el joven, comenzando a grabar desde un teléfono.
El ruido no termina, escuchan algo así como una pelea animal allí dentro.
¡¡PLASSSS!!
Un golpe seco detrás de ellos, les hace voltear.
El horror, combinado con la sorpresa se puede ver en el rostro de todos, tras observar que la cabeza y parte del cuello y columna vertebral han caído desde lo alto de aquel edificio.
De repente, desde lo alto escuchan varias risas similares a las que emiten las hienas, lo que llama la atención de todos, quienes alzan la mirada y notan algo moverse y entrar dentro del edificio. Automáticamente, abren fuego.
Los disparos no hacen más que mucho ruido, cosa que empieza a atraer zombis, quienes se dirigen a ellos proviniendo de varias calles. Esto no hace más que confundir a los soldados, quiénes esperaban que los contagiados salieran de alguno de los edificios.
—¡Hay que iniciar fuego hacia los enemigos, preparen también las granadas, acabaremos con estos miserables! —exclama Sandra, mientras dispara.
—¡Son demasiados! —exclama un soldado—. ¡Maldición, maldición!
—¡Vamos, que el miedo no nos gane! —exclama otro soldado.
El conflicto inicia de manera frenética. Caen y caen los cuerpos de los zombis al suelo. Pero conforme avanza la batalla, los zombis siguen llegando, especialmente desde la calle central, por lo que, uno de los soldados activa dos granadas y las lanza al mismo sitio, una seguida de la otra. Ambas explotan y la cantidad de extremidades y órganos que vuelan por los aires es inimaginable.
La batalla no dura más de 45 minutos, momento en el que se dan cuenta que no llegan más contagiados. Los soldados muestran signos de agotamiento debido a lo frenética que ha sido la batalla. Algunos zombis gravemente heridos se arrastran en el suelo hacia los soldados, pero son rápidamente asesinados por los mismos.
Se organizan nuevamente, revisan municiones, mientras esperan alguna novedad.
No ocurre nada.
Inmediatamente, Sandra da la señal para que todos suban a los vehículos. Hay que seguir adentrándose más en la ciudad y continuar con el rastreo.
Sin embargo, desde dentro del edificio que está tras ellos se escucha mucho ruido. El equipo se prepara, y entonces, todo queda en completo silencio.
—¿Qué carajos sucede allá adentro? —pregunta un soldado.
—Sea lo que sea, que venga y nos enfren...
Rodney se queda callado de repente, ya que una horda sale corriendo desde el interior del edificio hacia ellos, moviéndose mucho más rápido que los zombis que enfrentaron varios minutos atrás.
Sin entender qué carajos sucede, los soldados abren fuego inmediato. Varios de los contagiados caen, pero los otros parecen actuar de manera más agresiva al notar cómo sus compañeros son asesinados, y entonces, desde el otro lado, más zombis aparecen.
La segunda horda es aún mayor y ataca desde el punto ciego, por lo que la mayoría da la vuelta a los jeeps y abre fuego. Este segundo ataque resulta ser mucho más agresivo, de pronto, no sólo se ven rodeados, si no que tres de sus compañeros son asesinados en medio del ataque.
—¡Capitana Sandra, retírese! —exclama un soldado—. ¡Salga de aquí!
Sandra voltea y nota cómo entre dos zombis lo atrapan, uno le jala del brazo y lo muerde, mientras el otro lo sujeta por el cuello, rompiéndoselo. Empiezan a devorarlo, Sandra empieza a dispararles a esos zombis hasta quedarse sin balas.
Rodney, en un movimiento rápido, se acerca a ella, la toma del brazo y la lleva directo hacia el jeep.
—Les abriremos el paso, vuelvan...
Rodney se queda en silencio, asiente y suben al vehículo.
Sandra está en shock. Jamás esperó que aquel día, fuera el último de su escuadrón.
Varios soldados suben al otro jeep, mientras los demás cubren sus espaldas.
El primer jeep escapa del lugar, pero el segundo no.
Luego de que acabaran con los soldados que estaban en tierra, entre varios zombis vuelcan el segundo jeep y asesinan a los tres soldados dentro del mismo.
Esto último, lo ve Rodney desde el retrovisor, antes de doblar en una esquina al final de la calle y acelerar. Viendo de lejos cómo los zombis se reúnen todos, mirando fijamente hacia el jeep.
—Mierda, mierda... Los mataron a todos, a todos —dice Rodney, sin poder creer aun lo que sus ojos acaban de ver.
—Esos no son zombis, ya no son zombis, esas cosas son demonios —expresa Sandra, dejando salir las lágrimas de sus ojos—. Estamos muertos, si nos invaden estamos muertos.
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