Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAP 4 - Primer Encuentro.

Viernes, 19 de diciembre.
19:30 hrs

El grupo de hombres a caballo llegan hasta la ciudad, Dylan observa un letrero muy viejo y desgastado, apenas entendible que dice "Welcome to San Antonio", luego de pasar lo que antes debió ser un parque acuático o algo por el estilo. Dylan exhala pesadamente, siente algo de nostalgia por volver a esos días dónde todo era normal, es así como sus ojos se fijan en los edificios que, cientos de metros al frente se alzan, sintiendo un poco de escalofríos recorrer su cuerpo.

Los hombres a caballo, inclusive Greg, se detienen justo al pie del letrero. Todos ellos se ponen a debatir nuevamente sobre si vale la pena entrar o no en aquella ciudad, por su parte, Dylan los observa, callado. De pronto, uno de los hombres voltea a verlo seriamente.

—Chico, quiero que sepas que, si morimos hoy, eres culpable de ello —dice aquel que volteó, quién al parecer, es el segundo al mando.

—Nadie morirá esta noche —dice otro hombre, mientras se acomoda el sombrero.

Dylan los escucha y esboza una leve sonrisa, no tiene nada para responder, ignorando por completo esa sensación que recorre su cuerpo se dedica sólo a observar el lugar. Anochece, cada vez es más oscuro. No entiende qué hacen allí inmóviles. Dylan también se percata de que los caballos están un poco inquietos.
Lo primero que se le viene a la mente es que quizá los zombis hayan salido de la ciudad, o que estén en los alrededores, por lo que voltea a ambos lados, buscando. Nada, no ve nada, así que descarta la posibilidad de algún peligro. Dirige la mirada al frente, de repente, nota que Greg y los demás vuelven a avanzar, esta vez galopando nuevamente.

—¡Esperen! —exclama el joven, quién les sigue, sujetando las riendas del caballo con mucha fuerza.

Ingresan a la ciudad de San Antonio, donde detienen el paso.
Esperan, esperan y... esperan. Nuevamente vuelven a avanzar adentrándose cada vez más dentro de la ciudad, notando que todo está en completo silencio. Cada vez oscurece más y más.
Luego de un buen rato caminando por la calle principal de la ciudad, a oscuras, encienden las linternas y notan que las calles están solas. Alguna que otra rata merodeando por ahí, pero no observan más nada, detienen el paso.

—¿Qué sucede aquí? —dice uno de los hombres—. La última vez que vinimos, no habíamos llegado tan adentro de la ciudad.

—Unas calles más atrás fue que escuchamos todo el alboroto —agrega otro de los presentes.

—No lo entiendo —dice Greg.

—Deberíamos hacer un rastreo, en todo el perímetro —sugiere el segundo al mando.

—No creo que sea prudente en esta situación —opina Dylan, quién observa hacia uno de los edificios—. Desde hace un buen rato, siento que nos observan, pero no sé si sea sólo parte de mi imaginación.

—Siempre que entras a una ciudad abandonada chico, vas a sentir algo así —dice aquel hombre con aires de liderazgo—. Ninguno quiere morir, realizaremos un rastreo rápido, y si no vemos nada, nos vamos.

—Entonces iremos todos —dice Dylan—, si algo he aprendido de las misiones, es que, si vamos a actuar, se actúa en grupo. Todos aquí corremos peligro, fue mi idea venir para acá a explorar.

—Muchacho, son mis caballos y mis hombres, te prohíbo...

—No querrá meterse en problemas con la resistencia, recuerdo que usted perteneció al grupo de Oscar y los demás chicanos y acabamos con casi todos ustedes por traición. No querrá ser uno más en la lista —dice Dylan, mirándolo seriamente.

—Muchachito...

—Desde hace buen rato he escuchado en silencio todas sus cantaletas, los zombis son peligrosos, ya lo sé, no soy un cobarde como usted. Y ya que sabemos quién las tiene más grandes, he decidido que vamos a investigar todos —finaliza Dylan.


Greg ríe levemente ante lo sucedido. En parte Dylan tiene razón, lo único que ha hecho aquel es quejarse y quejarse. Piensa que, si tanto miedo tenía de volver, lo mejor que pudo haber hecho era quedarse. De repente, Greg alza la mirada hacia el cielo.

—Esto es una asquerosa locura, las nubes impiden el paso de luz que proyecta la luna. Capaz y estamos rodeados de zombis, y no hemos notado nada —dice Greg.

—Escuchen...

Se quedan en silencio por completo, y escuchan gruñidos a lo lejos, como si pelearan varios zombis entre ellos mismos. Inmediatamente preparan sus armas, y apuntan las linternas en diferentes direcciones, pero no ven nada, ningún tipo de movimiento o algo que los ayude. Greg les mira nuevamente, notando la cara de todos. Inclusive los caballos se muestran algo incómodos, no obstante, Dylan respira profundamente y decide que la misión debe continuar.
Se adentran cada vez más dentro de la ciudad, en completo silencio, escuchando todo a su alrededor sin bajar las linternas. Escuchan gruñidos, chasquidos, pisadas y otras clases de sonidos, pero muy alejado de la posición en la que ellos se encuentran, muy, muy a lo lejos.

Doblan en una esquina, un repentino olor putrefacto invade las fosas nasales de los hombres, este hedor espanta un poco a los caballos quienes a duras penas quieren seguir avanzando por allí.
Uno de los hombres apunta con la linterna a un punto en específico y alerta a sus compañeros quienes se quedan atónitos al ver en esa dirección: un callejón repleto de cuerpos deformados y destrozados, en estado de putrefacción.

Al final del callejón, notan un cierto movimiento, apuntan todos con sus linternas hacia esa dirección, inmediatamente notan una criatura devorando un cuerpo con mucha tranquilidad. Dicha criatura al ver la luz proveniente de la linterna, alza la mirada y emite un leve grito gutural, y se adentra más en el callejón, huyendo de allí.

—¿¡Qué demonios!? —exclama Dylan.

—Qué criatura tan peculiar —dice Greg en voz baja.

—¡Es una locura, debemos irnos, debemos irnos definitivamente! —exclama otro de los hombres.

Entonces escuchan al otro lado de la calle un leve llanto, como si un niño o una niña lloraran. Todos ellos voltean a verse las caras, y de pronto apuntan directamente hacia dónde escuchan el llanto.
En el momento en el que apuntan con sus linternas hacia dónde escuchan el llanto, observan a lo que parece ser un niño pequeño, en cuclillas, cubriéndose el rostro mientras llora. Este hecho desconcierta a todos allí. Greg entonces se percata que las nubes se están despejando, debido a que hay más claridad en el ambiente. De pronto, la luz de la luna ilumina completamente aquella oscura noche, permitiéndole a Dylan ya los demás hombres, ver claramente lo que les rodea.

Y lo que ven, los deja petrificados...

Cien, no, mucho más, tal vez mil zombis les tienen rodeados. Todos mirándolos fijamente, erguidos, sin moverse. Quietos como estatuas. Inclusive aquel niño que hace unos momentos estaba llorando, se ha quedado en silencio y puesto de pie, fijando la mirada hacia Dylan, Greg y los demás hombres. Ninguno en el lugar emite sonido alguno. El ambiente es tenso, Dylan siente que le falta respiración, el miedo recorre su cuerpo. ¿Qué es esa sensación? Intenta calmarse, los contrarios no han actuado, sólo los observan, los analizan. El corazón de Dylan late demasiado rápido, su caballo está inquieto, y no sólo el suyo, los otros también están inquietos.
La mirada de Greg no muestra más que miedo. No sólo él, todos los presentes están cagados de miedo. Al parecer, esto es a lo que temen los zombis, estas cosas son las que han estado aterrorizando a los no muertos, y no sólo eso, los han estado matando y comiéndoselos.

¿Qué clase de broma es esta? ¿Qué demonios son estas cosas? ¿Por qué su tono de piel es así? ¿Por qué se ven tan delgados? ¿Por qué no les quitan la mirada de encima? Todas estas preguntas invaden la mente de Dylan una y otra vez. De pronto, en su mente resuenan unas palabras, unas leves palabras que siempre recuerda, "pase lo que pase, tienes que sobrevivir." estas palabras le hacen reaccionar.

—¿¡QUÉ HACEMOS AQUÍ!? ¡¡CORRAN!! —exclama uno de los presentes, justo el que está al lado de Dylan.

Los caballos relinchan casi al mismo tiempo, y los zombis frente a ellos emiten gruñidos y muestran los dientes, mostrándose más amenazantes de lo que ya eran. En ipso facto, el equipo echa a correr en la dirección misma por la que llegaron hasta ese sitio, sin voltear atrás y entonces, escuchan una especie de grito gutural muy horrible, perturbador emitido al mismo tiempo por los muchísimos zombis que están dejando atrás. Tal es el grito que Dylan siente que su piel se eriza, y no solo la suya, si no la de su caballo que empieza a andar más rápido.

Entonces, se escuchan las muchísimas pisadas correr tras ellos.

Doblan en una esquina y continúan corriendo, de pronto, Dylan escucha un disparo justo a su costado, luego otro, y otro. Sus compañeros disparan repetidas veces sin mirar atrás, a lo que él también acompaña el ataque.
Los zombis no cesan su ataque, son rápidos, son muy rápidos. La iluminada noche les permite ver cómo estas criaturas se desenvuelven en la noche, pasando por sobre los autos y corriendo atropelladamente, incluso tropezando con sus similares.

Tras correr por varias calles, cesan los disparos, y unos metros más adelante, escuchan un caballo emitir un chillido de dolor, seguido del grito de uno de los compañeros de Dylan. El grupo voltea, y observan la escena: entre varios zombis lograron alcanzar a aquel hombre que se sentía estar al mando de la misión, el ex miembro del grupo de los chicanos.

—¡No, no! —exclama Dylan.

—¡¡VAYANSÉ!! —exclama aquel hombre, con decisión, empezando a disparar a los zombis—. ¡Los alcanzo!

Greg no dice nada, toma las riendas del caballo de Dylan y le da la orden a ambos caballos para que empiecen a correr, seguido de ellos, los demás compañeros les siguen, excepto uno, que se devuelve a ayudar al chicano, disparando mientras cabalga en su auxilio.
Cabalgan, cabalgan y cabalgan por aquellas que vuelven a oscurecerse poco a poco. Dylan observa la sombra de una nube que poco a poco cubre el cielo, impidiendo el paso de la luz nocturna.

Conforme van saliendo de la ciudad, escuchan los disparos tras ellos. De pronto, un alarido retumba por el lugar, tal alarido proviene del segundo caballo, acompañado de una ráfaga de disparos corta. Luego, todo queda en silencio. Sólo se escuchan las pisadas del galopar de los caballos.
Nadie dice nada, todos saben lo que acaba de suceder. Dylan no entiende porqué el viejo hippie ha decidido dejar atrás a sus compañeros, sin vacilar. Dirige la mirada hacia él, y nota que su rostro se muestra lleno de impotencia, rabia e incluso, tristeza.

Greg mantiene la mirada al frente.

Justo antes de que todo quede completamente oscuro, el joven se da cuenta de que lágrimas descienden por las mejillas de Greg. El hippie está llorando. Esto deja aún más en shock a Dylan, no sabe cómo reaccionar ante esta situación, está sorprendido, asustado. Su mente está revuelta.

Unos cuatro kilómetros más adelante, ya estando bien alejados de la ciudad. El grupo detiene el paso y voltean. No están siendo seguidos y esto alivia un poco al viejo weedsucker. Dejan descansar un rato a los caballos y luego, continúan su camino de vuelta.




Viernes, 19 de diciembre.
22:41 hrs


Ya tras las barricadas, ninguno comenta a los militares lo sucedido y continúan su camino hacia la pequeña localidad fuera de Los Santos. Dylan no dice nada, Greg intenta dirigirle la palabra y el joven, luego de bajar del caballo, se dirige al auto y abre la puerta.

—Greg...

—¿Si? —responde el viejo.

—Respóndeme una cosa.

—¿Qué?

—¿Por qué los dejaste morir? —pregunta Dylan, quién voltea a verlo a los ojos—. El hecho de que uno de ellos haya sido un antiguo miembro de los chicanos, no era motivo suficiente para...

—Tenía que sacrificarse o no escaparíamos, no pensé que el otro también se sacrificaría —responde Greg—. Yo también me siento afectado. En todo este tiempo aquí, ese hombre al que llamaste cobarde fue alguien que me tendió la mano y así como tú y tus amigas, me escuchó también. Reacio a morir, decidió sacrificarse por nosotros para poder preparar a todos aquí.

Dylan traga saliva al escuchar esas palabras. Aquel hombre al que llamó cobarde, fue el más valiente esa noche, a pesar de demostrar no querer morir, y junto con él, otro compañero.

—Esos zombis, jamás había visto algo así —dice otro de los presentes, totalmente consternado—. Ni siquiera sé si son zombis.

—Maldita sea —expresa Dylan, golpeando el techo de su auto.

Greg le mira y luego exhala pesadamente, bajando la mirada.

—Chico, siempre se los he dicho a todos, y me han llamado loco. Esto es simplemente un plan de los altos mandos para acabar con todo el mundo. Estoy sumamente seguro que muchos grandes científicos, millonarios, playboys, políticos y toda esa bola de mierdas inservibles están en un lugar lujoso, libres de todo esto, mientras los pocos que sobrevivimos estamos...

—¡Ya lo sé, Greg, siempre lo dices! —exclama Dylan—. Te prometo, que todos vamos a sobrevivir y vamos a librarnos de estos malditos zombis, de todos.

—Es imposible. Por ahora, te sugiero que le adviertas a la resistencia. Esas criaturas vendrán, sé que vendrán.

—Yo los mataré a todos...

Sin decir nada más, y con una mirada llena de rabia e impotencia, se mete en el auto, cierra la puerta y se retira del lugar inmediatamente.

Minutos más tarde, Dylan llega a su casa. Baja del auto y corre, golpea la puerta varias veces. Mayreth abre la puerta y observa a Dylan quién al verla, no dice nada, sólo la abraza y esta le corresponde. Es en ese momento, en el que Dylan se quiebra al sentir sus brazos y llora.

Llora por la rabia que siente. Llora por el miedo que sintió en la ciudad. Llora por sentirse culpable. Llora.

—¿Qué pasa? —pregunta May, confundida y preocupada.

—No.

—¿No qué? —pregunta Mayreth sin entender aún.

—May, son muchísimos, es imposible. Son diferentes. Son... Son...
Una sonora bofetada golpea la mejilla izquierda de Dylan. El joven reacciona y observa a Micneya quién le mira fijamente mostrándose preocupada ante la escena. Mayreth también se muestra sorprendida ante la repentina llegada de Micneya y la bofetada que le dio a Dylan.

—P-pero... ¿Y eso? ¿Por qué fue? —pregunta Dylan, sobándose la mejilla.

—Idiota, he estado ocupada todo el día con la resistencia, y lo primero que hago al regresar a casa es verte como un paranoico.

Mayreth se acerca al Camaro, apaga el auto, quita la llave y luego cierra la puerta del mismo ya que Dylan no lo hizo debido a la crisis que cargaba.

Entran a la casa y se sientan en el sofá. Tras un prolongado silencio, Dylan procede a contarles lo que pasó. Haciendo énfasis en que nunca había visto algo como eso en todo lo que lleva siendo un soldado de la resistencia. Micneya escucha todo con suma atención, y cuándo el joven finaliza, ella se levanta del asiento y se acerca a él, dándole un leve golpe en la frente.

—Definitivamente eres un menso, si ibas a salir de aquí para investigar algo como eso, siquiera nos hubieras invitado —dice la joven—. Si te soy sincera, fueron muy tontos al arriesgarse y salir a investigar sin un buen equipo.

—¿No te preocupa que algo así esté tan cerca de nosotros? —pregunta Dylan.

—Nunca dije que no, sólo dije que salir a investigar algo como eso, realmente fue arriesgado y estúpido —responde la joven.

—Mic, si esas cosas están tan cerca de nosotros, y si ellos siguen el rastro de los caballos, entonces estamos en problemas —opina Mayreth—. Para mí también fue imprudente que hayan salido sin la resistencia.

—Sí, fue una completa imprudencia, pero según lo veo, yo simplemente quería obtener información y poder advertirnos sobre lo que está sucediendo —responde Dylan—. Sólo quería ser de utilidad, y por mi culpa, dos hombres murieron.

—Eres una persona de utilidad, eres un gran soldado. Pero todo eso lo eres estando vivo, ¿y si hubieras muerto? —pregunta Micneya—. Créeme que eso no hubiera sido mucha utilidad de tu parte.

—Esperen, ¿qué esa no era una de las ciudades que fueron exploradas cuándo desaparecieron nuestros compañeros? —pregunta Mayreth.

—Sí, y también fue en esa ciudad, o a las afueras, donde rescatamos a Gabriel y a los demás tras su misión, misma donde murió Elinyer —responde Micneya—. ¿Por qué?

—Porque Deiler comentó algo de ese lugar cuando estuvimos reunidos Anderson, Jesua, él y yo. Y lo que nos mencionó, coincide bastante con lo que yo vi en ese lugar —responde Dylan—. Creo que la resistencia debe prepararse, hay que hablar con los demás.

—Me encargaré de eso mañana, por ahora, creo que tienes que darte una ducha y descansar, mírate estás hecho un desastre y tu cara se ve muy cansada —dice Micneya.

—Es verdad, Dylan, hoy ha sido un día muy agotador, ya toca descansar y mañana temprano nos encargamos de esto ¿vale? —acota Mayreth.

—No, tiene que ser ahora. Esas cosas pueden llegar en cualquier momento —refuta Dylan.

—Y si no descansamos al menos un poco, no tendremos fuerzas para enfrentarlos si llegasen a atacar en este momento —responde Micneya tratando de convencerlo de que descanse.

—Negativo Mic, será ahora. —se rehúsa Dylan, mirándola a los ojos con suma seriedad—. Voy a ir a informar a los demás ahora.

Micneya le mira fijamente también, casi que desafiándolo, pero al notar que el chico no retrocede su posición ni le quita la mirada de encima, exhala pesadamente y baja la mirada, volteando el rostro hacia May, quién les mira con suma atención.

—Órale, se nos está poniendo rebelde el tarado este, wey —expresa Micneya, mientras lo señala.

—Supongo que es porque ya está creciendo —responde Mayreth de forma burlona.

Ambas se ríen escandalosamente, mientras que Dylan inhala profundamente y luego exhala. El chico hace un movimiento de negación con la cara y sale de la casa, sube en el auto y se retira de allí, yendo directamente hacia la base, dejando a sus amigas allí.   

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro