CAP 30 - Impacto.
El padre dirige la mirada hacia el horizonte, viendo la oscuridad interminable de la llanura más allá de aquellas barricadas. Luego se da cuenta de unos barriles allí, al parecer de keroseno o gasolina, algunas armas y la única antorcha en manos de Karla, esto lo confunde. ¿Lo prenderán vivo? ¿Lo fusilarán? De repente, un golpe brutal en su estómago le saca el aire, haciéndolo caer de rodillas. Ramón y sus hombres empiezan a golpearlo sin piedad delante de los otros líderes de escuadrón. Por un momento, en medio de la tormenta de golpes, el padre Theodor dirige la mirada hacia Deiler, quién lo mira con desprecio.
El impacto de los golpes, aunado a los quejidos del hombre resuenan sobre la muralla, hasta que finalmente Greg, con la actitud calmada que lo caracteriza, desenfunda un cuchillo muy afilado y se lo extiende a Ramón.
—Padre, te lo pido, que mi muerte sea misericordiosa. Perdón por mis acciones, todas fueron a tu nombre. Maté a esa mujer, sé que su sangre y su cuerpo debían de ser virgen. No actué bien y este es mi castigo —habla hacia el cielo con vos entrecortada, mientras es arrodillado bruscamente.
—Haz silencio —dice Greg, extiendo la mano derecha del padre, apoyándola en una pila de escombros previamente preparada.
Ramón, sin pronunciar palabra, coloca su mano en el antebrazo del padre y, con un movimiento rápido, corta por encima de la muñeca. El grito del padre es desgarrador, se retuerce entre las manos de aquellos que lo sujetan con fuerza y entonces, otro hombre coloca la mano de padre sobre la pila.
—¡Tú... tú no eres un salvador! ¡Tú llevarás a estas personas a su perdición! ¡¡COMANDANTE!! —exclama, su voz temblando de furia y dolor, elevando la mirada hacia Deiler—. ¡Te maldigo! ¡Morirás peor que yo! ¡¡TE LO JURO COMANDANTE!!
—Y tú... no volverás a colocar tus sucias manos sobre otras personas inocentes. De hecho, no lo harás más nunca —responde el pelinegro.
Ramón se posiciona nuevamente, esa vez al otro costado del padre.
—Mis manos... mis acciones fueron por cuestiones divinas, ustedes no lo entienden... —balbucea, hasta que un nuevo dolor recorre su cuerpo, viendo la sangre brotar agresivamente: su otra mano había sido mutilada—. !!AHHHHHHHHHHHH!!
Ambas manos son atadas al cuello del padre junto con una campanita improvisada, la cual hace ruido mientras es puesto de pie. Su rostro, lleno de lágrimas, angustia, miedo e impotencia no es más que un reflejo de la crueldad a la que la humanidad puede llegar por consecuencia de los actos de otros. Actos que han envenenado inconscientemente a algunos miembros de la resistencia.
Con los brazos atados a la espalda y mareado por el dolor, el padre se tambalea.
—Deténganse... Comandante, si me mata... Usted estará sellando su sentencia de muerte, la mano de dios no va a perdonarlo y morirá castigado por este acto.
—La humanidad ya está condenada, yo voy a seguir peleando y no tengo miedo de morir haciéndolo —el pelinegro avanza mientras habla hasta ponerse frente a él—. Y si me pides un consejo... te recomiendo que empieces a correr lejos de aquí.
Es Deiler quién lo empuja, haciendo que caiga hacia el otro lado, golpeándose mientras cae con muchos escombros. Cuándo el padre toca el suelo, se golpea fuertemente en la cabeza, abriéndose una herida que lo deja mareado. No puede levantarse, el sonido de un disparo cuya bala impacta a unos escasos centímetros de él, le recuerdan la gravedad de su situación: debe empezar a correr, ha perdido también mucha sangre.
Como puede empieza a levantarse, y luego camina en dirección opuesta a la muralla. Un segundo disparo por parte de Ramón, le recuerda que debe irse corriendo. Como puede empieza a correr. El sonido de la campana se sigue escuchando conforme el hombre se aleja en la oscuridad absoluta, y es que la luna se encuentra cubierta por una nube.
El gruñido de los zombis a lo lejos indica que estos ya han detectado al padre y a lo lejos, empiezan a escucharse gritos de auxilio y piedad.
Hasta que finalmente, no hay más que solo silencio, y una horda de zombis acercándose a la barricada.
—¡Mierda! —exclama un soldado en la torre de control—. ¡Comandante, se acerca una horda de zombis a la barricada!
—¡¡Estábamos preparado para esto!! —exclama Deiler—. ¡¡Preparen sus armas!! ¡¡Jesua, Liz, vacíen la gasolina y el keroseno, rápido!! A mi señal, se prepararán para rociar lo poco que quede sobre los zombis.
Aquella pequeña horda de zombis se mueve rápidamente hacia la barricada, y cuándo están en pie de la misma, Deiler da la señal para que empiecen a bañarlos con los líquidos. Karla suelta la antorcha, que inmediatamente enciende todo lo que estuviese impregnado con la gasolina y el keroseno, incinerándose los primeros zombis en el acto. Así es como empiezan a dispararles directamente a la cabeza. El enfrentamiento no dura más de una hora, ganado así otra victoria ante los no muertos. Cuándo el humo se disipa y el fuego cesa, se quedan un rato más esperando.
Miércoles, 04 de febrero.
13:00 hrs
Anderson es dado de alta, aunque debe tomar igualmente un reposo y mantenerse alejado del campo de batalla. Gabriel ese día decide visitarlo y tras salir del hospital, van a dar un paseo a las barricadas del este para poner a Anderson al día con todo lo sucedido. Ambos comienzan a subir a la cima de la misma y entonces, observan el soleado día y a lo lejos, la ciudad de San Antonio.
—Quiere decir entonces que nos toca seguir peleando. No quiero imaginarme los pensamientos de los demás, el hecho de confirmar que todo el mundo se ha ido al carajo, debió ser duro para ellos —comenta Anderson.
—Si lo fue, pero estamos decididos a pelear amigo, y espero que tú también te mejores para poder...
La mirada de ambos se dirige hacia las lejanías tras verse interrumpidos por el sonido característico de varios motores, divisando entonces, un convoy de autos militares dirigiéndose hacia las barricadas. Gabriel de inmediato alerta a todas las unidades cercanas, las torres de vigilancia, y a todos los altos mandos: Smith se está acercando.
Deiler ordena que no se muevan de dónde están, convoca a todos los escuadrones activos a prepararse para recibir a los militares afuera de las barricadas. Esperando lo peor, el pelinegro también prepara a todos para un posible enfrentamiento. Minutos más tarde, se dirige hacia el la puerta este de la barricada.
—Bien, todas las unidades preparadas para un posible enfrentamiento, mi los escuadro seis, siete y diez, irán conmigo al frente. Si la guerra va a empezar, trataremos de detenerlos afuera de las barricadas —habla a través del radio.
Jesua, conduciendo, voltea a ver a su compañero para luego hacerle un gesto de "así se habla", mientras el pelinegro da las indicaciones. Llegando a la entrada, ven a los demás escuadrones acercarse, y los escuadrones que Deiler ha escogido, esperan ansiosos y un poco nerviosos. El auto de Deiler es abordado por Gabriel y Anderson, quiénes también están dispuestos a combatir.
El portón se abre y entonces, ven a los autos cada vez más cerca.
Salen a recibirlos, y tras ellos, el portón es cerrado.
—¡Preparados! —ordena el pelinegro, siendo el primero en bajar del jeep, seguido de los demás.
Armas listas, nervios a flor de piel, una ansiedad palpable y contagiante invade el cuerpo de los presentes conforme los autos se acercan. Deiler, manteniéndose firme, repasa en su mente muchos escenarios, mientras piensa cómo evitar un conflicto innecesario.
Smith ha llegado.
Anteriormente hizo énfasis en ser capaz de eliminar cualquier alianza con la resistencia si estos se interponen en su camino. Y esperando lo peor, se prepara para cualquier conflicto.
Los jeeps, ya frente a ellos, frenan y entonces Smith y dos soldados más bajan de los vehículos. La sonrisa del coronel expresa sorpresa y un poco de cinismo al ver el panorama frente a sus ojos. Camina de forma autoritaria hacia el pelinegro, y se detiene frente a él. Hace un saludo militar al cual Deiler responde, dudoso, pero con autoridad, el coronel Smith extiende la mano a modo de saludo y ambos la estrechan.
—No me esperaba verlo en este lugar, comandante.
—Tampoco esperaba una visita tan... repentina.
—Comandante, al parecer si tendremos que tomarnos la molestia de trabajar juntos, después de todo. Cazamos un zombi al cuál dedicamos varios días de estudios. Es sorprendente, tengo la teoría y posible certeza, de que son una colmena.
—¿Colmena? —pregunta Karla, desde atrás.
—Exactamente, señorita —responde el coronel sin quitarle la mirada al pelinegro.
Deiler hace un ademán con la mano, para que continúe hablando. Sin embargo, el coronel prefiere conversar en la base, con más comodidad. El comandante exhala pesadamente y ordena abrir las puertas. Entran y se dirigen a la base.
Ya en la sala de reuniones, el coronel se mantiene de pie, explicando los hallazgos que ha conseguido. Deiler escucha, desde el fondo de la sala, alejado, manteniendo la distancia.
—Sé que quizá no me tengan la confianza suficiente y dudan de mi palabra, pero tengo la forma perfecta de acabar con los zombis dentro de Austin y San Antonio: aprovechándonos de su comportamiento colmena.
—¿Qué es eso de comportamiento colmena? —pregunta Anderson, alzando el brazo.
—Ese término recuerda mucho a una colmena de abejas —responde Jesua—, quiere decir que todos están algo así como interconectados de alguna forma.
—Exactamente —responde uno de los militares.
—¿Y por qué nos compartes esta información, luego de todo lo que ha pasado, coronel? —pregunta Karla, con un tono de voz muy defensivo.
—Porque me veo en la necesidad de solicitar el apoyo de ustedes para un ataque a gran escala dentro de Austin, utilizaremos detonadores fuertes. Si son como una colmena, seguramente tienen una reina. Acabaremos con ella.
—Por primera vez en tanto tiempo, comparto lo mismo que usted, coronel —se levanta Deiler de la silla, caminando hacia el frente—. No puedo quedarme sentado a esperar una cura, cuando los contagiados están cada vez más encima de nosotros.
—¿Cura? ¡No existe ninguna cura! Esas son tonterías comandante, este es el mundo real, a menos de que tengas falsas esperanzas, el camino a la supervivencia de la humanidad y siempre lo ha sido, es la guerra. Que sobreviva el más fuerte, y quizás en población ellos nos superan, pero nosotros, somos más fuertes y estamos mejor capacitados para esto —el coronel habla mientras camina hasta donde está Deiler, para luego darle dos palmadas en el hombro—. Muchacho, soy un veterano de guerra, sé lo que tenemos qué hacer, así que, trabajen bajo mi mando.
—No. Nosotros iremos con ustedes, pero no estaré ni ellos, bajo sus órdenes —responde el pelinegro, quitándose la mano del coronel bruscamente, y hablando en un tono desafiante—. Esta vez, Smith, si actúas de forma sospechosa o atentas contra nosotros, acabaré contigo.
Smith sonríe, su mirada altanera fija en Deiler acompañada de esa sonrisa cínica no hace más que molestar al pelinegro, quién trata aún, de mantenerse en sus cabales y fingir seguir su juego.
—Como gustes, partiremos en la noche... Esta noche acabaremos con un montón de no muertos —realiza un saludo militar, retirándose de la sala, siendo guiado por dos soldados al exterior de la base.
—Es un grandísimo estúpido —opina Jesua, levantándose de su asiento—. Sigo sin entender por qué no lo has golpeado.
—Porque en esta situación, hay que tener a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca, especialmente si esos enemigos están mejor preparados para el combate —responde Deiler, sentándose en un mueble, frente a sus compañeros—. Iremos a batallar contra los zombis, pero iremos predispuestos a combatir también contra los militares. Lo que quiero decir, es que estoy buscando la forma de dar un golpe en el ejército de salas, que nos permita adentrarnos en Hope City y tomar sus recursos.
—Es una batalla que va a dejar muchos muertos, mucha sangre va a correr —comenta Daniela, bajando las escaleras en dirección a la sala—. Escuché toda la reunión, y realmente me pregunto: ¿Es necesario todo esto? ¿Es necesario que batallemos contra los militares solo por sus recursos?
—Smith no es idiota y tampoco está actuando por ser benéfico, sé que está buscando algo a cambio, aún no sé muy bien qué... pero está buscando algo a cambio de nuestra ayuda. Y lo voy a descubrir allá afuera —finaliza Deiler, levantándose del sillón y retirándose de la sala.
Miércoles, 04 de febrero.
18:40 hrs
—¿Sucede algo Dylan? —pregunta Micneya, acercándose a Dylan, quién observa el horizonte desde el tejado de la casa.
La joven lleva notando desde que compartieron la información de cómo golpeó el virus en el resto del mundo, que él no ha estado muy parlante últimamente, de hecho, está algo más distante y desapegado de todo, subiendo cada vez más seguido al tejado.
—Sí, sucede que estoy fastidiado de tener un yeso en el brazo. Quiero ir a pelear contra los zombis y estar así, me tiene muy frenado.
—Serás menso. Yo preocupada por ti, y tú pensando en querer ir afuera —replica la joven, parándose junto a él—. ¿Si recuerdas que tú mismo te pusiste en esta situación? Da gracias a que no te moriste, porque en serio ¿Quién se lanza desde un tercer piso? Estás bien pendejo. ¡Y si vuelves a decir otra pendejada te voy a dar en el brazo fracturado!
—Tranquila, no lo haré... en realidad estaba bromeando. A veces no quiero volver a enfrentar esas cosas, a veces quisiera no abrir mi boca de forma tan impulsiva y terminar metiéndonos en tantos problemas.
—En efecto, tienes una boquita problemática —afirma la joven, entre cerrando los ojos, para luego esbozar una sonrisa—. Pero gracias a ti, estamos donde estamos. Y hemos sobrevivido, y muchos quieren seguir luchando. Y eso no hubiese pasado de no ser por ti, porque de una forma u otra, nos has salvado a todos.
Dylan dirige la mirada hacia su mejor amiga, quién también le mira a los ojos. Micneya sonríe de forma cálida y coloca ambas manos encima del yeso del muchacho. La brisa sigue soplando, y el clima, nublado, anuncia que en algún momento empezará a llover.
—Mic, ¿en serio crees eso? He visto a Deiler liderar perfectamente a to...
—Tal vez Deiler sea el líder absoluto y comandante de la resistencia pero, tú inspiras a cualquiera. Y no es porque no me agrade Deiler, al contrario, he llegado a apreciarlo. Simplemente que tú, te fijas tanto en los demás que no te has dado cuenta de que realmente todos estamos vivos por ti. Has demostrado tener agallas en los momentos más temibles que hemos pasado, y han sido muchos. Y el hecho de que te hayas lanzado de un edificio y estés vivo, créeme que a más de uno ha inspirado para seguir peleando.
Una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro del joven, sonrisa que no dura mucho tras sentir un dolor que recorre todo su cuerpo, justo después de escuchar un golpe seco que impacta en su brazo enyesado: Micneya le ha golpeado.
—¡¡Y SI VUELVES A HACER OTRA PENDEJADA COMO ESA JURO QUE TE VOY A MATAR YO MISMA, MENSO!! —exclama la joven, volviendo a golpearlo, esta vez en la frene, con la parte anterior de la mano y luego ponerse ambas manos en la cara mientras finge llorar—. Me tenías toda preocupada.
—¡¡SI, PERO NO TENÍAS PORQUÉ LASTIMARME!! ¿¡ESTÁS LOCA!? —exclama el joven, retorciéndose del dolor.
Se escucha una risa divertida al otro lado de la tejado, Mayreth ha estado observando todo y no pudo contener más la risa. Aunque si ha demostrado sentir algo de lástima tras verlo todo lastimado, y ha estado muy preocupada por él, el ver cómo Micneya lo trata en ese momento a los golpes le causa mucha, muchísima gracia.
—Ya Mic, le puedes empeorar el brazo —interrumpe la joven, entre risas, caminando hacia ellos.
— ¿Y TÚ DE QUÉ TE RÍES? —Dylan alza la mirada, fulminando a May con la misma, mientras aguanta el dolor.
—Uy se enojó el niño con su amorcito —agrega Micneya en tono burlón mientras levanta la cara esbozando una sonrisa picarona.
—¡¡NO DIGAS ASÍ QUE ES AMORCITO!! —exclama el joven, sus mejillas se ponen rojas.
—¡Ay! ¿Entonces no soy tu amorcito? —Mayreth finge ponerse triste a la vez que se cruza de brazos—. Me dueles, otra vez volviste a romper mi corazón.
—Ora, ¿Ya ves menso? Siempre le haces daño —Micneya se cruza de brazos mientras hace un gesto de negación—. Eres todo un donjuán.
Ambas se ríen. Aunque en medio de las risas, Mayreth vuelve a reclamarle a Micneya que no le golpee el brazo.
Ya pasado un rato, todos dentro de la casa, escuchan a través de la radio las información compartida por Karla, quién quedará al mando mientras Deiler y Jesua no están en la base. Esta vez, la misión consiste en salir a exterminar, con ayuda de los militares, a los zombis que están en San Antonio. Dependiendo del resultado de esa misión, abrirían la posibilidad de un segundo ataque, esta vez en Austin. La hora de partida es a las 19:00.
Micneya se levanta del sillón y camina hacia la ventana, observa a través de ella mientras siente un escalofríos recorrer todo su cuerpo.
—No hay luz de luna esta noche, y la resistencia pretende ir a pelear a oscuras —cierra las cortinas y voltea a ver a ambos—. Tengo un mal presentimiento. Espero que solo sea eso, un simple mal presentimiento.
—Dylan ¿Crees que Deiler y los demás vayan a estar bien? —Mayreth aparta la mirada del radio y la fija en Dylan, quién no voltea a verla—. Pregunto por el hecho de que ustedes se conocen muy bien.
—No lo sé —responde el joven, recostándose en el sillón—. Smith, los zombis. Los zombis, Smith... No sé cuál enemigo es más impredecible. Sólo nos toca esperar que todo salga bien.
Miércoles, 04 de febrero.
19:00 hrs
—Bien, todos estamos listos para iniciar —el pelinegro se dirige hacia todos, se toma una pausa para ver a cada uno de los presentes, para luego respirar profundamente—. ¡LA MISIÓN DE EXTERMINACIÓN SAN ANTONIO! ¡¡INICIA AHORA!!
Con un fuerte grito al unísono de todos los soldados, la puerta se abre, Deiler aborda el vehículo y así, militares y resistencia parten hacia el lugar donde finalmente, van a exterminar a los zombis, limpiando la ciudad.
El rugido de los motores retumba por todo el lugar, escuchándose, en esa noche oscura y silenciosa, en todo el perímetro alrededor de donde pasen.
A dos kilómetros de la barricada, divisan una pequeña horda de zombis con actitud salvaje, mismos que se dirigen hacia ellos al percatase del ruido causado. Los autos del frente abren el camino aplastando sin piedad a los no muertos.
Acercarse a San Antonio es sinónimo de más y más conflictos directos con los zombis. Smith procede a desplegar su armamento, los militares empiezan a masacrar a todo lo que se acerca al convoy.
Varios metros más adelante, pasan el letrero "Welcome to San Antonio" e ingresan a la ciudad. Dónde el conflicto desde los autos resulta con un montón de cuerpos en el suelo, tiroteados o aplastados. La misión avanza con éxito y esto, finalmente empieza a ir a favor de la humanidad.
Smith sugiere dirigirse hacia el centro de la misma, y ahí, atraer a los muertos para poder desplegar todo. Doblan varias esquinas dónde son interceptados por zombis, sin embargo, no divisan ninguno de con aspecto anoréxico y palidezco.
Algo que en un principio no parecía tan extraño, ahora lo es.
Llegan al centro de la ciudad, estratégicamente posicionan los autos y luego, empiezan a desplegarse, bajo la sugerencia de Smith quién pide que los soldados cubran las espaldas de los militares quienes esparcen en todas las avenidas que conectan con el centro, un montón de minas explosivas.
En algunas entradas de edificios colocan explosivos a control remoto, hay algún que otro conflicto cuyo ruido no hace más que llamar a más y más zombis. Smith prepara un segundo grupo, mientras le sugiere a Deiler que sus hombres se preparen para disparar.
De uno de los vehículos militares, bajan un saco, que se mueve de un lado a otro. Un curioso Anderson se acerca a ver lo que hay, cuándo estos hombres, abren el saco y liberan a una criatura de piel pálida y cuerpo anoréxico. Es una hembra. La llevan atada, de pies y manos, e incluso su boca tiene una mordaza. El coronel se acerca a ella, ante los ojos de todos, y la patea varias veces en el estómago, posteriormente, le pisa el cuello.
—Espero esté listo, comandante —Smith dirige la mirada hacia Deiler, quién se encuentra confundido, mientras se agacha y coloca la mano justo en la mordaza de la criatura—. El ejercicio para eliminar a los no muertos... acaba de empezar.
Le arranca la mordaza y de inmediato le patea la boca, partiéndosela. La zombi grita con fuerza, un grito agudo, penetrante hasta los huesos, muy horrible. Deiler y los otros no habían escuchado un grito así anteriormente.
Y entonces, desde todos lados, se replica el mismo grito. Todo a su alrededor, no, toda la ciudad emitía ese grito. Y también se escuchan otros, otros de miedo, luego gritos guturales, acompañados de otros gritos que expresan dolor.
Una matanza, se escucha alrededor del centro de la ciudad y entonces, la primera horda de zombis corre hacia ellos: salvajes, perseguidos por los pálidos, quienes se dirigen hacia el centro de la ciudad desde todas las direcciones.
El miedo recorre el cuerpo de los presentes, sin embargo, Smith da varios pasos al frente y es el primero en abrir fuego. Luego sus militares empiezan a disparar.
—¡Es el mismo infierno! —Anderson vacila, dando dos o tres pasos hacia atrás.
—Esta noche, no vamos a sobrevivir... —dice uno de los soldados, temblando de miedo.
—¡Sí, si lo haremos! —exclama Deiler, alzando su arma—. ¡¡ATAQUEEN!!
La matanza de zombis desde todas las direcciones establecidas es atroz, la cantidad de cuerpos que caen y la sangre que corre es difícil de creer, y conforme más cuerpos caen, más se acercan a las minas.
El olor a pólvora y muerte rápidamente se esparce por el lugar y entonces, desde una de las direcciones, se escuchan las primeras explosiones: los zombis han pisado las minas de esa zona, y estas han estallado, arrasando con tantos no muertos como puede. Lo mismo sucede en el frente, una columna de humo y fuego se levanta, arrasando con los zombis cuyos cuerpos desmembrados caen por doquier, acompañados de una lluvia de sangre oscura y putrefacta.
El plan de Smith, por muy arriesgado y cruel que parezca, está resultando ser completamente efectivo. A final de cuentas, se trata de un veterano de guerra, un demonio que ha decidido abandonar su humanidad para ponerle fin a estas criaturas.
Posteriormente, estallan las bombas en los edificios, destruyendo las entradas, si los zombis van a salir, tendrían que hacerlo lanzándose de los mismos. Smith también trajo consigo esa noche, cuatro bazucas, utilizadas también para hacer a las hordas de no muertos volar en múltiples partes.
Durante dos horas, acaban con una gran cantidad de zombis, sin tener una baja humana. Smith decide que ya es hora de retirarse, y que su rehén será nuevamente regresada al laboratorio. Cuándo la amordazan, se escucha un fuerte grito, un rugido de rabia e impotencia proveniente de una de las calles, y entonces, divisan a un ejército de zombis a través del humo y el fuego que no hace más que observarlos.
Deiler también se percata de la mirada de aquel, y entonces voltea a ver a la zombi, ya dentro del saco, siendo encerrada en el jeep. Y entiende que algo está pasando allí. El zombi, con una altura que sobresale mucho por encima de los demás, vuelve a rugir antes de irse con su ejército.
—Seguramente tuvo miedo después de todo lo sucedido —dice Jesua, acercándose a Deiler y extendiéndole la mano—. Fue una batalla magnífica.
—Comandante —habla Smith, acercándose a ellos—. A partir de ahora, regresaremos a Hope City, ustedes seguramente querrán regresar a su pueblito. Ha sido un gusto trabajar con ustedes, les estaremos visitando... pronto.
Hace un saludo militar y se retira, abordando el jeep. Los soldados de la resistencia también se retiran apenas Deiler hace un gesto con la mano derecha, con el dedo índice apuntando hacia arriba realizando un movimiento circular.
Es hora de volver a casa.
Ya de camino a casa, Deiler se mantiene en silencio, pensando y repasando todo lo sucedido minutos atrás. Su mente no deja de revivir todas las acciones de Smith, hasta que finalmente, se percata, en sus recuerdos, de que cada vez que Smith iba a actuar, le dirigía la mirada acompañada de una sonrisa un tanto burlona o más bien cínica.
Tal vez Smith no solo quería que ambos enfrentaran al ejército de los zombis juntos, si no que eso y la información que les ha compartido, no son más que una excusa para mostrarle a la resistencia todo el poderío militar que tiene bajo su poder.
Tal vez, Smith estaba pisoteando a la resistencia implícitamente, mostrando todo eso para que, en caso de un conflicto, la resistencia se rinda sin pelear.
Tal vez, ni siquiera ese sea el caso, simplemente está pensando de más. Deiler sabe que es momento de tomarse las cosas más en serio con aquel hombre. Más enserio, si realmente quiere guiar a su gente a la supervivencia.
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