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CAP 3 - Información.

Viernes, 19 de diciembre.
11:45 hrs

Desde el día anterior, Dylan tiene intriga de saber sobre Ariangel, pero también tiene curiosidad de saber por dónde es que Greg y los demás se escabullían para salir a explorar durante las noches. Sube al auto y conduce hasta el pequeño pueblito donde el vejete con aspecto hippie reside, ubicado 2 km al sureste de Los Santos.

Mientras avanza por las calles, su mente empieza a divagar, primero pensando en todo lo que ha sucedido últimamente, luego su mente se enfoca en recordar cosas sin sentido, como la comida que le gustaría comer o lugares a los que le gustaría ir, y de pronto, empieza a recordar su vida en Venezuela, su adolescencia, su niñez. Esboza una pequeña sonrisa, la cual de pronto se desvanece al recordar a su madre, perdiéndose por completo en sus pensamientos.

El joven reacciona al escuchar la voz de Saray quién le saluda desde la orilla de la otra acera, el joven le sonríe y continúa su camino, dobla en una esquina y finalmente toma camino hacia su destino, acelerando a fondo el motor de aquel Camaro.

Los residentes a lo lejos escuchan el motor del bólido amarillo dirigiéndose hacia allá.

En efecto, Dylan no tarda mucho en llegar, baja la velocidad e ingresa tranquilamente en aquel pueblito, saluda a quiénes le saludan mientras se adentra más y más en el lugar, hasta que finalmente frena al pie de la escalera de la casa de Greg.

El joven baja del auto, dirige la mirada hacia el anciano, se apoya un poco de la puerta del auto, aún abierta y nota que Greg también le mira, sorprendido de verle nuevamente.

—Muchacho, qué te trae por aquí. No pensé verte tan pronto, y mucho menos a ti solo, sin tus amigas, la tímida y la impredecible.

—Ella están en otro asunto, en cambio, a mí me come la curiosidad y quiero ver por dónde tú y tus hombres salían de las barricadas. No solo eso, quiero ir con ustedes a explorar afuera.

—No —responde Greg de manera tajante y alzando un poco la voz—. Yo dije claramente que ninguno de los que estamos aquí, queremos ir a explorar la ciudad. Es peligroso.

—Lo sé perfectamente, pero necesito tener una idea y advertirle a los demás, no sabemos que esté allá afuera y si es más letal que los zombis entonces creo que todos tenemos que prepararnos para enfrentar lo que sea que se encuentre en la ciudad —responde Dylan.

—Normalmente eres menos hablador cuándo estás con tus amigas. Salir afuera es ponerte en peligro sin necesidad, y no está Micneya para protegerte —expresa Greg.

—No necesito de Micneya para que me proteja, soy un miembro importante de la resistencia. Por eso reitero, es obvio que estoy muy seguro de querer salir —responde con un tono de voz un poco arrogante, esbozando una sonrisa desafiante.

—Si yo decía que era imprudente, créeme que tú, en definitiva, eres más imprudente que cualquiera a quién yo haya conocido —dice el viejo—, pero tienes una cualidad agradable: no te dejas dominar por el miedo.

Greg se levanta de la silla, coge su escopeta y camina hacia Dylan. Conforme avanza, echa un vistazo a su alrededor ubicando a sus compañeros, hace una leve señal a los mismos quiénes le observan.

—Chico, realmente no queremos salir afuera, pero ya que estás tan determinado, sólo te llevaremos hasta lo más cercano de la ciudad, luego de ahí, estarás solo —dice uno de los hombres que se acerca hacia ellos, uniéndose a la conversación.

—Perfecto, vale está bien —responde el muchacho, mirándolos seriamente.

Uno de los hombres que ahí están, se acercan a Dylan y le mira fijamente.

—Sólo una cosa, muchacho, no puedes ir con ese auto, es muy ruidoso. Si vas con nosotros, tendrás que montar a caballo —le dice aquel sujeto.

—Tienes hasta el anochecer para aprender —dice Greg.

Dylan voltea a mirarle, hace una mueca que denota duda.
No obstante, cierra la puerta del auto y los sigue a dónde están los caballos. Si quería obtener información, tenía que aprender a superar este obstáculo primero.






Por otra parte.

Deiler y Daniela ya se encuentran visitando a Ariangel, cuyas heridas han sido tratadas y ahora se encuentra despierta. Daniela lee el informe de la joven mientras el ahora comandante de la resistencia observa por la ventana. El silencio predomina en la sala y Ariangel se limita a mirarlos. Sus ojos oscuros se muestran cansados y apáticos, tiene ojeras, una cortada en la mitad de la mejilla y los labios rotos por la deshidratación a la que fue sometida.

—Deiler, es un milagro que ella esté viva —dice Daniela.

—Lo sé, pero no me sorprende, todos los militares que han entrenado en esa zona tan inhóspita de México, pueden sobrevivir a lo que sea —responde el pelinegro.

—Comandante...

—¿Si? —responde Deiler sin voltear a verla.

—Sé que su visita es para obtener información, pero le agradezco mucho verlos ya que son rostros conocidos y amigables. Mi hermana murió hace varios meses combatiendo por la resistencia y nuestros compañeros, mis compañeros...

Ariangel se queda en silencio y se muerde los labios, tratando de contener el llanto. Daniela se acerca a ella, le acaricia el cabello y la mejilla. Por su parte, Deiler voltea mostrándose preocupado.

—Tranquila, tranquila. Todo está bien, estás bien aquí —le habla Daniela, tratando de calmarla.

—Comandante, de ese escuadrón, solamente sobrevivimos Noel y yo, pero... yo escapé, no pude continuar allí —las lágrimas empiezan a correr por su rostro—. Ellos nos torturaron a todos, y mataron a varios de nuestros compañeros.

—¿A qué te refieres? ¿Quiénes son ellos? —pregunta Deiler, extrañado, acercándose más a ella.

—No lo sé... ¡No lo sé! —exclama Ariangel rompiendo en llanto.

Daniela la abraza consolándola, al parecer la joven está muy alterada aún. Deiler aprieta el puño y mira a través de la ventana. El escándalo producido por la joven es tal, que una enfermera ingresa a la habitación y procede a colocarle una pequeña dosis de paroxetina. Con esto, la joven poco a poco empieza a calmar su llanto.

Esperan, esperan y... esperan.

Pasado un buen rato, Ariangel está mucho más tranquila. Desde su camilla observa hacia la ventana y esboza una leve sonrisa.

—¿Cómo te sientes, Ariangel? —pregunta la enfermera.

—Estoy mejor, un poco mejor...

—Ariangel, quisiéramos conversar contigo, sé que no es lo más conveniente, pero quisiéramos saber qué pasó contigo y los demás —habla Daniela, sosteniendo su mano.


Ariangel se queda en silencio, su semblante tranquilo cambia por completo, mostrando tristeza y miedo, quizá hasta repulsión. Observa al comandante, quién con su mirada trata de trasmitirle calma.

La joven procede entonces a dirigir la mirada hacia la ventana y respirar profundo.

—Si no puedes o no quieres hablar de ello, lo entenderemos —sigue hablando Daniela—. Tú sólo...

—Hablaré...

Deiler se acerca a la camilla y enciende la grabadora portátil. La joven dirige la mirada hacia un punto en específico de la habitación, pide privacidad, por lo que la enfermera se retira de la habitación, y después de pensarlo bien, procede a contarles todo lo que recuerda que pasó. Expone todo de manera fluida y conforme sigue hablando, trata lo más que puede de no llorar.

Ariangel entonces, hace mención de un laboratorio, ella describe el lugar como como un hospital bien iluminado, con varias habitaciones de las cuáles ella estuvo en tres, una muy amplia donde llegó a contar unas 20 camillas, allí siempre les acostaban, amarraban y tomaban muestras de sangre o saliva. Otra mucho más pequeña en la cual, estando consientes, experimentan no solo con ella o sus compañeros, si no con gente desconocida e inocente: asiáticos, afroamericanos, latinos.

Deiler y Daniela se sorprenden de escuchar eso provenir de ella, entonces la joven procede a tomarse una pausa, sus ojos están llenos de lágrimas, aprieta los puños.

—La tercera habitación es una habitación dónde nos sometieron a diferentes tipos de torturas, látigos, corriente, asfixia, golpizas... Y la cuarta habitación era especial para nosotras las mujeres. Allí teníamos el peor escenario posible: si llegabas a gustarle a algún o algunos militares o "doctores", te violaban sin parar... Y Kendall, todos los días abusaban de ella. Escuchaba sus gritos y los de otras mujeres, todas las noches, incluso conmigo llegaron a propasarse varias veces. Al final sólo nos decían que éramos sujetos de prueba.

—¿Cómo escapaste? —pregunta Deiler.

—Kendall se sacrificó. Dijo que alguna tenía que escapar y avisar a la resistencia, hay muchas personas inocentes allí, muchísimas. Es un imperio, salir de allí no fue nada fácil, y llegar aquí, sin armas, sin vehículo.

—Ya estás aquí, estás en casa, lamento que hayas pasado todo eso.. Y nuestros compañeros caídos, diablos, por qué no las escuchaste, Noel —expresa Deiler al aire.

Ariangel finalmente rompe en llanto, tras mencionar que vio morir a varios de sus compañeros en el túnel, y en el laboratorio, y que no sabe nada de Noel. Deiler y Daniela se quedan hasta que Ariangel finalmente se vuelve a quedar dormida. Deiler llama a una enfermera para asegurarse de que todo está bien, y luego se retiran de allí.

Ya de camino hacia la base, Deiler nota que Daniela se encuentra consternada y en silencio, suponiendo que es debido a todo lo que escuchó salir de la boca de Ariangel. Decide no hablar de ningún tema hasta que finalmente, llegan a la base, entran en la residencia y justo antes de bajar las escaleras a la sala de reuniones, el pelinegro detiene el paso, la toma del brazo y la jala hacia él, abrazándola al final.

—Te prometo, te juro por mi vida que no permitiré que nada así te suceda.

—No sólo a mí, a ninguna otra mujer de la resistencia —responde la pelinegro—. No quiero ni imaginarme todo lo que ha sufrido Ariangel. Las marcas en la espalda, sus hematomas en los brazos, es horrible.

—Pobre muchacha, pobre de nuestros compañeros.

—Deiler... el laboratorio.

—¿Qué? —pregunta el, sin entender aún.

—¡Hemos encontrado un laboratorio! —exclama Daniela—. Ariangel ha mencionado un laboratorio donde experimentaron con ella, si logramos acceder a ese lugar, podríamos encontrar la manera de conseguir la cura contra los zombis.

El comandante se queda en silencio, procesando las palabras que acaba de escuchar de su amada. En ningún momento se le pasó por la mente lo del laboratorio. Siente una pequeña tranquilidad puesto que durante estos meses ha preparado misiones para buscar no solo a sus compañeros, sino también laboratorios. Pensar en todo lo que dijo Ariangel en cuanto a lo que ella vivió allá y en cuanto a sus compañeros caídos, le hace sentirse mucho más comprometido con la misión de encontrar una cura.

—Esas muertes no serán en vano. Vamos a ponernos manos a la obra. Seguramente Ariangel sabe dónde está ese lugar, por lo que voy a preparar todo.

—¿Qué? Pero... ella no está lista para salir afuera.

—Lo sé, por eso voy a preparar todo, habrá un cambio de planes —finaliza el pelinegro

Ambos bajan las escaleras y entran a la sala. Deiler se percata de que no hay nadie allí, por lo que procede a sentarse en una de las computadoras, procede a realizar a abrir un nuevo archivo transcribiendo todo lo que Ariangel les contó y registrado en la grabadora, esto con el fin de poder analizarlo con más calma y poder idear un plan.

Viernes, 19 de diciembre.
16:45 hrs


—¡Bueno, podría ser mejor, pero para ser tu primer día, estás bien, muchacho! —exclama Greg.

Con la ayuda y la explicación necesaria por parte de los lugareños, Dylan logra entender cómo montar caballo. Para él, este pequeño logro es una gran hazaña. Finalmente, dan una última vuelta a la redoma antes de poner a los caballos a descansar por un rato.
Dylan bebe agua, mientras escucha a Greg conversar con sus compañeros, estos se niegan a ir más allá de la entrada a la ciudad, y por mucho que el anciano intenta convencerlos, no logra que estos accedan, no quieren poner sus cuellos en peligro.

—Está bien —interrumpe Dylan—, no se preocupen. Yo no soy experto en montar caballo, seguramente es buena idea dejarme ir solo. Y si me pasa algo, sé que ustedes sabrán cómo explicarlo a la resistencia, especialmente a Micneya, ustedes dicen que ella es peligrosa, no querrán ver qué tanto.

—No manches hijo, tampoco tienes que amenazarnos de esa manera —dice uno de los hombres ahí presente. Aquel hombre voltea a ver a sus compañeros y luego posa la mirada en Dylan—. Ninguno acá quiere morir, será un vistazo rápido ¿vale?

—Así está bien, lo necesario para que yo pueda grabar lo que sea que esté aterrorizando a los zombis.

—Vale, saldremos apenas el Sol empiece a caer —dice Greg.

Todos asienten y preparan lo necesario para no tener retrasos a la hora de salir. Dylan es invitado a comer en la casa de uno de los presentes, y luego de un buen rato, va y echa un vistazo al Camaro. Aprovecha y abre el maletero para sacar su armamento: una pistola "Águila del Desierto", un fusil de asalto Carabina M4A1 y los cartuchos con las municiones de cada una de sus armas. A parte de eso, se cubre con un chaleco donde coloca cada uno de los cartuchos.

El atardecer transcurre tranquilamente, Dylan conoce un poco más sobre las costumbres de Greg, quién vuelve a comentarle sobre la posible intervención político-científico en esta situación mundial, alegando que los grandes poderes tienen bajo su poder la cura contra esto y que ellos esperan un poco más de tiempo para poder iniciar su siguiente movimiento y finalmente dominar al mundo. Cada vez que Greg cuenta esa historia ya sea a él o a Micneya y basa sus suposiciones en cosas más misteriosas como por qué el gobierno estadounidense no deja entrar a cualquiera en el Pentágono o en el Área 51, suena más convincente y menos descabellado la idea de que realmente la amenaza zombi haya sido causada por los grandes poderes que han tenido dominado al mundo desde quién sabe cuándo. Esta vez, escucha más atentamente las palabras de Greg y entonces, una pregunta retumba en su mente con mucha fuerza: ¿Por qué esos grandes poderes harían esto contra el mundo?

Finalmente, cae el atardecer.

Montan los caballos y toman rumbo hacia la salida secreta.
Cuándo ya tienen una buena distancia, Dylan echa un vistazo atrás, observando aquel pueblito y más a lo lejos, a los Santos. Luego de ello, su mirada se pierde en las nubes y el atardecer. Respira profundamente y voltea hacia el frente, viendo el camino que llevan sus compañeros.

Todo el viaje lo realizan en silencio. Llegan hacia la barricada y se percata de que la salida es una pequeña brecha que no ha sido sellada por falta de escombros. Visualiza que hay una torre de vigilancia y que hay varios soldados allí. Dylan no entiende cómo entonces Greg y estos hombres han salido todo este tiempo, si hay vigilancia en esa brecha.

Aquellos hombres en un principio no permiten el paso a los caballos, por lo que Greg dice unas palabras que Dylan no logra comprender, uno de los soldados responde de igual manera y entonces, Greg extiende la mano donde lleva una bolsa negra de tamaño mediano. El soldado la recibe, abre la bolsa y esboza una sonrisa. Aquel soldado hace una señal, acto seguido, indica que pueden continuar el paso.

—Tenga cuidado, anciano, los zombis son muy peligrosos —dice aquel soldado.

—Volveremos pronto —dice Greg.

Salen de la barricada, Dylan da un leve vistazo a sus compañeros de la resistencia, y se sorprende de que estos ni siquiera se percataron de su presencia. Pero más aún, siente curiosidad de lo que Greg les ha entregado, ni siquiera se dio cuenta cuándo agarró esa bolsa, o dónde la llevaba todo este tiempo.

—Greg, puedo saber qué era eso que les...

—Hierba, muchacho —responde Greg de inmediato—. Tienes que entender que, al fin y al cabo, los negocios continúan de forma clandestina incluso ahí dentro de los Santos.

—Vaya, realmente que no pensé en eso. Supuse que con todo lo que se está viviendo, algunas costumbres se perderían —expresa Dylan.

—Para nada, chico —habla uno de los compañeros de Greg—. Las costumbres del hombre no se han perdido, la religión, los vicios, los juegos de azar, todo continúa chico.

—Ustedes están tan concentrados en que todo allí dentro esté bien, y en las misiones, que no se percatan de que hay negocios redondos frente a sus narices. Los Santos solamente aprende a subsistir como nueva pequeña sociedad. Los cuerpos de seguridad de la resistencia hacen su trabajo, pero la gente muy difícilmente puede olvidar sus costumbres.

—La mezcla de gente de diferentes países que hay en los Santos, es masiva, cada quién comparte lo que recuerda. Muchos también tienen su forma de entretenerse, estar en estos lugares es aburrido y el estrés también conlleva a recurrir a estas cosas —dice Greg.

Dylan se queda en silencio, no dice nada porque sabe que él tiene razón. Muchas veces el estrés, el ocio, la ansiedad o la misma depresión, son factores que conllevan al consumo de tales sustancias. Definitivamente, Greg es una persona que sabe mucho más de lo que dice.

—¡Pero estas hierbas son entregadas con propósitos curativos! —exclama Greg, entre risas.

De pronto, uno de los acompañantes de Greg exclama una palabra, esta funciona como señal y todos los caballos empiezan a correr. Dylan se sujeta lo mejor que puede. No dice nada, se dedica a disfrutar el viaje a caballo.
Lo que más le parece curioso, es el hecho de que mientras cabalgan, puede observar los edificios a lo lejos. Ocho hombres montando a caballo, desplazándose en medio de un ambiente contemporáneo destruido.

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