CAP 26 - Enfoque Diferente.
Viernes, 30 de enero.
12:20 hrs
Xavier termina de realizarle los últimos exámenes a Noel, quién ese mismo día empieza las terapias para rehabilitar sus dos brazos, sometiéndose igualmente a un entrenamiento riguroso de cuerpo completo.
Noel entonces, se encuentra sentado en una silla de metal, con la mirada perdida en el suelo. Su cuerpo, debilitado por estar en cama por tantos meses y la desnutrición que su estado presenta parece ser un caparazón vacío, sólo manteniéndose viva su voluntad de seguir viviendo, aunque ya no tenga nada más por el qué vivir.
—Hoy vas a recibir una dosis que te ayudará a recuperarte —Xavier se acerca a él nuevamente, sosteniendo una jeringa brillante llena de un líquido de color verde fosforescente.
Noel alza la vista, observando la jeringa.
—¿Qué es eso? —pregunta, con un tono de voz leve.
—Es una mezcla de vitaminas, principalmente B12. Te dará la energía que necesitas para empezar a sanar —responde Xavier, con un tono serio—. Ahora dame tu brazo, y aquiétate.
En realidad, el líquido contiene una versión adulterada de vitamina B12, mezclada con sustancias que no solo prometen recuperar la vitalidad de Noel, sino que también lo muy probablemente lo lleven a un estado de dependencia.
Sin poder resistirse, Noel extiende el brazo. El doctor Xavier desinfecta la piel con un algodón antes de insertar la aguja. La sensación del pinchazo fue rápida, pero el líquido que entró en su sistema fue como un fuego ardiente que se propagó rápidamente por su cuerpo, lo que le causa un dolor incómodo.
—¡Ah, mierda! —exclama Noel, retorciéndose un poco.
—¿Duele? —pregunta de forma sínica, observándolo minuciosamente.
Noel asiente, de sus ojos corren lágrimas que caen por su rostro, mientras en su mente se pregunta por qué tiene que pasar por todas estas cosas, maldiciendo una y otra vez el momento en el que decidió seguir a los militares.
—Doctor... ¿Por qué? Respóndame ¿¡Por qué me han hecho todas estas cosas durante tanto tiempo!? —exclama entre lágrimas un Noel frustrado e impotente.
—¿Quieres la verdad, hijo? —el doctor se inclina hacia él, una sonrisa torcida dibujándose en su rostro—. La verdad ya la sabes. Eres un experimento, un pequeño proyecto en un gran juego. Tu sufrimiento es solo un medio para un fin.
Noel siente que el suelo se desmorona bajo sus pies, el dolor causado por la vitamina recorriendo sus venas llega hasta su cabeza, mareándolo.
—¿Un experimento? —su voz apenas es un susurro, lleno de incredulidad.
—Sí, un experimento. Ver hasta dónde puedes llegar antes de romperte. La humanidad es fascinante, ¿no crees? —el doctor se ríe, un sonido frío y distante—. El objetivo del coronel Smith es encontrar el punto en dónde el hombre deja de ser humano y se convierte en un animal, tal como sucede con las criaturas que llevaron a la humanidad hasta el borde de su extinción.
Noel siente que su corazón se acelera, una mezcla de rabia y tristeza lo consume.
—¿Y qué ganan con esto? —pregunta entre dientes.
—El poder, hijo. Crear un ejército de súper hombres que puedan enfrentar a esas bestias, pero que sean fáciles de controlar —responde el doctor, disfrutando del tormento que causa con cada palabra.
Las lágrimas de Noel se convierten en un torrente, pero no solo de dolor, sino de una ira creciente que burbujea en su interior.
— Déjenme morir, no tengo nada más... ¡MÁTENME! —grita, su voz resonando en la habitación—. ¿¡POR QUÉ NO ME MATAN!? ¡¡Malditos!!
El coronel ingresa a la sala, riendo tras escuchar los gritos de Noel. Su risa entonces, penetra en los oídos del joven que se paraliza del miedo al escuchar el sonido.
—Algunos hombres se rompen rápidamente —habla el coronel, acercándose a Noel y colocando la mano sobre su cabeza con una mezcla de condescendencia y placer—. Otros luchan un poco más. Pero al final, todos caen. He compartido con tu comandante, un hombre que se desmorona lentamente, incapaz de liderar a los que tiene a su cargo. Así como ha pasado contigo, pasará con ellos: terminarán siendo soldados para combatir al ejército de los "no muertos".
—Maldito —murmura Noel, su voz temblando de rabia—. Eres el mismísimo demonio, es cruel todo lo que haces.
—¡Estúpido insensato! —responde el coronel, su sonrisa es una mueca cruel. Luego, sin previo aviso, lo abofetea con fuerza rompiéndole la boca—. Escucha, muchacho, en la guerra, para sobrevivir y que sobrevivan los tuyos, tienes que hacer lo inhumano. Este mundo es cruel, un campo de batalla donde hombres como yo utilizan todos sus recursos para exterminar a aquellos que amenazan a su gente. A mí no me interesa el destino de la humanidad; solo me importa que los míos estén a salvo.
—Conociendo a Deiler, quien lidera la resistencia, los lazos y el fortalecimiento mutuo sería algo que buscaría hacer, ¿Por qué no considera una alianza? En vez de seguir... seguirnos torturando.
—Porque luego de que el apocalipsis zombi termine, los hombres como él buscarán que todo vuelva a ser como antes, y créeme que después de esto, nada volverá a ser como antes. He visto la crueldad de la guerra en muchas ocasiones, y a veces, no hay más remedio que hacer lo que es correcto desde lo incorrecto. Eso lleva a que nada en la post-guerra vuelva a ser como antes.
Se inclina un poco más cerca, su aliento helado en el rostro de Noel.
—La lección aquí, niño, es que la moralidad ya no existe en este mundo. Cuando el caos se desata, los ideales se desvanecen. Y ya no hay ideales qué proteger, así que, ¿quieres seguir luchando por una gente que ni interés en buscarte ha tenido, o prefieres aceptar la dura realidad y adaptarte a mis términos luchando para mí? Porque créeme, el mundo no tiene espacio para los
débiles y sea lo que sea, serías el primero en morir.
—¡Maldita sea, le dije que lucharé para usted! ¡Ya basta de torturarme, ya basta de todo esto! —exclama para luego romperse en llanto—. Por favor, ya basta... basta.
Escuchar esas palabras confirman que ya Noel está al borde, el coronel esboza una sonrisa, voltea hacia el doctor Xavier, ambos asienten con la cabeza. Posteriormente el coronel se aleja, dejando a Noel atrapado en su propia desesperación.
Viernes, 30 de enero.
14:02 hrs
Deiler se detiene frente a la puerta de la habitación de Dylan, sintiendo una mezcla de emociones que no sabe identificar, desde que internaron a Dylan debido a sus lesiones, no ha ido a visitarlo ni una sola vez. Sabe bien que ha pasado tiempo desde la última conversación que tuvieron.
Con un suspiro, empuja la puerta y entra.
Dylan, recostado en la cama mientras lee algunas cosas que al parecer le ha llevado alguien con anterioridad, voltea hacia la puerta al notar que se abre. Al ver a Deiler, levanta una ceja, su visita le toma de sorpresa, posteriormente esboza una leve sonrisa.
—Hola, Dylan —saluda Deiler de primero, acercándose y extendiéndole la mano.
—¿Tú? Pensé que nunca vendrías —responde Dylan, estrechando la mano del contrario—. ¿Qué te trae por aquí?
Deiler se queda en silencio, posteriormente camina hacia la ventana, se queda un rato ahí, mirando hacia afuera mientras busca las palabras adecuadas. Dylan, desde su posición le sigue con la mirada. Después de un momento de silencio, Deiler se gira hacia su viejo amigo.
—Solo quería saber cómo estás. No he escuchado mucho de ti y tampoco he tenido tiempo de visitarte, las cosas afuera han estado muy tensas, y los zombis, mierda, cada vez son más impredecibles.
Dylan se encoge de hombros, abrumado por lo que escucha.
—Estoy bien. O al menos lo estaré —responde—. No es nada grave. Jesua me comentó todo lo que ha pasado afuera, pero, aún no puedo creer nada, es frustrante.
—¿Sobre qué? —pregunta Deiler, sin entender bien a lo que se refiere.
—Moisés —responde Dylan, bajando la mirada—. Ha fallecido, no sé si alguna vez lo supiste, pero era mi amigo.
—No estoy seguro de los detalles —continúa hablando Deiler—. Me enteré de todo el día que ustedes regresaron.
—Moisés era un buen compañero. Y murió allá en el campo de batalla —se quiebra en llanto—. ¿Sabes una cosa? Cuándo comenzó este apocalipsis, sacrificó mucho por venir acá, perdió a su hija por salvarme. ¿Cuántos más tienen que morir? ¿¡Cuántos!? Tal vez su alma quizá ya está descansando en paz.
—Es algo completamente increíble de procesar, y sé que eran amigos. Quiero darles un funeral digno a todos nuestros compañeros caídos. Yo cargo con ese peso. Y quiero que descansen todos en paz.
Dylan se queda en silencio, por su mente pasa la imagen de darle una despedida digna a todos los que han caído, esboza una leve sonrisa en medio del llanto, y luego empieza a reírse. Deiler le mira extrañado, no entiende porque llora y ríe a la vez.
—Es gracioso que lo digas, no estamos haciendo nada... ¡¡NADA!! Estamos peleando en vano, yo ya no sé si realmente valga la pena que salgamos a enfrentar a los zombis, Deiler, no lo sé. Hemos perdido mucho ya, muchísimo. ¡Es agotador! ¡Es triste!
—¡Cálmate! —exclama Deiler, alzando un poco la voz—. Yo también tengo un peso encima, han caído amigos cercanos y soldados bajo mi mando, pero ya estamos cerca de acabar con esto, con los zombis. Sé que sí. Solamente necesitaré la fuerza de todos, Daniela viene con un científico, y sé que conseguiremos la cura, valdrá la pena todo.
Dylan aparta la mirada de su compañero, dirigiéndola a su brazo izquierdo. El yeso, para Dylan, es un recuerdo del día que estuvo a punto de morir. El mismo día en que Moisés, cayó en batalla.
La puerta de la habitación se abre, ambos voltean y notan a Micneya, quién fija la mirada en Deiler con cierta extrañeza. La joven avanza sin apartar la mirada del pelinegro, quién tampoco la aparta.
—¿Te dignaste a visitar? —habla la joven.
—He estado muy ocupado, he sacado tiempo para venir aquí. Finalmente hemos logrado medianamente una "alianza" con los militares, no obstante, Smith es un sujeto del que uno no se pueda fiar.
—Ninguna de las personas que hemos conocido después del apocalipsis zombi, han resultado de fiar —opina Dylan—. Ni siquiera sabemos si los chicanos nos traicionen en algún momento, recuerden que su líder murió.
—No les queda de otra, una guerra interna podría debilitar sus fuerzas y quedar a merced de los zombis —responde Deiler—. La lealtad aquí es por conveniencia, sin embargo, con Smith no funciona así.
—¿Y qué propones? —pregunta Micneya, cruzando los brazos con desconfianza—. No podemos seguir dependiendo de alianzas inestables.
Deiler se toma un momento para reflexionar, se da la media vuelta y fija la mirada hacia la ventana, la cual se pierde en el horizonte por unos instantes. Exhala pesadamente y se cruza de brazos.
—No es tan simple —responde Deiler, volviendo a centrarse en ellos—. Pero podemos tratar de hacernos pacíficamente con los recursos que ellos tienen. Y tratar de que nos compartan un poco de su tecnología, especialmente en armamentos.
—Eso suena más prometedor que esperar a que Smith decida ser nuestro amigo. Pero necesitaríamos más fuerzas y confianza entre nosotros mismos —dice Dylan.
Micneya respira profundo, dirige la mirada hacia Dylan y se acerca a él, abrazándolo.
Dylan corresponde el abrazo de Micneya ante un Deiler que esboza una leve sonrisa. Tal vez sea cierto, hace falta un poco más de confianza entre ellos. La lucha contra los no muertos en vez de unirlos, está alejándolos a todos un poco.
—Daniela estará de regreso pronto, dice traer buenas noticias, consiguieron un laboratorio en Bakersfield, y vienen con un científico —comenta Deiler, con una mirada llena de felicidad, finalmente está a poco de volver a ver a Daniela—. Esperemos que no enfrenten zombis de regreso acá.
—¿Y qué hay de los avistamientos? —pregunta Dylan, curioso.
—No ha habido ninguna novedad —responde Deiler, caminando más hacia el centro de la habitación, posicionándose al pie de la cama—. No hemos avistado ningún zombi en todo este tiempo, algo me dice que algo está sucediendo en otro lado.
—O se han dirigido al norte, esto es una completa locura —opina Micneya—. Lo más probable es que hayan conseguido un poblado mayor a este, y más vulnerable.
—¡Es cierto! —exclama Dylan—. Ninguno de nosotros tiene la certeza de si esas cosas, cualquiera de las dos especies, detecte grandes cantidades de personas. Y de ser así, será un gran problema en algún momento.
—Ya no coloques más problemas en la mesa, Dylan. Quiero soluciones —dice Deiler.
—No son problemas, de hecho, es una hipótesis razonable. Estamos enfrentando algo desconocido, Dylan tiene razón, hay que estudiar todo el panorama, tal vez por eso es que hemos estado perdiendo batallas, quizás nos detectan —dice Micneya.
—Y quizá por eso nos atacan en mayor número y cada vez las oleadas son más grandes —dice Dylan, de repente, fija la mirada en un punto en específico de la pared al fondo de la habitación y luego baja el rostro—. Tal vez por eso... tal vez sea por eso que dentro del edificio... acabaron con todos y es por mi culpa y mis malas decisiones.
—No Dylan... No fue tu...
—Moisés cayó, Mic. Todavía no puedo perdonar ese hecho, pero... ¡Maldición! —exclama Dylan, golpeando la cama con la mano derecha.
—No creo que haya muerto por alguna mala decisión —opina Deiler—. Pudiste haber sido tú, y no él. Pudo haber sido cualquier otro, incluso yo. Nadie sabe lo que son esas cosas en la que la humanidad se ha convertido, hemos estado enfrentándonos a algo desconocido sin siquiera saber qué va a pasar.
—Pero... yo...
—Escucha, no hay un manual para esto, no hay nada que nos ayude. Todo es ensayo y error ahora y hay que vivir con esas consecuencias si queremos ganar a los no muertos —finaliza el pelinegro.
Viernes, 30 de enero.
18:02 hrs
—Karla, he estado pensando en algo que dijeron Dylan y Micneya hoy en la tarde —Deiler entra en la sala de reuniones..
—¿Sobre? —voltea la joven, dirigiendo la mirada hacia Deiler tras escuchar cómo se abre la puerta de repente—. Espera, ¿fuiste a visitar a Dylan?
—Sí, tuve que ir. Y es algo sobre los zombis, ese par tiene una imaginación muy... afff —se sienta en una de las sillas de la mesa, mientras observa hacia la nada—. Ahora tienen una rara hipótesis.
—¿Hipótesis? ¿De? —pregunta la joven, dejando de escribir los informes.
—Ninguno de nosotros tiene la certeza de si esas cosas pueden detectar grandes multitudes a la distancia —responde el pelinegro.
Ahora de pronto, surge una nueva pregunta, sumándose a la ya tonelada de preguntas sin respuesta que tienen sobre los zombis. Karla levanta una ceja, inclinando un poco la cabeza, confundida. Que exista la posibilidad de que los zombis detecten personas a la distancia, reduce aún más las posibilidades de supervivencia.
—Lo que dices suena inquietante. Si realmente pueden hacerlo, es otro gran problema contra el que tenemos que lidiar ¿De dónde sacaron eso?
—No es de donde —responde Deiler, quedándose en silencio por un momento, luego voltea hacia ella—. ¿Te imaginas una situación donde estemos rodeados y no tengamos idea de que nos están observando?
—Todo lo que dices, suena aterrador. Pero, son solo teorías ¿No? Nada nos asegura que sea así, probablemente sólo se muevan en manadas y ataquen al azar, a parte, si nos detectaran ¿Cómo lo harían? No es como que tuviesen un sexto sentido o...
—De hacerlo, podrían hacerlo por el olfato o quizá tengan algo más, no lo sé. Ya esta situación con los zombis empieza a ser molesta, mucho más de lo que ya era.
—Tal vez sea momento de empecemos a ver las cosas desde otra perspectiva, dejar de ser tan obvios y cuadrados con nuestros métodos y empezar a usar un poco más la imaginación, a final de cuentas, no tenemos nada científico aún que nos de hechos lógicos sobre a qué nos enfrentamos, así que, queramos o no, debemos tomar la hipótesis de esos dos, como válida hasta que se demuestre lo contrario —finaliza Karla.
Deiler no hace más que escuchar y analizar todo. Necesita concentrarse, pero la ansiedad de ver a Daniela, el estrés de las misiones y el no saber qué planea Smith, no le permite pensar con claridad y buscarle un sentido lógico a todo lo acontecido hasta ahora.
—Estoy muy cansado, quizá debería ir a dormir un poco.
—Sí, está bien, todas estas noches has dormido casi nada, apenas termine aquí iré a casa, quisiera comentarle a papá todo esto y saber qué opina.
—Vale, me parece bien —habla el pelinegro, mientras se levanta de la silla y se retira de la sala.
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