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CAP 24 - Una verdadera alianza o...

Jueves, 29 de enero.
19:30 hrs


Toda la tropa de Deiler se encuentra en el sitio, lista para partir.
La última en hacer acto de presencia es Karla, quién se muestra emocionada y a la vez nerviosa. El pelinegro observa a todos los presentes, da una bocanada de aire mientras avanza al frente y exhala.
Veinte personas, sin contar a Jesua, Karla y Deiler saldrán afuera para cazar zombis.

—Bien, no tengo muchas palabras que decir. Todos sabemos perfectamente a lo que vamos. ¡Ya no es una misión de exploración! Nos uniremos a tropas militares para montar una cacería y ataque a los zombis. ¡Todos saben cómo matarlos! Tenemos, si o si, que capturar dos criaturas, de las dos especies diferentes que teníamos para estudiarlos... ¡¡NO QUIERO QUEJAS, NO QUIERO BAJAS!! ¡!TAMPOCO QUIERO GENTE QUE SE RINDA!! Tenemos un misterio en nuestras narices, no sabemos qué es lo que ha pasado en nuestro mundo, por ende, esta misión debe ser exitosa... Los militares nos esperan fuera la base. ¡¡NOS VAMOS!!

Todos gritan al unísono y se suben a los tres vehículos. Esta vez, van acompañados de 4 motorizados. Finalmente, parten hacia su destino.

Karla, aún admirada por la forma en la que Deiler se dirige a todos, no deja de mirarle durante todo el camino. Deiler no es una persona de dar discursos largos, tampoco de vociferar esos discursos motivadores donde se suele decir que todos son especiales, o cosas por el estilo. Todo lo contrario, es claro con lo que dice. Ella sabe mejor que nadie que él no quiere perder más gente, por eso a veces suele ser frío con todos ellos.
Para él, demostrar debilidad ante todos ellos haría que el grupo también mostrara debilidad.
Aprendió eso de su padre, Harold.

Finalmente se encuentran con las tropas del coronel Smith afuera de la base. El coronel espera afuera de su vehículo. Al verlos llegar, esboza una sonrisa y se sube en el auto. Finalmente, todos parten hacia Austin sabiendo que, esa noche enfrentan a la muerte misma.




Jueves, 29 de abril.
21:33 hrs


Ya en Austin, ambos líderes dialogan durante más una hora organizando y planificando cómo harán a partir de ahora las cosas. Luego de un acuerdo, se adentran en la ciudad. Esa noche, ni siquiera la luz de la luna es aliada porque grandes cumulonimbos cubren el cielo. La luz que tienen entonces, es limitada debido a los faros de los autos y linternas que llevan sus armas.

Con forme avanzan, se dan cuenta del aterrador silencio que abarca en las calles. Mucho, mucho silencio. No divisan ningún movimiento a menos de 15 metros de distancia. El primer avistamiento es avisado por uno de los soldados cuándo ya están muy en el interior de la ciudad, fija la mirada hacia donde están los edificios, y ve el movimiento rápido de algo que salta de un edificio a otro.

Ante el aviso del soldado, detienen la marcha y todos salen de los vehículos. Llevan a cabo el plan inicial de Deiler, dispersarse y hacer un rastreo en todo el perímetro, marcando el paso con barras fluorescentes. Los militares conforme empiezan a dispersarse detectan un pequeño grupo de zombis caminando sin rumbo alguno, por lo que disparan y los matan de una vez.

Entonces un fuerte grito se escucha a lo lejos y entonces, de varios lugares brotan un montón de zombis, corriendo velozmente hacia ellos. Los soldados escuchan los cientos y cientos de pasos, percatándose de que apenas pueden verlos en medio de aquella abrazadora oscuridad.

Empieza la ráfaga de disparos.

Las balas trazadoras iluminan la noche, creando un espectáculo de luces en medio de la oscuridad. Los soldados se mueven con precisión, formando un círculo defensivo mientras los zombis se acercan a toda velocidad. Las explosiones de granadas lanzadas al aire sacuden el suelo, lanzando cuerpos desmembrados por los aires.
En medio del caos, un soldado lanza una bengala al aire, iluminando el campo de batalla y revelando la magnitud de la horda que se aproxima. Sin tiempo para descansar, los soldados recargan sus armas y se preparan para la siguiente oleada, sus corazones latiendo con fuerza mientras el sonido de los disparos y las explosiones resuena en sus oídos.

Ambos ejércitos matan a tantos no muertos como pueden. La lucha se intensifica.
Las balas siguen volando, perforando a los zombis que se acercan en oleadas interminables. Desde el flanco izquierdo, tres zombis atacan repentinamente, derribando a un soldado. Sin perder tiempo, otro soldado saca su cuchillo y se lanza sobre uno de los zombis, apuñalándolo repetidamente hasta que deja de moverse. La adrenalina corre por sus venas mientras sigue luchando contra los otros dos hasta que recibe apoyo.
Un grito desgarrador proveniente de uno de los soldados alerta que está siendo atacado. Es así que el inminente ataque zombi empieza a acabar con los soldados presentes.
Aunque muchos de los soldados comienzan a caer, los que sobrevivieron matan a todos los que pueden, eliminando finalmente aquella horda de zombis.

Smith reúne a todos los soldados de ambos ejércitos, carraspea y aclara la garganta para hablarles fuerte, a lo lejos se escuchan gritos de los zombis, al parecer comunicándose entre ellos.

—Hablo por todos al decir que lamentamos la caída de nuestros compañeros. Pero desde mi perspectiva, no hay tiempo para ponernos a pensar en ello. Supongo que acabamos de ver lo que la humanidad enfrenta, ahora, es hora de devolverle a esas mierdas el poderío del ejército americano.

—Coronel, espera... —interrumpe Deiler—, es mejor retirarnos, ya hemos hecho un gran alboroto acá, los zombis vienen.

—Nadie tiene miedo, comandante. El plan que tomaremos ahora es el siguiente: Buscaremos una base, algún lugar céntrico donde se reúnan, donde podamos encontrarlos. Nos dividiremos de tal forma que podamos abarcar más terreno, es idea de Deiler. Procuren capturar alguna de esas cosas y traerla a los vehículos, tenemos hasta el amanecer.

—No, no... Algo anda mal, no estás entendiendo la situación. Estás cometiendo una estupidez, no voy a enviar a mi gente a morir para seguir tu plan. ¿Acaso tienes algún punto en específico al cuál atacar? No sabes nada, no sabemos nada... ¡No sabemos ni dónde estamos metidos ahora!

Smith escucha las palabras de Deiler como simples excusas de un cobarde, a lo que ríe sarcásticamente para después darle la espalda.

—Siempre me has parecido un gato miserable, puedes hacer lo que quieras con tu gente. Un líder de la Resistencia jamás muestra cobardía. Si quieres sobrevivir a este mundo, ten las agallas de dejar tu humanidad de lado y luchar.

—¿Qué demonios? —expresa Deiler, mostrando confusión.

—Mi gente y yo vamos a matar todo lo que se mueva en esta área con dirección hacia nosotros a partir de ahora... No se metan en nuestro camino —toma una bocanada de aire y luego grita—. ¡¡YA OYERON SEÑORES, SE ACABA LA ALIANZA!! ¡¡A PARTIR DE AHORA ABRIRÁN FUEGO CONTRA LO QUE SE ATRAVIESE EN SU CAMINO, SEAN ZOMBIS O LOS MALDITOS SOLDADOS DE LA RESISTENCIA!!

Todos los militares exclaman un ''Sí'' al unísono y empiezan a formarse luego de la orden, sin embargo, la situación no hace más que empeorar: Un montón de "no muertos" corriendo hacia ellos desenfrenadamente.

La tensión en el aire es palpable, casi tangible. Cada soldado siente el peso de la situación en sus hombros, sus respiraciones rápidas y entrecortadas se mezclan con el sonido de los pasos acercándose desde todas las direcciones. Smith y sus hombres, dan varios pasos al frente y abren fuego hacia las criaturas, empezando una nueva matanza. El apoyo de la resistencia no se hace esperar, Deiler entiende que, para sobrevivir, necesitan sí o sí, mantenerse unidos una vez más.

El olor a pólvora y carne quemada impregna el aire, creando una atmósfera densa y opresiva. Los corazones laten con fuerza, casi al unísono, mientras la adrenalina mantiene a los soldados en un estado de alerta máxima. Cada crujido, cada sombra en movimiento, hace que los músculos se tensen, listos para reaccionar en un instante.

—¡Tenemos que retirarnos, Smith! —exclama Deiler—. ¡No conseguiremos nada aquí!

—¡A la mierda sus opiniones, niños! —responde el coronel, haciendo una señal con la linterna para avanzar más.

—¡Maldita sea coronel! —exclama Jesua—. Deiler, va a matarlos, si esos soldados mueren esta noche a causa de los zombis, es muy probable que también haya que pelear contra ellos, como contagiados.

Se empiezan a escuchar quejidos y gritos. El aire se impregna de un hedor nauseabundo, combinando la putrefacción de las criaturas con el olor a pólvora de las armas, recordatorio de lo que quedaba de la humanidad en esos seres descompuestos.

Llevan casi una hora y media de combate.
Un grito desgarrador resuena en la oscuridad cuando un soldado es atrapado en medio del conflicto, por un grupo de zombis. Sus gritos se ahogan en el bullicio de la noche, y el sonido de los dientes rompiendo carne, y el sonido de huesos rompiéndose hela la sangre de todos los presentes.

El comandante Smith, con su rostro marcado por la tensión, observa todo a su alrededor, una explosión de granada lo devuelve a la realidad y entonces, inicia la orden del contraataque. Los zombis con sus cuerpos en descomposición, piel grisácea y ojos hundidos que brillan con una ferocidad insaciable no dejan de avanzar hacia ellos.

—¡Deiler, necesitamos apoyarlos en la línea! No podemos permitir que se acerquen más —grita Jesua, volteando hacia el pelinegro.

—¡Tenemos que irnos! —exclama Karla, observando todo a su alrededor con terror. Su cuerpo tiembla tanto que es incapaz de disparar, retrocediendo poco a poco—. ¡Deiler, debemos irnos!

—¡¡Ya lo sé!! Maldita sea, Coronel... ¡SOLDADOS APOYEN EL ATAQUE! —exclama Deiler, aun sintiendo el pánico apoderarse de su ser, abriendo fuego también contra los zombis, avanzando hasta llegar a dónde está el coronel—. ¡Smith! No podemos seguir así. Estamos rodeados.

—¡Cállate! —exclama Smith—, si no quieres que te mate aquí mismo, pelea contra los muertos.

—¡Si no nos retiramos ahora, todos moriremos aquí! —replica el pelinegro, sin dejar de disparar—. ¡Mire cómo vienen! No hay forma de detenerlos.

Los zombis no parecen dejar de querer atacar a pesar de perder extremidades completas e incluso la mitad de su cuerpo debido a las explosiones. Uno de ellos, con un brazo colgando y la mandíbula descolgada, emitió un gorgoteo aterrador que resonó en el aire, justo antes de morder a uno de los miembros de la resistencia en la mano con la que dispara.
La escena es horrible. Smith sin pensarlo mucho, dispara al cráneo de la criatura y luego asesina al soldado recién mordido, disparándole tres veces.

—¡Nooooo! —exclama Deiler.

—¡Ya era un maldito zombi, comandante! —exclama el Smith, apartando a Deiler, para luego lanzar otra granada.

Luego de la explosión, Smith respira hondo, tratando de mantener la calma. Con las linternas observan todo a su alrededor, sólo hay zombis arrastrándose por el suelo, así que los matan.

—¡No podemos permitirnos el lujo de rendirnos, Deiler! Cada uno de ellos que caiga es una victoria. ¡Mira! ¡Ya hemos derribado una horda completa! —dice, señalando a los cuerpos que yacen en el suelo.

—¿Y cuántos más vendrán? ¡Son como una marea! Cada vez que derribamos a uno, diez más aparecen.

—¿Qué insinúas, comandante? ¿Acaso tienes miedo? —pregunta el coronel, dirigiendo la mirada hacia Deiler.

—¡Que ya debemos retirarnos de este maldito lugar, moriremos esta noche si no nos vamos ahora! —grita Deiler, desesperado y enojado. En ese instante, ambos hombres supieron que estaban en un punto de quiebre.

La tensión entre ambos ya es más que palpable.
Es más que evidente que ninguno soporta la presencia del otro.

—Tienes razón —habla el coronel con un tono burlón—, es mejor... retirarnos. ¡Escuchen!
¡No podemos dejar que el miedo nos consuma! ¡Lucharemos mañana! ¡Por sus familias, por sus vidas!

Smith, levantando su arma, dispara justo por encima del hombro de Deiler al último zombi presente. La bala atraviesa la cabeza del monstruo. Deiler traga saliva tras esa acción del coronel, quién sin apartarle la mirada, baja el arma y finalmente da la vuelta.

Suben a los vehículos, pero no abandonan su posición. Deiler se percata que los militares empiezan avanzar unos 20 metros de la posición de ellos y que empiezan a colocar minas en el suelo. De pronto, dos militares se dirigen al transporte militar y de pronto, bajan algo envuelto.

—No me jodas, no me jodas... —dice Deiler casi para sus adentros, observando desde el interior del auto—. Es un ser enfermizo.

Los militares de Smith, preparan una bazuca moderna, para luego cargarla y disparar hacia un edificio. Luego, hacia un auto. Ambas explosiones hacen que de todos los lugares empiecen a escucharse gritos de las criaturas. Finalmente, suben a los autos y se retiran del lugar.

Avanzan por las calles buscando salir de aquella oscura y angustiante ciudad.
Los soldados, sin excepción, sienten una sensación extraña recorriendo su cuerpo. De pronto, Jesua observa por la ventana, buscando ver algo, sin éxito alguno. La oscuridad es agobiante.

—¿Sienten lo mismo que yo? —pregunta Karla, abrazándose.

—Si —responde un soldado—, tengo mucho escalofríos. Siento que me observan, que nos observan a todos.

Se escuchan las explosiones causadas por las minas, lo que quiere decir que, en efecto, los zombis iban tras ellos. Todos se miran a la cara. Y entonces, Jesua mira sus municiones, notando que ya no tiene mucho para aguantar un enfrentamiento largo.

—Lo mejor sería abandonar este lugar pronto. Un enfrentamiento directo, ahora significaría nuestra muerte —opina Karla, dirigiendo la mirada hacia todos.

—Esta noche fue una mala idea venir, una mala idea —responde Deiler, recostando la cabeza del espaldar del asiento—. Espero que nuestros compañeros estén mejor por allá. La guerra contra los zombis es una...

Llegan al puente de Austin y entonces, por primera vez esa noche, la luna muestra su luz tenue, permitiéndoles ver un poco más a su alrededor: el mismo infierno en la ciudad.



Jueves, 29 de abril.
00:41 hrs


Los militares, agotados y con la moral baja, deciden pasar la noche en Los Santos. Las bajas sufridas en el enfrentamiento con los no muertos han causado un mal sabor en ambos bandos, especialmente en la resistencia. El regreso es silencioso, muchos rostros marcados por la fatiga y la desesperación, un camino largo y la sensación de que están siendo observados, hace que a pesar del cansancio, se mantengan alerta.

Deiler observa a sus compañeros mientras sus pensamientos se arremolinan. La alianza con los militares, que en un principio parecía una solución lógica, ahora se presenta como una decisión cuestionable. ¿Realmente pueden confiar en ellos? ¿O esta unión solo traerá más problemas? La duda se instala en su mente, haciéndolo sentir más estresado que nunca.

Un rato más tarde, ver a la distancia las barricadas de Los Santos se convierte en una luz al final del túnel para todos. Para ninguno es secreto que cada enfrentamiento con los zombis, que hasta ahora han evitado invadir el pueblo, es aterradora. Cada crujido en la oscuridad, cada sombra que se mueve, pone los nervios de punta a los presentes, sabiéndose que en ese instante no cuentan con muchas municiones para otro combate.

Ya instalados en la base y habiendo desempacado, Deiler se dirige a Smith y sus hombres. Con una mirada seria, les asigna un lugar para descansar, unas habitaciones apartadas del tercer piso.

—Este será su lugar de descanso, lamento si no es lo suficientemente lujoso a cómo están acostumbrados en su ciudad —Deiler dirige la mirada hacia Smith, quién observa las habitaciones.

—No está nada mal —responde el coronel, sin vacilar.

—Estarán completamente vigilados por un grupo de soldado —les informa, recordando cómo el coronel había hecho lo mismo con ellos en el pasado.

La ironía de la situación no pasa desapercibida para Smith, quien suelta una carcajada de repente, sorprendiendo a los presentes.

—Vaya, ¡cómo cambian las cosas! —comenta, de forma hilarante, aceptando los términos del pelinegro con una sonrisa un tanto burlona.

Los hombres de Smith, aunque cansados, se muestran un poco agradecidos por tener un lugar donde descansar y no tener que viajar toda la noche hasta Hope City. Algunos se desploman en las camas tras coordinar las horas de guardia. La tensión del enfrentamiento contra los muertos, y el hecho de estar descansando allí, aún pesa sobre ellos, pero la camaradería ofrecida por la resistencia, es un respiro momentáneo para ellos.

Deiler, por su parte, no pega un ojo en toda la noche. La responsabilidad de tener a esos hombres allí recae sobre sus hombros. Se dispone a vigilar que la paz y la seguridad en la base no se vea atormentada por posibles acciones de los militares esa noche. En el fondo, no puede evitar sentir desconfianza hacia ellos, de Smith ya no sabe qué esperar.

—¿No dormirás? —pregunta Karla, quién se sienta en un sofá frente a él en la sala.

—No puedo permitirme el descanso esta noche —responde el comandante, cruzándose de brazos—. Yo realmente no confío en él

—Si no confías, ¿entonces por qué aceptaste que descansaran aquí? Smith disparó a un zombi, sin importarle que tu cara estaba en medio. Ese sujeto tampoco me inspira confianza. Allá afuera inclusive dio órdenes de matarnos si interferíamos en su camino.

—No sé realmente porqué acepté que se quedaran. Ya entiendo que para él la alianza puede ser rota en cualquier momento, sin embargo —exhala pesadamente—, pretendo continuar con la farsa. Jugando bien a su juego, puedo saber realmente qué trama y beneficiarme de ello.

—Deiler, estás arriesgando mucho. No creo que valga la pena continuar con esto.

—Asumiré la responsabilidad de todo. De una u otra forma, es sólo cuestión de tiempo para que los zombis nos terminen destruyendo. No nos queda más que arriesgar y esperar.

Karla al escuchar eso, baja la mirada. Sabe que Deiler tiene razón. Sin responder nada, se levanta del sofá y se retira, dejando sólo a Deiler en la sala.
La noche avanza lentamente, y Deiler, sin poder dormir, piensa en cómo seguir el juego.

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