CAP 20 - Más allá de las Barricadas, Parte 2.
Sábado, 24 de enero.
12:18 hrs
Shiro sigue ladrando en ese mismo piso, su sonido resonando en la oscuridad. De repente, un quejido gutural rompe el silencio: un zombi ha sido mordido por el perro. El sonido es grotesco, un recordatorio de la amenaza que acecha en cada rincón.
De la nada, son emboscados por los zombis, quienes atacan desde todas partes. Las sombras se mueven rápidamente, y los ojos muertos de las criaturas brillan en un intenso azul celeste cuándo la luz llega a sus ojos, demostrando con la mirada un hambre insaciable. El escuadrón reacciona instintivamente, levantando sus armas y abriendo fuego. Las balas atraviesan el aire, iluminando brevemente la oscuridad con destellos de luz.
—¡Cuidado a la izquierda! —grita uno de los miembros del escuadrón, mientras un zombi se abalanza sobre él. Con un disparo certero, la criatura cae al suelo, pero otros dos toman su lugar.
El sonido de los disparos es ensordecedor, mezclado con los gruñidos y gemidos de los zombis. Sumado a los gritos de los soldados y el olor a pólvora que se mezcla con el hedor a muerte, crea una atmósfera asfixiante. Dylan, con el corazón latiendo a mil por hora, se abre paso entre los zombis, matando a unos cuantos mientras se acerca a Shiro.
—¡Shiro! —da un grito desesperado, mientras dispara a un zombi que se acerca por detrás al perro con intención de dañarlo—. ¡Vamos suéltalo!
Dispara varias veces al zombi al que Shiro ataca. De pronto, un zombi se abalanza sobre él, tumbándolo al suelo, Shiro voltea y ataca al zombi en el cuello, mientras Dylan forcejea, y luego le dispara varias veces en el rostro al "no muerto".
En medio del caos, uno de los soldados se adelanta un poco más, tratando de ganar una mejor posición. De repente, sus ojos se abren de par en par al divisar una horda de zombis que se aproxima rápidamente.
—¡Retirada, retirada! ¡Deberíamos dar la retirada! —exclama uno de los soldados bajando las escaleras—, ¡Vámonos, mierda!
El hombre baja las escaleras por las que hace unos instantes subieron, y se topa con un montón de contagiados que lo atacan. Grita y dispara salvajemente, pero termina siendo arrastrado por las escaleras. Nadie sabe qué sucede con él, sólo se sus gritos de agonía que se mezclan con todo el alboroto en el pasillo superior.
El miedo no tarda en paralizar a más de un soldado, Moisés grita repetidas veces que peleen, que los maten, pero el enemigo supera el ataque. Es entonces cuando un soldado opta por usar un lanzagranadas, explotando a varios zombis en el lugar.
—¡¡Al piso superior, voy a hacer explotar este pasillo!! —exclama Moisés, lanzando varias granadas antes de empezar a correr.
Shiro se escabulle escaleras abajo, mientras que Dylan y los corren hacia el siguiente piso, disparándole a los que se aparecían en el camino. Después escuchan la explosión en el piso inferior. El tercer y cuarto piso se encuentran también repletos de zombis. El enfrentamiento es caótico. Los zombis parecen surgir de cada sombra, sus movimientos son rápidos y violentos, haciendo que el escuadrón luche con todo lo que tiene. Mas de un soldado cae en esa batalla.
El usar los lanzagranadas les ayuda un poco a la hora de exterminar a los zombis, volando sus extremidades y vísceras por todo el lugar.
—¡No podemos seguir aquí! —grita otro soldado, revisando sus municiones—. ¡Estoy quedando corto de municiones!
—¡Escapemos al siguiente piso! —exclama Moisés.
—¿Y Shiro? —pregunta Dylan, buscando al perro entre los restos—. ¡No puede ser maldición, Shiro! ¡Shiro!
—¡Imbécil reacciona! —exclama Moisés, abofeteando a Dylan—. Estamos en medio de una cacería y sabíamos todos que venir aquí dentro no sería como ir a un parque de diversiones, tú más que nadie lo sabes. ¡Métete en el juego ahora, cazamos al zombi, y nos vamos!
—Pero ese perro es de Micneya, y si se murió yo...
—¡El perro hizo un gran trabajo, reacciona, sobrevive a la pelea y llóralo después! ¡Muévete! —exclama el pelicastaño, guiándolos a todos al siguiente piso.
Suben al siguiente piso, encontrándose con un pasillo amplio. Sin embargo, ya no tienen escapatoria. Frente a ellos se encuentran 4 zombis que, al voltearse y verlos, se abalanzan hacia ellos. Desde las escaleras, sube otra horda, y tras ellos tienen el final del pasillo que culmina con una ventana panorámica medio rota, en pocas palabras: están atrapados.
Por otra parte, afuera también inicia una ráfaga de disparos proveniente de la posición de Micneya y los demás, viéndose rodeados por una gran horda de zombis. Estos responden con todo lo que tienen, retrocediendo un poco su posición.
–"¡Necesitamos refuerzos acá adentro, refuerzos! ¡Ya tenemos dos bajas!" –habla Moisés a través del walkie-talkie–, "¡¡Nos acorralaron, necesitamos refuerzos!!"
—¡Es imposible, también estamos siendo atacados! —responde uno de los soldados, mientras dispara.
La batalla estalla con más afuera, la zona está repleta de zombis, que vienen de todos lados, así que optan por usar los lanzagranadas y matarlos en cantidad. De un momento a otro, las calles se vuelven una zona de muerte. Mayreth, junto con otros dos soldados se montan sobre los todoterrenos y empiezan a disparar a diestra y siniestra.
—¡No cesen el fuego! —exclama Micneya, cargando su rifle de asalto y comienza a disparar con una precisión letal—. ¡Vamos, sin miedo! ¡Vamos a matar a estas cosas y a regresar con vida a casa!
—¡¡¡SIIIII!!!
Aquel grito al unísono es ensordecedor cuan grito de guerra. Las palabras de la joven alientan al equipo, que a pesar de verse rodeado y superado, no detiene el fuego, al contrario, se motiva más a seguir disparando. Cada bala encuentra su objetivo, derribando a los zombis uno tras otro.
—¡Nos quedamos sin balas! —exclama un soldado—. ¡Son muchísimos!
—¡¡Sigan disparando!! —exclama la joven.
Cuando las municiones se agotan, Micneya no duda en ser la primera en desenvainar su espada, alzándola al cielo. Todos al ver esto, se quedan perplejos. La joven voltea a verlos y luego se lanza al combate cuerpo a cuerpo. Sus movimientos con la espada son una muestra de velocidad y fuerza, cortando a los zombis con una facilidad asombrosa.
Con cada golpe, demuestra una fuerza que supera por mucho a algunos de los hombres ahí presente, derribando a los no-muertos como si fueran simples muñecos de trapo tras partirlos por la mitad.
El grupo opta por seguirla, siendo Mayreth la primera en bajarse e ir tras su compañera a pelear cuerpo a cuerpo.
Utilizando los cuchillos para apuñalar y los rifles para golpear, combaten fuertemente contra las criaturas que amenazan con asesinarlos.
Dentro del edificio, las cosas no son tan diferentes a lo que ocurre afuera, convirtiéndose cada piso en un escenario lleno de sangre y muerte. Moisés guía al resto del escuadrón hacia el siguiente piso: el seis, un piso completamente oscuro y vacío, no escuchan nada más que el alboroto en el piso de abajo y en la calle. Se meten por una puerta que, tras cruzarla, se encuentran con unas escaleras que llevan al siguiente piso.
Usan dos de sus armas como cerrojo en la puerta y suben al siguiente piso donde se encuentran con otra puerta y al lado más escaleras con vista al exterior, el pelicastaño se da cuenta de que hay un letrero cubierto de polvo que dice "emergency exit" o "salida de emergencia", así que decide bajar por allí.
Por otra parte, durante el conflicto, Dylan asesina a algunos zombis. Sin embargo, cuando ocurre una explosión causada por las granadas, el joven, tras escuchar el aviso, se refugia en una de las oficinas de ese piso. La explosión aturde al joven, dejándolo tirado en el suelo por un rato, sin saber que ha terminado completamente solo allí.
Después de un rato, se levanta con un poco de dolor de cabeza, se apoya de la pared, recoge su arma, cuya linterna apunta hacia el pasillo. Respira con dificultad debido al humo todavía presente. El sonido de la explosión aún resuena en sus oídos.
—Mierda, mierda... Eso sí que dolió —se dice para sí mismo, mientras sale de la oficina. Apunta con su linterna hacia ambos sentidos del pasillo, notando que sólo hay restos esparcidos en el suelo, paredes e incluso en el techo—. ¿Chicos? ¿Dónde están?
No recibe respuesta alguna, la mirada en su rostro es de preocupación, miedo, siente su corazón latiendo a mil por hora. Avanza por todo el pasillo hasta el pie de la escalera que lleva al siguiente piso. Apunta con la luz de la linterna, viendo el cuerpo desmembrado de uno de los soldados, maldice para sus adentros. ¿En qué momento sucedió todo esto? Empieza a subir las escaleras, entonces escucha otra explosión, esta vez en el exterior, lo que hace que retroceda, decide salir.
—Lo siento. Lo siento mucho, chicos —se dice para sí mismo, corriendo escaleras abajo—. Debo salir de aquí.
Mientras baja, escucha pasos detrás de él, se detiene pensando que son sus compañeros, hasta que escucha aquella risa, su cuerpo se eriza por completo y empieza a correr más rápido. Llega al piso tres y escucha gruñidos provenir de un piso abajo.
—¡No puede ser! —exclama, mientras echa un vistazo rápido.
Divisa una oficina, golpea la puerta tratando de abrirla, lo que llama la atención de las criaturas que no tardan en alcanzarlo. Sin pensarlo, utiliza su rifle y dispara a la manilla, abriendo la puerta. Luego la cierra y mueve un escritorio hasta la misma, usándolo como obstáculo en la puerta.
Escucha los pasos acelerados y sonidos guturales emitidos por los zombis que ya han llegado al piso. Se da media vuelta notando una ventana panorámica rota, con su linterna ilumina la oficina revelando cosas inquietantes en las paredes: marcas de manos hechas con sangre, rasguños en las paredes. Entonces, el silencio de la habitación se ve interrumpido por un gemido gutural seguido de una risa leve, Dylan gira la linterna hacia el origen del sonido y ve a una piel completamente pálida, cuerpo delgado, agachado en una esquina.
La criatura voltea hacia él y de inmediato salta a atacarlo, el joven utiliza el rifle para golpearla en el rostro y luego le dispara repetidas veces cuándo cae al suelo. Lo que atrae a las criaturas, quienes no tardan en empezar a golpear la puerta. El joven se dirige hacia la ventana, observa el conflicto afuera, y también la altura que hay. No puede saltar, voltea nuevamente hacia la puerta, notando que la mesa no va a obstaculizar el paso por mucho tiempo.
Se aparta de la ventana, revisa las municiones, no tiene nada. Opta por tirar el rifle al suelo y sacar la pistola. La prepara y observa el suelo. No quiere morir, pero antes de ser zombi prefiere dispararse. No puede creer que todo va a terminar ese día, se coloca la pistola en la cien y cierra los ojos.
Respira profundo varias veces, y entonces todo se queda en silencio.
–"Pase lo que pase, tienes que sobrevivir".
Lágrimas descienden por las mejillas del joven, quién al recordar esas palabras, abre los ojos, reaccionando tras escuchar un fuerte golpe en la puerta. Baja el arma, observa todo en la habitación y entonces puede notar una silla de oficina rota por la mitad. Se acerca a recoger el espaldar de esta, notando que, aún después de tanto tiempo el cojín que amuebla el espaldar sigue suave.
Se acerca nuevamente a la ventana y observa bien el panorama, hay un auto abajo.
—Debo estar loco.
La puerta empieza a ceder, el golpeteo constante de los zombis rompe la madera, y entonces, un golpe abre un hueco en una parte de la puerta. Dylan rasga con el cuchillo dos zanjas a cada lado del espaldar para meter el brazo izquierdo.
—Sólo son tres pisos —se dice para sí mismo, para luego saltar.
La puerta se rompe y las criaturas entran a la habitación.
Mientras cae, hace un movimiento rápido de su brazo izquierdo, colocando el espaldar de la silla frente a él, mientras se coloca en posición fetal para amortiguar la caída. Finalmente cae sobre el techo del auto que se hunde debido al impacto.
Todos voltean ante el impacto, notando que quién está allí es Dylan, por lo que empiezan a abrirse paso y terminar de matar a los zombis que quedan. Una criatura cae desde el mismo piso justo al lado de Dylan, quién se encuentra adolorido. El zombi se rompe una pierna; sin embargo, busca acercarse y morder al joven, cosa que Shiro impide que suceda, apareciendo de repente y, con un salto, alcanza y muerde por el cuello a la criatura.
Moisés y su escuadrón salen por un costado del edificio, disparando a todo lo que se encuentran a su paso, ayudando a sus compañeros en batalla. Acaban con el resto de zombis ahí en la zona, quedando con pocas municiones.
Micneya se acerca hacia donde está Shiro y ella, junto a otros dos soldados le fracturan los brazos al zombi. Este emite un grito tan horrible que asusta a todos. Los demás sujetan al zombi de las piernas y manos, acto seguido, proceden a meterlo en un vehículo. La criatura entonces comienza a dar gritos más y más fuertes.
Sus gritos son muy intensos, como si pidiera ayuda o como si estuviera llamando a alguien.
Mientras tanto, Moisés ayuda a Mayreth quién está revisando a un Dylan que está inconsciente. Ambos lo cargan directo hasta otro todoterreno, acostándolo. Mayreth se da cuenta que el brazo izquierdo de Dylan está lleno de sangre, y posiblemente roto.
—Ese loco, ¿qué le pasó? —pregunta el pelicastaño.
—Al parecer, se lanzó del edificio, no lo sé, no pude ver... Cuándo aparecieron ustedes, él ya estaba ahí sobre el carro, tirado.
—¡Reagrupémonos y vámonos de aquí! —exclama Micneya—. Ya hemos capturado a un zombi, aprovechemos la calma y reti...
Ante los gritos del zombi que no cesan, del edificio empiezan a lanzarse zombis uno tras otro, tras otro, en una acción completamente antinatural, suicida. El equipo se queda atónito ante esto, no sólo de ese edificio, de los demás también empiezan a aparecer zombis con características similares: piel pálida, cuerpo desnutrido y ojos azulados con el iris completamente rojo
Aún en estado de shock por cómo aparecen las criaturas, los soldados reaccionan y comienzan a responder el ataque zombi, quienes en su frenesí, muchos también se lanzan desde las ventanas y techos, cayendo al suelo con un sonido sordo, pero levantándose aún con extremidades rotas para continuar su avance.
Moisés analiza todo el panorama, observando el terror en los ojos de todos los presentes. Sus hombres empiezan a disparar a todos los que se acercan, y nota también a todos los que están con Micneya, luchando cuerpo a cuerpo con las criaturas, usando todo lo que tienen a su alcance.
Se da cuenta entonces que, si no logran contener a los zombis, la situación se volverá insostenible.
—¡Debemos retirarnos! —le grita Micneya al pelicastaño, tras matar a un zombi que se dirigía hacia ellos—. No es buena idea quedarnos aquí, las bajas serán grandes.
—Ella está en lo cierto, Moisés —habla un soldado—, debemos huir.
—Suban a los autos, los distraeremos. ¡Micneya, retírate con tus soldados! Mi equipo y yo, cubriremos las espaldas.
—Moisés...
—¡Ahora! —exclama el pelicastaño, empezando a disparar—. Nos quedaremos aquí a distraerlos, capaz esas mierdas vayan a seguirnos hasta la base y ahí sí terminemos muertos todos.
—Si nos quedamos juntos, podemos acabar con ellos.
—¡No! ¿¡Qué estás esperando para irte!? ¡Lárguense de una vez! —ordena Moisés—. Los alcanzaremos después.
Micneya duda por un momento, pero ve en los ojos de Moisés algo que no puede entender, pero que la convence. No sabe dónde ha visto esa mirada antes, pero sabe que él está dispuesto a sacrificarse para asegurar la retirada del equipo. Con un nudo en la garganta, asiente y comienza a organizar la retirada de sus soldados, mientras Moisés y su equipo enfrentan a los zombis.
—¡No podemos dejarlos así! —grita Mayreth, corriendo hacia Micneya con desespero—. Mic, hay que ayudarlos.
—Tenemos que confiar en que Moisés sabe lo que hace —responde Micneya, tratando de mantener la voz firme—. Prometió alcanzarnos, así que vámonos ya... Cuida de Dylan, tenemos al zombi, hay que completar la misión.
—Pero Mic... —intenta responder la joven con la voz quebrada, sin embargo, no puede refutar nada, finalmente se devuelve al jeep—. Entiendo, entiendo.
—¡Cúbranme! —grita uno de los miembros del equipo de Moisés, mientras dispara a los zombis que se acercan peligrosamente.
Micneya y sus hombres abordan los vehículos. La joven se sube en el bólido amarillo y apenas el motor enciende, se retiran. La mirada de Micneya se mantiene fija al frente escuchando los gritos y disparos tras ella. Y entonces, siente lágrimas descender por sus mejillas.
El convoy se aleja, dejando atrás a Moisés y sus hombres con la horda de zombis.
—¡Mantengan la formación! —grita Moisés, tratando de mantener el control de la situación—. ¡No dejen que se acerquen demasiado!
Los soldados disparan sin cesar, tratando de mantener a raya a los zombis. Cada bala cuenta, y cada segundo que pasa es crucial. Moisés se mueve entre sus hombres, disparando y dando órdenes, tratando de mantenerse centrado en las pocas esperanzas de sobrevivir.
—¡Cuidado a la derecha! —grita uno de los soldados, señalando a un grupo de zombis que se acerca rápidamente.
Moisés se gira y dispara, derribando a varios zombis antes de que puedan llegar a su posición. Pero por cada zombi que cae, parece que dos más toman su lugar. La situación se vuelve cada vez más desesperante. Y aunque se nieguen a aceptarlo, saben que la muerte se acerca a ellos cada vez más. Luego de un instante, ellos empiezan a correr calle abajo, a lo que Moisés empieza a idear cómo escapar de allí.
Moisés y su escuadrón salen corriendo a toda velocidad de allí, dirigiéndose hacia otra calle.
El sonido de los zombis persiguiéndolos resuena en sus oídos. La ciudad, una vez bulliciosa en el pasado, ahora es un laberinto de tiendas abandonadas y calles desiertas. El grupo sabe que no pueden seguir corriendo para siempre; necesitan un plan.
—¡Por aquí!—grita Moisés, señalando una tienda de electrónica—. ¡Rápido!
El grupo se desvía, entrando en la tienda y cerrando la puerta tras ellos. El lugar está completamente solo, oscuro, con estanterías volcadas y productos esparcidos por el suelo. Empiezan a mover todo lo que pueden para obstaculizar la puerta, de pronto un zombi salta a través de la ventana rompiéndola.
—¡Acaben con esa mierda! —exclama uno de los soldados.
—Tenemos que hacer algo antes de que nos atrapen—, dice una soldado, con voz temblorosa—. No... no quiero morir aquí, quiero volver...
—Volveremos, pero... Hay que hacerlos entrar, este lugar será su tumba.
El equipo comienza a preparar las granadas en cada esquina, atándolas con hilos. El ataque enemigo es constante y los zombis invaden rápidamente el interior de la tienda. En medio del caos, Moisés, con el rostro cubierto de sudor y desesperación, mira a su alrededor. Los gritos de sus compañeros en medio del ataque y el rugido de los zombis llenan el aire. Sin más que hacer, en una acción frenética, Moisés agarra uno de los hilos y hala con fuerza.
Las granadas explotan simultáneamente, llenando la tienda de humo y escombros.
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