CAP 2 - Hogar, dulce hogar.
Jueves, 18 de noviembre.
19:00 hrs.
Greg se dedica a escuchar las suposiciones de los jóvenes quiénes dicen una infinidad de cosas, algunas que ni siquiera a él se le ocurriría, por lo que ríe un ante las sandeces de los tres. Después de todo, sólo son jóvenes que apenas van en la mitad de sus veinte y entiende que han pasado por muchas cosas difíciles estos años, por lo que, no está mal que se relajen y tonteen un poco, inclusive si tiene que ver con lo que él les contó momentos atrás. De pronto, estira el brazo hacia adelante con el fin de subirle un poco el volumen al reproductor debido a que empieza a sonar la canción "Hold the Line" de Toto en ese momento, dicha pieza hace Greg sienta cierta nostalgia.
—No sabía que tenías buenos gustos musicales, muchacho —dice Greg.
—Oh, no sólo él, creo que a todos aquí dentro del auto nos gustan algunas canciones de los ochentas —dice Micneya.
—Es imposible no gustar, hacen sentir buenas vibras, también tienen esa particularidad de hacer a la mente viajar a una época distante —acota Dylan, sonriendo.
—Sinceramente sí, supongo que por eso seguían sonando aún incluso después de tantos años —expresa Mayreth, quién luego voltea a ver por la ventana, apreciando una vez más lo bonita que se ha vuelto Los Santos desde que la resistencia se asentó en ese lugar.
Hogar dulce hogar.
Los Santos en ocho meses pasaron de ser un pueblo abandonado, descolorido y mal llevado por la poca población que en su momento estuvo bajo el mando corrupto de Oscar con los chicanos, a ser una zona mucho más viva. Las calles más alumbradas, lo mismo que las casas, iluminadas con luces de colores neón. Lo más resaltante de todo el lugar además de la iluminación, es que TODAS las estructuras están completamente decoradas con grafiti, dándole un toque entre lo ''urbano'' y lo ''retro''.
Tras entrar a la ciudad, de inmediato Dylan conduce en dirección a la base, la música en el reproductor cambia y entonces empieza a sonar "Around the World" de Daft Punk. Micneya ríe levemente mientras observa por la ventana lateral del auto mientras acaricia a Shiro.
—¿Se han dado cuenta que nosotros en teoría somos unos invasores que colonizaron este pueblo? —dice Micneya—. Es que fíjense, somos extranjeros, vinimos con todos nuestros artefactos, armamentos y nos adueñamos de este lugar prácticamente.
—Oye, en cierto modo sí, es muy curioso nuestro caso —dice Mayreth.
—No lo creo, no tomamos este lugar a la fuerza, trabajamos mucho por lograr liderar a esta gente a cambio de su protección —responde Dylan.
—Sí, de hecho, nuestros compañeros combatieron contra Oscar y su gente, hay que agradecer que más bien contamos con suerte de que los habitantes de aquí querían realmente un cambio, ¿se imaginan la que se hubiera armado si hubieran sido tan leales a Oscar? —expone Micneya, mirando a sus compañeros.
Greg no dice nada, simplemente continúa observando a través de la ventana, mientras los escucha. Siente un poco de nostalgia de aquellas noches de disco en los 80's, la música que suena y el estilo retro le hace recordar esa época. ¿Quién iba a imaginar en esos días que cuarenta años más tarde el mundo se volvería el mismo infierno?, inhala profundamente y luego exhala. De pronto se percata que finalmente llegan a la base.
Dylan detiene el auto justo afuera de lo que en su momento fue una residencia. Todos bajan del vehículo y tras cerrar las puertas, caminan unos cuantos metros, los guardias de turno saludan a los jóvenes y a Greg, posteriormente, les permiten el paso abriendo las rejas.
Ingresan.
Continúan caminando, y son recibidos por el mismo Deiler, quién está afuera con los brazos cruzados, tomando un poco de aire.
Desde que Deiler tomó el liderazgo, se ha visto en la completa necesidad de tomar una actitud mucho más decidida y determinada, siendo más receptivo al escuchar las opiniones de los demás, entendiéndose así, que se está tomando en serio su puesto. Él sabe más que nadie, que todos confían en él en estos momentos.
Al verlos avanzar, el pelinegro sonríe de medio lado, mantiene su posición firme sin descruzarse de los brazos, mientras detalla a cada uno de ellos. Primero mira a Greg, cuya presencia le crea una incógnita: ¿por qué vino con ellos?, de pronto, su mirada choca con la de Micneya, quién también lo mira fijamente. Ambos se llevan bien, aunque tienen sus diferencias en cuanto a opiniones, cosa que ha sido muy notable los últimos meses. Posteriormente, observa a Mayreth quién camina agarrada de manos con Dylan, confirmando entonces que ambos están saliendo o tienen algo y, por último, observa al joven, quién no le quita la mirada.
El semblante de Dylan muestra tranquilidad, pero su mirada sigue mostrando esa lealtad que siempre le ha tenido. El pelinegro finalmente se descruza cuándo ellos están a unos pocos metros de él, y sonríe ampliamente.
—Dos meses sin vernos, y solamente vienes de visita porque llegaste de una misión —dice Deiler, dirigiéndose hacia su buen amigo.
—He estado ocupado. —responde Dylan, con una sonrisa—. Puedo ver que nos estabas esperando.
Ambos ríen y se saludan con un fuerte apretón de manos y un leve abrazo. Luego de ello, el pelinegro saluda a los demás de manera cordial, y les hace un leve gesto para que ingresen a la base.
—Se nota que en el tiempo sin vernos has hecho ejercicio, la última vez que te vi, parecías un desnutrido —bromea Deiler.
—Sólo un poco, hay que estar en forma. Las misiones son complicadas, y estar con May suele ser un poco... agotador.
Mayreth se sonroja al escuchar esas palabras de Dylan, por lo que le da un leve codazo. Por su parte, Micneya ríe levemente, tapándose la boca para no ser tan obvia. Deiler exhala pesadamente, mientras hace un gesto de negación. Continúan avanzando dentro de la base y empiezan a bajar unas escaleras hacia el sótano.
—Los grupos de exploración e inteligencia no han encontrado rastros de nuestros compañeros, supongo que lo saben ¿No? —pregunta Deiler.
—Sí —responde Micneya—, es una situación alarmante.
—Muy alarmante, tras estos dos meses de búsqueda no hemos obtenido ningún resultado —continúa Deiler—, dada las circunstancias he decidido darlos por muertos, de hecho, la llegada de ustedes coincide justamente con el cierre de esta misión.
—¿No cree usted que es muy apresurada la decisión? —cuestiona Greg, metiéndose en la conversación.
—Son dos meses, aunque me cueste mucho tomar la decisión, no pretendo seguir gastando recursos en vano. Debemos priorizar las misiones principales, y si en dado caso, durante esas misiones los encontramos con vida, pues sería un milagro ya —responde el pelinegro—, por cierto Greg, ¿qué lo trae por acá?.
—Traigo información —responde Greg.
Llegan al final de las escaleras, el pelinegro abre la puerta. La misma no ha tenido grandes cambios. Al ingresar se encuentran con Gabriel, que también está allí organizando algunas cosas junto a Karla, mientras Daniela aprovecha de comer algo. Anderson, y Jesua también están ahí, hablando de algo al otro lado de la sala. Apenas ingresan a la sala de reuniones, los allí presentes voltean a verlos entrar.
—Jaja ¡Hola a todos! —exclama Dylan, con cierta alegría de verlos nuevamente.
Los demás sonríen y responden el saludo del muchacho.
No solamente con Deiler, también a los demás les había dejado de visitar en este tiempo. Cada quién anda en sus respectivas misiones y también en sus asuntos personales, aparte de eso, hace apenas una semana que el grupo conformado por Dylan y los demás, fue contactado para salir de misión. Cabe destacar que, por su rango en la resistencia, Micneya es la que más contacto ha tenido con sus viejos compañeros en este tiempo.
Tras saludarse y conversar un poco, Deiler aprovecha de realizar con los presentes, una rápida reunión debido a lo que Greg le comentó unos minutos antes: la información.
—Bien Greg, creo que todos aquí queremos saber qué información tienes —habla Deiler. Su mirada muestra mucha curiosidad e interés por saber. Está ansioso, sin embargo, trata de mantener la compostura.
—Vale perfecto... —se queda callado un momento, observándolos a todos y luego procede a hablar—. Un grupo de hombres y yo hemos estado saliendo a "hurtadillas" de las barricadas, montando a caballo, con el fin de también apoyar a la resistencia. Sin embargo, tras adentrarnos a la ciudad más allá del puente... Diablos...
Se queda en silencio, baja la mirada. Por su mente pasan los recuerdos de esa espantosa noche. Greg respira profundo y procede a contarle a todos de lo que él y sus compañeros fueron testigos, exponiendo detalladamente lo que contempló. Para cuándo Greg termina de relatar su experiencia, se da cuenta de que la cara de los presentes ha cambiado por completo: la de algunos muestran curiosidad o intriga, y otros, preocupación.
Daniela voltea a ver a Deiler, quién no ha dicho nada. Está en completo silencio, analizando todo lo que acaba de salir de la boca de Greg.
—Deiler, no creerás que... —habla Anderson.
—No, no, estoy pensando —responde el pelinegro, interrumpiendo al moreno—. Greg, más allá de que no tenía conocimiento de que estuvieron saliendo y entrando sin que la resistencia supiera, creo saber... no, estoy seguro de que sé lo que causó esa reacción en los zombis.
—¿¡Qué!? —exclama Dylan, de repente.
—Ahora que lo recuerdo, cuándo salimos de misión las primeras veces, escuchamos gritos muy diferentes a los de los zombis "comunes", eran mucho más guturales, roncos, como si rugieran y emitieran sonidos desde la garganta —dice Deiler.
—Bueno, sí pero, los zombis normales... —dice Dylan, sin poder finalizar.
—Los zombis normales gritan y chillan —acota Micneya—, recuerdo que cuando fuimos a rescatar a Daniela, escuché a los lejos algo similar a lo que mencionan Greg y Deiler. ¿Acaso... hay animales zombis?
—¡No me jodan con eso! —exclama Anderson—. Apenas y podemos contra los zombis, ahora imagínense un perro como el de ustedes, pero en zombi. Si un pitbull común es peligroso, no quiero saber cómo sería un pitbull zombi.
—Shiro no es peligroso, está muy bien entrenado. —refuta Micneya, mirando seriamente a Anderson.
—Deiler, ¿crees que esa sea la causa de la desaparición de nuestros compañeros? —pregunta Daniela, captando la atención del pelinegro.
—No lo pongo en duda, en estos momentos no puedo afirmar ni negar nada. Tampoco puedo mandarlos al campo de batalla sin tener certeza de lo que está sucediendo—expresa el pelinegro.
—Deiler tiene razón —habla Jesua al mismo tiempo que apoya los codos en la mesa. El moreno hace una pequeña pausa, corrobora que tiene la atención de todos y prosigue—, detesto decirlo, pero en este momento, nos encontramos vulnerables.
—De hecho, siempre hemos sido vulnerables ante los zombis —opina Dylan, cruzándose de brazos—, y ahora no sabemos qué hay allá afuera que aterra a las criaturas que ha llevado a la humanidad a estas estancias.
—Señores, hay que enfocarse —habla Gabriel de manera calma, mostrando una pequeña serenidad a pesar de todo—, me refiero a que tenemos que centrarnos en nuestra mayor prioridad: encontrar aliados y una cura, así de simple.
Todos en la sala se quedan en silencio tras las palabras de Gabriel, incluso Karla, que normalmente siempre tiene algo que decir, y sólo asiente de con la cabeza apoyando lo que dice el joven.
–"Torre de vigilancia a la base" —habla un soldado por la radio, interrumpiendo el silencio.
Todos voltean a hacia el radio casi al mismo tiempo. Karla se levanta y habla por el micrófono. Normalmente, muy rara vez
—Aquí Karla, hablando desde la base, identifique la torre.
–"Torre de puerta. Se acerca una persona caminando, una mujer. La tenemos en zona de fuego, no obstante, tiene el uniforme de la resistencia" —comunica el guardia.
–"Aquí Moisés a la base" —habla otra persona en el radio—, "estoy enterado de la situación, mi posición está cerca de la entrada de las barricadas, permítanme hacer un reconocimiento".
Todos se miran las caras, podría ser que, después de todo este tiempo, haya regresado alguno de los sobrevivientes de aquella misión. Deiler le hace una señal a Karla, y esta asiente con la cabeza.
—Aprobado. ¡Mucha cautela!
Jueves, 18 de noviembre.
19:53 hrs.
Tras la aprobación de Karla, Moisés se dirige rápidamente hasta la entrada de la barricada. Los soldados abren la puerta y le permiten la salida, antes de salir, el joven observa a la distancia a la muchacha, quién camina débilmente.
—¡Manténganse alerta, me acercaré con cautela hacia ella, si notan algo extraño o un intento de ataque, no duden en dispararle! —exclama el pelicastaño, para luego acelerar la moto.
Los soldados arriba en la torre acatan la petición y los francotiradores de las torres 1 y 2 apuntan hacia la mujer, que poco a poco avanza más lento.
Moisés cada vez está más cerca de ella.
Conduce a una velocidad moderada para evitar alguna reacción negativa de la mujer, en caso de que esté contagiada. Por su parte, los francotiradores van informando lo que ven a través del visor de los rifles, y desde la base, escuchan todo lo que sucede.
La mujer se detiene al ver a Moisés y alza la mano, moviéndola débilmente de un lado a otro, el joven acelera. Finalmente llega hasta dónde está ella, frenándose a dos metros de distancia de su contraria. Rápidamente, el joven desenfunda la pistola y le apunta.
—¡¿Quién coño eres!? —exclama el joven—. ¡Habla!, ¡No lo preguntaré más!
La joven baja el brazo, mirándolo fijamente.
—¡¡Si no respondes y haces un movimiento en falso, te voy a volar la cabeza!! —exclama nuevamente el pelicastaño, con autoridad, mientras observa a la joven alzar la cara y mirarlo fijamente a los ojos.
—S-so... soy Arian... gel —dice la joven con un tono de voz apenas audible para luego caer al suelo.
Ante esto, Moisés baja de la moto y se acerca a ella apuntándole. Con el pie izquierdo, la mueve un poco y con el mismo pie la voltea. Se percata de que, al parecer, la joven está inconsciente. No deja de apuntarle mientras se agacha coge su mano izquierda y le toma el pulso, sigue viva, pero sus pulsaciones son muy débiles.
Moisés respira profundamente y decide cargarla, llevándola consigo tras las barricadas. Ya dentro, Moisés les dice de quién se tratan y rápidamente los soldados allí la revisan, notando que la joven tiene hematomas, cicatrices en la espalda, pero no presenta ninguna mordedura o rasguño causado por los contagiados. Es así que uno de los soldados informa que se trata de Ariangel, y que Moisés la llevará a la joven a urgencias.
En la sala de reuniones, todos respiran aliviados y tras escuchar lo que Moisés les informa, Karla rápidamente se sienta frente a un monitor y empieza revisar los archivos de personas desaparecidas, encontrando rápidamente a Ariangel, del escuadrón de Noel.
—En efecto —habla Karla—. Esa joven es una de las desaparecidas.
—Que la atiendan en urgencias, mañana la iré a visitar con Daniela —dice Deiler.
—Mañana sabremos la verdad —dice Gabriel, levantándose de su asiento mientras bosteza—. Bueno señores, me retiro a descansar, mañana tengo que seguir supervisando algunas cosas.
—Sí, también estoy algo cansada —dice Micneya, levantándose también del asiento.
—Bueno señores, mañana apenas logre obtener la información de Ariangel, los reuniré a todos aquí. Si es de salir a matar más zombis, pues será así. Buenas noches a todos —dice el pelinegro, levantándose también de su asiento.
Todos allí van saliendo, hablando de cómo les fue en las misiones y otras cosas más triviales. Justo cuándo Dylan, Anderson y Jesua se despiden de Deiler con un fuerte apretón de manos, este les pide a ellos que se queden unos minutos. Dylan asiente y les dice a Micneya y a May que él irá luego, que pueden llevarse el auto.
Luego de que todos se retiran de la sala de reuniones, el pelinegro y los otros suben las escaleras y se dirigen hacia la terraza.
Ya estando allí arriba, Dylan se acerca a la barandilla y observa todo el panorama. Desde ahí puede ver las luces de la ciudad, también divisa cómo sus compañeras se retiran del lugar en su auto.
Esboza una pequeña sonrisa.
—¿Y bien? ¿Por qué nos llamas a parte? —pregunta Jesua, sentándose en una de las sillas de la terraza.
—Porque no quiero que nadie más, sepa, por los momentos, de lo que les pretendo contar —habla el pelinegro, mirándolos seriamente.
Dylan voltea a verlo, sin apartarse la baranda y entonces, el pelinegro empieza a contarles una situación particular que notó hace meses, justamente cuándo fueron a rescatar a Gabriel, el mismo día en el que murió Elinyer por causa de los zombis.
Deiler cuenta lo mejor que puede lo que recuerda de aquello que notó esa vez, cosa que genera muchas más incógnitas referente a los zombis.
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