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CAP 11 - El Mensaje.

Viernes, 16 de enero.
07:50 hrs

La resistencia recibe varios mensajes, un total de cuatro o cinco. Karla revisa cada uno de los vídeos junto con Gabriel, quién se ha encargado de revisar y analizar todo tipo de información junto con ella, convirtiéndose así en la voz analítica de la resistencia.

Ambos deciden esperar un poco más antes de avisarle a los demás sobre lo mensajes. Luego de que en 24 horas no reciben otro mensaje, Karla decide informar a Deiler sobre lo sucedido y este reúne a cada líder en la sala.




Sábado, 17 de enero.
11:00 hrs

Es hora de saber cómo están las cosas en el mundo.
Con todos los integrantes importantes presentes en la sala, tras la explicación del porqué la reunión repentina, Gabriel cliquea un vídeo al azar, reproduciéndose uno que proviene desde Noruega, siendo emitido por una joven entre 20 y 30 años, piel blanca, ojos azules y cabello negro.
Se presenta como la hija del rey; la princesa Söphia de Noruega, quién habla primero en su idioma natal, luego en inglés y por último en un forzado español. Karla inmediatamente solicita que se reúnan todos en la sala, y treinta minutos después, están todos presentes allí.

El vídeo muestra a la princesa rodeada de un montón de gente, todos están muy bien abrigados, el ambiente está completamente cubierto de nieve. Gabriel adelanta el vídeo hasta donde la joven empieza a hablar en español.

—"Saludos a ustedes en dondequiera que estén luchando. Soy la princesa Söphia de Noruega, envío este mensaje a todos en el mundo. Nosotros también hemos estado luchando mucho y hemos logrado mantenernos a salvo teniendo la fuerza de la naturaleza a nuestro favor. El invierno nos golpeó con fuerza en diciembre. Estábamos hasta arriba de nieve, literalmente, montañas de nieve gruesas y grises por la contaminación, ya que hemos quemado muchas cosas, inclusive cuerpos de los muertos también."

La princesa se agacha, recoge algo y lo levanta, ella lo muestra a la cámara y se puede ver perfectamente que es un antebrazo en estado de putrefacción, sin embargo, la piel se ve muy pálida aún, más de lo normal.

—"Queremos evitar que los muertos se vuelvan a levantar. Algunos hemos visto a los zombis caer en la nieve y luego, en verano, levantarse y avanzar como si nada. Rusia, Ucrania, Alemania e Inglaterra también tienen sus fuertes luchas, estamos aliados y nuestros aviones transportan los recursos que intercambiamos entre nosotros. Seguiremos luchando, fuerza a ustedes también, amigos sobrevivientes."

El vídeo termina. La emoción de por fin comunicarse con otras personas, así sea al otro lado del mundo, lejos de ser reconfortante, abre nuevas dudas referente a las palabras que dijo la mujer: ¿los muertos se vuelven a levantar?
La mayoría de los presentes murmuran entre ellos preocupados aún más sobre el estado de los zombis, si esas cosas no se mueren, entonces es una lucha sin sentido y el mensaje de motivación sólo es una farsa para mantenerse ilusionados en una vaga esperanza de sobrevivir.

Deiler se levanta de su asiento, mirando a todos y cada uno de los presentes en la misma. Piensa, piensa y... piensa detalladamente lo que va a decir, organizando sus ideas. Finalmente, esboza una pequeña sonrisa y procede a hablar.

—Señores, sé que están preocupados por lo que acaban de escuchar, incluso yo. Pero recuerden que ya hemos matado muchos zombis nosotros mismos y hemos librado grandes batallas contra los muertos.

—Pero si lo que ella dice es verdad, y los zombis vuelven a levantarse, entonces, no estamos haciendo nada más que desperdiciar balas y energía —argumenta uno de los líderes.

—¿Acaso son tontos? —habla Dylan, golpeando la mesa—. Ella claramente dice que ve a los muertos caer en invierno, y levantarse en verano. El frío les ralentiza, el frío detiene su actividad, por lo que es muy probable que se refiera a eso.

—¡Es cierto! —opina Anderson—. Nosotros en cambio hemos luchado contra los zombis en un clima cálido, y los hemos matado. Hace poco hicimos explotar a una gran horda de zombis con puras granadas.

—Yo no diré mucho —toma la palabra Deiler, mirándolos seriamente—, es momento de levantarnos en armas contra nuestros enemigos y contra quién se oponga a nuestra lucha. Ahora actuaremos de forma más precisa, y no arriesgaré a más de mis soldados en nuestra misión.

—Comandante, perdón por interrumpir —habla Gabriel—. Hemos recibido otro mensaje.

—¿Desde dónde? —pregunta el pelinegro.

Gabriel cliquea el archivo, y se abre un vídeo que muestra un documento escrito:

"Mi nombre es Abel. Somos un grupo de trecientas veinticuatro personas ubicados en Bakersfield, California. El apocalipsis zombi nos ha golpeado fuertemente. Hemos visto su mensaje, y necesitamos aliados para intercambiar recursos, necesitamos armamento. Tenemos suficiente comida y aparatos tecnológicos. Hemos enviado mensajes de auxilio y nadie viene por nosotros. ¡Ayúdennos, podemos ayudarles en lo que sea! ¡Por favor!"

—Deiler, permítenos ir —se levanta Dylan—. Creo que estamos listos para salir de misión.

—No, ustedes ya tienen algo pendiente —habla Daniela—. Iré yo, en representación de la Resistencia.

—¿Dani? No, no deberías... sabes bien que tú estás.

—Tranquilo —sonríe decidida, interrumpiendo a Deiler—. Hace mucho tiempo que no salgo de aquí, y también quiero ser parte de la forja alianzas. Iré con el escuadrón cuatro.

—También iré con ellos —se levanta Gabriel, del asiento—. Comandante, si la alianza se llegase a forjar, creo que necesita no sólo a la representante de la resistencia, si no también alguien que pueda negociar con ellos.

Deiler exhala pesadamente, luego de ello voltea a ver a Liz, como diciéndole con la mirada que cuide de Daniela y que se cuiden. Luego de ello, Karla se acerca a buscar en el mapa, que ahora con internet, funciona de manera más precisa.

—Según esto, Bakersfield está a mil quinientas millas de nosotros. Con los vehículos, les tomaría unas veintidós horas llegar, sin interrupción alguna —informa la joven.

—Eso se traduce a unos dos días más o menos, dependiendo de lo que nos topemos en el camino —acota Gabriel.

—Bueno, toca acompañarlos —dice Anderson, levantándose de su asiento—, iré con mi escuadrón.

—Bien, ya saben qué hacer, sólo cuídense mucho —finaliza el pelinegro.

La reunión finalmente termina.

Horas más tarde, a las 17:44 horas, el pelinegro acompaña a su amada directamente hasta la salida de las barricadas, para despedirse de ella con un fuerte abrazo. La mirada en los ojos de Deiler muestra preocupación, pero también, confianza en ella.

Es así como Daniela, junto con Anderson, Liz y Gabriel parten hacia California.

Desde que perdió a Liam, Deiler se ha vuelto muy sobreprotector con Daniela, cosa que ha sido notable desde el momento en que pisaron México hace ya varios años. Aunque siempre tiene una postura firme y casi nunca trata de mostrar emoción alguna con los demás, para él, lo más importante es Daniela. Liderar la resistencia es sólo una manera de perdonarse a sí mismo el sentimiento de culpa que muy en el fondo siente por no haber podido ayudar a su hijo.

Dylan, que ha acompañado al comandante, suena el claxon del auto en señal de que es hora de volver. El pelinegro voltea y vuelve, entra al auto y ambos regresan a la base. Cuándo están entrando en la misma, Dylan le da un amistoso golpe en el hombro al pelinegro.

—Quédate tranquilo, Daniela es muy buena guerrera, tal como Liz o Mayreth, incluso podría decir que es tan buena como Micneya.

—No seas tan exagerado, no es por desmeritar a Dani y sus cualidades, pero ambos sabemos que tu amiga es un monstruo, pero sí, Dani es buena en lo que hace, lo que me preocupa es su estado —responde el pelinegro, abriendo la puerta.

—¿Su estado? Como, no entiendo...

—Dani tiene un mes y medio de embarazo —responde Deiler, sin voltear a verlo.

—¿Es verdad? —responde Dylan con euforia—. ¡Eso es algo muy bueno! Es un motivo más para mantener la esperanza en alto. Si logramos acabar con este apocalipsis antes del parto, tu hijo podría ser el primer bebé en un nuevo mundo.

Deiler no puede evitar sentir algo de orgullo recorrer su cuerpo tras escuchar esas palabras.
Nunca pasó por su mente el hecho de que existe esa posibilidad de ser padre de un niño que nace en un mundo post-apocalíptico, lleno de vida y nuevas oportunidades. Sin embargo, su sonrisa no dura mucho tiempo.

—Quisiera que también estuviera Liam aquí —dice el pelinegro, entrando a la sala de reuniones, y sentándose en una de las sillas—. Nunca dejo de pensar en cómo habrá muerto mi muchacho. Pude haberlo salvado si no hubiera sido por... maldición, no recuerdo qué fue lo que pasó, dicen que el auto se volcó, no lo recuerdo, sólo sé que llegué tarde.

—También extraño a mi familia, realmente estoy sólo aquí. Sólo recuerdo las palabras de mi mamá antes de decirme que me fuera... Pase lo que pase, tienes que sobrevivir. Y lo intento —expresa Dylan, mirando al suelo—. Pero no lo sé, si no fuera por ustedes, quizá yo estaría muerto.

—Es verdad, me pregunto cuántas veces has estado a punto de morir desde que empezó el apocalipsis.

Ambos jóvenes ríen a carcajadas, especialmente por que varias de esas veces Dylan fue quién se puso en peligro directo ya fuese contra los zombis, el ejército mexicano o durante esos dos años de entrenamiento.

Finalmente, pueden relajarse un poco y reírse con algunas anécdotas. Dylan observa la hora en el reloj digital de la sala, notando que falta un minuto para las 18:00 horas, el joven estira un poco los brazos y se levanta del asiento.

—Bueno, creo que ahora si tenemos que pensar en nuestro siguiente movimiento, no podemos perder el tiempo.

—Tienes razón —responde Deiler—. Prepararé todo para que el escuadrón de Micneya salga pronto, tienen mucho trabajo y...

–"Torre de control a la base, torre de control a la base. ¿Me escuchan? Repito, ¿me escuchan?"

Hablan por el radio, cosa que llama la atención de ambos jóvenes, precisamente por la forma desesperada e insistente con la que piden respuesta. Deiler se acerca al radio y habla.

—Habla el comandante Deiler, ¿cuál es la situación? —pregunta el pelinegro, intrigado.

"Tenemos un código AZ, repito, tenemos un código AZ".

—¿Código AZ? —se pregunta Dylan— ¡No puede ser! ¡Amenaza Zombi!

—¿Cuál es la situación? —pregunta Deiler.

"Hemos avistado una horda de zombis significativamente grande moviéndose rápidamente hacia acá, vienen desde el suroeste".

La llamada es interrumpida por otro mensaje, el cual se escucha mucho más grave.

"¡Comandante! ¡Una horda de zombis se acerca desde el sur, los tenemos a menos de setecientos metros! ¡Necesitamos refuerzos!"

—Preparen sus armas y abran fuego cuándo estén a menos de quinientos metros, prepararé un escuadrón para prestar apoyo.

"Entendido, cambio y fuera."

—Iré por los demás —exclama Dylan.

—Vale, alertaré a todos... —Deiler abre el canal principal que conecta con todos los radios—. ¡ATENCIÓN A TODOS LOS ESCUADRONES! CÓDIGO AZ, REPITO, CÓDIGO AZ. ¡LOS SOLDADOS CERCA A LAS BASES SUR Y SUROESTE, POR FAVOR PRESTAR APOYO!

Sin falta, los soldados más cercanos a la zona se dirigen a prestar apoyo en las dos barricadas, sin tardar mucho, varios escuadrones también prestan su apoyo. Deiler también llega para comandar el ataque junto con Jesua, en la base sur.
Se encuentran con una horda de zombis que está intentando escalar la barricada, sin embargo, la orden de Deiler de abrir fuego los ha mantenido a raya el suficiente tiempo para esperar el apoyo, pero son demasiados.

A pesar del esfuerzo de los soldados, los zombis rápidamente avanzan escalando, hasta que llegan hasta la cima, iniciando así el conflicto sobre las barricadas. Una batalla a gran escala.

Disparos, por un lado, empujones, puñaladas y golpes por el otro. Los soldados se defienden del ataque zombi con valentía, aunque lamentablemente, uno a uno caen los soldados.
Uno de los soldados activa una granada y la lanza directamente hacia un montón de zombis que suben desesperados. La explosión hace que la cantidad de escombros que conforman esa parte de la barricada se debilite y caiga, llevándose a un montón de soldados y zombis con ella.

—¡Comandante! —exclama uno de los soldados—. ¡Si continuamos así, la barricada caerá!

—¡Deiler, tiene razón! —exclama Jesua, disparando a varios zombis, para luego alzar la mirada—. ¡El terreno es inestable, tenemos las de perder aquí!

—¡Tenemos que hacerlos retroceder o, pelear directamente en el suelo! —exclama el pelinegro, quién golpea a un zombi con la cacha de rifle, y luego de que esta cae, le dispara dos veces.

La batalla en la barricada del sur cada vez se torna más sangrienta, sin embargo, los soldados liderados por un Deiler inspirado, lo que motiva a los soldados a seguir a su líder. Esto lleva a que el movimiento zombi merme su avance, optando por usar lanzagranadas y otros recursos.

Mientras tanto, en la barricada suroeste, el escuadrón de Micneya recluta a Greg y los otros para prestar apoyo en el ataque. Al llegar al lugar, se encuentran con una horda de zombis que han escalado la barricada y están haciendo retroceder a los soldados, por lo que abren fuego disparando a las cabezas de los no muertos.
A diferencia de la batalla en la otra barricada, esta es mucho más corta puesto que la cantidad de zombis ya se había movido hacia el sur. Los zombis caen como moscas ante los disparos, pero estos no son suficientes. Al verse sin municiones, los soldados optan por luchar con lo que tienen a la mano contra los pocos zombis que quedan, y por primera vez, Micneya hace uso de la espada.

El combate termina con ellos saliendo de las barricadas, acabando con todos los zombis en el área. Y luego, las explosiones en el sur, seguida de una gran cantidad de disparos al aire, son la señal de que, por aquel lado, la batalla ha terminado.

—¡Eso, sáquense! —exclama Micneya, elevando la espada al cielo.

El grito eufórico de los presentes es la clara representación del alivio y alegría que da el haber sobrevivido a una situación como esa.


Horas más tarde, los escuadrones de Sandra y Diana se encargan de revisar la barricada sur, para asegurarse de que todo allí está completamente muerto. Su misión es limpiar el área de cualquier rastro de infección, y para ello deben revisar los cuerpos y luego incinerarlos.
Los soldados se dividen en parejas, armados con sus respectivos rifles con linternas, palas y líquidos inflamables para realizar aquella tarea con mayor eficacia.

Uno de ellos se acerca a un montón de ropa cadáveres de zombis que yace junto a un montón de escombros. Con un gesto de asco, aparta a cada uno para contarlos con la pala, al quitar al último, descubre el rostro pálido y desfigurado de un hombre, cuyo cuerpo estaba aplastado por algunos escombros tras el derrumbe.
Su mirada cambia por completo al darse cuenta que se trata de un viejo compañero suyo, con el que se alistó a las fuerzas militares hace más de 5 años.

—No es cierto... Te moriste muy pronto, amigo. Ni siquiera estuve aquí —dice entre dientes, sintiendo mucha impotencia—. Mierda...

Nota que uno de los zombis mueve un brazo, así que, sin pensarlo, le dispara en la cabeza por si acaso, y luego repite con los otros tres, siendo cuatro zombis los que estaban ahí con él. Uno de sus compañeros llega de inmediato a ver qué sucede, y tras una breve explicación, ambos rocían el área con líquido inflamable, acto seguido, el soldado enciende un mechero y arroja la llama sobre uno de los cadáveres, incinerando no sólo ese cuerpo, los otros también.

—Tu amigo está bien, murió por una buena causa, compañero. Ven, vamos a seguir trabajando. Hay que incinerar los demás cuerpos.

Ambos soldados se alejan tras echar un último vistazo al lugar. Se reúnen con sus compañeros, que también están haciendo lo mismo con otros cuerpos. Los soldados se retiran del sitio, dirigiéndose al otro punto dónde también estuvo el conflicto contra los zombis, realizando el mismo procedimiento.
La noche es oscura, sin luna y muy silenciosa, solo rota por el crujir de las llamas que consumían los cadáveres. El olor a carne quemada y el humo negro llenan el aire, creando una atmósfera opresiva y macabra.

Por otra parte, el escuadrón de Terry realiza un rastreo alejándose unos 4 km de las barricadas. Bajan de los vehículos para poder echar un vistazo en todo el perímetro. Todo está en silencio, iluminados solo por las luces de los faroles de los autos y sus linternas. Tras veinte minutos de rastreo, los soldados vuelven al punto inicial.

—Sin novedad, no hay ningún zombi en los alrededores de la zona —informa un soldado a Terry.

—Si es así, no hacemos nada aquí. Volvamos a casa, no hay ningún bicho cobarde que haya escapado —exclama Terry, haciendo una señal con la mano para volver.

Empiezan a abordar los autos, cuando de pronto, una suave risa rompe el silencio. Los soldados se giran hacia la dirección del sonido, buscando de dónde proviene. No ven nada más allá de la distancia que las luces. Escuchan algo acercarse, por lo que apuntan sus armas.

—Eso... se escuchó como una risa... ¿verdad? —pregunta uno de los hombres.

—Al parecer... —responde una mujer.

Se quedan en silencio, observando con detenimiento cualquier movimiento. Sólo se escuchan risas muy suaves, similares a las de una hiena. Terry es el primero dar paso al frente, acompañado de otros dos soldados, cuando de pronto. Desde un costado una figura humanoide aparece de la nada, saltando directamente hacia Terry.

Acto seguido, se escucha un grito desgarrador, y todos tardan en reaccionar; sus ojos son testigos de una escena escalofriante: una criatura delgada, con piel pálida con y llena de cicatrices atacó a Terry directamente hacia su cuello, arrancándole la garganta de un mordisco. Terry cae al suelo, ahogándose con su propia sangre, mientras el zombi ruge triunfalmente.

—¡¡TERRYYYY!! —exclaman uno de los soldados.

Un soldado dispara directo al cuello de la criatura, y esta solamente grita con fuerza. Sus compañeros reaccionan abriendo fuego contra el monstruo, matándolo en el acto, pero entonces de todas las direcciones, aparecen más criaturas directamente atacándolos directamente. El pánico invade sus cuerpos, la lluvia de disparos inicia. Algunos zombis caen, pero los otros, aún con disparos en el cuerpo, atacan a varios soldados.

—¡NO DETENGAN EL FUEGO!! —exclama el segundo al mando, alentando a los demás.

—¡HAY QUE RETROCEDER! —responde uno de los soldados.

La matanza es horrible. Varios soldados entran a los vehículos y los encienden, usándolos con el fin de atropellar la mayor cantidad de zombis que se dirigen hacia ellos de forma tan salvaje. Dos zombis se dirigen a un jeep y lo voltean con el soldado adentro del mismo, acto seguido, uno de los zombis rompe el vidrio de la puerta y se mete dentro del auto, mordiendo al hombre, quién decide acabar con la vida de ambos detonando una granada.

La explosión hace retroceder por unos instantes a los zombis. Pero no el suficiente tiempo como para que escapen, por lo que deciden continuar peleando por sus vidas. La experiencia de ver caer a sus compañeros en batalla ante criaturas que parecen carecer de dolor alguno es frustrante. Ver cómo entre dos zombis despedazan a una de sus compañeras, y no pueden hacer nada ya que tienen que defenderse de los otros es algo frustrante.

Acompañados solamente de la luz de los vehículos, sus linternas y el fuego que emana del auto explotado, aquellos soldados combaten valientemente por sus vidas aquella noche tan sangrienta, siendo salvajemente atacados y sintiendo que cada vez es más larga, casi eterna.




Domingo, 18 de enero.
07:16 hrs


Seis.
Solamente seis soldados regresan de aquel horrible combate.
Heridos, sedientos, frustrados y agotados.

Apenas llegan a una de las barricadas, rápidamente son trasladados al hospital dónde son atendidos rápidamente. Luego de ser tratados y examinados, son enviados a dos habitaciones con tres camillas en cada una, dónde toca esperar su mejoría.

La noticia no tarda en recorrer todo el pueblo, y mucho menos en llegar a oídos de los altos mandos de la resistencia.
Uno de los soldados pide hablar con el comandante, con urgencia. Y tras tanta insistencia, su solicitud es realizada.

Para horas del mediodía, Deiler y Karla se encuentran de visita en el lugar.
Inmediatamente, son llevados a la habitación donde descansa el soldado.
Aquel hombre, al verlos entrar, sonríe de medio lado, e intenta hacer el saludo, sin embargo, muestra que ha perdido el antebrazo derecho.

—No te esfuerces —dice Karla.

—Comandante, sólo le diré algo. Son fuertes.

—¿A qué te refieres? —pregunta el pelinegro, sin entender.

—Habíamos decidido volver, y en lo que estábamos abordando los vehículos escuchamos una risa, o algo parecido —cierra los ojos. A pesar de que le han estado administrando calmantes, aún siente mucho dolor en el cuerpo—. Terry, mierda... murió horrible...

—Ya, no deberías esforzarte. Podemos hablar después.

—No, comandante... No lo entiende —exclama, abriendo los ojos llenos de lágrimas—. ¡Vamos a morir si no hacemos algo pronto! Esa cosa apareció de la nada y mató a Terry con un mordisco en el cuello. Le disparé al cuello y no murió.

—Espera, espera... ¿No murió con el disparo al cuello? —interrumpe con su pregunta Karla, sorprendida.

—No. Tuvimos que disparar varias veces para matarlo, y así con todos. Sus pieles pálidas, sus risas, sus rugidos, su fuerza. Les pasamos los carros por encima, pero entre dos de ellos voltearon un jeep, comandante, uno de nuestros vehículos.

Deiler se cruza de brazos, analiza cada palabra de lo que dice y luego voltea a ver a Karla. De pronto entra una enfermera, en sus manos lleva una pequeña canasta con lo que parecen ser bolsas de suero, o algo por el estilo.

—Ya tiene que descansar, voy a colocarle algo de suero y vitaminas —comenta la enfermera, acercándose al porta sueros, donde empieza a manipular las bolsas para colocarle las vitaminas al paciente.

—Está bien, de igual forma, ya nos retirábamos —responde Deiler.

—Comandante, disculpe por la intromisión —habla la enfermera, sin voltear a verlo—, el encargado del hospital se ha sentido apenado de solicitarlo, pero nos estamos quedando sin recursos... A parte, el frío está causando muchos resfriados en los niños y algunos adultos, y no tenemos muchos medicamentos.

—Vale, me encargaré de ello, si puede, hágame llegar una lista dónde estén los medicamentos y cosas que hay que conseguir para el hospital, mandaré a varios escuadrones a buscarlos afuera —responde Deiler.

—Entendido, prometo hacérselo llegar luego de terminar acá —responde la enfermera haciendo un gesto afirmativo con el rostro, mientras continúa en su labor.

—Que sea cuanto antes, prepararé algunos escuadrones para que salgan hoy —responde el pelinegro, dándose la vuelta junto con Karla para salir.

—Comandante —habla el soldado, interrumpiendo la marcha del pelinegro—, tengo una familia, no quiero que mueran... S-si esos zombis vienen, no quiero que mueran... Quiero seguir luchando, así haya perdido mi brazo. Aún tengo ganas de pelear, tengo miedo, pero más miedo me da que mi esposa e hijas sufran por causa de esas malditas cosas.

—Eso no sucederá, concentra tus fuerzas en recuperarte, soldado. Eres un miembro importante de nuestras tropas, te estaremos esperando para luchar con todo lo que tenemos. Mientras tanto, recupérate. Yo tengo cosas que hacer.

Deiler y Karla se retiran del cuarto y salen del hospital.
Conversan sobre todo lo que le comentó aquel hombre mientras regresan a la base.

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