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CAP 10 - Conexiones.

Lunes, 22 de diciembre.
07:50 hrs


—¿Saben?, no dejo de pensar en que el coronel nos escondía algo —comenta Dylan.

—Bueno ya —interrumpe Deiler—, olvidemos este tema. Ahora tenemos que centrarnos en conseguir aparatos y cables de internet, y rogar que los zombis sigan así, sin mostrar interés en nosotros.

—Es verdad —responde Anderson.

—¿Y por dónde sugieren empezar? —pregunta Jesua.

—Cualquier tienda o lugar que tenga aparatos tecnológicos, supongo —menciona Dylan.

—¡En efecto! —exclama Gabriel.

—Suponiendo que logramos encontrar todo lo que necesitamos para tener internet, ¿Cuánto tiempo se tardaría eso? —pregunta Deiler.

—Días o tal vez, varias semanas —responde Gabriel.

Avanzan por varias calles, observando las tiendas, notando muchas que están completamente destruidas. Un detalle muy curioso, es que mientras más se adentran en la ciudad, menos son los avistamientos de zombis. Esto lejos de relajarlos, les preocupa más, puesto que no saben en qué momento pueden toparse con alguno.

Anderson divisa a lo lejos un pequeño centro comercial por lo que les indica a sus compañeros iniciar allí la búsqueda.
Bajan del auto, entran al lugar y avanzan sigilosamente. El centro comercial está completamente solo. Pueden ver algunos esqueletos esparcidos en el suelo, también algunas ratas deambulando por el lugar libremente.

Se escucha un goteo de agua en el piso superior, sin embargo, lo ignoran.

—Rápido, entremos aquí —susurra Gabriel, abriendo la puerta de una tienda de electrónica—, tal vez encontremos lo que necesitamos.

Entran en la tienda, Anderson golpea dos veces una mesa, y esperan.
No ocurre nada por lo que continúan en lo suyo.

—¿Qué necesitamos exactamente? —pregunta Jesua—. No soy un experto en informática, pero creo que no basta con unos cables para recuperar el internet.

—Necesitamos algo más que eso, claro —explica Dylan, encendiendo su linterna y buscando entre los estantes—, necesitamos un buen router y un adaptador de wifi.

—Perfecto, manos a la obra, muchachos —ordena Deiler, empezando a buscar.

—Vale —dicen los otros, dispersándose por la tienda.

Mientras los jóvenes buscan los componentes. No tardan mucho en conseguir un router y varios cables de conexión. Sin embargo, no se percatan de que unos zombis han llegado hasta la tienda, atraídos por el ruido de los golpes y la luz de las linternas.

—¡Aquí está el adaptador wifi! —exclama Gabriel, ya que lo ha encontrado en una vitrina—. ¡Ya con esto lo tenemos todo!

—¡Genial! —exclama Dylan.

—Bien, ¿Con eso es suficiente? Ya deberíamos irnos de aquí —sugiere Deiler.

—Shhh... Esperen —susurra Jesua— ¿Escucharon eso?

—¿Qué cosa? —pregunta Anderson—. No he oído nada.

—Eso —señala Jesua, sorprendido de que estuvieran allí—. Sabía que era muy bueno para ser verdad.

—¡Mierda, zombis! —exclama Gabriel.

—¡Recojan todo, vámonos de aquí! —ordena Deiler, cogiendo dos rollos de cable y colgándolo en su hombro izquierdo—. ¡Muévanse, ya!

—¡Vamos, vamos! —dice Jesua, saliendo primero junto con Gabriel, disparando a los tres zombis que se dirigen hacia la tienda.

El grupo corre hacia la salida, perseguidos por más de los "no muertos". De pronto, escuchan que de uno de los pasillos laterales viene una horda de zombis. Anderson empieza a dispararles, matando a cuatro de ellos, luego sigue corriendo tras sus compañeros.
Los jóvenes logran escapar de la tienda, pero no de los zombis. Estos atraviesan las puertas de vidrio, terminando de romperlas. Dylan sube al auto y lo enciende, apresurando a sus compañeros quienes también abordan.
Acelera.
La horda no para de perseguirlos, Dylan toma un desvío por un callejón, y se topan con zombis que les ignoran. Dylan no duda en atropellarlos mientras los otros les persiguen.

—¡No puede ser! —exclama Gabriel—. ¡No podemos retroceder tampoco, son muchos zombis!

Escuchan dos golpes en el techo del auto, como si algo hubiera caído sobre el mismo. De pronto, a un lateral del auto, golpean con una increíble fuerza la ventana, rompiéndola en el acto. Posteriormente, la mano sujeta por el cabello a Jesua, jalando su cabeza hacia afuera.
Deiler dispara y tanto él como Gabriel, disparan al techo. Un cuerpo de zombi cae al suelo.

—¡Maldición! —exclama Anderson, que va de Copiloto tras ver un muro de ladrillos con un aro de baloncesto, el cual bloquea el paso—. ¡No hay salida! ¡Mierda, Dylan, no hay salida! ¡Retrocede!

—¡No puedo! —exclama el joven, temblando—. ¡Son demasiados! ¡Si retrocedo o freno, nos matarán! ¡¡PONTE EL CINTURÓN, PREPÁRENSE PARA EL IMPACTO!!

—¿¡Estás loco!? —exclama Jesua, colocándose la mano izquierda a un lado del cuello.

—¡No tenemos otra opción! De cualquier forma, estamos muertos —dice Dylan, acelerando.

Anderson se coloca el cinturón. Deiler, Gabriel y Jesua, se inclinan un poco hacia adelante, cubriéndose la cara y protegiéndose el cuello con los antebrazos. Dylan pisa el acelerador a fondo y luego baja la cara. El auto impacta contra el muro, atravesándolo.

Tras el impacto, Dylan alza la cara y grita con fuerza un gran "Sí".
El muro sólo cierra el paso de aquel callejón. Al otro lado de este hay una calle, parte de un pequeño vecindario. Dylan conduce, atropellando varios contagiados que corren hacia ellos y los lleva directamente hacia la autopista. Anderson, levanta la cara y grita, agradeciendo estar vivo.

Todos ríen con euforia y notan que ya no son perseguidos por los zombis.

—Oye Dylan, ¿cómo sabías que pasaríamos el muro? —pregunta Jesua, aún adolorido.

—No lo sabía, la verdad sólo fue una imprudencia mía, un juego al azar—responde el joven, con una leve sonrisa—. Si resultaba ser una pared de concreto o algo por el estilo, quizá estaríamos muertos. Sólo, quería salvarnos.

—Bien hecho, hermano —dice Deiler, sonriéndole con orgullo—. Gracias, en serio.

Dylan no responde nada, sólo asiente con la cabeza y le devuelve la sonrisa. Él es quién más siente alivio de que todo haya salido bien.



Lunes, 22 de diciembre.
12:36 hrs


—¡¡POR FIN ESTAMOS EN CASA!! —exclama Anderson—. ¡¡WOOOHHH!!

—¡¡VIVA!! —grita Dylan.

Regresar a Los Santos, supone un enorme alivio para todos ellos. Finalmente podrán ponerse manos a la obra con el asunto del internet, además de que podrán organizar mejor sus ideas y efectuar un mejor plan de acción para la gente de Hope City. Pero antes, Deiler da la orden de descanso inmediato a sus compañeros, asegurando que él se encarga de presentar la información y cargar todo en la base de datos.

Así como llegan, todos saludan y se despiden. Dirigiéndose cada quién a su respectivo hogar.
No obstante, queda pendiente el reunirse y organizar todo lo referente de la conexión a internet.




—¡¡Ya llegué!! —exclama Dylan.

Shiro ladra y desde adentro de la casa con alegría mientras el joven abre la puerta. Shiro se pone en dos patas buscando recibir caricias de Dylan, quién le saluda emotivamente. Entra a la casa, se percata de que Mayreth no está, exhala pesadamente, cierra la puerta y se dirige a la cocina. Se sirve agua y entonces escucha un leve quejido desde el piso superior, por lo que sube.

–¡Maldición, maldición!

Dylan continúa avanzando, reconoce bien esa voz. Se da cuenta que Micneya está en su habitación y que tiene la puerta abierta. Se encuentra sentada en el borde de la cama, colocándose vendas en la muñeca derecha, apretándolas un poco.

—¿Sucede algo? —habla el joven.

—¡Dylan! —exclama Micneya con alegría, volteando a verlo—. Te escuché, pero... tuve un accidente y, me disloqué la mano.

—¿Las dos?

Micneya se queda en silencio.
Baja la mirada y duda un poco si decirle o no, para luego hacerle un gesto de que entre y se siente en la cama. Dylan se acerca a ella, notando que también tiene vendas en los tobillos y rodillas.

—¿Qué te pasó? —pregunta el joven, preocupado.

—No sé cómo decirlo, no sé si lo entiendas. Tampoco quiero que sientas ningún tipo de lástima por mí, porque juro que, si te golpearé fuerte wey.

—Tranquila, no lo haré.

—Desde muy chiquita sufro de una condición un tanto extraña: tengo hiperlaxitud.

—¿Hiperlaxitud? —pregunta Dylan, sin entender aún—. ¿Qué es eso?

—Es una condición que hace que tenga una mayor flexibilidad en las extremidades y dedos—explica la joven, con paciencia—. Es como si mis ligamentos fueran más elásticos de lo normal, y por eso puedo doblar mis dedos, mis manos, mis brazos y mis piernas más de lo que debería.

—¿Y eso es bueno o malo? —pregunta Dylan, con mayor curiosidad.

—Tiene sus ventajas y desventajas, por ejemplo, puedo hacer posturas de yoga que a otras personas les resultan imposibles o puedo escapar de situaciones apretadas. Por otro lado, soy más propensa a sufrir luxaciones, esguinces, dolores articulares y musculares, y a desarrollar artrosis con el tiempo.

—Entiendo —dice Dylan.

—¿Y cómo es que nadie se había dado cuenta?

—Dylan, si yo no te hubiera dicho hace bastante tiempo que era zurda, no te hubieses dado cuenta —responde, dándole un leve golpecito en la frente—. De hecho, nadie se ha dado cuenta que soy zurda.

—¿Cómo es posible que padezcas eso y seas tan fuerte y tan habilidosa? No imaginaba que tuvieras algo así.

—Aprendes a vivir con ese dolor, y con esa condición. Pero el estrés que se acumula en mi cuerpo tras cada entrenamiento, combate o misión es... enorme.

—May. ¿Ella sabe de esto? 

—Si, de hecho lo sabe desde que somos muy niñas, pero sabe también que siempre me he tenido que cuidar sola y por ende aprendió a no preocuparse mucho y sentir lástima por mi condición, detesto eso.

—Puedo... ¿Me dejas ayudarte? —pregunta el chico, acercando sus manos a las vendas de su muñeca.

—Vale, está bien.

Dylan sonríe y comienza a vendarle la muñeca, ejerciendo la presión adecuada según cómo ella le va indicando. Entonces, el joven aprovecha el momento para contarle cómo estuvo la misión con todos los detalles. Micneya se nota algo sorprendida y tras escuchar lo del coronel Smith siente un poco de inquietud, según lo que escucha, siente que aquel hombre no es de fiar y que en efecto si está escondiendo algo.
Tras ello, Dylan también le cuenta sobre los dispositivos y cables de internet que trajeron y que planean hacer todo lo posible por establecer conexión lo más pronto posible.

—Es una genial idea, dejaríamos de tener esa sensación de estar aislados y aumentaríamos nuestras posibilidades de supervivencia.

—Sí, bueno, la idea fue mía —acota Dylan sonriendo con cierto orgullo.

—Por primera vez te hace caso el Deiler jajaja, ya no se puso tan menso.

—Por cierto Mic, Deiler dice que después de lograr establecer conexión a internet, nos va a enviar a otra misión, y sé que en el fondo quieres conocer a ese coronel.

—Oh, me conoces bien —dice Micneya aguantando la risilla nerviosa.

—Si te conozco bien, y esa risita sólo confirma que tengo razón.

—Claro que sí, tienes razón. Hay que ver qué tan rudo es ese ancianito —responde, burlona.

Ambos ríen a carcajadas.

El compartir momentos así, les transmite una paz sin igual, pueden relajarse hablando de cualquier tontería que se les ocurra en el momento.
Normalmente Micneya suele ser un poco más calmada que Dylan al momento de expresarse, pero cuándo están juntos los tres, inclusive Mayreth que es un tanto más introvertida y serena que ambos, suele ser más elocuente, lo que causa que, en diferentes ocasiones, ella sea quién haga las bromas más divertidas.

Los días transcurren sin novedad alguna en Los Santos.
Dos días después llega la noche navideña, los más pequeños del pueblo se divierten, y con lo mucho o poco que hay dentro de las barricadas, todos comparten un momento de armonía, agradeciendo por estar vivos y seguir luchando día tras día por que las cosas mejoren. Esto no hace más que fortalecer los lazos de unión y familiaridad que ya existe en Los Santos: un montón de personas con diferentes nacionalidades y culturas, compartiendo y conviviendo juntos con el fin de superar la adversidad apocalíptica en la que viven.

Así mismo, el esfuerzo por establecer conexión a internet no cesa, al contrario, tras la noche de navidad, todos los involucrados en el proyecto están más motivados. El trabajo inicia desde la antena parabólica que está cerca del pueblo y a partir de allí, toca ingeniarse cómo lograr que el
proyecto funcione.

Lunes, 29 de diciembre.
11:50 hrs


Gabriel ha estado desde la noche anterior sin dormir, trabajando junto con Dylan, Karla y un soldado que, anteriormente trabajaba para una empresa de Panamá en el área de sistemas. Tanto Dylan como Gabriel tienen conocimientos en esa área por lo cual sirvieron de gran ayuda para aquel soldado.
Karla se mantuvo supervisando la situación.

—Señores, señores.... —exclama el soldado, tratando de contener la emoción.

—¡Funcionó! —grita Dylan al ver que el icono de conexión se ha mostrado en la pantalla—. ¡Tenemos internet!

—¡Ya era hora! —exclama Gabriel, levantándose de la silla—. ¡Esto es fantástico!

—Gracias al cielo —dice Karla en voz baja, sintiendo cómo caen lágrimas por sus mejillas.


—¿¡Qué!? ¿Es en serio? —exclama Deiler, escuchando la información de Karla a través del radio—. Voy para allá.

—¿Qué sucede, amor? —pregunta Daniela, curiosa.

—¡Que Dylan y Gabriel están locos! —exclama con emoción—. Su loca idea funcionó, tenemos internet, Dani, tenemos internet. Definitivamente, están locos.

—¡Es una noticia maravillosa! —exclama Daniela, con alegría.

Ambos empiezan a correr de vuelta a la base, no están muy lejos de allí.

Poco a poco, la noticia se esparce rápidamente por todo el pueblo y las barricadas.
La resistencia ha logrado dar un paso fundamental e importante para todos. Muchas personas que de cierto modo están resignadas, sienten una gran felicidad al escuchar aquella noticia.
La caída del internet a principios del 2023 se vino acompañada de un caos masivo, siendo éste el declive de la sociedad, llevando la humanidad a un punto de aislamiento sin precedente alguno. Ningún tipo de pandemia en el pasado afectó tanto al ser humano, como el virus zombi que inició en el 2022. De hecho, ni siquiera la pandemia ocurrida en 2020 por COVID se compara. Y eso que la humanidad se vio obligada a resguardarse en sus casas tras largas cuarentenas con el fin de evitar que la enfermedad se propague mucho más.

En una ocasión, Saray les comentó sobre cómo ella vivió la experiencia caótica de la caída del internet, y también cómo esto afectó en muchos lugares. Haciendo énfasis en cómo un gran porcentaje de las personas enloqueció.
La tasa de mortandad aumentó muchísimo más debido a la cantidad de personas que, ya sea por miedo, desesperación, falta de fe, soledad, e incluso, por no querer aceptar el vivir otra cuarentena nuevamente.

Recuperar la conexión a internet significa entonces recuperar parte de la humanidad.

Horas más tarde, Deiler, reunido con los líderes de cada escuadrón y algunos otros, sintoniza todas las señales de radio tanto en los walkie-talkies como en los radios convencionales del pueblo, con el fin de confirmar la noticia que ya circula en Los Santos, informándoles también que hará lo posible por lograr que la señal sea para todos allí.

Finalmente, tras cortar la transmisión, el pelinegro enciende una cámara grabadora y la coloca en un lado de la sala, Gabriel indica que ya puede comenzar a hablar.

—Un saludo a todos, soy el comandante de la resistencia de un pequeño gran grupo de personas asentadas en un pueblo, somos sobrevivientes en medio de este apocalipsis zombi y ahora estamos recuperando la conexión a internet. Buscamos comunicarnos con otras personas que estén en diferentes partes del mundo.

El pelinegro hace una leve pausa, respira profundo y luego continúa hablando.

—Sé que es muy probable que ya no tengan esperanzas, pero no las pierdan. Sigan peleando, traten de conseguir aliados por muy difícil que parezca y enfrenten a este enemigo en común que tenemos. Nosotros estamos luchando también, y estamos dispuestos a prestar ayuda a quiénes nos necesiten. Mi nombre es Deiler, y envío este mensaje a quiénes o quién quiera escucharnos. Estamos aquí, y estamos esperando.

Gabriel finaliza la transmisión y el pelinegro sonríe.

Todos aplauden, a pesar de muchas riñas ocurridas últimamente entre algunos líderes de escuadrón con respecto a lo que sucedió la última vez, los mismos que se quejaron y quisieron que se tomara acciones contra Dylan, en este momento expresan cierto agradecimiento por este paso que han dado en colectivo gracias a su idea.

Ahora la resistencia va a cambiar sus métodos para preparar las misiones. Con esto, esperan ya no lanzarse a la deriva para explorar, sino en cambio, esperan ir a lugares más específicos y reducir así la mayor cantidad de bajas posibles durante las misiones.  

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