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CAP 9 - Finalmente Juntos.

Domingo, 24 de julio.
15:32 hrs

—¡De acuerdo! —responde Jesua, y corre con los muchachos hacia el sótano.

Los tres jóvenes bajan hasta el sótano y ahí observan más cuerpos desmembrados, caminan hasta el fondo y se topan con la única puerta que se encuentra en el fondo. Dylan respira profundo y toca la puerta dos veces.

—Mic, Mic estamos aquí.

¿Dylan? —habla Micneya al otro lado de la puerta. Luego abre y al ver a su amigo lo abraza con mucha fuerza—. Gracias al cielo estás bien. En serio vinieron, gracias. Y a ustedes, muchas gracias también por venir, ya estaba angustiada.

—Nosotros estamos agradecidos contigo —habla Jesua—, si no fuese por ti, no hubiéramos sabido a dónde ir. Ahora, tenemos que irnos de este lugar.

Se escuchan varios disparos provenientes desde el piso superior, por lo que inmediatamente los jóvenes salen del sótano. Al salir de allí, observan que en la planta baja no hay nadie, tampoco se escuchan más disparos. Deiler empieza a bajar las escaleras hacia el primer piso y entonces observa a los jóvenes.

—¡Qué bien! Encontraron a Micneya —exclama el muchacho desde el segundo piso, sonriendo, aunque está algo agotado.

—¡Sí! —responde Dylan—. Vámonos de aquí antes de que...

El grito de un contagiado alerta a los jóvenes. Quienes detienen el paso, luego otro, y otro, y otro grito. Deiler inmediatamente sigue bajando más rápido. El grupo de jóvenes se dirige entonces hacia las escaleras para subir al primer piso cuándo de repente, observan a un contagiado frente a ellos. Deiler dispara y lo asesina finalmente llega al primer piso y los muchachos también suben la escalera.

—¡Señores, que bueno que los veo! —exclama Anderson agitado, entrando nuevamente al centro comercial desde la entrada principal— ¡Es mejor correr e irnos de aquí!

Debido a los disparos, muchos contagiados ingresan al centro comercial persiguiendo a Anderson, y de los pisos superiores también empiezan a bajar muchos de ellos. Los jóvenes retroceden. Alrededor de todo el primer piso, se van mostrando más contagiados, uno de ellos se lanza desde arriba y Deiler le dispara.

—Ya viene la fiesta —dice Jesua.

—Yo... no creo que eso sea una fiesta —dice Gabriel.

—¡Escuchen! Vamos a reagruparnos en el centro, así tendremos más rango de visión —exclama Deiler, sugiriendo una formación en círculo.

—¿No es muy arriesgado? No tenemos suficientes balas —menciona Anderson.

—Son demasiados, no nos dejarán salir —acota Micneya.

—Nuestra mejor opción es tomar una formación en círculo y combatir, no se dejen atrapar, sería mejor que vayan preparándose, señores—sugiere Deiler, señalando al contagiado que está al frente. Para luego disparar y matarlo.

—Siempre estoy preparado —responde Jesua.

—¿Dónde estará Moisés con la distracción? —pregunta Gabriel.

De todas las direcciones se asoman contagiados, rodeándolos. Las escaleras y pasillos superiores están repletas de criaturas que gritan y gruñen, siendo al menos unos cincuenta contagiados observando al grupo de jóvenes que inmediatamente hacen una formación en círculo. Anderson, en tono de burla también grita sacando la lengua, como queriendo intimidarlos. El primer contagiado se mueve hacia ellos, seguidos de muchos más que corren hacia ellos.

—Y bien, ¿cuál es el plan? —pregunta Jesua.

—¡Luchar por nuestras vidas! —exclama Dylan

—Bien dicho Dylan ¡Luchemos por nuestras vidas! —exclama Deiler.

Micneya ríe ante el comentario, pero de una forma diferente, muy sádica. Estar acompañada de personas que también están dispuestas a matar contagiados le hace tener mucha confianza y a su mente vuelven sus ansias y deseo de sobrevivir a un apocalipsis zombi. Así entonces, empiezan a luchar contra las criaturas. Disparos por parte de Deiler, Jesua y Anderson, quiénes con su experiencia y destreza, asesinan a unos cuántos de ellos. Los otros tres, cubren la retaguardia, golpeando con los bates a los que se acercan por detrás. Dylan, dejándose llevar por la adrenalina y por fin descargando la impotencia que siente, les grita que va a matarlos a todos, golpeando sin piedad en el rostro de cualquiera que se acerque a él. Sin embargo, son demasiados, y mientras más tiempo duren allí, menos esperanza de vida les queda.

Sucede entonces que el grupo se queda sin municiones, Deiler desenvaina un cuchillo y se prepara para luchar cuerpo a cuerpo. Inicia entonces un combate por la supervivencia, rodeados, no les queda de otra más que golpear y forcejear contra aquellos que los atacan.

—¡Son muchísimos! —exclama Gabriel.

Desde afuera, se puede escuchar entonces el solo de una guitarra. A través de una corneta amplificada a todo volumen, se reproduce la canción "Shoot to Thrill" de AC/DC. El ruido llama la atención de los contagiados, que empiezan a moverse en dirección hacia donde proviene el sonido, ignorando casi en su totalidad a los jóvenes, quienes luchan aún contra los que los atacan. Desde las escaleras que conectan con la salida hacia el aparcadero, suben Elinyer y Liz, disparando y matando a otros más allí.

—¡Justo a tiempo! —exclama Dylan.

—Si funcionó —comenta Elinyer acercándose a ellos—, el plan de Dylan si funcionó.

—Vámonos, tenemos que apresurarnos. Moisés va a distraerlos un poco más, alejándolos de estas calles —dice Liz.

—¿A dónde iremos? —pregunta Micneya.

—Lejos de esta ciudad, Gabriel se ha logrado comunicar con un grupo de personas que han decidido emigrar hacia el norte, por lo que también iremos allá —responde Deiler.

Todos se retiran del lugar corriendo hacia el aparcadero. En una combi Volkswagen de color blanca espera Daniela, quién al verlos bajar, abre la puerta lateral del vehículo y todos ingresan. Allí dentro, pueden ver que durante su misión hicieron un excelente trabajo recogiendo armas del suelo, aparte, de que también hay allí algunas bolsas con comida.

—Bueno, no está mal —comenta Deiler detallando todo—. ¿Nos vamos entonces?

—¿Puedo conducir? —pregunta Dylan, emocionado.

—No, ni loco te dejaría a ti conducir —responde Deiler.

—Es el fin del mundo, y mis clases de conducción las terminé a tiempo así que... ¡Por favooor!

—Está bien, pero si chocas o algo, no conduces más —dice Daniela.

—¡Palabra! —exclama el muchacho con euforia.

Deiler voltea a verla con cara de incrédulo, su amada le da el permiso al muchacho de que conduzca, realmente no puede creer que, literalmente, Daniela deje en manos de Dylan esa responsabilidad. Por su parte, Dylan truena los dedos, empieza a buscar por todos lados, y observa que la llave aún está en su lugar, por lo que simplemente gira y enciende. Retrocede, luego acelera, y conduce con total calma el vehículo, saliendo finalmente del lugar.

—¿Realmente terminaste tus clases de conducir? —pregunta Deiler —, me sorprendes.

—Sí, tengo mi licencia y todo, sólo que... bueno...

—Por cierto, ¿dónde está May? —pregunta Micneya, observando a todos.

—¡Cierto! —exclama Gabriel—, May dijo que iban a alejar a esas cosas lo más lejos del centro comercial, y que Moisés, buscaría una moto para encontrarnos lo más alejado posible de aquí, en la Avenida Hidalgo.

—¿Y cómo llego allá? —pregunta Dylan, observando a su amiga.

—Es aquí en Tultitlan, yo sé cómo llegar allá —responde Micneya.

Dylan sigue las indicaciones de Micneya, y llegan justo al punto donde May le había dicho a Gabriel. Ahí empiezan a esperar, y esperar... y esperar. Dylan empieza a desesperarse, especialmente porque tampoco hay muchos sobrevivientes en la zona.  Pregunta la hora, son las 18: 20. En un acto de desespero, Dylan entra a la combi, toma un arma y sale con ella, Anderson observa esa acción y lo sujeta del hombro.

—¿Dónde demonios vas? —pregunta.

—Iré a buscarlos, ya ha pasado mucho tiempo y no quiero perder a nadie más —responde, soltándose del agarre y caminando.

A lo lejos se puede escuchar una moto acercándose muy rápido, a lo que los jóvenes voltean y alzan la mirada, Moisés se acercaba a gran velocidad hacia ellos, Dylan sonríe aliviado y espera a que lleguen. Moisés detiene la moto justo donde estaban ellos, y Mayreth baja de ella, abrazando a Micneya y luego a Dylan.

—¿Qué tal están todos? —pregunta el chico en la moto.

—Bien... ya me tenían preocupado —responde Dylan.

—¿Ahora dónde iremos? —pregunta May, observando a Deiler quién observa todo en silencio.

—Saldremos de aquí, la verdad no conozco este país y no sé dónde ir... pero lo primordial sería salir de esta ciudad. Gabriel dice que logró comunicarse con gente que se dirige hacia el norte, así que lo más prudente por ahora es ir también.

—Vale, yo los llevo —sonríe Dylan, subiendo a la combi y sentándose en el lado del conductor. Todos suben en ella, excepto moisés que en ningún momento bajó de la moto.

—¿No vendrás? —pregunta Mayreth.

—Iré con ustedes, si... ¡Pero hace tiempo que no conduzco una Suzuki! Así que, los acompaño.

Dylan ríe y enciende la combi. Sin embargo, esto no le causa mucha gracia a Deiler, quién observa seriamente a Moisés sin decir nada. Siguen el camino hacia el norte, tomando las calles principales y evitando lo más que pueden meterse por avenidas o calles angostas y rodeadas por edificaciones. Finalmente salen de aquella localidad y se dirigen a la autopista.

—¡Esperen, esperen! Falta algo de música —menciona Gabriel.

—¡Si, cierto! —responde Dylan, frenando el vehículo. Saca su teléfono del bolsillo, y entonces lo conecta al reproductor de la combi. Busca y busca una canción, para luego reproducirla y sonreír— Siempre quise viajar con esta canción, ¡vámonos de aquí!

Inmediatamente acelera y se adentra en la autopista, siguiendo a muchos autos que van hacia el norte. El ritmo alegre de la canción "Life is a Highway" de Rascal Flatts hace que los muchachos observen por la ventana aquella tarde, y la ciudad que dejan atrás. Esa canción contrasta perfectamente con el caos que se está viviendo en esos momentos en aquel lugar y en el mundo entero. Sin embargo, lo mejor que pueden hacer es relajarse un momento.




Domingo, 24 de julio.
18:32 hrs

Durante todo el viaje no ocurre ninguna novedad, salvo de una que otra criatura corriendo de un lado a otro, siendo atropellados por los vehículos que transitan la vía. A parte de que Moisés se adelantó a ellos varios kilómetros atrás con el fin de mantenerse enterado de todo, y en caso de alguna novedad, retroceder e informar al equipo. La noche finalmente empieza a caer, han viajado ya varios kilómetros. No obstante, una larga fila de autos se hace presente, por lo que toca esperar y esperar...

—Al parecer esto durará mucho rato —dice Anderson, observando por la ventana la cantidad de autos delante de ellos.

—Lo que faltaba, no es momento de que el tráfico tenga problemas —comenta Liz, con cara de pocos amigos.

—Mantengan la calma —dice Jesua—, capaz simplemente sea algo momentáneo...

—Lo dudo —le interrumpe Mayreth—, llevamos casi diez minutos aquí. Dudo mucho que sea algo momentáneo, capaz ocurrió algo más adelante.

—¿Habrán atacado los contagiadoss más adelante? —pregunta Gabriel.

            Empieza a hacer más calor, por lo que Anderson abre la puerta lateral, y observa un auto justo al lado de ellos, donde va una familia también. Al verlos, Anderson saluda con la mano y la gente dentro de aquel auto también los saluda.

—Caramba, cuánto tiempo más vamos a esperar, ya quiero irme de aquí, necesito un baño —comenta Liz, estirando las piernas.

—Allá viene Moisés —menciona Daniela, quién saca la mano por la ventana y empieza a hacerle señas.

El joven va de regreso por la misma vía y se frena al lado de la combi. Su rostro muestra algo de estrés y cansancio.

—¿Sucede algo? —pregunta Deiler, quién conduce en esos momentos el vehículo—. ¿Por qué es la fila de autos?

—No lo sé, tiene ya algo de rato por lo que pude preguntar. Nadie ha dado respuesta alguna, intenté avanzar para ver si podíamos tomar otra vía, pero nada, simplemente hay muchos autos. Supongo que la fila durará un buen rato y continuaremos viajando a altas horas de la noche.

—Me preocupa eso —interrumpe Jesua—, al haber tantos autos detenidos, somos blanco fácil para un ataque a gran escala de los contagiados. A parte, no sabemos quién delante o detrás de nosotros sea un posible contagiado.

—Es cierto —prosigue Micneya—, en estos momentos debemos considerar que cualquiera a nuestro alrededor es un falso positivo contagiado, a parte, estamos en un lugar amplio donde desde cualquier punto podríamos ser atacados. Hay que pensar bien qué hacer ahora.

—Cada minuto que pasa somos más propensos a ser los siguientes en morir —comenta Deiler.

—Concuerdo contigo —prosigue Moisés—, no sé qué demonios sucede más adelante, pero no es bueno estar detenidos aquí durante mucho tiempo.

Dylan los observa a todos sin decir nada, posteriormente cierra los ojos. Continúan hablando sobre lo que posiblemente esté sucediendo más adelante, es entonces cuándo Dylan inconscientemente se percata de algo: hay mucho ruido causado por los cláxones de los autos. En su mente, inmediatamente regresa la escena de las tantas veces que el ruido atrajo a los contagiados, por lo que abre los ojos y bruscamente se levanta de la butaca, golpeándose la cabeza con el techo de la combi.

—¡Ay! —exclama, sobándose—. Estamos peligrando aquí ¿No se han dado cuenta aún? ¡Hay mucho ruido afuera! Todas esas personas están haciendo sonar el claxon de sus autos simultáneamente y ese ruido atraerá a los contagiados.

—¡No puede ser, es verdad! —exclama Deiler—. Pasé por alto ese hecho. Moisés, ¿no lograste ubicar una salida, desvío o algo así más adelante?

—No, la única está como a dos kilómetros de acá, y hay muchos autos adelante, dudo mucho que hagan paso a la combi.

—Miren, los autos empiezan a avanzar.

—Me adelantaré para saber que sucede, si siguen así, en dos kilómetros nos vemos en el desvío, saldremos de la autopista —dice Moisés, volteando poco a poco la moto, y volviendo a adelantarse a ellos.

Anderson sube a la combi, y cierra la puerta, poco a poco avanzan en la autopista. Al principio avanzan poco a poco, pero después de media hora o un poco más, finalmente transitan a buen ritmo.




Domingo, 24 de julio.
22:20 hrs


Elinyer enciende la luz de dirección al ver el desvío y a Moisés esperando allí, pocos son los autos que toman esa vía, por lo que le permiten el paso a la combi. Desde ese momento, ingresan nuevamente a una carretera que los lleva directamente hacia un pequeño pueblo, al parecer abandonado. Es tarde, todos están agotados y estresados por el tedioso viaje. Estacionan el vehículo justo en la entrada que dice "Bienvenidos", aunque las letras están deterioradas.

—Esperen, ¿seguro quieren pasar la noche aquí? —pregunta Micneya.

—No es mala opción, todo está apagado, y no hay ningún signo de ataque por acá —responde Moisés desde afuera, observando todo.

—Un rastreo —sugiere Deiler, de la nada—. Anderson, Elinyer, Jesua y yo haremos un rastreo dentro de este pequeño pueblito, Moisés lo hará en todo el perímetro, si ves algo, lo matas y nos vamos. Los demás esperen aquí dentro, Dylan, toma el volante y apaga las luces.

—Si.

Toman las armas, las recargan y se preparan para ingresar al lugar. Por su parte, Moisés da un recorrido alrededor del pueblo y luego recorre un kilómetro más a la redonda. Tras quince minutos, regresa Moisés y pregunta por los demás, minutos después, el grupo regresa con las linternas encendidas. Deiler les grita que todo está despejado y sin novedad. Por lo que Dylan enciende la combi y acelera, ingresando finalmente al lugar.

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