CAP 8 - Rescatando a Micneya.
Domingo, 24 de julio.
13:52 hrs
Micneya ve la hora nuevamente en su teléfono. Para ella, allí encerrada con esas personas y el calor que hace, parece que hubieran pasado muchas horas, no obstante, su rostro muestra desesperación e intenta realizar una llamada, pero esta no logra conectar con el número al cual marca. Resignada, exhala con impotencia y observa a todos allí dentro, en silencio.
—Debemos salir de aquí —dice un hombre maduro.
—¡Si! —exclama una mujer—, capaz si salimos ya no hay nada. Escuchen, no se escucha nada tras la puerta.
—Salgamos afuera —dice el joven al lado de Micneya.
—No, no es prudente que salgan —interrumpe ella—. No sabemos si hacen silencio simplemente para tendernos una trampa y que abramos la puerta para ellos entrar y matarnos. ¡Piensen! Somos sus presas ahora.
—No lo creo niñita —dice el hombre maduro, caminando hacia ella—, órale, hazte a un lado. Ya es hora de que nos vayamos de aquí.
—Le digo que no —responde ella, mirándolo seriamente—. ¿Les cuesta entender que si abren la puerta, moriremos?
—Si no te quitas, pues te quito yo a la fuerza, oiga —se detiene frente a ella, cruzando los brazos.
—No, no dejaré que abra la puerta.
El hombre separa los brazos y alza la mano, a lo que el otro joven se interpone y sonríe amablemente.
—Por favor, perdónela, sólo tiene miedo —dice.
—Yo no tengo miedo —sonríe ella con calma, cerrando los ojos y haciéndose a un lado— Ya que están decididos a morir, los dejaré salir, yo me quedaré aquí.
Sí, realmente tiene miedo pero su orgullo no va a dejarle admitir ese hecho. Por lo que decide ceder y sobrevivir ella sola. El hombre abre la puerta y es el primero en salir, gritándole a la joven Micneya que ella estaba equivocada, y que era una tonta. Tras él, todas las personas excepto ella, salen de allí. Momentos antes de salir, la anciana le agradece su ayuda y sigue al hombre, puesto que ella desea regresar a su casa, con su familia. Finalmente, Micneya cierra la puerta y se sienta en el suelo, observando su teléfono.
De repente, escucha los gritos de todos allí afuera desesperados debido a que son atacados por los contagiados. Gritos desgarradores, gritos pidiendo perdón o pidiendo piedad. De pronto escucha como golpean la puerta repetidas veces, pidiendo que abran la puerta. Ella cierra los ojos y aprieta los dientes, tratando de ignorar los gritos.
—Idiotas, idiotas. Son unos idiotas, se los advertí —dice en voz baja, sintiendo mucha rabia.
Todo queda en silencio, y ella busca realizar alguna llamada, nuevamente. Pero nada, no logra comunicarse con nadie, por lo que retrae las piernas hasta su pecho y abraza sus rodillas. No quiere morir, pero tampoco quiere probar suerte de salir y arriesgarse a ser devorada o contagiada.
Dylan y Deiler logran llegar a la casa dónde están todos refugiados, entonces Daniela abre la puerta y estos entran. Deiler abraza a su amada, quién en un mar de lágrimas le golpea el pecho varias veces, debido al suspenso con el que estuvo casi toda la mañana.
—¿Y Mic? —pregunta May, preocupada y observando a Dylan, esperando lo peor.
—No lo sé, la vimos correr al sótano de un Centro Comercial, pero no hemos sabido nada desde entonces ¿han logrado comunicarse con ella? —pregunta Dylan, angustiado.
—No, Gabriel ha tratado de comunicarse pero nada... Ay dios mío, no quiero que muera —responde ella.
–"¿Bueno?" —se escucha la voz entrecortada de Micneya a través del teléfono de Gabriel.
—¡Micneya! —exclama Dylan, quién le quita el teléfono al joven—. ¡Mic! ¿Dónde estás?
–"E–oy encerrada en el só––– de un ––––– comercial, ¿––no? ¿Me e––chan? ¡Bueno!"
—Sí te escucho, sí te escucho, sé en cuál centro comercial estás, iré a buscarte —dice Dylan sin pensar, cortando la llamada y dirigiéndose a la puerta.
—¡Espera idiota! —exclama Moisés —¿Dónde demonios piensas ir?
—A rescatarla, ¿por qué?, ¿también dirás que está mordida? —responde el joven con cierta molestia.
—No, pienso que está sana y que iré contigo.
—Iremos todos, y todos nos iremos de aquí —interrumpe Deiler, tajante—. Esta ciudad no es segura, así que debemos irnos.
—¿Y cómo haremos eso? ¿Dónde iremos?
—Me he estado comunicando con un grupo de personas que van al norte, así que ¿por qué no ir también? —sugiere Gabriel.
Deiler lo observa fijamente, a lo que se acerca al centro de la sala y los observa a todos.
—¡Atención! Acérquense. Gabriel tiene una excelente idea, por lo que nos iremos al norte tras rescatar a Micneya.
Dylan sonríe emocionado, sabe que Deiler no es de los que abandona a alguien, y mucho menos si ese alguien le ha tendido la mano.
—Bien, esto es lo que tenemos: Micneya está atrapada en un centro comercial rodeada de muchos contagiados, lo único que sabemos de ella es que está sola en el sótano y que sólo tiene su celular con ella —expone Deiler observándolos a todos fijamente.
Todos allí prestan mucha atención a lo que él dice. Especialmente Dylan, quién está ansioso por recuperar a su mejor amiga. Siente la necesidad emocional de tenerla cerca tanto a ella como a Mayreth debido a su reciente pérdida familiar, tratando de mantenerse firme a pesar de todo.
—Somos diez personas en esta sala incluyéndome, necesito a mis hombres. No tenemos armas, tampoco tenemos nada para defendernos, por lo que usaremos todo lo que esté a nuestro favor en esta casa, para armarnos y salir a rescatarla.
—¿Tienes algún plan? —pregunta Anderson.
—Dividirnos en dos grupos: uno de rescate y uno que busque un vehículo para irnos. Necesito a mis compañeros, por lo que Dylan, Mayreth, Gabriel y Moisés irán a buscar el vehículo para largarnos de aquí.
—¡Señores, usemos revistas, libros o cualquier cosa para protegernos brazos y canillas, los enrollaremos con todo el tirro o cinta adhesiva que consigamos! —sugiere Dylan.
—¡Cierto! —prosigue Deiler—. Capaz nos toque forcejear con algunos de ellos, así que procuren protegerse lo más que puedan. ¡Apresurémonos, estamos a contra reloj!
Inmediatamente, todos en la sala se dispersan buscando utensilios, revistas, tirro, palos, tubos, cuchillos y objetos punzantes con el fin de armarse lo suficiente para poder rescatar a la muchacha. Gabriel conecta su teléfono a través del bluetooth con una corneta amplificadora que hay en la sala, y reproduce la canción "Inmortals" de Fall Out Boys.
—¿Por qué la canción? —pregunta Jesua al joven, observándolo incrédulo.
—No lo sé, el ambiente está tenso y... creo que este es el inicio de un equipo que se forma para sobrevivir al apocalipsis —responde.
—Bien. Me gusta —finaliza Jesua, volviendo a lo suyo.
La sugerencia que ha dado Dylan sobre utilizar revistas para cubrirse los antebrazos y las canillas es aprovechada por todos, especialmente porque hay que protegerse y, según palabras de Deiler y Dylan, los contagiados atacan directamente por lo cual, en algún momento hay que forcejear. Evitar ser mordidos en brazos y piernas es lo primordial. De pronto, afuera de la casa se escucha un escándalo, al parecer de las personas buscando irse, escapar de allí con o sin pertenencias.
Dylan baja las escaleras con calma, y se dirige hacia el mueble donde está sentada Mayreth, se acerca a ella y nota que está angustiada y nerviosa. Se agacha, acerca su mano derecha hasta la barbilla de la chica y levemente le alza la cara.
—No dejaré que muera, ¿Okay? Todos aquí hemos sacrificado algo, y yo especialmente no me siento bien porque aún no asimilo haber perdido a mi familia, pero vamos a luchar por Mic, y la salvaremos —sonríe amablemente.
—¿Crees que podamos? —pregunta ella, mirándolo a los ojos.
—Tenemos a Deiler, siempre sabe qué hacer así que sólo sigamos el plan.
—¡Atención a todos! —exclama Deiler— ya conocen el plan, de todas maneras hay que repasarlo.
Todos atentos escuchan y repasan nuevamente el plan de Deiler dos veces, entonces Dylan interrumpe, de repente se le ha ocurrido algo, un último paso para poder llevar bien el plan que ya Deiler había iniciado.
—¡Esperen, esperen! Los contagiados, hay que distraerlos—interrumpe Dylan—. ¿Qué tal si buscamos la manera de hacer un ruido tan fuerte que llame la atención de esas cosas?
—¿Y eso a qué viene? —pregunta Anderson.
—Buscar una forma de llamar su atención para que al entrar al centro comercial, no hayan tantos de ellos y sea más fácil que ingresemos allí —responde Dylan.
—¿Hablas de hacer mucho ruido? Creo que tengo algo en mente —prosigue Moisés, observando la corneta amplificadora en la sala—. Viéndolo bien, no suena tan loco.
—¿Qué tienes en mente? —pregunta Dylan.
—Usar esa corneta —responde moisés.
—No lo había pensado. Bien, tengo una idea. Una loca idea. ¿Me permites Deiler?
—Adelante —responde el pelinegro.
—Te escuchamos —dice Jesua.
—Dividirnos en tres grupos: uno de rescate, uno de distracción y el último que busque el vehículo. Necesitamos una distracción, no sabremos cuántos zombis habrá allí afuera, por lo que necesitamos alejarlos lo más posible de la entrada. De rescate podríamos ser tú, Deiler, Jesua, Elinyer y yo. Gabriel y Moisés que distraigan y por último, May, Liz y Daniela que busquen el transporte.
—Okay, todo suena perfecto, pero necesito alguien que conozca la zona, gracias a tu plan tengo en mente robar un carro y colocar la música ahí. May conoce esta ciudad, así que puede venir conmigo —sugiere Moisés.
—¡Perfecto! Buena idea, Moisés y May irán juntos entonces...
—No dejaré a Daniela y a Liz solas —interrumpe Deiler—, que Elinyer se quede con ellas buscando el vehículo.
—Por mi está bien —responde Elinyer.
—¡Perfecto! —dicen las dos mujeres al unísono.
—Eso nos deja a nosotros cinco para entrar al centro comercial y rescatar a Mic —continúa Dylan, observando a Deiler, Jesua, Gabriel y Anderson.
—Cuenta conmigo, bro —dice Gabriel, sonriendo.
—Bien, entendido esto, ¡manos a la obra! —exclama Deiler.
—¡¡¡SÍ!!! —exclaman todos.
Deiler respira profundo, y abre la puerta, por lo que todos salen sin dejar nada de lo necesario para el rescate. Manteniendo un trote rápido, se dirigen lo más rápido que pueden hacia el centro comercial, atentos a cualquier peligro que puedan toparse en el camino.
Domingo, 24 de julio.
14:40 hrs
—Sé que van a venir, pero tengo que encontrar una manera de poder ayudarlos a encontrarme —dice Micneya para sí misma, mientras se levanta del suelo y busca una escoba y algo más para poder usar en caso de defenderse.
Sin embargo, lo que la mantiene alerta es que no se escucha ningún ruido al otro lado de la puerta, por lo que se pone a pensar en qué hacer, mientras rompe el palo de la escoba a la mitad, con el pie.
—Seguramente están esperando afuera, así que debo estar lista para lo que sea. Sólo espero no cometer un error.
Luego de pensarlo por un buen rato, respira profundo, coge la escoba y se acerca a la puerta. Sujeta firmemente el palo de madera con una mano, y con la otra abre lentamente. Observa que en el pasillo no hay nada más que cuerpos sin vida, dos o tres de esos cuerpos desmembrados, los otros están intactos, piensa que tal vez los mataron de otra forma. Lanza la escoba con fuerza hacia el otro lado del pasillo. Esta impacta contra el suelo, haciendo ruido. Espera unos segundos, no hay señal alguna de algún contagiado cerca.
Finalmente decide abrir un poco más la puerta, cuando de repente del suelo se levantan tres contagiados rápidamente y corren hacia ella. Sorprendida y en un acto de desespero, Micneya retrocede y cierra la puerta, inmediatamente pasa el seguro de la perilla y se sienta en el suelo, pegando la espalda contra la misma. Escucha el golpeteo que ellos dan en la puerta, y los gritos y chillidos que emiten.
—No puede ser, no puede ser, no puede ser...
Guiados por Mayreth, toman una vía alterna y, relativamente más corta que la principal. En ese camino enfrentan a varios contagiados. Cruzan varias calles en las cuales se está librando el conflicto entre sobrevivientes y contagiados, enfrentándose ellos también a los mismos. Finalmente, cruzan un callejón y se percatan de que más adelante todo está en silencio. Se frenan en la avenida, observando el resultado del caos ocurrido y que todo allí está en relativa calma. Cruzando la calle, está la entrada que da con el estacionamiento del centro comercial. Dylan respira profundo y da un paso al frente.
—Bien, prepárense. A partir de ahora hay que correr —dice Dylan.
—Es momento de dividirnos —habla Deiler, observándolos a todos—. Es una carrera contra el tiempo, así que ya saben que hacer. ¡Vamos!
El grupo se divide según los grupos, corriendo en direcciones diferentes. Inmediatamente, Dylan es el que más acelera el paso, corriendo por medio del estacionamiento. Una criatura salta hacia él, y el muchacho al notarlo, se agacha y evita ser atrapado, Deiler dispara al contagiado y el equipo sigue corriendo. Debido al caos ocurrido durante la mañana, hay algunas armas policiales en el suelo, mismas que Anderson, y Jesua agarran y aprovechan para ayudar a Deiler a dispararle a varios contagiados que se acercan a ellos. Toman las escaleras que llevan hacia el interior del lugar, y suben. Allí dentro, la situación es la misma que afuera, todo está en silencio.
—Qué extraño —dice Jesua—, desde que cruzamos el callejón, no hemos escuchado nada más que silencio en esta zona. Los disparos y el escándalo están allá atrás. ¿No les parece extraño?
—Quizá están buscando a quiénes más comerse —comenta Gabriel.
—Deiler...
—Ya sé, Dylan. Sigamos, no hagan ningún ruido —exclama Deiler.
Todos empiezan a bajar las escaleras en silencio, sintiéndose observados a pesar de que el lugar está vacío. Luego de bajar el último escalón, Dylan indica el lugar hacia dónde vio correr a su compañera en la mañana, inmediatamente todos caminan lo más rápido posible en esa dirección, tratando de no hacer ruido. Ven muchos cuerpos desmembrados en el suelo, otros mordidos o degollados. De pronto, el celular de Gabriel empieza a sonar.
—¿Qué? —voltea Deiler.
—¡No puede ser! —exclama Gabriel.
—¡Apágalo, apágalo! —dice Jesua.
—¡No, dámelo para contestar! Puede ser Mic —refuta Dylan.
Gabriel le extiende el teléfono a Dylan, quién contesta la llamada. Al saberse que es Micneya, de inmediato le dice que está cerca del sótano. Cuándo va a empezar a correr, escuchan los gruñidos de los contagiados provenientes desde esa dirección. El grupo de jóvenes se prepara, y es cuándo ellos hacen acto de presencia, corriendo hacia los muchachos. Jesua da un paso al frente, y dispara con precisión, asesinándolos. No obstante, se escuchan más y más de ellos, provenir desde los pisos superiores.
—¡Mierda! —exclama Gabriel —Nos están rodeando.
—Ustedes vayan y busquen a Micneya con Jesua, Anderson y yo los distraeremos —ordena Deiler, para luego irse corriendo junto con Anderson hacia las escaleras que llevan al primer piso.
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