CAP 7 - La Propagación.
► 23 Horas antes.
Sábado, 23 de julio.
11:30 hrs
—N-necesito ayuda. ¡Me siento... mal! —empieza a golpear cada vez más lento, mientras va cayendo al suelo.
—¿Qué demonios?
—¿Qué le pasa?
Finalmente, el hombre cae al suelo y empieza a convulsionar. Una mujer de cabello rojizo se acerca para auxiliarlo, asegurando saber de primeros auxilios. Al tocarlo, inmediatamente ella se percata de que aquel hombre tiene fiebre muy alta, y que necesita atención de inmediato.
Debido al bullicio causado por las personas en la sala, un grupo de enfermeros entran por la puerta de emergencia y se acercan al paciente en cuestión. Lo suben a una camilla y lo sacan de allí, mientras que otro de ellos se queda en la sala pidiendo a todos que se calmen, que todo está bajo control.
Deiler observa fijamente al paciente en la camilla, y nota como las venas en las manos de aquel hombre se marcan de forma exagerada, llegando hasta más arriba del antebrazo, a parte se notaban algo más oscuras de lo usual.
—Ese sujeto no está bien —comenta Deiler a sus compañeros, hablando con un tono de voz muy bajo, casi susurrando—. Maldición, ese tipo puede estar contagiado.
—¿Contagiado? —susurra Liz, sin poder creer lo que dice Deiler—. ¡Deiler! ¿Cómo puedes decir eso? ¡Estamos en un Centro de Control, si estuviese contagiado, se hubieran dado cuenta!
—Es cierto Deiler —susurra Jesua, uniéndose a la conversación—, es muy poco probable que, con todas las pruebas que nos hicieron, no se percataran de algún contagiado. A parte, si tuviera una mordida, no hubiera entrado a este lugar.
—Si ustedes dicen. Yo sólo sé que tengo un mal presentimiento —finaliza Deiler.
Llevan a aquel paciente a una habitación diferente, allí una enfermera empieza a revisarlo, al darse cuenta que tiene mucha fiebre y que está pálido pero aún sigue consciente, le indica que va a darle acetaminofén. El hombre la observa fijamente, atento a cada uno de sus movimientos y cuándo ella se acerca con el medicamento, el abre la boca y deja que ella le haga los cuidados necesarios. Se queja mucho, siente dolor en todo el cuerpo. Ante los síntomas que el paciente presenta, la mujer decide quitarle la bata de hospital y revisarlo minuciosamente junto con su compañera, buscando alguna herida o mordida, pero no encuentran nada.
Luego de revisarlo, acomodan al paciente en la camilla y lo dejan descansar, esperando que el medicamento haga efecto.
Pasan las horas y la fiebre no disminuye, sigue en 40 °C.
A las 17:30 horas, la enfermera se percata de que el paciente comienza a convulsionar, le toma la temperatura y de inmediato le comunica a su compañera que el paciente está muy grave, ya que tiene la fiebre en 44 °C. Su compañera sale corriendo de la sala y llama de emergencia a un doctor para que ayude al paciente, están confundidas, preocupadas y sorprendidas, ya que normalmente la muerte de una persona normal ocurre entre los 42 y 44 grados de temperatura, debido a los daños cerebrales que se producen, aparte de que las proteínas dejan de tener su forma normal y pierden su función, lo que provoca la muerte, sin embargo, aquel hombre sigue con vida.
—Esto es extraño, jamás hemos registrado una fiebre tan alta, este paciente se está cocinando en vida. ¡Tenemos que hacer algo para salvarlo! —exclama el Doctor, colocando la mano en la frente de aquel hombre.
Repentinamente, aquel sujeto lo toma del brazo con mucha fuerza y lo jala hacia él, haciendo que el cuello del doctor quede a una distancia cercana a la boca del paciente quién muerde directamente, con tanta fuerza que procede a arrancarle la piel al pobre hombre. Las enfermeras gritan espantadas ante aquella escena y salen corriendo de la habitación.
El doctor cae al suelo, desangrándose y aquel hombre se levanta de la cama, y coloca su pie en la cabeza del doctor, haciendo presión sobre su cráneo. Luego sigue caminando, tambaleándose de un lado a otro, al ver a las enfermeras hablar con varios doctores en el pasillo, este procede a correr hacia ellas y atacar a tres de ellos, mordiéndolos con mucha fiereza. Posteriormente, de la habitación sale el doctor, tambaleándose de la misma forma en la que el hombre se tambaleaba hace unos momentos, para luego correr en dirección contraria y atacar a otros colegas suyos de manera salvaje.
Para las 20:06 horas, todos dentro del Centro de Control están contagiado del virus, curiosamente, algunos de los que pacientes mordidos no se contagian, esto hace que entre uno o varios ataquen al mismo para comérselo. El centro de salud se ha convertido en un lugar de muerte, los oficiales ingresan al lugar y aunque logran asesinar a varios contagiados, muchos de ellos mueren en el acto, dejando la puerta abierta para que los contagiados salgan del lugar y ataquen.
Durante la noche, logran ser medio contenidos por las fuerzas policiales, pero la velocidad de contagio es más rápido que la velocidad con la que tratan de contenerlos. Aquel conflicto dura toda la noche. Durante la madrugada las fuerzas policiales cierran el paso hacia esa parte de la ciudad, debido a lo sucedido, por lo que la multitud empieza a preocuparse qué es lo que está sucediendo.
► Momento Actual.
Domingo, 24 de julio.
10:42 hrs
Dylan y Deiler siguen corriendo calle abajo, y se desvían por la transversal para tomar un atajo directo hacia el estacionamiento Centro Comercial, es la primera vez que van hacia ese lugar, por lo que estaban a su suerte. Cuándo consiguen el estacionamiento, entran por allí, donde observan también a unas cuantas personas ingresar a sus vehículos e irse desesperadamente.
—Deiler debemos apresurarnos, tenemos que rescatar a Micneya.
—¡Espera, antes tenemos que trazarnos un plan, tonto! —exclama Deiler, sujetando a dylan por el hombro—. Sígueme.
Ambos se dirigen hacia la parte trasera de una Grand Cherokee, y Deiler le explica los pasos a seguir. Dylan observa detenidamente a Deiler, mientras escucha todo lo que dice. A pesar de haber mucha gente corriendo alrededor de ellos, ambos logran enfocarse el uno en el otro.
—Hay muchas personas dentro ¿entendido?, así que tienes que actuar rápido. Tienes una buena visión, diría que mejor que la mía, así que aprovecha tus reflejos y tu agilidad para correr entre las personas, debemos buscarla. A partir de ahora, nos vamos a separar. Nuestro punto de encuentro será en aquella entrada —señala el pelinegro.
—Vale —responde el joven.
Ambos amigos se separan e ingresan al centro comercial por diferentes entradas. Los tropezones no se hicieron esperar. Buscar a Micneya entre todas esas personas parece ser una tarea difícil porque todas corren en diferentes direcciones, a parte, el centro comercial posee 5 pisos bien amplios, por lo que encontrarla fácilmente ya pasa de ser tarea difícil a casi imposible.
El joven sube las escaleras y se dirige hacia el siguiente piso, observando desesperadamente de un lado a otro por si ve a su compañera. Ya se encontraba en el primer piso, justamente el piso que daba con la entrada por la cual Micneya había ingresado hace algunos momentos. Sigue buscándola, corriendo de un lado a otro, siendo tropezado por muchas personas.
—¡¡MICNEYA, DÓNDE ESTÁS!! —exclama el muchacho ante el desespero.
Ocurre una explosión fuera del centro comercial, justo cerca de las puertas de vidrio, haciendo que estas se rompan debido a la onda expansiva. Muchas personas mueren en el acto, o son heridas de gravedad debido a los vidrios que vuelan por los aires. Sin embargo, eso no es lo peor, una gran horda de contagiados comienza a ingresar en el centro comercial.
—¡No puede ser! ¡Esto no está pasando! —exclama el muchacho corriendo hacia las escaleras. Tropieza con una mujer, y esta cae al suelo, quejándose—. ¡Lo siento, lo siento!
La mujer trata de aguantar el dolor en el tobillo, al parecer lo tiene torcido, encima de ello, Dylan se da cuenta que ella está usando tacones. Inmediatamente le ayuda a ponerse de pie y se dirige con ella hacia las escaleras, empiezan a bajarlas, cuando de repente, el muchacho se percata de que su mejor amiga está ayudando a una anciana a huir hacia la salida. No obstante, varios contagiados se dirigen hacia la multitud de gente que iba alrededor de Micneya.
—¡¡MIC!! Maldición. ¡La van a alcanzar! Debo ir a ayudarla.
—Por favor, no me dejes, tengo miedo —dice la mujer, mientras se aferra a Dylan con los ojos llorosos—. No me dejes, no me dejes.
Dylan respira profundamente, y observa a la mujer, un poco mayor que él. Se pregunta si realmente valdría la pena sacrificarla a ella por rescatar a su mejor amiga, o confiar en que su mejor amiga se salvaría mientras él ayuda a la dama. Inhala profundamente y cierra los ojos, exhala y le mira fijamente a los ojos.
—Vale, te sacaré de aquí... pero antes —el muchacho la suelta y baja un escalón, dándole la espalda—. ¡Súbete rápido!
La mujer como puede sube a la espalda del muchacho y este la sujeta con fuerza de las piernas, mientras baja las escaleras lo más rápido que puede. Posteriormente, se escuchan disparos desde el piso inferior, en la mente de Dylan se pasan miles de situaciones posibles, y luego recuerda que Deiler tiene un arma. Piensa en que quizá sea él quién esté disparando en el piso de abajo, y que posiblemente el lograse rescatar a su amiga.
Dylan se dirige hacia las escaleras que llevan al estacionamiento, observando que pocas personas bajan por allí, a lo que decide dirigirse hacia el punto de encuentro previamente establecido por Deiler, la mujer le indica que su auto está cerca, un Chevrolet Corsa de color rojo. La lleva hasta allá, ella le da las llaves del auto y le pide que por favor lo encienda.
—Espera no, no, no me dejes, no me dejes —exclama la muchacha, desesperada.
—No lo haré, quédese quieta —levanta la mirada y observa a su alrededor. No ve a sus amigos, por lo que observa el auto e inserta la llave. Abre la puerta y luego alza a la muchacha, sentándola justo en el asiento del conductor.
—¿Q-qué harás? —pregunta la chica observándolo.
—¿Crees poder conducir?
—Sí, creo que si ¿Por qué? —responde un poco más calmada.
—Si crees poder hacerlo, necesito que te vayas de aquí, mis amigos no aparecen y tengo el presentimiento de que siguen adentro.
—P-pero ¿Cómo vas a entrar allí? ¿Cómo harán para irse? —pregunta la chica.
—No lo sé, sólo necesito que te vayas. Si tú estás a salvo, ya habré sido un héroe —sonríe tranquilamente, mientras cierra la puerta del auto—. Ahora vete, necesito ayudar a mis amigos.
La chica lo observa fijamente, posando sus ojos azules justo en los ojos oscuros del joven, quién le sonríe y luego es tropezado por varias personas, que lo alejan del auto. La estampida de personas que salía del centro comercial. Ante esto, el muchacho lucha contra corriente y trata de salir de la multitud, dirigiéndose hacia las escaleras que llevan hacia el interior del lugar. Tras llegar a la escalera, sube corriendo, tropezándose con varias personas mientras avanza, e ingresa nuevamente al interior del centro comercial.
Allí dentro todo es un caos.
Muchos cuerpos de personas en el suelo que murieron debido a las pisadas de otros encima de ellos tras caerse, o varias personas que estaban heridas, en un rincón o arrastrándose tratando de salvarse. Al otro lado observa a Deiler que está guiando a varias personas hacia afuera, mientras algunos oficiales disparan a los contagiados, por lo que corre hacia dónde él está.
—¡DEILER! —grita.
El pelinegro voltea tras escucharlo, alza la mano y finalmente, ambos se encuentran de nuevo.
—¿Has visto a Micneya? —pregunta el pelinegro.
—Sí, está en el piso inferior —responde Dylan, exhausto.
—Maldición, puede que estén dirigiéndose al sótano. ¡Vamos!
Dylan sigue a su compañero, no obstante, ambos retroceden y empiezan a correr fuera del centro comercial puesto que una gigantesca horda de contagiados se mueve hacia la salida.
—¡¡CORRAN, CORRAN!! —grita Deiler.
Dylan se desvía, dirigiéndose hacia las escaleras que llevan al siguiente piso, notando que arriba también hay muchos contagiados, por lo que detiene su paso y cambia de dirección hacia las siguientes escaleras: las que llevan al estacionamiento.
—¡Deiler, por acá! —exclama el muchacho, haciendo señas a su compañero.
El pelinegro corre con el directo al estacionamiento, entonces un contagiado salta hacia él, sujetándolo con fuerza y tirándolo al suelo.
—¡¡NOOOO!! —grita Dylan desesperado, mientras se queda viendo a su compañero forcejear.
Todo parece suceder en cámara lenta para él, simplemente observa, mientras su cuerpo tiembla. Deiler forcejea y forcejea tratando de impedir que aquella criatura lo muerda, mientras busca alcanzar con su otro brazo el arma que cayó de sus manos.
—¡Vete! —exclama Deiler —¡Vete yo lo puedo controlar! Ahh... ¡Maldita sea Dylan, vete!
No puede moverse, el muchacho está ahí de pie, observando. Es tropezado por varias personas que lo tumban al suelo y lo hacen reaccionar, ante esto observa entre las personas, a su compañero forcejeando aún con el contagiado, por lo que como puede, se levanta y se dirige hacia él. Los pocos policías disparan las pocas balas que les quedan. Dylan toma el arma y le dispara al contagiado que forcejeaba con Deiler, y luego lo ayuda a levantarse del suelo.
—Te dije que te fueras —menciona Deiler, corriendo con su compañero hacia las escaleras que llevan al sótano—, gracias a Dios no lo hiciste.
—Nadie te iba a ayudar, si yo no reacciono, nadie te ayuda. Iban a dejar que murieras allí.
—¡Concéntrate ahora! —ordena el pelinegro— Debemos encontrar a tu amiga.
Daniela envía varios mensajes al teléfono de Deiler, tratando de comunicarse con él. No recibe respuesta alguna, por lo que su angustia aumenta.
—¿Dónde estarán? —pregunta Jesua caminando de un lado a otro.
—Ya empieza a preocuparme que no se comuniquen —dice May.
—Ellos están bien, están con Deiler, seguro vienen en camino —comenta Liz, tratando de mantener la compostura, sin embargo, al estar en un país que no conocen, las probabilidades son escasas.
—Mayreth ¿Qué fue lo que sucedió exactamente? —pregunta Moisés, observándolo seriamente.
—Como bien saben, fuimos a buscar cosas para traer acá, ya que como van a meternos nuevamente en cuarentena por lo que está sucediendo, sería bueno no salir de casa. Pero, ya en la ciudad el ambiente se sentía raro y entonces...
—¿Entonces? —pregunta Jesua.
—Las personas se salieron de control, estábamos divididos para poder hacer todo más rápido, encontrarnos en un punto y volver juntos. Y cuándo ocurrió eso, sólo logré encontrarme con Deiler, esperamos un momento y entonces le que, si Dylan no había vuelto, seguramente había ido a buscar a Micneya... Por lo que Deiler me ordenó volver, y él los buscaría.
—Gabriel ¿Qué hacías tú en la calle? —pregunta Anderson.
—No tengo internet en mi teléfono, salí con ellos desde temprano para buscar un lugar para conectarme a las redes sociales y cuándo nos separamos, ocurrió todo esto.
Micneya golpea a un contagiado varias veces en el cráneo con un extintor, para luego cerrar la puerta del sótano. Estaba junto con unas 6 personas más, incluyendo a la anciana que ha estado ayudando. El muchacho junto a ella, también asesinó a un contagiado unos momentos antes.
—Eres muy valiente —le dice el joven, sonriéndole amablemente.
—Tú igual, gracias por ayudarme —responde ella, agitada.
—Oye, me agradas, te parece si...
Micneya saca su teléfono del bolsillo, quería saber si tenía cobertura para poder comunicarse con sus compañeros. Ignorando por completo las palabras del joven quién, al ver la acción, se queda en silencio.
Los contagiados golpean y golpean varias veces la puerta, también rasguñan y gritan. Las personas allí dentro tratan de mantener el silencio como pueden. Pasa el rato, finalmente el silencio se hace presente.
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