CAP 38 - Luces de Esperanza.
—Nosotros siempre estamos listos para salir Deiler, tú sólo di cuándo y te aseguro que Mayreth y Micneya tendrán todo preparado para la misión.
—Lo sé, ustedes son un grupo de ansiosos sin remedio. Pero sinceramente, si tengo que organizar todo, y hacer uso de toda la tecnología que pudimos recuperar.
Dylan se percata de que hay varias computadoras desarmadas en la sala, por lo que, junto con Karla, empieza a ensamblarlas. Luego de probar que cuatro computadoras funcionan, Deiler, sabiendo del conocimiento que Dylan posee con las computadoras, le pide que configure una como la principal y que la conecte al que han colgado en la pared central. El joven finaliza su tarea, dejando dos computadoras listas para ser usadas, y la principal que muestra imagen en la ya mencionada pantalla.
—En efecto, no hay conexión a internet. No podremos saber qué es lo que sucede realmente, seguimos sin comunicación con el mundo —comenta Dylan con desaliento.
—Eso no es un problema por ahora —dice Karla—, todos estos años se han mantenido sin comunicación con el resto del mundo y han sabido sobrevivir.
—Mi pregunta es: ¿Para qué entonces armar todo esto? —pregunta Anderson sin entender.
—Porque con estas dos, planeo cargar toda la información de las misiones, y llevar un registro más exacto, puesto que se ha perdido todo el papeleo, con esto se hará más fácil. También quiero que en la pantalla grande se refleje todo tipo de información importante que envíen desde las torres de control o los puestos de las barricadas, quiero que todo funcione más preciso.
—¿Hablas de un servidor interno donde se envíen y reciba información? Deiler, hacer eso sin internet es imposible —expone Dylan—. El no tener conexión a la red, nos limita a muchas cosas, por los momentos, quizás crear un canal con los walkie-talkies es lo más rápido y fácil que podemos hacer.
—¿Sabes hacer eso? —pregunta Jesua.
—No, pero tal vez el viejo "Weedsucker" o Gabriel sepan de algo —responde Dylan.
—Bien, Jesua y Daniela encárguense de eso, Anderson. ¿Ya tienes el lugar donde instalaremos el cuartel? Si es así, hoy inicia la fase dos: el reclutamiento. Tú, Liz y Karla se encargan de eso, reúnanse con cada uno de los líderes de escuadrón recién nombrados, diles que te entreguen la lista de sus soldados, y que inicien la fase de reclutamiento.
—¿Y yo qué hago? —pregunta Dylan.
—Te quedas a ayudarme a preparar todo esto lo más que se pueda, necesito ayuda de un experto en esto, y quién mejor que aquel que es como mi hermano menor.
Dylan sonríe levemente, después de tanto tiempo vuelve a ver a su amigo hablarle con calma y no subestimándolo. Entiende que en parte ha sido por lo impulsivo que suele ser y que eso quizá haya causado molestias y preocupaciones en Deiler. Cabe aclarar que para Dylan, Deiler es quién ha cargado con la mayor responsabilidad de mantener a todos unidos, y es el único que no se ha dejado sucumbir por la presión de las misiones y las pérdidas que ha habido.
Inmediatamente, tras las tareas asignadas por Deiler, todos salen de la sala y sin esperar mucho, ambos ya solos en la sala, Dylan continúa con la preparación y configuración de las computadoras, mientras Deiler ordena la sala a su gusto, logrando dejar todo como una "mesa redonda", o el intento de la misma. Si quería que las cosas cambiaran para mejor en la resistencia, tenía que cambiar todo desde la raíz.
—¿Qué tal? —pregunta Deiler—. Intento que esta sala no sólo sea del control de mando, sino que también sea la sala de reuniones. Cada escuadrón tiene un líder, y cada líder deberá sentarse en una de esas sillas, plantearán sus ideas, darán sugerencias, yo los escucharé y daré mi opinión. Un buen líder debe saber escuchar también.
—Suena bien, antes no solías escucharnos y querías que todo fuera como decías.
—Y aún quiero, porque toda la responsabilidad cae en mí, pero no pretendo cegarme a sólo mandar, cometí muchos errores como Capitán por no escucharlos, aun así, ustedes confiaron en mí. No sucederá otra vez.
—Yo quisiera ser capitán de escuadrón, Micneya no está muy a gusto con eso.
—No te asigno como capitán, porque aún no te veo como capitán. Micneya infunde más respeto que tú, escuché que muchas chicas de las que ustedes salvaron, quieren unirse a la resistencia porque quieren ser como ella.
—Mic es muy fuerte, realmente es más fuerte que cualquiera, pero odia liderar. Creo que tanto Micneya como Mayreth, Gabriel y yo, funcionamos más como un grupo independiente —dice Dylan.
—¡Ay por favor! —exclama Deiler riendo, luego de ello, recuerda la vez que ellos dos sobrevivieron juntos en una ciudad repleta de zombis—. Espera, no es tan descabellada la idea. Ustedes se entienden muy bien.
—¿Nos dejarás como un grupo independiente?
—Sólo voy a considerarlo.
Ambos sonríen.
Deiler recuerda que la idea de la posible cura provino de ellos, por lo que tal vez debería asignarles esa misión. Por primera vez en bastante tiempo, tiene una corazonada, aún no sabe bien el porqué, pero presiente que es algo bueno. Luego de dos horas de trabajo, y de hablar cosas triviales, recordando un poco al pasado, terminan todo allí. Dylan se dirige hacia la puerta para retirarse, el pelinegro le sigue y ambos salen de la base.
—Me alegró mucho volver a conversar contigo tranquilamente.
—Hermano, las cosas cambiarán para mejor, y lograremos salir de esto. Te lo prometo —dice el pelinegro—, tenemos que hacerlo por los seres queridos que dejamos atrás.
—"Pase lo que pase, tienes que sobrevivir", eso fue lo que dijo mi madre antes de... dejarnos. Supongo que todos dejamos algo atrás, y cargamos con el peso de sobrevivir por ellos. Para recordarlos.
—Aún recuerdo la voz de Liam, no pude despedirme de él. No pude decirle nada más que volvería por él, y nunca lo hice. No sé si ha muerto, pero si lo está, espero que no haya sufrido, y si no. Espero que no sea un zombi.
—Sea lo que sea que haya pasado con él, sé que siempre te quiso mucho.
Dylan voltea hacia Deiler estirando la mano derecha, este comprende y responde aquella acción del joven con un apretón de manos, mismo que funciona como el cierre de aquella conversación y despedida, puesto que Dylan se retira sin decir nada más. El pelinegro observa cómo su compañero se retira del lugar, caminando tranquilamente, despidiéndose de los demás soldados como si fueran amigos de toda la vida: con un apretón de manos, gesto que los deja algo desconcertados.
La escena le causa algo de gracia al pelinegro, quién hace un leve gesto de negación, aceptando que Dylan al parecer nunca va a cambiar aquella personalidad tan... peculiar.
Un rato luego de haberse ido Dylan, Liz llega a la base y sin vacilar le comenta a Deiler que el viejo "Weedsucker" se ha instalado a las afueras del pueblo, y que ha instalado una especie de tienda de armamentos. Deiler al escuchar eso, no puede evitar reírse. En medio de la conversación, entra Daniela con Gabriel, quién ya se ha enterado de la situación.
—Bueno, si es posible crear un canal entre los walkie-talkies y un radio transmisor militar. Me tomaría al menos dos días enlazar todo ese trabajo, pero creo que puedo hacerlo.
—¿Y qué necesitarás?
—Un radio emisor, todos los walkie-talkies para configurarlos y una antena emisora que colocaremos en la cima de esta base. No sé cuántos kilómetros abarque esto, pero espero que funcione. Y bueno, los que quieran ayudarme estaría bien.
—Hay que ponerse manos a la obra con eso. Para mañana estaremos listos los que te ayudaremos, me encargaré personalmente de conseguir todo lo que necesitas.
Gabriel asiente, y se retira.
La comunicación, que siempre ha sido un factor fundamental y necesario para el hombre, ahora se ha vuelto mucho más necesario debido a la situación. Una mejor comunicación al momento de iniciar las misiones facilitaría las cosas para la resistencia, mejoraría la sincronización y reduciría la cantidad de bajas al momento de enfrentar a los zombis. El resto del día transcurre sin ninguna novedad.
Por otra parte.
Micneya se ha puesto en búsqueda de encontrar herreros en el pueblo. Tras todo el día buscando, logra obtener información de que hay unos herreros ubicados al suroeste, y con la compañía de May se dirige hasta allá.
Al llegar, los herreros las reconocen de inmediato, puesto que son del grupo de sobrevivientes rescatados por ellos durante la última misión.
—¡Tiempo sin verlas señoritas! ¿Qué las trae por acá? —pregunta un joven, saludándolas con cortesía.
—Veo que se encuentran ocupados, quisiera pedirles algo. La verdad quisiera saber qué posibilidades hay de forjarme una espada.
—¿Una espada? ¿Para qué necesita una espada? —pregunta el chico, quitándose sus lentes para limpiarse el sudor de la frente.
—La última vez que enfrentamos a los zombis, quedé sin balas y casi muero en sus manos. Utilizar un cuchillo me salvó, pero es muy corto y arriesgado. Una espada supondría mejor defensa contra esas cosas, no sería mala idea tener una.
—¿Está segura? —vuelve a preguntar el joven mientras se coloca los anteojos.
—Micneya es buena, créanme —expresa Mayreth, con tranquilidad—. Por cierto, de aceptarlo... ¿En cuánto tiempo estará lista?
—Habría que conseguir mucho acero, y con los materiales que tenemos ahora no sería posible. Especialmente porque hay que preparar una buena fragua, y por supuesto, probar que no se rompa la espada. A parte, las condiciones actuales no son las adecuadas para forjar una.
—Ya veo, creo que es una petición muy grande —expresa Micneya, resignándose.
—Aunque nos especializamos más en soldar, como agradecimiento a salvar nuestras vidas, le forjaremos una espada, haremos lo que se pueda. Le forjaremos una buena espada para que se mantenga a salvo.
Micneya sonríe y le agradece con un leve apretón de manos. Posteriormente ambas jóvenes se retiran del lugar.
De regreso, observan el cielo del atardecer, ambas deciden volver con más calma, parlar sobre cosas triviales e incluso meterse por nuevas calles con el fin de conocer más su nuevo "hogar". De pronto terminan cruzando por una calle, donde se detienen por un momento y ven a un montón de niños jugar y al otro lado de la calle a adolescentes conversando y riendo entre ellos, Mayreth recuerda rápidamente a muchos de esos niños, y reconoce el lugar también, puesto que es el mismo sitio que hace pocos días visitó con Dylan. Micneya observa, inexpresiva. Exhala y luego sigue caminando, seguida de su compañera.
—Quizá estamos vivos para esto —dice Micneya, de repente.
—¿Qué? ¿Para qué? —pregunta Mayreth, sin entender.
—Para disfrutar de las cosas pequeñas que brinda la vida. Disfrutar de la paz, y recordar que no todo está perdido.
—Oh, pensé que estábamos vivos por mera casualidad.
—Tal vez, pero no quita el hecho de que debemos disfrutar de cada momento que vivimos en paz, y conservar en nuestros corazones las cosas bonitas, por muy simples que sean.
—Cuando salimos, realmente tengo mucho miedo. A veces quisiera no salir más, no volver a enfrentar esas cosas.
—Yo también tengo miedo. Creo que todos tenemos miedo de estar allá afuera y no saber si serás el siguiente en morir, creo que todos podemos decidir si seguimos saliendo o si nos quedamos aquí —responde Micneya, volteando a ver a Mayreth, y regalándole una sonrisa—. ¿Sabes algo más? La verdad es que, a pesar del miedo, me divierto mucho matando esas cosas.
—Definitivamente, estás loca —responde Mayreth, riendo.
Al día siguiente.
En la base inicia todo aquel arduo trabajo, lo mejor de todo, es que logran contactar con el viejo Greg, quién llega a primera hora para iniciar con el trabajo. Jesua, Deiler y Anderson son quienes se ofrecen a ayudarles con todo lo que necesiten.
Lo que al principio parecía un trabajo sencillo, resulta que es más complicado de lo normal. El planteamiento de la idea de Gabriel es buenísimo, sin embargo, la ejecución resulta un poco complicado.
Martes, 23 de abril.
12:45 hrs
—Prueba número doscientos treinta... Base principal a puesto de control —habla Gabriel a través del radio. Su voz suena agotada, su rostro se muestra cansado y casi rendido—. Por favor... que funcione.
Lo que en un principio se estableció y planificó como un trabajo que estaría logrado en dos días, terminó extendiéndose ya una semana. Ninguno de los intentos anteriores dio resultados a la larga distancia, puesto que los aparatos mantenían la frecuencia hasta unos 200 m. de la base. Más allá de esa distancia, quedaban fuera de rango, lo que impedía la comunicación.
Greg logró dar con la falla en el radio, por lo que luego de varios intentos de prueba, el alcance sólo llegó hasta las afueras del pueblo, no obstante, los puestos de control que custodian las barricadas están a 5 km del pueblo aún.
De este modo, resulta casi imposible mantener una comunicación entre todos los puestos de control y la base. La frustración de Gabriel y el anciano Greg es muy notable, aparte de que Deiler ya empezaba a desistir del proyecto, sintiendo que no se va a lograr. Por ende, los tres pasaron toda la noche trabajando, a pesar de no tener ya ganas de continuar por ahora con eso. Greg bosteza, Deiler se levanta para salir de la sala, de pronto el radio emite un pequeño sonido, como de interferencia. El pelinegro se detiene, observa hacia donde está el radio, como esperando algo.
–"Puesto de control a base principal. ¿Me escuchan? Los hemos escuchado."
Al recibir respuesta, Gabriel y Greg alzan la mirada, se miran mutuamente con los ojos abiertos como platos, y voltean a ver a Deiler quién se acerca a ellos rápidamente, no pudiendo contener la emoción. Por fin, después de todo el esfuerzo, algo está dando frutos.
—Lo lograron... ¡Santo cielo, lo lograron! —exclama el pelinegro—. Ustedes dos, han revolucionado por completo el rumbo que esta resistencia va a llevar a partir de ahora.
Greg no tiene ninguna palabra que decir, se limita a sólo sonreír, siente una euforia muy grande hasta el punto en que sus ojos se llenan de lágrimas. Para él es un logro haber trabajado con tan pocos recursos, y que finalmente haya dado frutos positivos el haber utilizado sus conocimientos de una manera que aporta algo a la supervivencia.
—¿Alguna novedad en lo que va del día? —pregunta Gabriel.
–"Ninguna, todo va con total tranquilidad. Lo único nuevo es que por fin hemos logrado comunicarnos."
—Perfecto —dice Deiler—. Ahora hay que colocar en cada puesto de control un dispositivo que facilite la comunicación, y un canal que sintonice todos los aparatos.
—A diferencia de los radios, los walkie-talkies tienen un alcance máximo de diez kilómetros, comandante —acota Gabriel.
—El alcance de este radio ya abarca los treinta kilómetros cuadrados —comenta Greg.
—¿Y cuántos kilómetros tiene toda esta área en total? —pregunta Gabriel.
—Diez kilómetros —responde Deiler justo al finalizar la pregunta—. Me explico, el pueblo tiene una superficie aproximada de cuatro kilómetros, sí que pusieron las barricadas bien lejos. No sé por qué Oscar y sus hombres hicieron eso así, pero probablemente si es necesario y hasta una buena táctica militar... Si los zombis llegasen a pasar las barricadas, hay cinco kilómetros que permiten prepararnos para el ataque.
—Tiene cierta lógica —responde Gabriel.
Tocan la puerta, Deiler abre y se ropa con Karla, quién le entrega una carpeta con varias hojas dentro. Ella le sonríe con calidez y entra a la sala. Coloca la carpeta en la mesa, y escucha a Gabriel hablar por el radio, lo que también le emociona muchísimo. La joven se está dando cuenta de que el nuevo comandante se está tomando las cosas muy en serio.
—Vamos en serio con los cambios entonces... ¿No comandante? —dice Karla, sonriente—. Oh, por cierto, estas son... las listas de los nuevos aspirantes.
—Encárgate de eso, sé que tú harás un buen trabajo. Asegúrate de supervisar los entrenamientos de todos y que todo salga al pie de la letra, tenemos que estar listos.
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