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CAP 37 - Asentamiento.

          Ambos jóvenes pasean por las calles de aquel pueblo hablando de cosas triviales, en medio de la conversación, tocan el tema de qué hubiera pasado si el mundo no hubiera sido golpeado por el apocalipsis zombi. Dylan se queda en silencio por un momento, detiene el auto y voltea hacia ella para abrazarla.

—La verdad no lo sé, pero de algo que sí estoy seguro, es que si me siento feliz de finalmente haber llegado hasta aquí contigo.

—¿Realmente te sientes feliz de estar aquí conmigo? Digo... pensé que tú y Saray.

—¿Ah? No, para nada —responde el joven, separándose del abrazo—. Simplemente tenemos muchas cosas en común al provenir del mismo país. Es una chica muy agradable y carismática. Pero no te cambiaría a ti por nada.

Mayreth sonríe y le abraza, siendo esta una de las pocas veces en las que ella se ha mostrado muy afectiva con él. Dylan aprovecha el momento para elevar el brazo izquierdo, llevar la mano hasta el rostro de la chica y acariciarle la mejilla, para luego colocar el dedo índice en la barbilla de la joven y levantar su rostro un poco.

—No sabes todas las veces que he querido estar contigo, Dylan. Yo...

—No digas nada, estamos juntos... Y es lo que importa.

Ambos se miran fijamente a los ojos, el deseo de besarse los quema por dentro, por fin deciden dejarse llevar, es el momento perfecto para ambos, quienes sienten su corazón latir muy rápido. Están cerca de besarse y... finalmente se besan después de tanto tiempo.

La relación de Dylan y Mayreth siempre ha sido un tanto complicada, especialmente por la actitud tan impulsiva y despreocupada que tiende a mostrar el joven, mientras que ella al sentirse vulnerable o con los sentimientos muy expuestos, opta por evitar permitirse sentir con totalidad.
Se conocieron gracias a Micneya a través de una red social muy popular en una tarde cualquiera por unos trece años atrás, y desde el primer día tuvieron una conexión un tanto especial, puesto que no tardaron en volverse buenos amigos. No obstante, el tiempo, la edad tan joven e ingenuidad de ambos inconscientemente ocasionó que ciertos sentimientos crecieran por la persona que estaba al otro lado del chat.

Si bien, ambos continuaron con sus vidas conforme fueron creciendo, teniendo diferentes experiencias en la vida y madurando conforme a las mismas. No pasaban por alto el hecho de hablarse alguna vez, hasta que finalmente, optaron por dejar de hablarse y continuar sus vidas.
Y mientras que Dylan continuaba hablando con Micneya a través del chat, no supo de Mayreth hasta el día en que él junto con sus amigos pisó México, cinco años después de dejar de hablar. Y aunque ambos de cierto modo intentaron ocultar sus sentimientos, todos a su alrededor se dieron cuenta de que había algo entre ellos.

Aquel beso, cierra un sinfín de dudas que ambos tenían por lo que, tras separarse, vuelven a abrazarse, y quedarse en silencio. No esperan más nada, no quieren escuchar más nada, sólo quieren estar ahí el uno con el otro.

Un rato más tarde, pasan por varias calles del pueblo contemplando cómo ha cambiado en estos dos meses y lo muy bien iluminada que se ve durante la noche, finalmente terminan encontrándose con Gabriel, quién les saluda amablemente, aunque su semblante ha cambiado mucho y no se muestra tan sonriente como antes, al contrario, se muestra más serio. Dylan intenta sacarle conversación, pero este se niega y les despide con la mano, continuando su camino.

—Es muy triste lo que ha pasado con él, siento que no está muy bien emocionalmente. Eres su amigo, ¿le has visitado?

—La última vez que intenté hacerle compañía, sólo fuimos a visitar las tumbas conmemorativas. Estuvimos por mucho rato ahí. Eso me hizo pensar en que yo no quiero perderte tampoco.

—No lo harás, siempre intentas protegerme y alejarme del peligro —responde la chica, que nota a Dylan bajar la mirada, por lo que no duda en golpearle el hombro suavemente—. Sé que tú jamás dejarías que me pase algo, y por eso confío en ti. A parte de eso, estás bien menso ¿quién en su sano juicio se pelea con zombis?

—No me peleé a los golpes con un zombi, exageras —responde.

—Bueno, pero conociéndote, casi lo haces —alega la joven.

Ambos ríen y continúan paseando.
El camino los lleva hasta dónde se han asentado los últimos sobrevivientes que rescataron, topándose allí con Saray quién al verlos les saluda muy amablemente, al igual que otros civiles. Ambos se sienten un tanto especiales, puesto que esa gente les reconoce y admira muchísimo.
Nuevamente, Dylan y May vuelven a encaminarse, pero esta vez hacia otras zonas del pueblo. Se dan cuenta de que "Los Santos" está sufriendo un cambio demasiado radical a comparación de cuándo lo visitaron la primera vez hace meses. El pueblo ahora se ve más iluminado, más vivo y las personas se comportan mucho más solidarios y sociables que aquella vez.

Se detienen en una zona donde por primera vez en tanto tiempo, ven a los chicos jugando al futbol en las calles. Dylan baja del auto, verlos jugando le llena de nostalgia. Una sonrisa inocente se dibuja en su rostro, May baja detrás de él y ambos se acercan a donde los niños juegan.

—No me digas que piensas jugar con ellos —dice May.

—No lo pienso, ¡voy a hacerlo! —exclama el joven con emoción, para luego correr hacia ellos y acercarse—. ¡Hola! ¿Puedo jugar?

—¡Es uno de los soldados de la resistencia!

—Sí señor, claro que puede...

—Sólo que si se une a uno de nuestros equipos, el otro quedará en desventaja numérica.

—No se preocupen, ella jugará con nosotros —exclama Dylan, señalando a Mayreth.

La joven se sorprende de aquello y, con una risa nerviosa, termina uniéndose al otro equipo. Juegan, y juegan y.... juegan. Se divierten tanto, que ambos jóvenes se olvidan por un momento de que son mayores que aquellos chicos que seguramente no pasan de catorce años. Se divierten tanto, que se olvidan de todo a su alrededor por un momento.

A estas alturas, para Dylan ya no importa quién gane o pierda las partidas callejeras, lo que siente ahora es mucha tranquilidad. Algo tan sencillo como jugar y compartir con personas al azar, sin la necesidad de pensar en las misiones, o en los zombis, o en la constante escasez de recursos le genera cierta paz. Pasado un buen rato, ambos se despiden de los chicos y se retiran del lugar, encaminándose a casa.
Durante todo el trayecto de regreso, hablan de un montón de cosas, y en menos tiempo de lo esperado, se encuentran ya fuera de la que es su nueva casa. Dylan se dispone a abrir la puerta cuándo de pronto, Mayreth lo toma de la mano, deteniendo su salida.

—Gracias por todo, Dylan.

—¿Por qué dices eso así de repente? —voltea él a verla, extrañado.

—Te agradezco, es solo eso. No tiene que ser algo especial, simplemente te agradezco estar aquí, y ahora conmigo. Necesitaba distraerme un poco, hemos perdido mucho en todo este tiempo y a veces, me cuesta continuar.

—Creo que todos —responde Dylan—. No sé los demás, pero yo me siento atrapado, encerrado, no sé si me explico, pero allá, tras todos estos muros de escombro y barricadas, se encuentra un mundo lleno de zombis, que sólo quieren devorarnos, y no sabemos siquiera, si encontraremos la cura. Es frustrante, demasiado. Quiero ser libre.

—Dylan...

—Y quiero que tú estés a salvo May, es lo único que deseo desde que nos unimos a la resistencia. También quiero que Mic esté bien, que todos estemos bien al final de esto. No puedo dejar de pensar en todos nuestros compañeros caídos allá afuera, no quiero que ninguno de ustedes muera, no quiero...

May le abraza y acaricia su cabello. A final de cuentas, Dylan todo este tiempo ha tratado de mantenerse firme pero también se encuentra afectado y agotado, como todos, de las duras batallas que han tenido que librar.

—Te prometo que voy a estar bien, y Micneya también, es la más fuerte de todos nosotros. Y ni qué decir de tus amigos, son muy buenos en lo que hacen. Todos estaremos bien, tú también tienes que estar bien, pronto seremos libres de este infierno, ¿sí?

Dylan no responde verbalmente, si no que mueve la cabeza, asintiendo. Mayreth se separa lentamente de él, no sin antes darle un beso, para después ambos bajar del auto. Los dos entran a la casa y se encuentran con una Micneya que se ha quedado dormida en el sofá, con Shiro sobre ella, y el libro aun lado. Shiro al escucharlos, abre los ojos y mueve la cola, saltando de encima de Micneya, ladrando de la emoción, lo que despierta a la joven.

—Buenas noches, bella durmiente —dice May.

—¿Acaso la ancianita ya no puede leer hasta altas horas de la noche? —prosigue Dylan, riendo.

—Muy gracioso Dylan, muy gracioso —responde la joven, para luego bostezar—. ¿Qué hora es? Me siento algo agotada.

—Pues, faltan cinco para las diez —responde Dylan, viendo la hora en el viejo reloj de pared—. Yo si voy a dormir, tengo algo de sueño.

El joven se despide de ambas con la mano y sube las escaleras. Lo último que se escucha es la puerta de su habitación cerrándose. Micneya, desde la puerta de la cocina observa seriamente a Mayreth, quién le mira sin entender, mientras carga a Shiro, que no deja de rasguñar su pantalón, buscando su atención.

—Al parecer, Shiro quiere dormir contigo, te lo tendrás que quedar esta noche —dice Micneya, retirándose también a su habitación.

—Supongo que tocará —le responde May, subiendo tras ella con el perro en brazos.






Lunes, 22 de abril.
11:25 hrs


La última vez que Dylan y Deiler se vieron las caras fue hace ya más de un mes, en todo ese tiempo, el joven no supo nada del pelinegro. Ese lunes, paseando por el pueblo y visitando a varias de sus amistades, decide ir a visitar al ya comandante de la resistencia.
En el camino se encuentra con Gabriel, quién regresa semblante no es el mismo, ahora es más melancólico y serio, desde que perdió a Livia.

—¡Cuánto tiempo, Gabriel! —exclama Dylan, con euforia.

—Ah... hola, tú —responde Gabriel, sin darle importa.

El joven continúa su camino, pasando por un lado de Dylan, sin embargo, este último le coloca la mano en el hombro, deteniendo su camino. Gabriel voltea hacia él, y hace un movimiento con el hombro, quitándose la mano de Dylan.

—Oye espera... ¿Sucede algo bro? —pregunta el joven.

—No es tu problema, Dylan —responde Gabriel, sin vacilar.

—Pues, si es mi problema... Eres parte fundamental de la resistencia, y también eres un amigo.

—¿Tan amigo tuyo soy, y en todos estos meses no has venido siquiera a visitarme? —replica Gabriel, mirándolo seriamente a los ojos.

—¿Estás seguro que no? Micneya y May se han preocupado por ti, igual yo. He venido varias veces por estas calles, buscándote y casi nunca has estado.

—No mientas...

—No miento, podemos preguntarle a cualquiera de los vecinos. Varias veces me han dicho que te vas desde muy por la mañana y no saben a qué hora regresas. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?

Gabriel se queda en silencio observándolo, Dylan por el contrario le mira fijamente a los ojos, esperando una respuesta. Gabriel exhala pesadamente, baja la mirada y le hace señas para que lo siga. Dylan le sigue y ambos caminan por un buen rato.
El moreno lleva a Dylan hasta las afueras del pueblo, al sur del mismo. Por un momento, Dylan pensó que él estuvo yendo todo este tiempo a visitar las tumbas conmemorativas de todos los caídos, pero al tomar la dirección opuesta, terminó descartando esa idea. Y es que, las tumbas conmemorativas están también a las afueras del pueblo, pero hacia el norte del mismo.

Varias veces hace el intento de hablar con Gabriel, quién con gestos le dice que haga silencio. Finalmente, y luego de un largo rato caminando, llegan hasta un punto donde pueden ver cómo a lo lejos, se están construyendo las torres de control y vigilancia.

—¿Así que has estado viniendo acá todo este tiempo? —pregunta Dylan.

—He estado ocupado, pero no precisamente por venir a ver las torres de control —responde.

—Entonces...

—Me distraigo, he estado ocupado, tratando de no pensar en nada ni nadie, me he alejado porque realmente lo de Livia me ha afectado. No merecía morir.

—Creo que nadie lo merece. Nadie merece morir de una manera tan cruel, como han muerto muchos de nuestros compañeros.

—Yo... me encariñé con Livia, Dylan. Me gustaba mucho ella, y no acepto aún que se haya muerto —expresa el joven, con lágrimas en los ojos—. Desde que somos parte de la resistencia, no me he sentido tan tranquilo, como cuándo estaba con ella.

—Lo sé, me pasa igual con Mayreth, no quiero perderla... Y me siento culpable por no haber propuesto a que Livia viniera con nosotros. Quizá si yo hubiera hecho eso, ella seguiría con nosotros. De verdad entiendo tu dolor, y lo siento mucho. Yo perdí a mi familia, y vi morir a mucha gente inocente delante de mí, sé lo que sientes.

—Quizá yo no puedo quejarme tanto, sólo estuve pocos días con ella, no la conocía bien, aunque sentía que sí.

—No necesariamente tienes que tener mucho al lado de alguien para sentir algo por ella, o para estar cómodo con ella. A veces uno siente cosas sin saber por qué, y en muy poco tiempo. No sé si me explico, pero los sentimientos son algo complicados, y no deberías sentirte mal por ello —responde Dylan, regalándole una sonrisa.

Gabriel no dice nada más y le responde con una sonrisa también, y luego vuelven a mirar las construcciones. Es entonces que escuchan el sonido de una moto acercarse, Gabriel voltea en dirección de donde proviene el sonido, y ven que es Moisés acercándose a ellos desde el oeste. Este suena el claxon de la moto a modo de saludo, y continúa su camino.
Posteriormente, Dylan procede a explicarle las últimas novedades de la resistencia que han ocurrido y le propone ser parte del equipo de Micneya, Gabriel no lo piensa y asiente. Pasado un rato, regresan y Dylan se despide, Gabriel se dirige hacia las construcciones, mientras Dylan finalmente se dirige hacia la base de la resistencia, ya era hora de hablar con el Comandante, y visitar a su viejo amigo.

Tras una larga caminata cruzando todo el pueblo, el chico se encuentra con algunos rostros conocidos, como el de Saray, quién le acompaña parte del camino, ya que ella iba a una zona cercana. Conversan sobre un montón de cosas triviales, también observan cómo todo ha cambiado en tan pocos meses, viéndose más colorido, especialmente en las noches, puesto que el pueblo ha ido tomando un estilo más retro.
Saray se despide de Dylan, y este continúa su camino hasta llegar a la base. Los guardias le saludan, el joven responde el saludo y continúa. Nota que aquel lugar también se ve más colorido y ha cambiado, para como cuándo Oscar era quién vivía allí. Toca la puerta, Karla abre y le sonríe amablemente.

—Hola ¡cuánto tiempo!

—Hola Karla... ¿Se encuentra Deiler?

—Sí, justo ahora estábamos por empezar a planificar nuevas cosas para la resistencia. Sígueme.

Ambos ingresan al interior, y bajan hasta el sótano de la base. Karla abre la puerta, y entonces, se puede ver que han convertido todo el sótano en una especie de salón. Hay varias computadoras encendidas, y una pantalla de 100'' al fondo de la misma. Deiler, Anderson, Liz y Daniela se encuentran todavía organizando todo allí dentro.

—Hola chicos.

Deiler alza la mirada, le saluda con un gesto y continúa en lo suyo, los demás le responde el saludo. De inmediato, Dylan se acerca a Deiler para ayudarle a organizar las sillas, mientras Anderson y Liz centran la mesa.

—Hasta que apareces... Pensé que no te vería más la cara —comenta Deiler, sin voltear a verle.

—De hecho, pensé que irías a visitar por allá.

—Soy el comandante, tengo que organizar todo, he estado ocupado.

—Ya lo veo... Deiler, vengo porque, desde hace unos días siento cierta ansiedad.

—¿Y eso a qué se debe?

—A que ya es tiempo de irnos preparando para buscar la cura, y contraatacar a los zombis. Hemos estado encerrados aquí dentro, privándonos de nuestra libertad, escondiéndonos de esas cosas, y tarde o temprano llegarán acá también.

—Lo sé, también he pensado en eso, pero aún no estamos listos para esa misión, tengo que organizarnos bien. Las misiones cambiarán mucho a partir de ahora, y el procedimiento de las mismas también.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunta el joven, sin entender aún las palabras del pelinegro.

—Que ahora, vamos a trabajar en ser más precisos con las misiones, con el fin de que las bajas en las mismas sean minimizadas. No quiero cargar con más muertes —responde el pelinegro con decisión—. De hecho, llevo días pensando en una misión para tu equipo, les avisaré más adelante.


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