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CAP 35 - Consecuencias.

—Ganamos... Santo cielo, ganamos -expresa Anderson con euforia mientras busca con la mirada a cualquiera de sus más cercanos compañeros, divisa a Jesua y sin pensarlo, corre hacia él-. ¡Hemos ganado Jesua, hemos ganado! ¡Vencimos a los zombis!

Jesua le responde con una sonrisa. Ambos se estrechan las manos y observan cómo todos los demás se ayudan entre sí, mientras conversan sobre lo sucedido. El humo poco a poco se disipa, y por primera vez, los sobrevivientes sienten algo de paz. Anderson y Jesua se estrechan las manos, Moisés y los demás soldados que llegaron con él se reúnen con sus compañeros para prestarles apoyo. Muchos soldados han caído en la batalla contra los zombis que no resultó nada fácil.

Por otra parte, y no tan alejado de ellos, Deiler se sienta en el suelo, estira las piernas, busca relajarse mientras observa a todos sus compañeros alrededor de él, celebrando victoriosos y felices de haber sobrevivido ante un ataque de tal magnitud. Algo en su mente hace que sienta una corazonada: esa pequeña alianza improvisada con los chicanos le ha demostrado que si los humanos se unen para luchar por un bien común, en este caso, la supervivencia misma, pueden lograr grandes cosas.

El pelinegro suspira, nota que Moisés se acerca hacia él. Ambos se miran fijamente a la cara. Moisés mantiene un semblante serio, mientras que Deiler, agotado por la larga lucha, apenas y esboza una sonrisa.

—Tenemos que hablar, y no acepto un "no" o un "después", como respuestas... Capitán -dice Moisés, con un tono de voz algo chocante.

—¿Hay alguna novedad? -pregunta el pelinegro, cuyo semblante se torna más serio.

—Sí, y muchas -responde Moisés, serio.

Ambos se miran fijamente, el silencio del pelicastaño acompañado de su lenguaje corporal, hace entender a Deiler que aquel no venía con una actitud muy amistosa.
Deiler entonces, se levanta del suelo, quita la mirada del pelicastaño y vuelve a observar el paisaje apocalíptico a su alrededor. Deiler está a punto de decir algo cuándo de pronto es interrumpido por los gritos de un soldado que corre hacia ellos.

—Capitán, capitán, finalmente lo encontramos. El comandante Harold se encuentra desaparecido, y con él, las personas que le cuidaban. Tampoco ubicamos a los chicanos en ningún lado.

—¡No puede ser! -exclama Deiler denotando preocupación-Moisés, creo que nuestra conversación sí tiene que esperar, después de todo.

El pelicastaño, sin entender muy bien la reacción de Deiler, asiente con un gesto de fastidio y ambos reúnen a los soldados iniciando así una pequeña búsqueda de sobrevivientes entre los cuerpos caídos, no obstante, solamente consiguen a un soldado con vida. Le informan a Deiler sobre la situación del mismo, puesto que tiene una herida profunda en el costado inferior izquierdo y la pérdida de sangre es muy grande, el capitán se acerca a él, tratando de no mostrarse preocupado ante su compañero.

—Tranquilo, tranquilo... Todo va a estar bien, ya veremos qué hacer, necesito que te tranquilices. ¡Hey, soldado, haga presión aquí en la herida! Pierde mucha sangre.

—Sí señor...

—C-capitán...

—No digas nada, nuestros compañeros van a...

—T-tengo miedo... capitán.

Deiler se le queda viendo, mientras aquel empieza a llorar. El soldado junto a Deiler se da cuenta que la presión no hace efecto, y que ya había perdido demasiada sangre, por lo que le hace un gesto de negación al pelinegro, de pronto, el soldado en cuestión tose, Deiler le devuelve la mirada y nota que finalmente ha muerto. Deiler baja la mirada, otra baja más entre los soldados sólo le causa más frustración.

—Capitán Deiler, hoy han muerto demasiadas personas.

—Lo sé -Deiler cierra los ojos del soldado, se levanta y sin decir nada más, procede a buscar a Daniela, al comandante, a quién sea que esté con vida.

Karla y Liz salen del cuartel junto con un soldado, entre los tres llevan al comandante Harold, que no puede moverse. Rápidamente, todo el equipo actúa rápido con intenciones de auxiliar al comandante.

Deiler nota aquella situación y corre hacia ellos. Allí mismo, también ve a Daniela junto con Anderson y Jesua, al parecer preguntándole a ellos por él. Entonces, nota que Jesua sonríe y señala en su dirección, Anderson y Daniela voltean y la última sonríe, lágrimas también brotan de sus ojos. El pelinegro los alcanza.

—Cielos, están bien todos. Y tú, tú estás....

—Deiler...

Ambos se abrazan, más y más soldados se reúnen en el sitio tras darse la noticia de que el comandante está a salvo, aunque mal herido. En medio de todo eso, se escuchan dos disparos al aire, lo que llama la atención de todos. Esto hace que se preparen, esperando lo peor por parte de los chicanos.

El pequeño grupo sobreviviente de chicanos, lleva el cuerpo de Oscar, al parecer, sin vida.

—¡Mierda! ¡Necesitamos ayuda! -exclama uno de los chicanos, en medio del desespero.

—Pero... ¿Qué le pasó? -pregunta Anderson.

—Uno de nuestros hombres lo asesinó, y yo maté a ese traidor.

Los chicanos colocan el cuerpo de Oscar en el suelo, el cuerpo del chicano muestra tres impactos de bala en el pecho, y en el antebrazo derecho, una mordida.

—Tal vez lo hizo, porque notó que algún zombi lo mordió en el antebrazo.

—Nuestro jefe no merecía morir traicionado.

—¿Y si no lo traicionó? ¿Y si en vez de eso, Oscar hubiera pedido que lo mataran? -habla Daniela.

El chicano no responde, y los otros tres que están con él, bajan la mirada. Los soldados empiezan a especular sobre lo sucedido, y el chicano vuelve a reafirmar que, a pesar de ello, no merecía ser baleado por uno de los suyos. Entonces, uno de ellos que se mantiene en silencio, alza la mirada y les manda a callar a todos.

—¿Qué? ¿Me callas?

—¡Imbécil!, ¿por qué nos callas? -exclama Anderson.

—Escuchen, escuchen... algo viene. Puedo escucharlo claramente.

La intriga invade a todos, puesto que al no escuchar bien y no saber a lo que se refiere aquel hombre, preparan sus armas. Varios se preguntan qué es lo que se acerca, hasta que de pronto, escuchan el sonido de varios motores.

Vehículos.

Cada vez se oyen más cerca, hasta que finalmente, se escucha que los mismos ingresan en la base, automáticamente, Moisés reconoce el sonido de un motor en específico y sonríe de medio lado.

—Ya están aquí...

El grupo de Micneya y Dylan ha llegado a la base, y con ellos, las personas que han rescatado. Se detienen a unos cuántos metros del cuartel, luego empiezan a desalojar los vehículos. Los soldados de la resistencia son los primeros en hacer esto, y se aproximan hacia donde están sus compañeros para prestar ayuda.

Inmediatamente Karla toma control de la situación para poder auxiliar no solo a su padre si no a los pocos soldados heridos, y otro grupo es enviado a buscar otros vehículos que estén aún disponibles para sacarlos de allí.

Los sobrevivientes al ver todo el panorama, simplemente recuerdan lo sucedido horas atrás.

Micneya observa rápidamente todo el lugar, y nota a los chicanos conversar a unos cuántos metros de donde están los demás soldados, también nota el cuerpo de alguien en el suelo, y nota al comandante ser atendido por Liz y otro soldado. Se acerca a Deiler quién se extraña de no ver a Dylan bajar desde el lado del conductor. La chica se sorprende un poco al ver que el cuerpo pertenece a Oscar. De pronto, tanto Deiler, como Daniela y Moisés notan a Dylan y a Mayreth bajar de últimos, y que el chico se mantiene sosteniendo un trapo en su frente.

—Este cabrón -expresa Moisés, acercándose a él tras verlo así.

—Reporte de misión...

—Deiler, son tus amigos, ¿no vas a preguntar cómo están? -habla Daniela, observando al pelinegro con cierto enojo-. Mira a Dylan, seguro le pasó algo.

—Quiero el reporte de la misión...

Micneya se muestra algo decepcionada tras escuchar a Deiler con más interés en la misión que en su amigo. La joven exhala con pesadez y cuando va a hablar, se escucha la voz de Dylan hablar desde atrás.

—¡Fue un éxito total! -exclama Dylan-. O bueno, fue casi exitoso... Sólo que... perdimos algunos soldados, y algunos sobrevivientes que se sacrificaron para que pudiéramos escapar.

—¿Estás bien, Dylan? -pregunta Moisés, acercándose a él.

—Sí, sólo me golpeé la cabeza.

—Capitán Deiler.... -habla Gabriel, con cierta preocupación, mirando a todos a su alrededor, buscando con la mirada a alguien-. Capitán... ¿Y Livia? No la veo por ningún lado...

Deiler se queda en silencio al escuchar la pregunta de un Gabriel que se muestra angustiado. El chico presiente lo peor, el no verla allí le causa ansiedad, la cual aumenta al no recibir una respuesta del capitán.

Daniela y Micneya voltean a ver a Gabriel, quién no quita la mirada del pelinegro. El chico sí o sí necesita escuchar algo, por lo que da un paso al frente.

—Quizá no me escuchó bien capitán. Le repito... ¿Ha visto a Livia? ¡No la ubico en ninguna parte!

—Murió...

Esas palabras quiebran al chico. Siente cómo si le hubiesen golpeado con un martillo en la cara, o como si de pronto, alguien le disparara directamente al pecho. El chico se queda en silencio, nadie dice nada tras escuchar esas palabras de pelinegro.

Gabriel se da la vuelta.

—Necesito verla, no lo creo. Por favor... Necesito verla.

—La verás, vamos...

Gabriel sigue a Deiler, y tras ellos van los otros. En parte por petición de Dylan quién expresa no querer dejar sólo a su compañero en aquel luto. Mientras caminan, todo lo que pueden ver es cadáveres por doquier, niños, civiles, soldados, zombis. Si existe una manera de definir todo lo que ellos observan mientras avanzan sería "el escenario de la muerte".

Llegan al comedor, suben hasta el techo, y allí Gabriel ve el cuerpo de Livia, la reconoce de inmediato. Se muerde el labio inferior con tanta fuerza que termina saliendo sangre del mismo. Se acerca hasta ella y baja la mirada.

—Lo siento hijo, yo...

—Capitán, dígame algo... ¿Su muerte fue en vano? ¿Le dolió morir? ¿Luchó valientemente?

La voz de Gabriel se quiebra más y más en cada palabra, hace todo lo posible para no llorar, puesto que para él, llorar no solucionaría nada. Deiler por otro lado, le observa, y luego nota a Dylan acercarse hasta el moreno.

—Livia luchó valientemente. Y murió porque la tomaron por sorpresa. Yo asesiné a quién la mató. Y te aseguro, que su muerte... no ha sido en vano.

—Gabriel...

—Dylan, quiero que me dejen sólo aquí... avísenme cuándo se vayan.

—Pero...

—Es su decisión, Dylan -dice Daniela-. Debemos respetársela.

Todos se retiran de allí, siendo Dylan el último en bajar de la platabanda.
Gabriel voltea, se da cuenta que está solo y luego se deja ir por lo que siente, no puede contener el llanto. Maldice varias veces el hecho de no haber estado con ella y luchar a su lado. Luego de un buen rato allí, se levanta y le da la espalda.

—Lo siento tanto, Livia. Es mi culpa...

Nadie nunca espera encontrarse en un día soleado, rodeado de tanta muerte, y mucho menos encontrar a un ser querido en condiciones de muerte. Gabriel no quiere aceptar que ella haya muerto allí, se retira del lugar y se dirige hacia donde están los demás. Justo cuando él llega, también llegan los soldados con cuatro lowriders que consiguieron de los chicanos. Deiler entonces reúne a todos los miembros de la resistencia para que se vayan preparando. Es hora de retirarse de ese lugar e ir a los santos lo más pronto posible. Ya la base no es un lugar seguro.

Inmediatamente, se organizan para poder iniciar la retirada del lugar. Los sobrevivientes vuelven a subir a los transportes y luego de un rato de preparación, se retiran de allí.


Martes, 09 de febrero.
14:50 hrs

Tras un viaje tedioso, llegan a "Los Santos".
Aún no se habían terminado de instalar los sobrevivientes de la base, entonces ven cuándo llegan los vehículos. Ingresan hasta el centro de la localidad y allí empiezan a bajar de los vehículos. Los sobrevivientes al ver el lugar se sienten en calma.

La ayuda médica no tardó en llegar para atender a los heridos, mientras que los sobrevivientes son llevados hacia otra zona dónde ellos serían quienes se instalarían. En "Los Santos" es que hay muchas viviendas deshabitadas por lo que los lugareños serían quienes ayudarían a los demás a irse instalando poco a poco.

Los días transcurren con tranquilidad, poco a poco, todos los civiles se van adaptando al nuevo hogar, los lugareños van socializando más con los recién llegados y en conjunto, empiezan a remodelar algunas estructuras. La idea es cambiar la fachada del lugar y reactivar algunos locales en favor de la supervivencia.

Por otra parte, el golpe más grande se lo ha llevado la resistencia, puesto que, debido a los últimos acontecimientos se ha visto fracturada y sin altos mandos que puedan tomar el cargo y la responsabilidad para guiarlos. El comandante Harold es el único que sigue con vida, sin embargo, no se encuentra en condiciones de liderazgo, dicho esto mismo por Karla, quién ha dado la información a todos los soldados durante una reunión ocurrida una semana después de la llegada a los Santos.


Dos días más tarde, un viernes 19 de febrero, Deiler convoca una reunión con sus compañeros, los mismos con los que llegó a la base militar, los mismos que han estado luchando junto con él para sobrevivir. El capitán ha decidido tomar la gran casa que antes pertenecía a Oscar como la base principal de la resistencia.

En esa reunión, el joven expresa toda la presión y estrés que lleva acumulando desde hace un buen tiempo, también escucha el pesar y las opiniones de sus compañeros.

De pronto, Moisés interrumpe todo para expresarse.

—Capitán...

—¿Si?

—Recuerdas que teníamos que hablar de algo ¿no?

—Sí, es verdad, lo recuerdo -responde Deiler-. ¿Ahora o en privado?

—Creo que es mejor ahora -responde el pelicastaño, mirándolo fijamente-. Todos necesitan escuchar.

—¿Y qué es lo que querías hablar conmigo?

—Capitán, hace una semana salí de misión con varios hombres hacia Coahuila. Y descubrimos que la frecuencia de radio si funciona, que es muy fácil y más efectivo trabajar con "walkie-talkies", que con el método que hemos usado todo este tiempo ya que es más fácil organizarse. ¿En serio? Mandar a un montón de soldados en misiones que terminan arriesgando sus vidas.

—¿De qué hablas? ¿Walkie-talkies? Hermano, ¿acaso me crees estúpido? Nosotros no tenemos walkie-talkies. Cuidado con tus palabras y lo que insinúas, Moisés.

—No creo que no sepas nada. ¿Por qué nunca los usamos? ¿Acaso en la base no habían? ¿Qué hizo Harold esos aparatos?

—Yo... no tengo esas respuestas. Nunca supe si había o no de esos aparatos, de ser así y de haberlo sabido, hubiese hecho lo posible para usarlos en nuestras misiones. Las bajas hubieran sido menores y la cantidad de incidentes igual.

—En Coahuila hice algunos negocios, y me traje tres cajas repletas de esos dispositivos. Te voy a advertir algo, si más adelante toca salir a misiones y no utilizamos esos aparatos, juro que te consideraré un asesino, ya que yo he traído nuevas mejoras para la resistencia.

—Aspiro llegar a ser el comandante, y si llegase a serlo, y decido continuar con todo esto; créeme que muchas cosas van a cambiar. Muchísimas. A parte... retomaríamos la misión de encontrar la cura zombi.

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