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CAP 34 - Las Tres Batallas.

Tal como Gabriel planteó en su plan, aquellos hombres y mujeres que estén dispuestos a luchar, irán con ellos a recuperar los vehículos, mientras que otro grupo se quedaría cuidando mujeres y niños en el galpón, esperando que el primer grupo regrese.

Del galpón salen cincuenta y cinco personas, todos bien armados. Y entre ellos, los jóvenes de la resistencia. A pesar de que comandan la recuperación, los chicos siguen las indicaciones de uno de los hombres, quién se ofreció a guiarlos.

Avanzan por las calles lo más rápido y silencioso que pueden, puesto que no saben en qué esquina puedan encontrarse contagiados. Tras caminar por bastante rato, el grupo se detiene por Micneya, quién les dice a todos que hagan silencio. Se escuchan los chillidos de un cachorro, y sin pensarlo, la joven corre siendo seguida de Dylan y Mayreth, metiéndose en una casa. Caminan sigilosamente dentro de la casa y se topan con una escena desgarradora.

—Qué malditos —expresa Micneya con bronca.

Mayreth se sorprende de ver aquello y voltea la cara, siendo abrazada por Dylan. Los chillidos provienen de un cachorro de Pitbull cuya madre y hermano han sido brutalmente asesinados y devorados por los contagiados.

—Están cazando, somos presa fácil para esas cosas.

Micneya se acerca al cachorrito, quién mueve la cola de un lado a otro y lame la mano de la joven calmando un poco los chillidos. Micneya inmediatamente lo carga. Acto seguido, los jóvenes se retiran del lugar y vuelven con los demás. La gente se percata del nuevo integrante que ha sobrevivido a los zombis, y uno de los hombres lo revisa detalladamente para saber su sexo y si tiene heridas. El cachorro está sano y es macho. El grupo llega hasta el centro del pueblo, dónde se encuentran con un montón de autos abandonados. Varios hombres se ofrecen a revisar los vehículos y ver si funcionan aún, mientras que los demás empiezan a montar la guardia.

—Ustedes que tienen tiempo aquí, ¿cómo es posible que no haya perros con ustedes? —pregunta la joven Micneya, acariciando al cachorro.

—No solo los humanos huimos de la muerte, desde que estamos aquí, muchos perros se han escondido o alejado del pueblo por que le temen a los contagiados. Esas cosas están cazando y matando todo lo que se mueve, les hemos visto devorar perros, ratas, etc... Los animales han preferido alejarse de las ciudades y poblados.

—Es aterrador... Hasta los animales les temen. ¿Han visto casos de algún animal contagiado?

—No, no hemos visto eso, y el día que suceda, créeme que estaremos completamente perdidos, los animales tienen su sentido más desarrollado que el hombre, para un supuesto perro zombi, encontrarnos sería pan comido —responde aquel hombre.

Micneya respira profundamente y continúa acariciando al cachorro. El tiempo pasa, Dylan ve la hora y se da cuenta que llevan casi una hora allí. ninguno de los autos funciona. La frustración de Dylan empieza a notarse, ya que no recibe buenas noticias. Inclusive, más hombres se unen en la revisión para tratar de agilizar la búsqueda, finalmente, consiguen uno que enciente. Un bus con treinta asientos de pasajero. Tras cruzar unos cables y realizar algo de esfuerzo, logran hacer que el auto encienda.

—¡Excelente! —exclama el muchacho con una mezcla de alivio y alegría.

Pasado un buen rato, aquel grupo de hombres enciende otros dos buses, todos se emocionan, silban y aplauden. Incluso Dylan, quién siente  que por fin está haciendo algo bien y que finalmente sus decisiones están salvando a alguien, por ende siente mucha alegría, aún más que cualquiera de sus compañeros.

—Es mucho ruido lo que causan ustedes y los motores, Dylan —expresa Mayreth, acercándose a él—. Llamaremos la atención de esas cosas.

—¡Caramba, es verdad! —exclama el chico—. ¡Oigan, oigan, no hagan tanto ruido!

—¡Atraerán a los zombis! —exclama Micneya.

—¡Cálmense! ¡Cálmense! —empiezan a decirse unos con otros, al entrar en razón y percatarse de que el ruido les puede traer problemas.

Lamentablemente y a pesar de la euforia con la que trabajan, no logran hacer funcionar otros buses, más en cambio, si un par de camionetas pick-up, con esto, el grupo decide volver y recoger a las personas. No tardan mucho en llegar. Inmediatamente los soldados organizan el abordaje de las personas en los buses, con orden, evitando así cualquier accidente. Saray se acerca a los muchachos y abraza tanto a Gabriel como a Dylan, agradeciéndoles lo que están haciendo por ellos. El primer bus es lleno, y empiezan a subir personas en el segundo.

Pero las consecuencias del ruido que causaron, apenas inicia: Uno de los soldados divisa una horda de contagiados corriendo hacia ellos, proveniente desde el centro de la ciudad. Inmediatamente alerta a los demás. Dylan, a pesar de los nervios y el miedo a fracasar, convoca a los demás soldados e inicia un contraataque, los hombres armados con escopetas y pistolas, se ofrecen a apoyar el ataque.

Se dirigen hasta el final de la calle y se topan con que los zombis están a unos cuántos metros de ellos. Abren fuego hacia los mismos, y así inicia una batalla feroz. Por un lado, la pequeña horda de zombis que corren salvajemente, y por el otro, los soldados que son la única defensa de las personas a las que intentan rescatar.

—¡¡Vamos, quiero ver cuerpos de podridos en el suelo!! —exclama uno de los sobrevivientes.

Acaban con aquella horda de zombis, y retroceden hasta el galpón. Dylan apresura a los demás para que suban, e inmediatamente le da las llaves del Camaro a Mayreth para que lo encienda y le ordena no moverse de allí, Micneya le entrega al cachorro, May acata las órdenes e inmediatamente se retira del lugar. Lo malo de todo ese alboroto, es que aquel ataque sirvió para alertar a una horda más grande de contagiados, mismos que no tardan en llegar.

—¡¡Apresúrense!! —exclama el joven— ¡¡No hay tiempo de abordar los vehículos en orden!!

—¡¡Los zombis nos atacan!! —exclama otro hombre.

Algunos hombres empiezan a disparar, se percatan de que los zombis han llegado al sitio donde ellos están. El disturbio da inicio, un montón de gente se sube a los buses de manera desesperada. El primer bus parte del lugar llevándose por medio varios autos que obstaculizaban la salida del lugar. Las Pick-up también se retiran del lugar llevándose un montón de gente. Micneya asesina con precisión a muchos zombis, pero tal y como muchos allí, es víctima de las limitadas municiones que se trae. Un contagiado salta hacia ella, y esta, con cuchillo en mano, le espera y atraviesa su cuello. Ambos caen al suelo, la joven apuñala tres veces más al contagiado y se lo quita de encima. Así mismo, acaba con otros tres de ellos haciendo uso de su pistola. Luego Gabriel se le une y, acaban con varios contagiados.

La escena es espantosa, no sólo soldados u hombres armados, sino que incluso civiles se ven víctimas del ataque zombi, la masacre impartida por ambas partes es brutal.

Dylan, por otra parte, junto con uno de los soldados corren detrás de un pequeño grupo de contagiados que se dirigen al interior del galpón persiguiendo a varias personas, entre esas, Saray. Ambos entran tras ellos, y asesinan a dos, luego el joven corre hacia las escaleras, dispara la última bala que le queda, y los contagiados le persiguen hasta la escalera. Mientras tanto su compañero se coloca en la puerta y vigila la salida de los sobrevivientes y luego corre a auxiliar a Dylan

—¡Salgan de aquí! —exclama Dylan notando que un grupo de gente se queda inmóvil viendo la escena. Acto seguido, golpea con una patada a uno de los contagiados en el rostro, mientras sube las escaleras—. ¡¡Corran!!

Esas personas reaccionan con el grito del otro soldado y salen de allí, guiados por Saray quién antes de irse, ve a Dylan saltarse la pasarela de las escaleras, y caer al suelo, mientras el otro soldado dispara, matando a otros contagiados. Rápidamente, el soldado ayuda a Dylan a levantarse y corren hacia la salida.

—¡Cuidado! —exclama Saray.

Uno de los contagiados captura a Dylan y este forcejea con él, pero la fuerza de la criatura es mayor, y en un momento de frenesí, la criatura alza a Dylan un poco y luego lo tira contra el suelo e intenta morderlo. El soldado mete la mano en medio de ambos, siendo mordido por el contagiado, y hace algo de esfuerzo junto con Dylan para que este último escape. Entonces los otros dos zombis atacan, mordiendo al soldado.

—¡¡Ahhhhh!!, ¡¡Váyanse!! —exclama el hombre, sacando del bolsillo una granada y quitando el seguro.

—Pero...

—¡Lárguense, maldita sea! —vuelve a gritar el soldado, entonces uno de los contagiados clava uno de sus dedos en el ojo del hombre, y busca morder su cuello.

Saray se retira del lugar tras la orden del soldado, Dylan se queda perturbado ante la escena, se levanta rápido y corre sin voltear, dejando atrás a su compañero. Sabe que no puede hacer nada. Aquel hombre no espera más, está siendo devorado en vida, así que suelta la granada, explotando junto con los zombis. Dylan no termina de salir del galpón y la onda expansiva de la explosión lo manda a volar varios metros, para después caer en el suelo, quedando inconsciente.




Moisés abre los ojos abruptamente al escuchar a uno de sus compañeros que llega corriendo a la sala de descanso y les alerta a todos los que están allí que el pueblito está bajo ataque y que ya no es un lugar seguro, puesto que una pequeña horda atrajo a un centenar de zombis provenientes desde el sur. Todos se preparan para apoyar la respuesta bélica de los hombres contra los zombis. Los disparos no cesan, las explosiones tampoco.

Conforme avanza la lucha y a su vez, esta se alarga más y más, Moisés rápidamente se da cuenta de que la guerra está perdida: desde el sur y el este vienen cientos, no, quizás miles de zombis. Una inmensa horda de contagiados que a simple vista parece no tener fin y que avanza velozmente, persiguiendo a los cientos de personas que buscan refugio tras las puertas de aquel fuerte improvisado por los lugareños sobrevivientes.

Moisés le indica a varios soldados que monten todos los equipos que esta gente le entregó en los jeeps mientras él y los demás apoyan un poco más en el ataque. Pasado un rato, ocurren varias explosiones en el pueblo, una nube de humo cubre todo el lugar, hay destrucción y muerte por doquier, y viendo que aun así los zombis no detienen su paso, el pelicastaño y los soldados de la resistencia se retiran hacia el interior, y empiezan a empacar rápidamente sus cosas.

—¿A dónde van? —habla un sobreviviente, que los ha seguido hasta el interior, se trata de un chico de quizás dieciséis o diecisiete años, delgado y bajo. Un completo enclenque.

—A salvar nuestros traseros, esta es una pelea perdida, y yo te diría a ti, que también hagas lo mismo —responde uno de los soldados, con severidad, mientras empaca.

—No me parece justo, nosotros les hemos dado comida e información, incluso intercambiamos nuestros equipos de comunicación con ustedes, y les brindamos armamento a cambio de apoyarnos en el ataque. ¡No pueden irse!

—Sí bueno, se acabó el apoyo de nuestra parte, nosotros nos vamos. De todas maneras, prestamos servicio y los soldados que llegaron antes igual. No.lea debemos nada —responde Moisés, sin voltear a mirar al crío.

—¡No pueden hacer eso, son unos desgraciados, le avisaré a los demás! —exclama el chico, indignado.

Uno de los soldados le agarra del brazo, le golpea en el rostro con una bofetada y luego en el estómago. El chico cae al suelo tras quedarse sin aire. Así mismo, y actuando de manera indiferente, los demás terminan de empacar sus cosas y se retiran del lugar.

—Ya hemos subido en los autos los equipos de comunicación, estamos listos para irnos —informa otro soldado que regresa corriendo y se los encuentra en el pasillo.

—Bien, vámonos de aquí —dice Moisés, ignorando por completo que varios metros tras ellos, el chico intenta levantarse.

Salen del fuerte, aprovechando que los hombres de allí tienen toda su atención en los zombis, y ven que el pueblo de por sí ya está vuelto un infierno. Montan sus vehículos y deciden retirarse por el noreste, evitando la ruta por la que llegaron allí días antes.

El chico, aun adolorido por los golpes que recibió, sale del fuerte y sube hasta la calle principal, recoge un arma del suelo y ve cómo a lo lejos, la resistencia les ha abandonado. Una gran rabia y frustración recorre todo su cuerpo y corre varias calles, persiguiéndoles mientras les dispara y les grita que se detengan. Cuándo se percata de que no tiene más balas, intenta volver, no obstante, su imprudencia e impulsividad le ha llevado hasta las garras de la muerte y es atrapado por varios contagiados.

—¡¡No, no!! ¡¡Auxilio!! Los maldigo, soldados de la resis...

Mientras salen de la ciudad ignorando lo que sucede varias calles atrás, se topan con varios escenarios donde enfrentan zombis, muchos de ellos que son atropellados y aplastados por los Jeeps. Finalmente salen del pueblo y toman la autopista, abandonando a esas personas que, desde un principio, se negaron a las peticiones de Moisés, en cambio, se negaron retirarse del lugar y prefirieron morir luchando.

Ya bien encaminados en la autopista de regreso a la base, muchos se preguntan si la decisión tan radical que ha tomado Moisés fue la correcta, o si fue injusto para esas personas que no les prestaran apoyo. Sin embargo, para Moisés, tan solo es un pequeño sacrificio por recursos en información, a parte, de que tiene muchas ganas de encarar a Harold y a Deiler por lo que ha descubierto con respecto a la comunicación y cómo no han sabido nada de lo que ha pasado en el mundo.

—Moisés.

—¿Sí? —responde el pelicastaño.

—¿Esa gente, en información estaba varios pasos por delante de nosotros, seguro que no hicimos mal en abandonarlos? —pregunta.

—No, ellos decidieron luchar hasta el final, hiciéramos lo que hiciéramos, no íbamos a sacarlos de allí, al contrario, moriríamos. He velado por la seguridad del grupo, y porque quiero que nuestra gente tenga mejores resultados en las siguientes misiones.

El silencio se hace presente entre ambos, y así continúan el resto del camino.




Martes, 09 de febrero.
9:40 hrs

—Dylan... Despierta, despierta por favor... ¡Dylan! —exclama la joven de manera desesperada, mientras le hace RCP.

Lentamente el chico abre los ojos, y ve el rostro de la persona que le auxilia, tose e inmediatamente, la chica detiene lo que hace, para ayudarlo poco a poco a reaccionar.

—¿M-may? —pregunta el chico.

—No, soy Saray, anda levántate... ¡Vamos! —le ayuda a levantarse.

Saray ayuda a Dylan a caminar, el joven está aturdido por el golpe que recibió tras volar por los aires. Se escuchan más explosiones de granadas, gritos de personas y disparos. Ambos jóvenes salen del callejón, se topan con varias personas retirándose del lugar, mientras otros continúan el ataque. Micneya y Gabriel comandan la retirada mientras el otro grupo de personas que aún mantiene el ataque, decide quedarse para poder permitir a los otros huir.

Mayreth se mantiene expectante del regreso de sus amigos, dos de los tres buses han salido y aún nada que vuelven sus compañeros ni los demás soldados. De pronto, se percata de que sus amigos están de regreso y sonríe aliviada. Corre a auxiliar a Dylan, que ya no camina apoyándose de Saray, pero su avance es lento.

—¿Y los demás? ¿Qué ha sucedido? —pregunta Mayreth.

—La retirada, pero presiento que muchos no van a regresar con nosotros —expresa Saray agitada y con mucha angustia—. Tus amigos vienen en camino.

—May, quiero ir a casa, me duele la cabeza —dice Dylan.

Mayreth se percata de que Dylan tiene una herida en la frente y que está sangrando, inmediatamente los tres van hacia el Camaro, Dylan se acomoda en el asiento trasero, Mayreth y Gabriel los alcanzan y todos se suben al auto. Gabriel se ofrece a conducir, mientras Micneya, con el rifle de May, se mantiene expectante y alerta. El moreno los saca de allí efectivamente y se retiran del lugar, era hora de volver a la base.

El camino de vuelta transcurre en silencio, Dylan mantiene la mirada fija en el techo, mientras lágrimas salen de sus ojos. La frustración que siente es enorme, Mayreth se percata de ello y le abraza.

—Lo siento mucho, perdónenme.

—¿Dylan? —voltea Micneya.

—Casi mueren por mi culpa y... mierda, muchas personas han muerto por mi culpa. Nuestros compañeros y mucha gente inocente.

—No te culpes, salvaron a muchas personas —habla Saray—. Ustedes se arriesgaron a hacer funcionar todos estos carros y sacar de ese pueblo a muchas personas.

—Gabriel...

—Optamos por la retirada Dylan —responde Gabriel—, pero salvamos al menos unas noventa personas, y cayeron algunos cuantos de nuestros compañeros... La mayoría de bajas fueron de civiles y de los hombres armados que lucharon con honor.




La matanza dentro de la base no cesa, de hecho ha ido en aumento: más de la mitad del ejército formado por soldados y chicanos ha muerto. Deiler y los demás han vuelto con el comandante Harold al interior de la base, y Karla lo atiende, trata de detener el sangrado de su cintura. El capitán siente mucha frustración al verse superado por la situación, y no tienen en mente ninguna idea sobre cómo sobrevivir a esto. El tiroteo afuera no cesa y esto conlleva a que las municiones se vayan terminando. Los zombis los tienen acorralados en aquel pequeño rincón de la base, sobre la platabanda del cuartel algunos, y en el interior de este a otros, quienes desesperadamente revisan si queda algo para poder defenderse, consiguen más armas y algunas granadas. Sin embargo, lo que más emociona a Deiler es haber conseguido varios lanzagranadas, así mismo él, junto con los demás en la sala suben hasta la platabanda y empiezan el contraataque.

Luego de casi tres horas y media de lucha, y aun viendo que el número de los zombis sigue siendo muy superior, los soldados continúan la lucha sin descanso. En medio de las explosiones y disparos, escuchan motores de vehículos acercarse, por lo que, con más ahínco le ponen más empeño al contraataque. Las motos y los jeeps ingresan en la base, se dirigen a dónde está ocurriendo el conflicto. La primera imagen que tienen es de un montón de zombis que, al escuchar el ruido causado por los recién llegados quiénes inician un ataque por el flanco trasero de los contagiados.

Deiler y los demás ven un rayo de esperanza al ver que se trata de Moisés y los demás. La sensación de euforia invade sus cuerpos y, notando que han reducido el número de zombis en el frente, el pelinegro comanda un contragolpe terrestre. Siendo este el inicio de la batalla final.
Dicha batalla no puede ser más sangrienta.

Enfrentarse a la muerte, es estar consciente de que esta se va llevar a muchos de hombres y mujeres por medio. Y aunque el miedo de morir está presente en cada uno de ellos, las ganas de sobrevivir y ganar la batalla les hace luchar con valentía.

Poco a poco, acaban con los zombis restantes del lugar, pero a cambio, la resistencia humana se reduce muchísimo.
Moisés asesina al último zombi en pie, disparándole varias veces en el cráneo, acto seguido, y tras ver que no hay más zombis con vida, empieza a disparar al cielo, descargando las balas que le quedan, esto como una señal de victoria. Es así que, tras una ardua batalla contra la muerte, la misma ha terminado con la humanidad como claro ganador. Deiler observa a su alrededor todo completamente agitado, acto seguido, alza el puño derecho en señal de victoria, y por consiguiente, todos los demás sobrevivientes celebran alegremente, gritando, aplaudiendo, abrazándose unos con otros.

La batalla contra la muerte ha terminado.

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