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CAP 32 - Balas y Sangre.

Martes, 09 de febrero.
02:45 hrs

Dylan abre los ojos de repente, hay mucho ruido afuera. Los contagiados se mueven de un lugar a otro, golpean, gritan, chillan. Su corazón se acelera y toma su arma. Es entonces cuando los ladridos de un perro a lo lejos activa el movimiento de los contagiados y luego se escuchan fuertes chillidos de dolor provenientes del animal, hasta que finalmente es callado.

Mierda, han matado al pobre perro —susurra Micneya, con rabia.

Cómo odio esas cosas —susurra Gabriel.

Esos no son comportamientos normales de los contagiados —expone Dylan, susurrando—. No recuerdo que fueran así.

Micneya le toca el brazo a Dylan tras darse cuenta de que él también está despierto. El joven voltea a verla y luego se percata de que no sólo ellos, si no que todos los presentes allí dentro están despiertos, inclusive los niños, quienes sus padres les hacen morder con fuerza sus camisas o las cobijas que usan para apaciguar el llanto y evitar así ser descubiertos. La oscuridad en el lugar es casi total, puesto que a través de las ventanas superiores pasa la luz de la luna.

Luego de un buen rato, se vuelve a escuchar el mismo bullicio causado por los contagiados, hasta que finalmente cesa y todo vuelve a quedarse en silencio. Pasado un buen rato, y ya seguros de que no hay peligro alguno, uno de los hombres dice que montará guardia, a lo que uno de los soldados se ofrece para acompañarle mientras los demás duermen. Dylan también se ofrece para tomar la siguiente guardia hasta el amanecer, de inmediato Zailyn se ofrece a hacerle compañía al joven.

—Bueno, si no te molesta, Dylan.

—No, claro que no. Más bien me ayudarías un montón —responde con total tranquilidad.

—Vale, perfecto.


Por otro lado, el comandante muestra una mirada fría al ver el cadáver de su compañero, quien es revisado por uno de los militares. Harold nota que el rostro de Linares ha sido desfigurado quizá por alguna golpiza y que su brazo derecho ha sido desmembrado.

—Llamen a los demás escuadrones, que aún están en la base. Reúnanlos aquí. Tenemos que planear bien nuestro siguiente movimiento. Aquí hay algo que no me cuadra.

—El arma de Linares no está, y si seguimos este camino de sangre podemos ver que...

Ambos escuchan un ruido al otro lado del camión, como si algo se quejara. Harold y sus hombres se dirigen lentamente siguiendo el charco de sangre y finalmente llegan al lugar de donde proviene el ruido. Observan bien, y entonces uno de los soldados se da cuenta de que es uno de los chicanos y que ya contagiado. No obstante, perciben algo extraño en su andar, hasta que caen en cuenta que cojea de la pierna izquierda y que de su tobillo brota sangre.

—Hay que matarlo, no puede moverse así que hay que aprovechar.

—Esperemos que todos estén aquí, este chicano puede darnos las respuestas de lo que buscamos.


Deiler se muestra algo exhausto, debido a que han logrado detener el peligro, pero no lograron atrapar a la contagiada que escapó en medio del alboroto, de pronto escucha que Daniela le grita a lo lejos, por lo que voltea y se dirige hacia ella. Es ahí que se percata del soldado que ha llegado a informarle que Harold les espera, que quiere reunirlos a todos. Así mismo, todos se dirigen al punto donde les solicitan.

Camino allá, Kenny se acerca al escuadrón de Deiler y le saluda con entusiasmo, se alegra de verlo. Deiler también expresa que le alegra verlo y conversan sobre lo sucedido. Livia también saluda a Deiler y este le sonríe a modo de saludo. Llegan al lugar dónde antes tenían a la contagiada y muchos se sorprenden de ver el cadáver de Linares en el suelo. Harold no se va con rodeos y de una vez los lleva directo a donde está el contagiado, buscando alejarse a pesar de no poder moverse bien. Su paso es muy lento, y emite ciertos quejidos.

—¿No les parece extraño? —pregunta Harold.

—Lo más extraño aquí es que no puede moverse rápido, está herido.

—Sí, pero no está completamente convertido, intentamos hablar con él y sólo ha dicho una sola palabra: "Cangrejo".

—¿Qué ese no es el apodo de uno de los secuaces de Oscar? —pregunta Anderson, curioso.

—Puede ser, ahora te pregunto a ti, Capitán del escuadrón número uno de la resistencia. ¿Qué es lo que ves?

—Aquí realmente se ve el intento de un ataque, de un golpe hacia la resistencia. Dudo mucho que haya sido Linares, siempre se ha visto leal a nuestros ideales, y a juzgar por lo que pude ver, él fue atacado.

—Si lo que dices es cierto ¿Quién sería el traidor? ¿Quién sería el enemigo aquí? —pregunta Harold, de manera minuciosa.

—Tengo mis sospechas, y de ser así, el error ha sido mío por haber confiado en ellos, y también sería mi responsabilidad ya que confié en que nosotros responderíamos mejor ante cualquier ataque, ya que estamos mejor preparados para la guerra.

—Deiler, no creo que haya sido solamente tu culpa, sino de todos nosotros que no nos esperábamos algo así —expresa Daniela, tratando de quitarle peso a la responsabilidad que siente Deiler.

—Hermano, de ser así —habla Jesua, tranquilamente—, probablemente ni siquiera es responsabilidad de nadie. Tampoco podemos señalar posibles culpables.

—Tenemos que idear un plan, aparte de eso. ¿Dónde están los chicanos? —pregunta Anderson.

Harold pierde la paciencia y le dispara varias veces al contagiado. Para después reunirse con todos y organizar un plan. Está demasiado enojado, y quiere encontrar al causante del golpe que se cobró varias vidas esa noche, entre esas la de su mejor amigo y compañero. Las sirenas de la base son encendidas, lo que hace que todos se exalten un poco. Luego las mismas son calladas y se pueden escuchar los quejidos de una mujer. De pronto, la voz de un hombre habla a través de las mismas.

Oscar "El Conejo" Pérez.

«¡Comandante Harold! ¡Me sorprende que usted y sus escuadrones hayan resistido el ataque que hicimos! Realmente están muy bien entrenados, lograron salvar una gran cantidad de recursos y personas, quiero que sepan que los mataremos aquí.

En el fondo, tras la voz de Oscar, se puede escuchar la voz de Karla quién clama por ayuda y luego alguien la golpea para callarla. El comandante inmediatamente prepara un nuevo plan, uno que tiene que ver más con el ataque. Se organizan en cuatro grupos, y así es como tienen que atacar la torre principal, tomarlos por sorpresa antes de que ellos les tiendan una trampa y los maten.

—Oye Kenny —habla Deiler, acercándose a él—, la mitad de mis soldados no están aquí. ¿Crees que puedas prestarme algunos de tus soldados?

—Vale, Livia y Noel te ayudarán.

—Yo también iré contigo, hermano —habla Jesua.

Daniela no tiene que decir nada, puesto que ella también irá sí o sí con él. Por lo que ellos se organizan en el camino, y según lo planeado por Harold, Deiler también organiza a su equipo, distribuyéndolos en diferentes puntos. Después de todo, habría que sí o sí acabar con esos traidores en este lugar, antes de que perjudiquen a los demás que están camino a "Los Santos".

—Recuerden chicos, traten de no ser vistos —finaliza Deiler.


Martes, 09 de febrero.
05:10 hrs

Saray se acerca hasta donde Dylan está descansando y le despierta. Le recuerda que hay que iniciar la guardia. El joven se despierta, bosteza y luego de luchar contra el sueño, se levanta. Bosteza nuevamente, toma su arma y camina con ella hasta el centro, donde está ubicada la fogata que en esos momentos está apagada.

—Hace algo de frío acá, la verdad —expresa Dylan.

—Mi cobija está allá, si quieres te la puedo prestar.

—No, gracias. No te preocupes. Hemos pasado peores.

La chica le sonríe. Empiezan a conversar sobre cosas triviales, y luego empiezan a hablar de comidas que extrañan de su país, o sus pasatiempos favoritos. Cosas así, hasta que el joven vuelve a caer en la realidad y le recuerda que tienen que salir sí o sí de allí, antes de que sea tarde y los contagiados los descubran. La chica no dice nada, y pasado un rato, empieza a tontear con él.


Deiler observa sigiloso a través de la mira de su arma desde el techo del comedor que usaban antes cuándo eran cadetes, apuntando directamente hacia donde está el grupo de la resistencia liderados por Harold, quienes al llegar a la torre 1, son interceptados por Oscar y sus hombres.

Livia observa a Deiler, agachada. Saca una cantimplora y bebe agua, para después hablarle al pelinegro.

—Capitán Deiler.

—¿Si?

—Si nos juntamos todos, resultamos ser un grupo de combate más grande que el de los chicanos ¿por qué el Comandante Harold nos hace distribuirnos, en vez de atacarlos directamente? —pregunta.

—Porque él piensa que un ataque directo causaría más bajas por nuestro lado. Oscar tiene las de ganar porque está en la torre, y desde cualquiera de las ventanas nos verían llegar y nos asesinarían. Sin embargo...

—¿Sin embargo? —pregunta Livia.

—Aquí hay algo que no me convence, tengo un mal presentimiento. Harold nos ha dividido en puntos estratégicos, pero ¿no te has dado cuenta de algo? —comenta el Capitán.

—No, ¿a qué se refiere? Estamos bien y en todo el rato que llevamos, no ha sucedido nada malo. A parte, Oscar y el comandante están hablando —responde Livia, bajando los binoculares.

—No, Livia... ¡Hemos cometido otro error garrafal! —Deiler toma una pausa, y continúa hablando en voz baja, sin percatarse de que detrás de ellos, alguien ha subido al techo, desenfundando su arma—. Harold nos dividió para hacer una emboscada y nosotros matarlos a ellos, esa era la ventaja, pero si Oscar es inteligente... ¡No puede ser! ¡Livia!

Deiler voltea por acto de reflejo hacia donde está la muchacha y escucha el sonido de un disparo, cuya bala impacta en el cráneo de Livia, acto seguido, Deiler se apresura en levantarse y se lanza hacia el otro techo que forma parte del comedor, justo donde se ubica la cocina. Cuándo cae allí, voltea y observa el cuerpo sin vida de Livia. Aquel disparo hizo eco en todo el lugar, y luego más disparos se escuchan en los alrededores.

—¡Cuánto tiempo, capitán! —exclama el Cangrejo, alzando la mano izquierda a modo de saludo, mientras pisa el abdomen de Livia, cual cazador furtivo al animal que ha matado—. ¿Realmente pensaste que no los estaríamos esperando? Los militares son muy obvios, pobre muchacha, tan bonita y con buen cuerpo para morir tan horrible.

Deiler se queda perplejo al escuchar todos los disparos, ¿realmente los habían estado esperando? Sabe que Oscar es bueno para causar alborotos, pero no se esperaba que los recibieran de esa forma. No sólo eso sucede, si no que abajo, los chicanos y la resistencia empiezan un conflicto.

—Eres un maldito... ¡¡CANGREJO!! —grita Deiler con bronca, sacando la pistola.

El Cangrejo anticipa la acción de Deiler y se lanza al techo siguiente, al caer, ambos empiezan a dispararse, Deiler empieza a correr hacia el otro lado del techo y salta nuevamente hacia una de las carpas, donde la tela amortigua su caída, no obstante, el capitán termina rebotando y cayendo al suelo, golpeándose en la rodilla. El cangrejo dispara varias veces hacia la tienda como un desgraciado, abriendo varios agujeros en el techo. Posteriormente, empieza a caminar en la dirección contraria para bajar por las escaleras.

—Ustedes vinieron a la boca del lobo, sentenciaron su muerte. ¡Nadie los mandó a meter sus narices en un lugar donde no los invitaron! ¿Qué pretenden hacer?, soldados de la resistencia —pregunta el cangrejo, caminando hacia la tienda.


Muchos cuerpos yacen en el suelo, tanto de miembros de la resistencia como de los traidores. El conflicto que ha iniciado en el momento en el que suena el primer disparo, se ha vuelto una verdadera masacre. Los soldados de Harold se reposicionan en diferentes puntos estratégicos y empiezan a disparar a los chicanos, quienes tienen mejor posición gracias a la torre 1 atacan sin piedad.

—¡Comandante Harold! ¡Nos tienen ventaja por la torre! —exclama uno de los soldados.

—Tenemos que reagruparnos. ¡Hay que idear un nuevo plan! Si no pensamos en algo ahora ¡Moriremos aquí! —exclama Harold, mientras prepara la retirada tras lanzar una granada directamente hacia la entrada de la torre.

La misma explota y aunque varios chicanos mueren, los restantes se reagrupan dentro de la torre. Oscar sujeta por el cuello a Karla y la hace subir las escaleras.

—¡Corran, corran! ¡Vámonos de aquí! ¡Reagrúpense! —exclama uno de los soldados, antes de recibir varios disparos en la espalda, provenientes desde una de las ventanas de la torre.


Deiler entra en la tienda, cojeando un poco, camina hasta el final de la misma y se agacha para ocultarse. El cangrejo, por otro lado, camina tranquilamente hasta ingresar y cuándo esto sucede, Deiler prepara su arma.

—¡Respóndeme algo, Cangrejo! —exclama Deiler—. ¿Por qué? ¿Por qué hacen esto? Nos habíamos aliado para acabar con los zombis. ¿Por qué nos traicionan así?

—Ahora sobrevivir es una opción muy viable para cualquiera. Según el jefe, el tiempo que trabajamos juntos no fue nada más que por beneficio propio, pero ustedes ya no son necesarios. —responde Oscar, caminando tranquilamente.

Se detiene justo a unos cuántos metros, coloca el dedo en el gatillo y apunta hacia el costado derecho de la tienda, justo donde hay un montón de bolsas. Deiler cierra los ojos y respira profundamente tres veces, entonces escucha la voz de su contrario.

—Sal de ahí, Capitán. Eres la piedra en el zapato del jefe, ni siquiera el comandante de esta resistencia representa peligro para nosotros, tanto como tú. Ahora por favor, déjame matarte, el jefe me compensará muy bien.

—Antes de salir, dime algo más, ¿Qué es lo que tanto le importa a Oscar?

—Recursos,dinero, poder —responde mientras cambia de objetivo, apuntando hacia dondeescuchó la voz de Deiler.

—¡El dinero no sirve ahora! —exclama Deiler—. La economía ha caído, las personas ya no compran con dinero. ¡El mundo es un caos!

—No sólo eso, también le interesan las mujeres. Este mundo como dices, es un caos y el placer es lo único que nos mantiene vivos. Ustedes tienen mujeres divinas, especialmente una alta, creo que es... Diana, Darla... Oh... Daniela

Deiler sale desde la esquina opuesta a la que apunta el cangrejo y dispara varias veces. El cangrejo cae al suelo, sangre sale de su boca. El capitán se acerca al hombre moribundo y le vuelve a disparar dos veces más, terminando de matarlo.

—Son unos miserables —expresa Deiler, caminando hacia la puerta de la tienda.

Cuándo está a punto de salir, se percata de que todo está en silencio, por lo que duda el salir por la puerta. Por ende, se da la media vuelta y sale de la carpa por una de las ventanas laterales, opuestas a la torre, y se mueve sigilosamente por entre las demás tiendas, agachado y preparado para cualquier sorpresa.
Continúa avanzando, y a lo lejos ve a los demás soldados reagrupándose, se da cuenta de que sus compañeros están aún con vida, lo que le alivia mucho, pero entonces, no ubica a Kenny entre ellos. Se acerca a Jesua que está con Daniela, y esta al verlo lo abraza.

—Comandante —habla Kendall, miembro del escuadrón de Kenny—. Lamento informar que nuestro capitán Kenny, cayó en medio del fuego.

—Esto es una mierda, hemos perdido a muchos buenos camaradas. Tenemos que reagruparnos, falta poco para el amanecer y tenemos que usar todo lo que tenemos para un último asalto, tenemos que matar a esos malditos.

—¿Cómo planeas atacarlos Harold? Tienen la ventaja de que están dentro de la torre uno. Tu anterior plan no fue una genial idea que digamos, al menos la mitad de nuestros compañeros murieron en ese ataque fallido —expone Deiler, mostrándose algo decepcionado por lo ocurrido.

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