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CAP 31 - Los Sobrevivientes.

—Oscar... —habla Linares, con una voz pausada, temerosa. Su mano derecha, la cual está apoyada en la cacha de su pistola, tiembla—. Te exijo... que repitas... lo que dijiste.

—Estuvimos muy cerca de liberarla —repite Oscar, acercándose a uno de sus hombres, quitándole el arma y revisando las municiones—. Lamentablemente, casi arruinas todo. Si el comandante hubiera venido, muy probablemente tendríamos que haberlo matado aquí también, lo cual habría hecho que todo saliera muy mal. Agradece que tiene muchas cosas pendientes...

—¿¡Qué dices!? —exclama Linares, apuntándole con la pistola—. ¡No bromees!

—¿Te parece que bromeo? —responde Oscar, sin mirarlo a la cara—. Si yo fuera tú, iría arrodillándome y pidiendo clemencia, porque serás el primero en ser sacrificado.

—¿Qué carajos dices? Se supone que somos aliados, chicano de mierda.

Linares de pronto siente como algo pesado le golpea en el hombro derecho, causando que suelte el arma.
El cangrejo le ha golpeado con una piedra de buen tamaño que agarró del suelo, y por consiguiente de haberle atacado a traición, aprovecha que el militar está adolorido, para tirarlo al suelo. Allí empieza a patearlo varias veces, con mucho ahínco, en el costado derecho a la altura de la costilla.

—¡Ya me tenías harto con tu vocecita y tus palabras, militar de mierda! —exclama el Cangrejo.

Pasado unos segundos, mientras los demás chicanos discuten cómo romper los candados, El cangrejo se detiene al percatarse de que su víctima no emite quejidos, lo que le hace pensar que quizá ya está muerto. Se agacha un poco y nota que Linares trata de recuperar el aire con mucha dificultad. Ante esto, sonríe gustoso de ver el sufrimiento del militar.

—¡Cabronazo, pensé que te habías muerto! ¡Casi arruinas mi diversión! —exclama el chicano, mientras se coloca de pie nuevamente, y se ensaña a patearlo repetidas veces en el mismo sitio.

Oscar observa la escena con un semblante sereno, y da la espalda a la situación, caminando en dirección contraria. En su mente, este suceso es solo un pequeño traspiés sin importancia que no hace nada más que atrasar su plan: derrocar a la resistencia y quedarse con todos sus recursos, y cómo no, algunas mujeres.

—Ustedes liberen a la criatura y váyanse de aquí. Yo iré a tratar con Harold personalmente —ordena, subiendo al lowrider y retirándose del lugar, con varios de sus hombres. Dejando al cangrejo con dos acompañantes.

Mientras tanto, Cangrejo deja de golpear a Linares, acto seguido, pisa su cara con algo de fuerza. Linares está casi inconsciente, pero tras poder recuperar poco a poco el aire, puede escuchar cómo los chicanos rompen el candado y abren la puerta del camión.

—Así que ella es la contagiada que capturaron estos militares —dice uno de los chicanos.

—Sí que tienen agallas. Cangrejo, ¿qué hacemos con ella? —pregunta el otro.

—Pues haremos que ella se coma a este... ¡Hablador! —quita el pie de la cara de Linares y le patea con mucha fuerza justo en la boca.

El quejido de linares hace que la contagiada se fije en él. El suelo se mancha de la sangre que brota de la boca del militar yacido en el suelo. El cangrejo se aleja un poco y le dice a sus acompañantes que lo levanten y lo dejen en la puerta del camión.

Estos, perplejos, hacen lo que el cangrejo les pide. La contagiada se acerca a Linares, lentamente, mirándolo a los ojos. Linares balbucea que tengan piedad, que no le hagan eso, y entonces, la contagiada salta hacia él y lo sujeta por el brazo, mordiéndolo. Los gritos de Linares son atroces.

—Cangrejo, basta, esto ya es irse demasiado lejos —dice uno de los chicanos.

—Ah no, esto si lo es —responde el subordinado de Oscar, cogiendo el arma de Linares que está en el suelo y golpeando con la misma en el hombro al chicano que expresó desacuerdo, para luego empujarlo—. Tú te sentenciaste, cabrón.

Le dispara en el tobillo, posteriormente, el Cangrejo da la espalda, tira el arma al suelo y se sube en el lowrider seguido del otro que se mantuvo en silencio. Así, ambos se retiran del lugar.




Tras adentrarse en la localidad, y a pesar de que la noche cae y todo se torna más oscuro, se percatan de que hay un montón de autos que trancan el paso, también hay palabras escritas en las paredes de algunas casas pidiendo ayuda, y unos mástiles con sábanas blancas ondeando como si fueran banderas. Nuevamente deciden bajar de los autos ya que no pueden continuar avanzando. Preparan sus armas, encienden las linternas y comienzan a pasar por encima de los mismos.

Caminan al menos unos veinte minutos, y no se topan con nada ni nadie. Han avanzado por varias calles y sólo han visto lo mismo que en otros lados, el resultado del caos y el abandono prolongado. Tras llegar a una calle con cuatro esquinas, deciden volver nuevamente al punto inicial, especialmente porque ya está muy oscuro y más allá de las linternas, no pueden ver nada, siendo así un blanco fácil para cualquier ataque zombi.

Doblan una esquina, y siguen avanzando por el mismo camino que tomaron antes. Se sienten observados, y el hecho de estar en un lugar tan silencioso, en el que solo pueden escuchar sus pasos y su respiración no es algo muy agradable, ni siquiera para ellos.

—¿Es lo que creo que es? —se escuchan voces a lo lejos.

—¿Son luces de linternas?

—¡Si son luces de linternas!

Los jóvenes se detienen, apuntan hacia todas las direcciones buscando las voces, cuando de pronto, ven como en varias casas se iluminan por antorchas iluminando el lugar. De pronto, de esas mismas casas salen personas quienes también les apuntan con sus armas. Inmediatamente Dylan da un paso adelante, tratando de dialogar.

—Hola a todos... Somos miembros de la resistencia y...

—Sabemos quiénes son, varios de sus compañeros llegaron hasta aquí —expresa un hombre.

—¿Qué hicieron con ellos? —interroga Gabriel.

—¡Calma! —exclama una mujer, saliendo de entre la multitud— Están aquí con nosotros, sólo que, se toparon con varios de esas cosas y pues, sabrán cómo terminó todo.

—Si es verdad lo que dicen, quiero verlos —expresa Dylan, dando un paso adelante.

Uno de los hombres allí les hace señas para que los sigan, Dylan voltea a ver a Micneya y esa asiente. Así los jóvenes caminan tras ellos y se adentran en un callejón. Los siguen y entonces entran en una especie de galpón o depósito abandonado, allí dentro observan más personas, alrededor de una fogata y estas personas voltean a verlos a ellos. Se les acercan, y notan que, a diferencia de los anteriores que llegaron, vienen más de ellos.

El lugar no tiene muy buen aspecto: para empezar, no está bien iluminado, solamente cuenta con varias fogatas en las esquinas, y una más grande en el centro, varias colchonetas en el suelo y algunos juguetes, ya que hay niños allí también. No hay luz eléctrica, al final se puede observar un pasillo que lleva hacia otro lado, quizá los baños o alguna salida, y dentro del lugar al parecer hay aproximadamente unas ciento sesenta personas, incluyendo niños.

—¿Quiénes son ellos? ¿Y dónde están nuestros compañeros? —pregunta uno de los soldados.

—Están heridos, pero ya presentan mejoría —expresa un hombre, que sale de una puerta a la izquierda de dónde ellos han entrado.

—¿Heridos de qué? —pregunta Gabriel.

Micneya tras verse sorprendida y no haberse percatado de esa puerta, observa todo a su alrededor con más detenimiento mientras escucha la conversación entre sus compañeros y los sobrevivientes. Hay algo en ese lugar que no le agrada mucho. De inmediatotoca la mano de Mayreth, quién voltea a verla, y ambas se hacen gestos disimulados para que estén al pendiente. Por otra parte, Dylan procede a seguir conversando con ellos, y exige ver a sus compañeros. Sin embargo, varios de los sobrevivientes se niegan.

—Se los repito nuevamente, y no pretendo aceptar otra negación —la mirada de Dylan se torna más seria—. ¿Dónde están nuestros compañeros?

Todos se quedan en silencio, mirándose fijamente. Es un silencio incómodo, tenso, la mano derecha de Dylan lentamente coloca el dedo en el gatillo de su arma mientras aún mantiene lamirada fija en aquel hombre. Un poco más robusto y alto que Dylan, con barba y bigote sin arreglar. Es entonces que la misma chica que le habló hace un momento allá afuera, hace acto de presencia y le sonríe amablemente al joven.

—Te aseguro que tus amigos están bien, pero no están aquí, están siendo tratados ya que se enfrentaron a algunos contagiados. Me presento, soy Saray, un gusto en conocerlos.

—Dylan, somos miembros de la resistencia y también nos da gusto conocerlos austedes.

—Bien, ya habiéndonos presentado, pueden dejar sus cosas y ponerse cómodos, lanoche es larga y...

—Tu acento —interrumpe Dylan.

—¿Disculpa? —pregunta la joven, sin entender.

—Tu acento lo reconozco, eres también de Venezuela ¿No? —pregunta el joven.

—S-sí, ¿ustedes también? —responde ella, curiosa.

—¡Sí! —exclaman Dylan y Gabriel al mismo tiempo.

La tensión del ambientedisminuye bastante con la alegría de ellos tres al reconocerse procedentes del mismo país. Micneya y Mayreth bajan un poco la guardia y escogen un lugar un tanto alejado de todos ellos, para que el grupo se ponga cómodo. Es así como empiezan todos a socializar y recibir ayuda de los sobrevivientes allí dentro.

Dylan, Gabriel y Saray siguen hablando a unos cuántos metros alejados del grupo, todo eso después de que sehan presentado todos con ella. Es así que incluso los tres terminan compartiendo varias anécdotas de cuándo todo estaba bien y se encontraban en su país natal. Saray y Dylan empiezan a conversar entre ellos, y Gabriel de inmediato se da cuenta de la chispa que repentinamente surgió entre ambos porlo que finge un bostezo y se levanta, caminando hacia dónde están sus compañeros. Así es como entonces, Dylan le empieza a contar a la chica sobre la resistencia y sobre sus demás amigos, especialmente de Moisés y Deiler.

—Se escuchan bien agradables tus amigos, y la manera en que te expresas de ellos, se nota que les tienes mucho aprecio.

—A todos, en realidad, y mucho más a aquellas dos. Son mis mejores amigas, ylas amo con mi vida —expresa el chico.

Saray sonríe de medio lado, concierta nostalgia. Baja la mirada y se puede notar algo de tristeza en sumirada.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—No es nada... Es sólo que... hace mucho tiempo que no sé lo que es sentirte protegida por alguien, y no lo digo por una pareja, lo digo por un amigo o algún familiar. Hemos sobrevivido aquí todo este tiempo y la verdad no sabemos cómo... Incluso llegué a pensar en quitarme la vida varias veces por que no veía esperanzas de salir adelante.

—¿Y qué te salvó de hacerlo? —pregunta Dylan, curioso.

—El miedo a morir. No quiero morir.

—Nadie quiere, en realidad —expresa el joven, y coloca la mano en su barbilla, para luego alzarle la cara y sonreírle amablemente—. Pelea, siempre. Pase lo que pase, tienes que sobrevivir. Mi mamá me dijo eso antes de morir, y yo mantendré su palabra. Los sacaremos de aquí, y los llevaremos con nosotros ¿vale?

—Está bien —responde ella.

Dylan sonríe y se levanta, paraluego alejarse de ella y juntarse con sus compañeros. Saray observa lo bien quese lleva con ellos, especialmente con Gabriel y Micneya, notando también que Mayreth los estuvo observando todo el tiempo que hablaron, lo que le hace pensar que quizás ellos tienen algo.




Lunes, 08 de febrero.
23:45 hrs.


—¡Capitán! —exclama un soldado, agitado.

Deiler voltea a ver quién lellama, y deja a Jesua supervisando la salida de los camiones con dirección a "Los Santos", y se acerca al soldado que le ha hablado. El joven alza lamirada, y Deiler puede observar el terror en su rostro. La preocupación inundael cuerpo de Deiler, quién le exige varias veces que hable.

—¡Capitán, Karla ha informado que el teniente Linares ha desaparecido, varioschicanos han sido contagiados al igual que varios habitantes, el contagio esrápido! —exclama el soldado, de pronto se escuchan varios disparos al otro ladode la base, justo en la dirección donde está la contagiada.

—¡Esto no puede ser cierto! —exclama Deiler con frustración.

—Deiler ¿sucede algo? —pregunta Daniela.

—¡Se ha salido de control la contagiada, alguien la ha liberado! ¡Hay que reunir al equipo, tenemos que prevenir muertes innecesarias!

Una explosión de granada alerta a todos, luego ocurre otra. De pronto ven un montón de gente correr de manera desesperada sin rumbo alguno, otras hacia la salida, otros más, montándose en los camiones. Los soldados de varios escuadrones, como si de un acto de sintonía se tratase, se reúnen en el lugar donde está Deiler, todos con el comandante Harold, quién ha tomado la iniciativa de reunir a todos los escuadrones para proteger a la humanidad. Su mirada muestra seriedad y algo de enojo.

—Uno de mis hombres ha desaparecido, sospecho que ha caído en medio del ataquede la contagiada, o que quizás haya sido contagiado. ¡Soldados, hoy hemos sido atacados por el enemigo en nuestro propio territorio! ¡Los chicanos están combatiendo y vamos a reforzar el ataque!

—¡¡SIII!! —exclaman todos.

—¡¡TENEMOS QUE PROTEGER A NUESTRA GENTE!! ¡¡Y GARANTIZAR AQUÍ Y AHORA, LASUPERVIVENCIA DE LA HUMANIDAD!! ¡¡SI ESTA GENTE MUERE, MUEREN LAS ESPERANZAS DESOBREVIVIR QUE HEMOS ESTADO FORJANDO!! ¡¡RECUERDEN QUE HAY QUE CONSEGUIR LACURA!!

Harold realiza un plan rápido ylo expone ante los soldados, quienes acatan las órdenes y se dirigen hacia los puntos que deben ir para poder desalojar lo más rápido posible a las personas. La división es rápida. Un grupo opta por abrir las compuertas ubicadas al norted e la base, justamente las compuertas llevan hacia la autopista que conecta con la ciudad de Nuevo Laredo.
El escuadrón de Deiler se mueve rápidamente entre las personas, asesinan a algunos recién contagiados, y se aseguran de evacuar a algunos sobrevivientes.

Explosiones por aquí, disparos por allá. El tumulto causado por las personas huyendo del peligro ocasionado por el ataque masivo producido por el contagio de la zombi liberada, dificulta el trabajo de los soldados de evacuarlos con seguridad. Más de una persona muere al tropezarse y caer, siendo pisoteada por los demás, especialmente losniños.

Oscar hace acto de aparición delante de sus hombres, y se reagrupan dentro de uno de los edificios dónde esperan que todo pase según lo planeado. De pronto, escuchan el golpeteo desesperado de la puerta, y a dos niños gritando. Oscar les hace gesto de que hagan silencio, pero el cangrejo se desespera ante aquellos gritos y abre la puerta. Ambos niños al verlo, se alegran y tratan de entrar, este se agacha y les mira fijamente a los ojos.

—Señor, mi hermana y yo estamos perdidos, queremos escondernos, por favor ayuda—dice el chiquillo, se ve que es menor que la niña.

—Lo siento por ustedes chiquillos, aquí estamos completos, no pueden entrar. ¡Oh, miren, allá hay otro edificio, corran hacia allá y sálvense!

—¡Tenemos miedo! —dice la niña en medio del llanto.

—¡Corran, rápido! —exclama el cangrejo.

Inmediatamente su hermanito menor corre, se aleja unos cuantos metros y de pronto el cangrejo saca su arma,aprieta el gatillo y realiza dos disparos, los cuales impactan en la espalda del niño, quien cae al suelo sin entender aun lo que pasa. La jovencita observa la escena aterrada, no puede creer que aquel hombre haya asesinado a su hermano, de pronto ese mismo tipo le mira fijamente a los ojos.

—Lo maté porque estaba contagiado, puedes salvarte, en serio. ¡Tienes que irte!¡Si no te vas, te mataré también! ¡Corre lo más rápido que puedas y no voltees!—le ordena el cangrejo.

La niña horrorizada, corre.

El cangrejo se pone de pie y da la vuelta, haciendo el amague de entrar. La pequeña corre con todas susfuerzas, pasa justo por el lado de su hermano. De pronto, el chicano voltea y le dispara varias veces a la niña. Cuándo ella cae al suelo, cierra la puerta. Apenas gira medio cuerpo con intenciones de avanzar hacia los demás, Oscar le da una bofetada con tal fuerza, que le rompe la boca.

—¡Estás loco, idiota! ¡Asesinaste a unos niños! —exclama.

—Lo hiciera yo, o lo hicieran los podridos, de cualquier manera, esos niños estaban condenados ya. Sólo les facilité la muerte, jefe —responde el cangrejo, limpiándose la boca.

—Maldito infeliz, a veces me das miedo... Bien, todo va de acuerdo a lo planeado, sólo hay que esperar que los soldaditos mueran esta noche, y a los que se salven, los mataremos.

—Jefe, jefe —expresa el cangrejo—. ¿Me dejará matar al comandante y al capitancito? ¡Tengo muchas ganas de arrancarle los brazos a ese fortachón!

—Si es que siguen vivos para el amanecer, puedes hacer lo que quieras.

—Y a la Micneya, la quiero matar también.

Oscar de pronto voltea y mira con severidad al Cangrejo, se acerca a él, desenvaina el cuchillo y se lo coloca justo en el cuello, cortándolo un poco.

—Vuelves a insinuar que quieres matarla, y te aniquilo.





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